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Invitado en casa (Parte 2)

en Bisexuales

Al día siguiente, mi mujer y Antonio volvieron del trabajo juntos. Habían congeniado muy bien y había química entre ellos. La verdad es que los tres hicimos buenas migas. Esa noche, al ser el día siguiente festivo local decidimos tomarnos unas copas en nuestra terraza. Hacía buen tiempo y se agradecía el rato. Antonio bebió un poco más de la cuenta y perdió la vergüenza, hecho que aprovechamos para calentarlo.

¿Sabes, Antonio? dijeTe envidio, de verdad, quién tuviera ahora tus veintitrés años y se follara todo lo que se pusiera por delante.

¡Oye! exclamó juguetona mi mujer.

Tampoco es para tanto, Juan dijo Antonio riéndose.

Seguro que a tu novia te la cepillas todas las noches. Carmen y yo lo hacíamos todos los días cuando nos casamos. Porque me hice la vasectomía, si no ahora tendríamos unos diez chavales o así. Qué alegría de juventud.

Hombre, mi novia y yo no somos tan fogosos, pero los días que podemos sí que más de un polvo cae, la verdad.

¿Y cuánto hace que no echas un buen polvo?

Uff, no sé, hará una semana que no la veo así que eso. Fue un polvo rapidito, no tuvimos tiempo para más. A mí me gustan los polvos enteros, con su mamada, su comida de coño, todo.

Dios… las mamadas son lo mejor ―dije intentando llevarlo a mi terreno.

Ya te digo, Juan. Mi novia las hace muy bien, la que mejor me la ha chupado nunca.

Pero ¿tú con cuántas has estado? ―dijo mi mujer.

Esta es mi segunda novia. La primera no me la comía, solo un mete y saca rápido y ya. Era una sosa. Mi novia es la que mejor mamadas y luego la Legionaria.

¿La Legionaria? ―exclamamos mi mujer y yo.

Sí, una puta a la que fui varias veces. La chupaba de lujo.

Fíjate, yo nunca he ido a putas ―dije.

Yo unas cuantas, cuando estaba con mi primera novia.

Así que eres infiel ―dijo mi mujer levantando una ceja.

Con este novia me estoy controlando, aunque en el máster hay algunas compañeras que están tremendas, pero no se ha dado la oportunidad.

¿Si hubieras podido te las hubieras follado? ―pregunté.

¡Claro! ―hay que disfrutar mientras se pueda.

Haces bien ―dijo Carmen.

Me estoy poniendo cachondo con la conversación ―dije.

Y yo ―dijo Antonio.

Esta noche me va a tocar chupártela, ¿no, Juan? ―rió mi mujer.

Ni que lo dudes ―dije riéndome ―pero tranquila que la comida de coño te la llevas.

Eso por descontado, faltaría más.

Qué suerte ―dijo Antonio― yo me pajearé como mucho.

Si quieres te la chupo ―dijo Carmen mirando provocativa a Antonio. El chico se quedó mudo y me miró.

Yo que tú, Antonio, decía que sí, es muy buena.

Pero es tu mujer…

Y tu tutora de prácticas, no te jode. Anda y aprovecha. A juzgar por el bulto de tu pantalón creo que te atrae la idea.

¿Quieres? ―mi mujer se levantó y se fue a Antonio.

Sí ―dijo tímidamente nuestro invitado.

Vamos dentro, no hay que dar espectáculo a los vecinos ―entramos en la casa y Antonio se sentó en el sofá. Yo me acomodé en un sillón para no perder detalle.

Mi mujer se arrodilló frente a Antonio y le abrió las piernas. Fue a su cinturón y empezó a quitárselo. Lo sacó del todo y lo tiró en el suelo. Abrió la bragueta y le tiró del pantalón. Antonio subió un poco su culo para que Carmen le quitara el pantalón. Mi mujer se lo quitó, así como los slips que llevaba. Su polla se mostraba dura como una piedra y con algo de líquido preseminal. Primero, con la punta de la lengua se limpió el glande y luego pasó a besar el tronco. De golpe, se introdujo todo aquel miembro, de unos veinte centímetros en la boca. Antonio lanzó un gemido y mi mujer se sacó la polla durísima y empezó a pasar su lengua por todo el tronco, los huevos, la cabeza. El chico se volvía loco de placer y a juzgar por sus movimientos, se correría en breve. Mi mujer lo notó y aceleró su ritmo, pajeando al tiempo que chupaba la cabeza.

Me voy a correr dijo Antonio apartando a mi mujer.

La polla salió de la boca y descargó varios chorros de semen sobre el vientre del chico, que tenía la camiseta recogida. Antonio gimió fuerte cuando lanzó los chorros.

Que sea la última vez que no me dejas tragarme tu leche, vamos dijo mi mujer y, acto seguido, se lanzó a devorar lo que quedaba de semen en el glande de Antonio, así como a lamer su vientre para no dejar gota.

Antonio quedó un poco avergonzado y decidió irse a la cama. Al día siguiente hablaríamos con él. Había disfrutado, eso seguro. El trío estaba más cerca.

Esa noche decidí darle un regalo a mi mujer y no me la iba a chupar, iba a ser yo quien le comiera el coño y así lo hice hasta que se corrió, con un orgasmo que hoy no disimuló. Al correrse ella se la metí y empecé a follarla con fuerza, algo que hizo que mi mujer tuviera un orgasmo tras otro y yo me corría en un santiamén, dejándole el coño lleno de leche.

Antes de dormir hablamos un poco, cansados.

Cariño dije.

Dime.

He sentido envidia del chico, menudo mamadón le has hecho.

No ha estado mal. La verdad es que la tiene enorme.

Digo, más que yo, aunque la mía es más gorda, pero la suya es muy larga. Me hubiera gustado probarla.

¿Qué dices? se sorprendió mi mujer.

Creo que tanto meterme el consolador me ha vuelto un poco gay pero quiero comérsela dije riendo.

Mañana lo harás. Déjamelo a mí.

Continuará...