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Mia. Primera Parte

en Control Mental

El odioso de su jefe la había mandado llamar. Mia estaba haciendo sus prácticas profesionales en una empresa que admiraba mucho, que le encantaba el ambiente de trabajo y todo lo que estaba aprendiendo, pero su jefe.... bueno, él era la persona más odiosa en la que ella podía pensar, y conocía gente odiosa. Mia creía que él tendría aproximadamente 45, tal vez 50 años de edad, era alto (pero en verdad alto, casi 1.90 metros de estatura), tenía unos preciosos ojos azules, algunas canas, y tenía un cuerpo muy bien conservado para su edad, era muy fornido, se notaba que hacía mucho ejercicio. Era un hombre muy inteligente, y exitoso, las oficinas corporativas lo habían enviado al país de Mia como director general, para arreglar algunas cosas que hacia tiempo no iban bien en algunas áreas. Era el señor Keith Smith.

Mia llega con Maggie, la adorable señora que era asistente personal de Keith, una divina persona que por lo que Mia sabía, llevaba prácticamente toda su vida trabajando en la empresa, no por nada era la asistente del director general de la compañía y una persona de todas las confianzas de todos y cada uno de los directores que el corporativo mandaba a su país.

-Mia querida, el señor Smith te está esperando desde hace algunos minutos. No lo hagas esperar mi niña querida, no es profesional, no habla bien de ti, y aparte lo podrías hacer enojar.

-Ay Doña Maggie, mil perdones por haber llegado tarde, pero parece que no me han avisado a tiempo, tan pronto me han dicho que el señor me esperaba, he tomado el elevador y he venido casi que volando.

Doña Maggie toma el teléfono y anuncia a Mia con Keith, cuelga y le dice a Mia que pase, que ya la está esperando. La ve con unos ojos algo preocupados, como si la voz del director general le hubiera parecido decir que él estaba molesto. En fin, piensa Mia, mientras más rápido terminemos con esto, más rápido regreso a mi piso y a mis cosas. Pero en que forma detesto a este señor, pensaba, mientras se acercaba a la puerta, y tocaba.

-Pase

Escuchó Mia una voz desde la oficina, abrió la puerta y entró. La oficina era, lo que todo mundo decía debía ser, y parecer,  la oficina de un director general, estaba en la esquina de ese piso del edificio, con ventanas de suelo hasta el techo, y en el penthouse. Decorada en estilo minimalista. Era la oficina más hermosa de todo el edificio.

-Buenos días señor Smith, me han dicho que me ha mandado llamar, ¿que puedo hacer por usted?

-Hola Mia, buenos días, ¿cómo estás hoy?. Si te he mandado llamar y te has tardado mucho en llegar, ¿me puedes explicar por favor que ha pasado?, ¿por qué haces esperar al director general de la empresa una vez que se te ha mandado llamar?

Esto era por lo que Mia detestaba a Keith, a todos gritaba, a todos trataba mal, sentía que se merecía todo por ser el director general y por haber sido enviado de las oficinas del corporativo a dirigir esta compañía en su país. Era un hombre arrogante. La mayoría de la gente lo respetaba porque era el director, y casi todos le tenían miedo.

-En fin, siéntate por favor.

Mia se sentó en uno de los sillones de piel que estaban enfrente del escritorio Keith. Mientras se sentaba y lo veía, recordaba más razones por las cuales lo odiaba. Odiaba la forma en la que Keith la veía, odiaba la forma en la que la hacia sentir. Keith la veía, la observaba, como si todo el tiempo estuviera analizándola, eran miradas tan penetrantes que la hacían sentir en verdad súper incómoda. Se sentía analizada, en su físico, y se sentía observada también en su interior, cómo si cada movimiento de ella, tuviera un significado para él.

-Y bien, ¿cómo van las cosas en tu trabajo?, ¿todo bien?

-Si señor, todo bien, muchas gracias. Tenemos mucho trabajo con el proyecto nuevo que nos acaban de asignar la semana pasada, pero creo que vamos, al menos a este momento, de acuerdo al programa.

Y ahí empezaban todos los malos ratos  que Keith la hacía pasar cada ocasión que lo veía. Empezó a observarla detenidamente, desde su cara, hasta el top que usaba ese día.

Mia era muy bonita, no hermosa, era bonita, pero era lo que muchas personas suelen decir de algunas personas, atractiva, guapa. Tenía el pelo largo, rubio oscuro, su pelo llegaba a poco abajo de la mitad de la espalda. De piel pálida, con tonos rosas y ojos verdes. Era un rostro muy armonioso, con nariz pequeñita y respingona. Su cuerpo era un tema aparte, Mia era muy chiquita, medía apenas 1.50 metros y era muy delgada, no llegaba a ser flaca, sólo muy delgada. Pero sus senos, tenía unos senos enormes para ser tan pequeña de talla y estatura, sus senos eran talla D o E, dependiendo de la marca de brasier que utilizara. Cuando fue muy jovencita, el tamaño de sus senos la atormentaba mucho, se sentía muy mal, sentía que ninguna ropa le quedaba bonita, pero conforme fueron pasando los años, aprendió a vestirse y aceptó el tamaño de sus senos, incluso se sentía algunas veces muy sexy. Normalmente se vestía seria para ir a la oficina, porque aunque sólo eran sus prácticas profesionales las que estaba haciendo, todos en su trabajo le decían que tenía un gran futuro por delante en su carrera, y en su vida profesional. Por esto, se esmeraba en arreglarse su cara, su pelo, y que la ropa que usara, a pesar de ser ella tan joven (tenía apenas 23 años) la hiciera lucir seria, y no como que de la universidad había llegado a la oficina. Ese día usaba su pelo suelto, traía poco maquillaje, y de ropa usaba un top de manga larga blanco , que no podría decirse que era ropa casual, y un pantalón de vestir negro . De zapatos, siempre utilizaba tacones altos, no podía permitirse sentirse más chiquita de lo que ya era en realidad. Ese día no era la excepción, y traía un par de zapatillas bastante altas, con pulsera, de color negro. Estaba segura de que se veía bastante profesional, y en verdad tenía razón.

En ese momento Keith empezó a observar el escote de su blusa, y sus senos, pero no paraba de observarla y no lo hacía en forma disimulada. Estaba abiertamente admirándola, y Keith sabía que Mia se podía dar cuenta de esto, no estaba preocupado en absoluto por tratar de hacerlo veladamente. A Keith, Mia le parecía deliciosa, la mandaba llamar incluso cuando no tenía que hacerlo, lo hacía sin pretextos muy elaborados, afortunadamente, ella estaba asignada a un área que justificaba de alguna forma que  él hablara con ella. Pero necesitaba verla, ver desde su inocente carita, hasta su delicioso cuerpo. Ver sus enormes ojos verdes, rodeados por sus pestañas con rímel, se notaba que Mia pintaba sus pestañas con mucho cuidado, de hecho eso, y el brillo de labios, era el único maquillaje que ella utilizaba. Y sus labios, sus labios lo volvían loco, eran unos labios muy carnosos. Mia le encantaba, adoraba lo pequeña que era de estatura, lo flaquita que estaba, sus pies chiquitos, siempre calzando zapatillas de tacón altísimo, en un esfuerzo por verse más alta, pero no importaba el tamaño de los tacones de sus zapatillas, de cualquier forma era diminuta. Amaba la forma de sus senos, eran en verdad enormes, incluso para una mujer que fuera mucho más alta de lo que era Mia. Le encantaba observarlos, cuando,  por el aire acondicionado, los pezones se le marcaban a través del top, el día de hoy no era la excepción, los pezones se notaban duros y parados, no podía pensar en otra cosa en ese instante, más que chuparlos, y morderlos, morderlos y jalarlos con los dientes, hasta que quedaran rojos y brillosos con su saliva. Keith podía alcanzar a ver el encaje del brasier de Mia, era un hermoso brasier pushup de encaje (como si Mia tuviera necesidad de hacer lucir más grandes sus senos, de cualquier forma el efecto era espectacular) y estaba seguro de que el encaje era bastante delgado, por como los pezones se proyectaban en contra de la tela del top blanco ajustado que tan bien le ajustaba su cuerpo y que mostraba un escote tan generoso, con sus senos apretados, como si chocaran por el efecto del brasier, así como lo entallado del top que Mia usaba ese día. Mia tenía unas nalguitas deliciosas, pequeñas, pero super paradas y redondillas. Incluso a través del pantalón de vestir tan serio que ella utilizaba ese día, él había podía notar que ella usaba tanga, y debía ser una tanga diminuta, por la forma tan deliciosa en que se movían sus nalgas a través de la tela del pantalón. Después de observarla apenas unos minutos, Keith en lo único que podía pensar era en follarla, en follarla de todas las formas imaginables. Desde su deliciosa boca con esos labios brillosos y carnosos, hasta penetrarla en su vagina, cogerla en ese momento, arrancarle la ropa, cargarla al sillón que estaba ahí mismo en su enorme oficina, y follarla hasta que Mia perdiera el sentido, y no pudiera pensar en otro hombre después de él, follarla hasta que lo único que deseara, fuera estar con él siempre, follarla hasta que fuera suya totalmente. Deseaba follarla para que Mia sintiera su enorme verga dentro de su diminuta vagina, chupar y morder sus pezones como si los fuera a comer,  adoraba las mujeres de senos grandes, y los senos de Mia eran los más deliciosos que hubiera visto en mucho tiempo. Deseaba follarla, y follarla duro y fuerte, sentía en ocasiones deseos de hacerlo con ternura, pero era tan grande la necesidad que sentía de ella, que normalmente la imagen que tenía siempre en mente, era cogiendo a Mia en una forma dura, sexo fuerte era lo que más pensaba cuando la imaginaba.

Odiaba en verdad la idea de que fuera de otro hombre, pero cuando Mia entró a trabajar a la oficina, fue sujeto de una rigurosa investigación, la investigación de antecedentes que se le hacían a todos los empleados, y esa investigación, arrojó que Mia no tenía novio. Esto Keith lo supo desde el momento que conoció a Mia la primera vez, porque, aún y cuando sólo estaba haciendo sus prácticas profesionales, el área a la cual ella había sido asignada, era particularmente sensible para la organización, así que siempre solicitaba el resultado de la investigación de todos los nuevos ingresos. Después de que conoció a Mia, se sintió obsesionado con ella, y no podía pensar en otra mujer, sólo podía pensar en ella. Y dado que aún y cuando la mandaba llamar lo más seguido que podía para no levantar sospechas, Mia parecía ser que lo detestaba. Fue entonces cuando decidió contratar un investigador privado, el mejor investigador que pudo encontrar en ese país. El día en que contrató sus servicios, le pidió al investigador que interviniera todas las computadoras que Mia utilizara, que interviniera su teléfono celular, y el teléfono de su domicilio. Le pidió que contratara por él, un equipo de gente que la vigilara las 24 horas del día, no podía soportar la idea de que algo malo le pasara a Mia, y necesitaba además saber todos y cada uno de sus movimientos, a quién veía, cuando, qué hacía, y donde estaba físicamente todo el tiempo. Si Mia pudiera imaginar todo lo que el sabía de ella en estos 3 meses que llevaba en la compañía, realmente no lo podría creer. Una vez a la semana se veía con el investigador a cargo de la seguridad de Mia y la intervención de sus comunicaciones, para revisar si tenía alguna duda, que los reportes que recibía 3 veces al día, todos los días,  a una dirección de correo que usaba únicamente para esta actividad, no le habían aclarado.

Keith siguió observándola, tenía una erección en ese momento, deseaba follarla en ese instante.

-Mia, me han dicho que tu desempeño en el proyecto nuevo es verdaderamente impresionante, para una persona que apenas hace sus prácticas profesionales, me dicen que se te han asignado tareas que normalmente se asignan a egresados, no estudiantes, y a gente con ya experiencia importante en el área.

-Gracias señor, la verdad es que todos son muy amables, y me han apoyado mucho en todas mis actividades, mi jefa es una gran persona, una gran líder, no podría pedir estar en un mejor lugar en toda la empresa, que el área a la que me han asignado.

-Me gusta mucho la forma en la que te expresas de Beca, por dos razones, la primera, me dice que Beca es una extraordinaria líder, sólo un buen líder logra obtener lo mejor de su gente. Y la segunda, es que tú eres una persona humilde  y agradecida. Eres muy joven para saber lo raras que son esas son dos grandes cualidades, que tienen sólo muy pocas personas.

Mia tenía su carita roja conforme iba escuchando lo que Keith le decía, sentía que la cara casi le hervía, de lo caliente y avergonzada que estaba ante el cumplido que  él le hacía. Siendo honesta, siempre que había oportunidad, él elogiaba su trabajo y desempeño.

A Keith, Mia no le podía parecer más adorable que en ese momento, su cara estaba completamente roja, roja hasta las raíces de su pelo. Vio como empezó a morder sus labios en forma nerviosa, como lo hacía tanto siempre que estaba en su presencia, y en otras ocasiones.

-En fin, que hemos pensado en que se te asigne el 100% de tu tiempo efectivo en la empresa a este proyecto, esto incluirá algunos cambios, que ya se te harán saber cuando la propuesta esté terminada, revisada y autorizada por Beca. Una vez que la tenga así, en mi escritorio, veré si alguna otra modificación es necesaria. Al final de este proceso te avisaremos, para presentarla y que la revises con cuidado, para saber si te es atractiva.

Mia se sintió en shock, ella sabía perfecto que estaba desarrollando un buen trabajo, Beca se lo decía, y sus reportes de desempeño así lo reflejaban. ¿Pero esto?, esto era en verdad una sorpresa, Beca no le había dicho nada, y nada en su conducta le hacía pensar que algo detrás de sus espaldas se estuviera planeando para ella. Pero bueno, Beca era una profesional en el más estricto sentido del término, y jamás habría revelado algo que fuera confidencial, por eso, este aviso, lo había hecho Keith.

-Señor, no sabe cómo aprecio y agradezco sus palabras, en verdad que no se qué decir. No imaginaba de ninguna forma que esto estuviera pasando. Estoy segura que esa propuesta me encantará y la aceptare con mucho gusto, y mucha ilusión.

-Pues, siendo honesto, no esperaba otra reacción de tu parte, eres una jovencita con grandes cualidades de trabajo en equipo, te esfuerzas mucho en tu tareas, y tus reportes son de los mejores reportes de toda la planilla de practicantes que tenemos en la empresa.

Keith sabía que esto que decía era cierto, no le estaba diciendo ninguna mentira a Mia. Lo que Mia no sabía, era que él sabía lo que pensaban sus compañeros de la universidad, y sus amigos. Ella era una persona muy querida y admirada por mucha gente, alguien que trabajaba muy bien equipo y una gran amiga. Sabía que su familia la adoraba. Una de sus más grandes cualidades era su habilidad para entender a las personas, esto la hacía una líder natural y  una gran integrante de  cualquier equipo.

Mia tampoco sabía que Keith conocía su enfermedad. Ella tenía depresión, una depresión aparentemente endógena, tal vez por causas genéticas. Esto lo supo porque desde la primer semana en que pidió que sus comunicaciones se intervinieran, se dio cuenta de que Mia iba al psiquiatra, entonces quiso saber qué era lo que la hacía ir al psiquiatra, y cuál era el diagnostico de Mia. Sabía los medicamentos que tomaba, con que frecuencia iba al psiquiatra, revisó los antecedentes de la doctora que la atendía (que realmente eran inmejorables, él mismo no hubiera podido seleccionar un mejor médico para Mia, si él hubiera tenido que tomar la decisión, o ayudarla a tomar esa decisión). Sabía que sufría de insomnio crónico, y que los fines de semana, normalmente estaba tan cansada de las actividades de toda la semana, que descasaba la mayor parte del sábado y el domingo. Sabía perfecto cómo la desgastaban los conflictos, y cómo luchaba para evitarlos, en ocasiones, incluso cuando tenía la razón. Esto hacía que además de desearla físicamente, la admirara. Admiraba su enorme fortaleza luchando contra esa terrible y callada enfermedad, porque nadie de sus amigos sabía de esto, mucho menos sus compañeros en la universidad o en el trabajo. Admiraba su inteligencia, porque los exámenes psicométricos no arrojaron datos de depresión, y están diseñados para verlos.

Mientras Keith pensaba en todo esto, su deseo no disminuía, pero su erección había sido capaz de controlarla, tratando de abstraerse un poco. No quería que ella fuera a notar algo extraño en él. No quería asustarla.

-Mia, pues era todo lo que necesitaba decirte, pero creo que unas felicitaciones, son apropiadas en este momento.

Entonces se Keith se levantó de su sillón, y Mia inmediatamente después de él. El rodeo el enorme escritorio y se acercó a ella, que ya había comenzado a dar unos pequeños pasos, alejándose del sillón donde había estado sentada. Y se acercó a ella, Mia notó que la iba a abrazar, y lo dejó hacerlo, aún y con que lo odiaba, sentía que hubiera estado mal alejarse. Keith la abrazó, fue un abrazo muy profesional, y , nadie, si alguien los hubiera visto, podría haber pensado que algo impropio estaba pasando, o que él estaba siendo abusivo, siempre había sido un hombre muy cuidadoso con su conducta en la oficina, o fuera de ella si estaba en alguna actividad relacionada con el trabajo. El abrazo apenas ha durado un instante, pero ese momento fue suficiente para que Keith inhalara profundo el aroma de su pelo, su perfume, para sentir, por primera vez, lo que era tenerla en sus brazos. Sintió físicamente lo pequeña que era Mia, apenas y le llegaba a los hombros aún y con los enormes tacones de las zapatillas que traía puestas. Percibió, a través de su camisa, sus senos, en verdad eran muy grandes para la pequeña Mia. En esos brevísimos segundos, sintió deseos de jalarle el pelo y besarla, devorar su boca con la de él, enterrarle la lengua en su pequeña boca, rodeada por esos deliciosos labios. Bajar una de sus manos y apretar sus nalgas para presionarla contra su cuerpo, para que Mia lo sintiera, sintiera la erección que estaba a punto de notarse. Hacer que ella sintiera lo poderoso que él era en comparación con ella, lo indefensa que estaba, lo frágil que era. Mientras seguía follando su boca con su lengua. Levantarle el top, para apachurrar con sus manos sus senos, morderle los pezones, hasta que ella arqueara la espalda, y acercara más sus senos a su boca.

En ese momento se separó, y para lo que él fue una eternidad en su mente, en realidad fueron pocos, muy pocos segundos.

-Gracias señor por tan grande oportunidad.

-De nada Mia, la mereces totalmente. Ahora regresa a tu trabajo. Y nunca vuelvas a hacerme esperar cuando te mando llamar.

-Pero señor...

-Nada, no me importa que haya sido lo que ha pasado que te tardaste en llegar, que no vuelva a ocurrir jamás Mia.

-Si señor. Muchas gracias de nuevo. Y tenga usted buen día señor.

-Igual para ti Mia, ten buen día, y de nuevo, esta oportunidad la mereces, ya verás la presentación con la propuesta. Y espero que tomes esta gran oportunidad, como lo que es, algo que pasa, muchas ocasiones, sólo una vez en la vida.

Mia se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la puerta, su diminuto cuerpo era en verdad riquísimo. Sus pequeñas nalgas se veían deliciosas mientras caminaba en esos enormes tacones hacia la puerta. Como le gustaba que ella usara tanga, muchas jovencitas lo hacían, pero no todas se veían adorables como Mia. Ella cerró la puerta, y el respiró profundo, justo a tiempo Mia había dejado la oficina, él de vuelta tenía una erección, se volvió a sentar en su sillón. Levantó su teléfono celular, le envió un mensaje a alguien, y volvió a poner el celular en su lugar. Esperó, sabía que la respuesta iba a llegar bastante rápido.

-Llegan mañana a "El Arlequín" a las 10 de la noche. A esa hora está programada la reserva, su amiga  Miriam ya la ha confirmado. Mia ya dijo que no iba a llevar su auto, tal vez planea tomar algo de alcohol, eso, o ya sabe usted que odia manejar. No tiene planes para el sábado, y para el domingo sólo tiene agendado un café con otra de sus amigas en la tarde , una de  las amigas de siempre.

Keith sonrió mientras escribía "gracias" como respuesta al mensaje. Se recargó en el sillón y cerró los ojos mientras sonreía y pensaba: Mañana, creo que ya he esperado suficiente, mañana en la noche será una gran noche.

Al día siguiente Mia llegó a su pequeño departamento a las 5 de la tarde. Era muy buena hora, así podía dormir un par de horas, arreglarse, y salir más tarde al Arlequín con sus amigas. Esperaba pasarla bien, no había tenido buenas semana, a pesar de haber recibido tan buenas noticias el día de ayer de sus jefes. Estaba pasando por una mala temporada. Esa maldita enfermedad que tenía, se sentía cansada, y triste sin tener en realidad ninguna razón. Sabía perfecto que era una persona muy afortunada, una gran familia que la adoraba, y que ella amaba, pocos, pero grandes amigos. Estudiaba algo que le apasionaba, y estaba, por lo que le había platicado Beca el día anterior, a punto de recibir la oportunidad profesional de su vida. Le faltaba un año para terminar la carrera, y todo parecía que la iba a terminar no sólo con sus practicas profesionales concluidas, sino con un trabajo, que muchos egresados y gente con mucha, pero mucha más experiencia que la que tenía ella, hubieran matado por él.

Fue al refrigerador por una coca de dieta, y se dirigió a su recámara. Ahí estaba Frida, su gatita persa, estaba acostada en el rayo del sol que entraba por la ventana. Mia se quitó la ropa que traía, se puso una playera, y se acostó en su cama. Frida se subió de inmediato a la cama con ella, mientras Mia, ponía el despertador a las 7:30 para bañarse y prepararse para salir.

20 minutos antes de las 10 de la noche, Mia estaba afuera de su edificio, esperando su uber. Hacía un clima delicioso, pensaba por el abrigo ligero que llevaba encima de su vestido corto y su pequeña bolsa de mano. Esperaba pasar una buena noche con sus amigas, bailar, divertirse, tal vez tomar una copa de vino, aunque sabía que no era lo mejor para su salud. Otro tipo de bebida alcohólica la tenía prohibida por los medicamentos que tomaba, el vino tinto no estaba prohibido, mientras fuera con un máximo de dos copas. Llegó su auto, se subió a él y se dirigió a su destino.

Cuando llegó al Arlequín, vio que como siempre, estaba super lleno. Como habían hecho reserva, pudo entrar de inmediato, dejó su abrigo en el servicio de guardarropa y la guiaron a su mesa. Ya habían llegado todas sus amigas. Eran en verdad que grandes amigas, no había envidias entre ellas, todas se alegraban de la felicidad de las otras, y sufrían cuando el dolor se presentaba en la vida de alguna de ellas. Aunque se veían toda la semana en la universidad, empezaron a platicar como si no se hubieran visto en años, como les ocurre siempre a las buenas amigas. En eso llegó el mesero y les pidió su orden, Mia pidió una coca de dieta y una copa de vino tinto de una "marca" que amaba. Realmente no sabía nada de vinos, a pesar de que su papá era un verdadero conocedor, sólo se sabía el nombre de un par de vinos que le gustaban mucho y que sabía bien no eran obscenamente caros. No tenía dinero para gastar en una copa, de un vino de 1500 dólares.

Siguieron platicando, un par de sus amigas se pararon a bailar un poco alejadas de la mesa donde estaban sentadas, y sus otras dos amigas y ella se quedaron sentadas platicando. Se estaba sintiendo en verdad bien. Las bebidas llegaron, y le dio un trago a su copa de vino. En ese momento se sintió observada, volteo hacia un lado de donde estaba su mesa, y vio a Keith. El estómago le dio un vuelco completo. Maldita sea pensó, y giró los ojos sin darse cuenta, de inmediato se volteó para otro lado. No sabía si Keith la había visto, por como el bar ya estaba lleno. Maldita sea, maldita sea pensó, que no me haya visto, y si me ha visto, que no se me vaya a acercar.

-¿Què te pasa Mia? -preguntó una de sus amigas

-No voltees para ningún lado por favor, es mi jefe, es mi jefe, es Keith está sentado de aquél lado. Ashhhhhhh maldita sea, de todos los bares que hay en la ciudad tenía que encontrármelo acá.

-Calma, calma, conservemos la calma. No pasa nada, con suerte no te ha visto, y si te ha visto, igual y no viene a saludarte. Es el director de la compañía, seguramente lo último que quiere un viernes en la noche es toparse con alguien de el trabajo.

Mia trató de ver, de la forma más discreta posible, si Keith la había detectado, y sí, la había visto, se había parado, y estaba caminando directamente hacia su mesa.

-¡Ahí viene!,¡Ahí viene!. Maldita sea, no puede ser, ahí viene. No me vayan a dejar sola por favor con él, se los suplico. Ya saben lo pesado que es el tipo.

-No te preocupes, no te vamos a dejar sola, ya sabemos lo que piensas de el.- Le dijeron a coro sus dos amigas.

Keith ya estaba parado junto a Mia, justo después de lo último que habían dicho sus amigas. El las alcanzó a escuchar perfectamente, no se los tomó a mal, porque sabía bien como querían a Mia.

-Hola Mia, ¿Cómo estás?

-Bien señor, muchas gracias ¿y usted?

Contestó Mia mientras se volteaba a saludar a Keith. En ese momento, antes de que ella pudiera darse cuenta de nada, él se agacho y le dio un suave beso en la mejilla.

-Muy bien Mia, gracias. Pero que guapa te ves hoy, quiero decir, siempre luces muy guapa, pero hoy luces adorable en especial.

Mia, ni sus amigas tenían forma de haberse dado cuenta de que cuando Keith se agachó a darle ese dulce beso en la mejilla, había vaciado un pequeño sobre que tenía en sus manos con un poco de polvo en la copa de vino de Mia.