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Mis inicios

en Amor filial

    Como buena familia de inmigrantes españoles vivíamos en una hacienda a las a las afueras de  un  poblado cercano, teníamos muchos animales y empleados para mantener esas instalaciones.

     Tendría yo como 12 años en ese entonces, cuando comencé a experimentar  los cambios físicos y hormonales normales de la edad de la pubertad, casi que al mismo tiempo comencé a sentir  vaporones y deseos incontenibles de no se qué cosa,  al ver  escenas de amor en la tv,  al ver a los animales de la hacienda como  copulaban, me encantaba  ver el gran sexo de  los caballos al erectarse y hasta me ponía  a detallar la fuerte musculatura sudada de  nuestros empleados  al  venir del trabajo y enfilarse hacia el baño al final de las tardes.  En algunas ocasiones salía de casa y jugaba con nuestros perros, cosa que mi hermana odiaba, por ello me ponía sola a revolcarme con ello, en algunas ocasiones me tumbaban y comenzaban a olerme mi ponchita y eso me estremecía sobre manera, poco a poco esos juegos  se volvieron más morbosos y comencé a meter sus cabezas dentro de mis faldas para que me olieran y lamieran sobre mi pantaletas; llego el momento que cuando decidía irme a jugar con ellos, me quitaba antes las pantaletas y me iba con la falda sola por detrás de los sanitarios de los obreros que era un sitio que nadie visitaba, mis tres amigos perros se iban detrás mío siempre que me veían salir. Me encantaba levantarme la falda y sentir como olfateaban mi ponchita, culo y la lamian con esa lengua áspera, algunas veces se montaban en mi pierna y comenzaban a moverse sobre ella como cogiéndome. La verdad que no sabía ni lo que yo hacía, pero me gustaba la sensación que me daba. En una ocasión me levante la falda y me puse en cuatro patas como hacían las perras en celo y los perros se pelearon por mí, fue brandy quien fungió como jefe y se adueñó de mi, me lamia mi cuquita, culo y hasta se montó sobre mí, se impulsaba y llegue a sentir su pene caliente rozar mis nalgas, pero nunca logramos nada a pesar  que lo intentamos innumerables veces.

    Ya cansada de no conseguir satisfacción, me percate que detrás de la pared de los baños habían agujeros desde donde se oía ruidos extraños   al asomarme vi  las duchas donde se bañaban nuestros empleados, eso fue un deleite para mi vista, eran la primera vez que veía a un hombres desnudo y no solo era uno, eran seis que tenía para escoger. Aunque siempre mi preferencia era por Pedro un chico de aproximadamente 25 años de tez negra y con un órgano enorme, al menos eso veían yo al compararlo con los demás. Ese vicio fue más intenso , todas las tardes me instalaba a deleitarme de lo lindo a ver.

    En cierta ocasión vino de España un tío; hermano menor de mi padre, como de unos 30 años de edad, de aspecto un poco gruñón  e introvertido, se quedó por un tiempo en casa y trabajaba como capataz en la hacienda; una tarde me agarro infaganti viendo para el baño de los obreros y me dijo: “anda cabrona cuando le cuente a tu padre”, le pedí de rodillas por favor que no lo hiciera, que no se repetiría más, el acepto, pero me dijo que tendría que hacer todo lo que él me pidiera, y acepte. Inmediatamente me sentó sobre unos cestos que estaban allí, se abrió el cierre del pantalón y se sacó el pene y me preguntaba: “ ¿es esto lo que te gusta ver, verdad?, pues agárralo… era primera vez que tenía un pene tan cerca de mí, lucia algo pálido para mi costumbre y gusto de ver el pene de Pedro a través de la pared, pero lucia enorme, lo tome con la mano, me sorprendió su temperatura y como fue creciendo a medida que me fue enseñando como pajearlo, me pareció repulsivo, al final cuando debí utilizar las dos manos,  vi expulsar un líquido blancuzco a mucha fuerza y velocidad,  lo escuche gemir y disfrutar, eso me dio cierta intriga. No cruzó más palabras, solo me dijo mientras se subía el cierre, nos vemos aquí mañana, no faltes o le cuento a tu padre. Solo mis perros fueron testigos silentes de esto.

    Al día siguiente no quería que llegara la hora, se me hacía incomodo  que me obligaran a hacer algo en mi contra, pero debí asistir, mis perros me acompañaron de nuevo, ni se me ocurrió mirar por la pared hacia el baño, espere un buen rato hasta que llego mi tío, se sonrió al verme y dijo: “eso me gusta que cumplas con tus tareas”. Se sacó el pene inmediatamente y me dijo que hiciera lo que había aprendido el día anterior, cuando estaba bien erecto me mando a parar y me lo paso por mi cara, pude olerlo, sentir su calor, me dijo que lo lamiera como un helado y así lo hice, se puso extremadamente  grande, me mando a meterlo en la boca, a duras penas lo logre, mi boca era muy pequeña, me pidió que se lo chupara, sus venas  se dilataron, me costaba mucho succionar, era incomodo el olor que no era común para mi y  el dolor de la mandíbula, pero seguí y la repugnancia del principio se fue convirtiendo en grato placer, sentía como mi cuquita se estremecía. Palpe como un  fluido amargo salía de su pene, pero igual seguí, la saliva me colgaba de la orilla de la boca. De repente comenzó a hacer movimientos bruscos, me tomo de la cabeza y me la empujaba contra el, me ahogue, me dio ansias el sentir cuando me lo empujo profundo, casi vómito, despidió un chorro de semen casi al mismo tiempo  lo saco de mi boca y allí frente a mi cara comenzó a botar todo su semen; sentí una sensación especial el saber que yo produje que eso pasara. Me dio unas palmadas y me dijo nos vemos mañana. Allí quedaron mis perros lamiendo el semen que quedo en el piso y viéndome como  que supieran lo que había hecho. Al regresar a casa e ir a bañarme me percate que mi poncha estaba toda mojadita, había empapado todo mi ropa interior. Esto se repitió día tras día en los seis meses que estuvo mi tío entre nosotros, hasta que retorno a España para nunca mas verlo; recuerdo su abrazo de despedida y sus palabras: “es nuestro secreto”. Para ese momento, no hacía falta que el me citara en el lugar, yo lo esperaba con ansias y lo que en un principio fue indignación y repulsión se convirtió en mi primera escuela de morbo, allí comencé a  descubrir  un mundo de placeres ignorados para mi corta edad. Mi tío fue el descubridor de la pùta que aun a mi edad vive en mí.