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UN BUEN APAÑO (precuela de En el colegio)

en Orgías

Autor anónimo

UN BUEN APAÑO

Mi nombre es Andrea tengo 19 años y vivo en uruguay, soy morena, de ojos verdes y piel blanca mis medidas son 92-64-95, según los novios que he tenido estoy muy buena y escribo para contar una historia que me pasó hace unos meses. Asisto a un colegio privado de la capital y en una mañana de diciembre del año pasado, antes de salir de casa, mis padres me dijeron:

- Hoy, por la tarde, vendrán unos albañiles a terminar el trabajo de remodelación de la cocina. Cuando acaben el trabajo, les das el cheque que te hemos dejado en el escritorio.

Al rato llamaron a la puerta. Eran mis amigas que me pasaban a buscar para ir al cole. Me puse una camisa blanca del uniforme, pero sin sujetador, pues me gusta sentir como se mueven mis gordas tetas al andar, la falda como a unos 15 cm por encima de la rodilla y obviamente una braguita chiquitita que a mi personalmente me gusta mucho sentirla metida en la raja de mi culo y también entre los abultados labios de mi coño, zapatos y medias negras.

Salimos de casa directo al cole. Todo era normal ese día, pero en el recreo, una de mis amigas me dijo que uno de los chicos tenía una revista porno y que se la había prestado para verla. Todas le contestamos que era una marrana por interesarse por esa porquería llena de guarradas, pero a la vez todas nos moríamos por verlas, así que luego nos fuimos al baño y la miramos. Era fabulosa. Había unos machos con terribles pollas y las imágenes eran super excitantes. Recuerdo que terminé toda mojada y que en la clase de Historia tuve que salir a masturbarme al baño, pues esas escenas me iban dando vueltas en la cabeza una y otra vez.

Al mediodía nos fuimos para casa, mis compañeras me acompañaron y quedamos de vernos mas tarde. Llegué a casa, me saqué la ropa y me quedé solamente con mi braguita de encajes de seda blanca puesta, porque me iba a dar una buena ducha. Pero entonces sonó el timbre de la puerta. Pensé no abrir pero me acordé de lo que me dijo mi padre de los albañiles, cogí una camiseta de fútbol de mi hermano y me la puse. Me quedaba muy sexy pues sin sujetador y con mi braguita, si me agachaba se me iba a ver todo el culito, pero como insistían con el timbre fui igual. Efectivamente, eran los albañiles, tres tipos de unos 27, 30 y 35 años aproximadamente, medios rústicos y con unas caras de no muy santitos. Les dije que pasaran y que me siguieran a la cocina, que mis padres ya me habían dejado indicaciones para ellos. Cuando los tres entraron, no hacían otra cosa que mirarme las piernas y los pechos. Eso me hizo sonrojar. Me siguieron por el pasillo que da a la cocina y entonces oí a uno que le murmuraba al otro:

- ¡Que buena que está la cría, está para comérsela entera!

Yo no sabía donde meterme y les dije que si necesitaban algo yo iba a estar en el dormitorio. En eso, uno pasó por mi lado y me rozó con su bulto el trasero y no sé porque, pero me acordé enseguida de la revista que había visto en el cole, calentándome mucho. Cuando llegué a mi dormitorio me toqué un poco y me di cuenta que estaba toda mojadita y como los labios de mi coño se estaban abriendo. Rápidamente decidí darme una ducha pensando que así se me iría la calentura. Estaba agachada, con mi culo todo al aire recogiendo las cosas para ducharme, cuando me di la vuelta y vi a dos de ellos en la puerta, tocándose los bultos de sus pantalones y mirándome el culo. No sé cuanto tiempo hacía que estaban allí, pero me asustaron un poco.

- ¿Qué quieren? - les pregunté con voz temblorosa.

- Si va a usar el baño - contestaron - hágalo ya, porque vamos a cerrar la llave general del agua.

Les contesté que sí, que iba a hacerlo pero que sería rápido. En la ducha me masturbé y me toqué toda tratando de apagar mi fuego interior pero a mitad de ello se corto el agua. Salí de la ducha para decirles que no había terminado aún de bañarme pero al abrir la puerta, estaba allí el mayor de ellos con su polla en la mano mirando por la cerradura del baño. Me asuste y solté la toalla que me cubría el cuerpo. Nos quedamos mirando uno al otro, yo asombrada de esa tremenda polla que tenía y que se asemejaba mucho a la de la revista porno. Calculé que mediría unos 21 cm. Él miraba mis tetas que, por causa de la masturbación y de ver la verga que tenía, se me pusieron los pezones duros. Era como si lo señalaran a él con deseo. El hombre, rápido se prendió de uno de mis pezones y me lo comenzó a chupar con loco deseo mientras me tocaba el culo, que tengo respingón y duro. Yo iba a gritar pero en vez de un grito de ayuda me salió un suspiro de placer.

Entonces salieron los otros dos de la cocina y cuando vieron la escena, se sacaron inmediatamente sus pedazos de carne fuera de los pantalones y se pegaron a mi como sanguijuelas. Uno de ellos se colocó detrás de mí y hundió su cara entre mis nalgas, el otro comenzó a acariciarme el coño y sobre todo el clítoris. Parecía que tuviesen cada uno de ellos cuatro manos. Yo comencé a tocar esas enormes pollas y a gemir como loca mientras ellos me decían:

- Sí que eres putita, nena...

- ¡Siiií... siií...! - solo podía contestarles yo.

Eso los calentaba más y más hasta que me dijeron:

- Vamos a tu cuarto, putita.

Obedecí inmediatamente. En el trayecto hasta la habitación de mis padres, me pellizcaron las nalgas y las tetas. Yo me reía y jugueteaba con sus pollas mientras corría hacia la enorme cama de mis padres. Ya sobre ella, me hicieron que les chupase las pollas a los tres, uno tras otro y mientras yo se las chupaba, cosa que nunca le había hecho a ninguno de mis novios antes, el de 27 años se metió debajo de mí y comenzó a chuparme el coño. Entre chupada y chupada, yo gemía como una loca hasta que uno de ellos hizo que se la chupara más lento y que lo comiera los huevos. Al obedecerle, no tardó nada el tipo aquel en correrse en mi boca, diciéndome:

- ¡Trágate toda mi leche!

Le exprimí hasta la ultima gota de esa calentita y pegajosa bebida pero al mismo tiempo y sin tocarme, tuve un orgasmo como nunca, grité de placer y caí en la cama. En eso el de 30 años me dijo que ahora vendría lo mejor del trabajo haciéndome tender en la cama boca arriba. Tenía un hermoso pedazo de polla, tiesa como un palo. Me abrió las piernas y comenzó a pasar la cabeza de su verga por mis labios vaginales, los cuales chorreaban mis líquidos como una fuente, y en el momento más inesperado, me la hundió con una fuerza bestial, lo cual me hizo lanzar un grito. En el acto comenzó a bombear con fuerza mientras me tocaba las tetas y apretaba mis pezones. Los otros dos se masturbaban a los lados de mi cara hasta que uno me dijo que se la chupara y entonces el otro comenzó a tocar con su capullo uno de mis pezones. Yo no sé que pasó, pero eso me encantó y tuve otro orgasmo.

- Tienes un culito precioso, capaz de guardar mi polla - me dijo entonces el de 35 años.

- ¡No, por ahí no... no quiero... las pocas experiencias que he tenido han sido muy dolorosa! - dije, con voz asustada y abriendo mucho los ojos.

- No me importa nada el que te duela, aquí mandamos nosotros y basta - me contestó muy serio.

El de 27 años se tendió en la cama y me dijo:

- Súbete a cabalgar mi mástil, zorrita.

Me subí y clavándome su polla en el coño, comencé a moverme. Él apretaba y separaba mis nalgas hasta que el de 30 años se subió en la cama e hizo que se la comiera. Nunca pensé que iría a chupar tanta polla en un solo día, pero todo no termino aquí. El de 35 años salió de la habitación y cuando regresó traía un paquete de mantequilla con la que empezó a untar mi ano. Yo traté de impedirlo, pero me agarraron los brazos y no dejaron que me moviera. Cuando mi ano estaba bien embadurnado, comenzó a meterme uno de sus dedos. Yo traté de apretar mi agujero pero era imposible. Sentía como entraba y salía aquel dedo con total libertad por lo que comencé a relajarme y a tratar de disfrutarlo.

- Muchachos, esto va ha ser el polvo del siglo - dijo Cuando me di cuenta, tenía ya tres dedos dentro de ni culito y cuando los retiró, pude sentir como entraba el aire dentro de mi cavidad anal.

- ¡Ahora sí, zorrita, estás lista para gozar! - exclamó él.

Sentí como su trozo de carne caliente comenzaba a entrar, lento muy lento, en mi agujerito y me sorprendió oírme gritar:

- ¡Sí, cabronazo, sí, rómpeme todo el culo... aaaah...! - pensé que me moría de placer cuando comenzó a mover sus caderas - ¡Sí... asiiiií...!

Sus huevos golpeaban ya contra mis nalgas. Eso sí que fue la gloria, sentirme completamente llena. Mi líbido estaba en lo más alto y mis orgasmos no paraban. Fue entonces cuando sentí la leche en mi boca, que no pude tragar por culpa de mis gemidos y gritos de placer. El de 27 años me dijo de pronto:

- ¡Te voy a llenar el coño...!

En el acto sentí los chorros de semen entrando en mi coño y por ultimo la bestial corrida en mi ano. Fueron como cinco chorros de espesa leche que bañaron mis nalgas y el interior de mi culo sin que yo parara de gritar:

- ¡Quiero tu leche en mi culo... sí... así... aaaah...!

Tras bañar mi recto con ese líquido espeso y caliente, él se dedicó a expandirlo con la cabeza de su verga por todas mis nalgas mientras yo no paraba de moverme sintiendo las seguidas contracciones que me venían a raíz de la excitación.

- ¿Te ha gustado, putita? - me preguntó.

- ¡Siií... fue maravilloso! - contesté extasiada.

Estuvimos como quince minutos tirados en la cama exhaustos, hasta que se levantaron y me dijeron que ahora sí podía terminar de bañarme y que el trabajo ya estaba terminado. Cuando salí de el baño ya se habían marchado y en la mesa me dejaron una nota que decía:

- Preciosa, dile a tus papás que este trabajito es gratis y que si necesitan reparar algo más, que nos llamen, sea a la hora que sea. Besitos en el culito de tus tres machos.

Me reí mucho y me acosté para levantarme sobre las seis de la mañana. Tenía que ir al colegio. Mis padres no podían creer como había dormido tanto y como no los oí cuando llegaron a casa. La verdad es que a mí también me cuesta creer lo que pasó pero, así sucedió.