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Sentimientos encontrados (2)

en Erotismo y Amor

Estaba con unos audífonos apoyada de los codos en una secadora, respingando su culo, al parecer no escuchaba nada porque la llame y no se giró.

-      Andrea, Andrea, Andre… - Ella se estira en forma de sacarse el sueño o algo, y noto la ropa que lleva.

Andrea es la sobrina de Nathalia, ella era una niña muy dulce que vivió un tiempo con su tía, por lo cual compartimos muchas cosas. El mismo tiempo que no veía a Nathalia, era más o menos el tiempo que no veía a Andrea, es decir, que la Andrea que conocía antes ha cambiado a la que veo ahora. Han pasado 5 años y se ve que le han pegado fuerte. Ella es, o fue, alguien importante.

Andrea tiene rasgos delicados, es delgada, no tanto para que se le marquen los huesos. Rostro angelical con labios finos rosaditos, nariz perfilada con punta redonda y ojos claros. Me encantan sus cejas gruesas. De tez blanca y cabello negro, pero ahora tenía las puntas casi rubias, eso le daba un toque sexy. Sin duda, su culo es lo más sobresaliente en su cuerpo, es abierta de caderas pero también su culo es gigante agregándole a que su contextura es delgada, da como resultado una gran retaguardia. De senos no estaba mal, de hecho, estaba muy bien también, pero en contraste a lo que he visto hoy pues… del 1 al 10, le doy un 6. Llevaba puesto una blusa de tirantes rosada, un sujetador negro y tenía puesto un hilo azul claro. Se veía muy follable en la posición que estaba.

Cierro la puerta con cuidado. Yo no decía nada, sólo estaba parado ahí viendo ese manjar que cualquiera quisiera comer. Si bien, el cuarto era estrecho pero un poco largo, en lo cual ella se encontraba casi al extremo del cuarto junto a la secadora y justo encima de ella se encontraba la lavadora, yo estaba a 4 metros de distancia junto a la puerta. Ella seguía escuchando música y escribiendo en el teléfono, más el sonido que daba la lavadora, jamás me escucharía. Así que pensé en desahogarme: Me iba a pajear.

Enseguida me bajé los pantalones, el bóxer y empecé a ahorcar el ganso. Me apoyé de la pared y seguía admirando ese cuerpo escultural. Casi me iba a venir cuando de repente la lavadora hace un ruido como alarma. Ella mira hacia arriba y abre la lavadora, se quita los audífonos y los deja en la secadora, sólo se giraba y ya estaba queriéndome morir. Cuando de repente ella se toma los bordes del hilo y los baja, subiendo la pierna derecha y librándose de ella, asimismo con la izquierda, quedando sin nada con el coño al aire. Sube sus manos con el hilo, lo mete en la lavadora y la cierra de nuevo. Otra vez empieza a hacer el escandaloso ruido, ella toma nuevamente sus audífonos y se los pone.

No estaba en posición de no aguantar una oferta así, estoy seguro que no me escuchó ni sabe que estoy allí. Decido actuar, de todas formas yo fui quien le quito la virginidad. Me escabullo silenciosamente a ella. Cuando estaba llegando, ella nuevamente apoya sus codos de la secadora dándome visión a todo su interior. Era la primera vagina, del día, que veía sin estar mojada completamente. Me acerqué silenciosamente a ella, me inclino y veo su vagina a 30 centímetros de mi cara, la podía oler, no quería saborear porque ella lo iba a sentir y no quería que supiera que estaba ahí. Me incorporo nuevamente, decidido penetrarla y romperle hasta el orto. Me posiciono apoyándome de las paredes a mi lado, me hago una paja para estar al 100%, y decido hacerlo.

         Estaba tan sólo a unos centímetros, ya podía sentir su calor, su olor; tenía un perfume dulce. No aguantaba más.

         Tomo mi pene, totalmente empalmado, con mi mano derecha y me acerco poco a poco hasta posicionarme casi al roce con su orificio vaginal. Todo esto, apuntando a querer romperla toda. Fuera de su campo visual, era increíble; se sentía como un juego de espías pero a escala lujuriosa. ¿Tenía nervios? Si, lo admito. Pero se reducía más a la idea de querer coger sí o sí.

         Con la pija apuntándole, la tomo bruscamente de su cadera con mi mano izquierda y se la clavo. Estaba apretada, no entró completa y lo que escucho es un “Ahhh”.

-      ¡Aaahhmm! – Dijo ella, soltándo el teléfono de golpe. Estaba muy estrecha su vagina, era muy placentera, de hecho dolía un poco. Pero rápidamente sabía que era porque no estaba “preparada” - ¡¿Pero qué…?!.

-      Mmmmm – La saqué y la embestí nuevamente, todavía no entraba mi polla completa. Pase mi mano a su parte baja abdominal, rozando sus vellitos vaginales.

-      ¡Ayyyy! ¿Ma… Mar… Marcos?  - Ella giró su cabeza e intentó posicionarse recta de nuevo,  pero con mi mano derecha le afinque en la espalda y la pegué de pecho a la secadora. Tenía una mirada reconfortada  con sus ojos tiernos.

-      Hola – Le susurré en el oído. Empecé a penetrarla suavemente para hacerme paso de a poco - ¿Cómo estás? – Le seguía susurrando. Se levantó levemente sin dejar de tener el culo en popa, giró su cabeza nuevamente y me miró y vi en su mirada que estaba calentándose.

-      ¡Mmmm! Ay Marcos. ¡Para, para! – Me intentó separar tirando las manos hacía atrás lanzando manotazos. La abrace con ambos brazos en su abdomen y se la clavé con fuerza - ¡Ahhhhh! – Soltó un grito que podía haber escuchado Nathalia. No sé si fue de dolor o de placer, probablemente un poco de las dos. Ésta vez sí había entrado casi entera mi polla.

No alcancé a tomar sus brazos, por lo cual seguía queriéndose zafar, así que la tomé de cada muñeca con mis dos manos, las subí y ella quedó abierta de manos extendidas. Ya no tenía cómo defenderse y empecé a penetrarla lentamente de nuevo. Ésta vez sí se sentía mejor, seguía sintiéndose apretada pero ya se resbalaba y se podía introducir más mi pene. Metía y sacaba lentamente. Estuvimos así no por mucho, un poco más de un minuto, cuando empecé a notar que estaba recibiendo respuesta.

Mientras yo movía mis caderas en un suave “meta y saca”, comencé  a notar que ella movía su culo hacia mí. Era muy placentero, ya sabía que ella había entrado en juego. Lo más placentero es que todavía la tenía con los brazos arriba, y nada más estaba mi polla por sí sola aventurándose en su vagina. Ésta vez si ya entraba completa. La veía salir casi por completo y la volvía a meter lentamente.

Andrea, a pesar de tener cara (y actitud) angelical, a partir de su conocimiento sexual, sabía lo que era placentero: sabía qué hacer, sabía cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Lo bueno de tomar a una virgen es que la puedes amoldar a tus gustos sexuales sin reprimirte, puedes hacer y enseñarle lo que sea sin sentirte juzgado o inconforme. Ella sabía lo que me gustaba, y exactamente eso, también era lo que le gustaba porque fueron sus primeras experiencias.

Aceleré mis penetraciones, pero ella enseguida tiró su culo hacía mí de repente, por lo mismo mi pene entró mucho más que solo “completamente”. No podía ni siquiera notar el nacimiento de mi falo con tan sorprendente culo que se lo había comido. Gimió al sentirlo entero, yo también di un pequeño sofoco por lo desprevenido que me había tomado. Después de un pequeño momento, se separó un poco hasta sólo tener la puntita dentro y empezó a moverse despacito, lento. De un momento a otro me había puesto tan calentón que me iba a venir, no sé cómo lo hizo o si fue un truco que lo había aprendido.

-      ¡Me vengoo! – No pude aguantar más.

-      No llevas condón, córrete afuera – Recibí respuesta tarde - ¡Marcooos! – Dijo cuando sintió mis manos apretarla.

Me vine, no pude aguantar más y lo peor es que no me dio tiempo ni siquiera de sacar mi pene de ella. Mientras soltaba espasmos, le solté las muñecas y la tomé nuevamente con fuerza de sus caderas y se la metía al compás de los impulsos nerviosos míos.

-      ¡Haaaaaaa! ¡Haaaa! ¡Siiii! – Sentí 5 espasmos en total, todos de casi la misma intensidad.

-      ¡Suéltame! – Me había quedado sin fuerzas por un momento, así que no le costó nada zafarse. Parecía molesta.

-      ¡Andrea, espera! – Grité mientras ella desaparecía del cuarto de lavado. Corrí rápidamente al lobby pero no estaba. Me acerqué un poco y escuché pequeños murmullos en el baño. La puerta estaba entreabierta y podía ver un poco dentro. Me acerco más y abro la puerta silenciosamente, era ella.

-      ¡Qué bien que me dejaste! – Dijo sarcásticamente. Se encontraba muy provocativa, apenas terminando de dar una minifollada ya estaba poniéndome a tope nuevamente. Se encontraba con su pierna izquierda apoyada en el inodoro y con vista al espejo del frente, dándome la espalda. Intentaba limpiarse el semen que escurría de su vagina, dando pequeños canales por sus piernas… al parecer había mucho semen dentro de mí – Ven acá. ¡¿Cuánto tiempo?! – Se dio vuelta y me dio un abrazo fuerte.

-      Tenemos que hablar. – La subí en un gran abrazo en respuesta, nuestros sexos estaba rozando nuevamente – Disculpa por tomarte desprevenida. No sabes las ganas que tenía – La bajé y se posicionó en sus pies nuevamente.

-      Me di cuenta, Marquitos. No importa, sabes que jamás te diría que no pero para la próxima vez, pórtate mejor – Tomándome la barbilla con su mano derecha, me guiño. Enseguida se giró para seguir su trabajo.

-      ¿La próxima? – La tomé por los hombros y le di un beso húmedo en el cuello. Se erizó.

-      Me debes una corrida y lo sabes, pero venga, lo dejamos para después – Noté una pequeña sonrisa a través del espejo – Me tengo que ir. Mi tía no sabe que estoy aquí.

-      Por cierto ¿Qué haces por aquí? – Me acordé – Pensé que estabas afuera todavía.

-      Si, lo estaba. Llegué ayer de Argentina. Sabía que aquí iba a quedarse mi tía pero no pensaba que llegaría tan pronto – Salió del baño y pasó al lobby, junto a los muebles, mirando a la ventana que daba a una buena vista a la calle. La sigo y me apoyo en uno de los muebles cerca de ella.

-      ¿Todavía ustedes no…? – Intento hacer que ella capté sin decir todo, y lo hace.

-      No, todavía no hablamos. Ella es muy orgullosa y lo sabes. Tampoco lo puedo creer, no sé si haya sido para tanto. Te debe querer con su alma. Tanto como para no compartirte… - Voltea, me mira y sonríe muy pícara.

-      Ya lo creo. ¿A dónde irás a quedarte ahora?

-      Tendría que buscar un lugar, pero hoy podría resolver con una amiga y quedarme en su casa por ésta noche. ¿Por qué? – Entrecierra los ojos y se cruza de brazos - ¿Quieres hacer algo? Estoy libre por el resto de la tarde. Además, quiero salir ya de aquí para evitar a Nathalia – Por un segundo, iba a decir la cagada más grande: Llevarla a cenar hoy.

-      Déjame ver la hora, a ver… - Veo mi muñeca y el reloj apunta que son las 13 – Tengo hambre. Además, hay que ponernos al día.

-      ¿Entonces vamos a comer?

-      Exacto – Me acuerdo de mi compromiso de Nathalia – Espera aquí, déjame hablar con tu tía. Arréglate – Le señalo al cuarto de lavado.

Me dirijo a la oficina donde estaba Nathalia y toco la puerta, escucho que me da permiso de pasar y abro la puerta con cuidado.

-      Salió algo en la Universidad, tengo que irme – Después que me escuché decir eso, noté que fui muy seco.

-      Ah… - Se levantó de su silla, rodeó su escritorio y se puso frente a él, apoyándose - ¿Tan importante como para dejarme así? - Se empezó a desabotonar la camisa poco a poco, lentamente con una sola mano. La otra la usaba para subirse la falda – Tiene que ser muy importante, Marcos – Dijo al verme sostener mi posición, con mi mirada perdida en su cuerpo, pero con la virtud intacta todavía.

-      Es muy importan… - Se desfajó la camisa y se deshizo de ella. Estaba muy bomba. Su sostén negro resaltaba mucho sus pechos. – Por favor, cúbrete. Tengo que irme – Solté una risa, sabía que ella sabía que me gustaba cuando se ponía así.

Se acercó lentamente y me tomó la cara con sus manos, las pasó por mis mejillas, mis labios, mi barbilla y las llevó finalmente detrás de la cabeza. Acercó su boca a mi oído.

-      Está bien – Bajó una mano y tomó una mía. La subió y la puso en un seno de ella – Si te tienes que ir, es mejor que sea pronto… - Hacía que masajeara fuerte su seno cubierto todavía por el sujetador – Los compromisos no se pueden dejar pasar por cualquier cosa, ¿verdad? – Bajó su otra mano que estaba detrás de mi cabeza y la puso encima de mi pantalón, intentando estimularme pero… - Hace rato estabas a tope, ¿estás bien? – Se extrañó al no sentir que reventaba y paró enseguida con sus juegos. Tendría que ser Superman para ponerme de nuevo en tan poco tiempo.

-      Tranquila, me tuve que masturbar porque no aguanté. Pero estoy bien. Tengo algo que hacer con unos papeles de la universidad, se me había olvidado. Te escribo para vernos después.

-      ¿No estarás en la cena de hoy?

-      No, creo que no. Sabrina me invitó a su casa hoy y creo que iré. Te aviso si no.

-      Ok, príncipe. Ven, dame un beso por lo menos – Me acercó y me hundió en un beso jugoso. Subí mi mano y le desabroché el sujetador en un movimiento rápido. Quedó descubierta al tacto de mis dedos. Le tomé uno de sus pezones y los apreté levemente entre el índice y  el pulgar. Me empezaba a empalmar, para mi sorpresa – Mucho mejor, así es que te quiero siempre – Dijo al notar el palpitar del despertar de mi pene en su mano – Si sigues aquí, no te irás nunca.

-      Cierto. Ahora sí. Te escribo por WhatsApp después, ¿sí? – La tomé de brazos y la besé en la frente. Me di vuelta y salí.

Cerré la puerta detrás de mí, y Andrea estaba en uno de los muebles, perdida en su teléfono. Notó que estaba ahí, se levantó y me sonrió.

-      ¿10 minutos en un aviso de que vas a salir? – Se acercaba sonriendo y me tomó de la mano. Si de verdad había pasado mucho desde que no estuve con Andrea, no parecía. Ella ha sido una de las mejores personas que he conocido, y las cosas con ella son diferentes que con los demás. Ella no puede caber, para mí, en ninguna categoría del tipo de persona que pudiera definir, ella tiene su propia categoría.

-      Si, 10 minutos se tomó tu tía en decirme “está bien” – La abracé y salimos del apartamento. El ascensor no funcionaba, y tuvimos que bajar por las escaleras.

-      Marcos…

-      ¿Qué pasó? Ven, ya viste que el ascensor no funciona.

-      No puedo. No te he contado, pero tuve un accidente y recién fue que me operé. Tengo la rodilla de reposo y no puedo forzarla mucho y… son varios pisos abajo – Me señala las escaleras.

-      Ven, súbete. Yo te llevo y, mientras, me cuentas cómo fue eso – Ella me rio apenada.

-      ¿En serio? – Sus ojos se notaban muy hermosos. Asentí y me ofrecí de llevarla en mi espalda – Ok.

Se acomodó detrás de mí y se subió; me tomó del cuello y me entrelazó con sus piernas.

Al ir bajando los pisos, me contaba que había ido una noche de fiesta y sus amigas habían bebido demás por lo que le tocó tomar el auto a ella y llevarlas a cada una a sus casas. El problema es que ella no manejaba tan bien, según ella misma. No porque no tenga la técnica, sino que no ve muy bien y esa noche no cargaba sus lentes, a la primera se dio cuenta tarde y se estrelló contra un mural. Casualmente ella fue la única herida, pero no fue nada grave, sólo un golpe fuerte en la rodilla y pocos rasguños en las mejillas; la mandaron a tomar reposo leve por 2 meses, pero aquí está.

-      ¿Y cuándo fue eso? – Pregunté.

-      Hace un mes. Pero ya estoy bien. – Me pellizca las mejillas como a un bebé. Ya estábamos llegando a planta baja y le pregunto:

-      ¿Debería disculparme?

-      Ya te dije que no había problema con eso, sólo que avises cuando quier… - Interrumpí.

-      No me refiero a eso. Me refiero a todo lo que pasó… Antes.

-      Ah… Deberías. Pero no creo que cambie algo ahora. En algún momento llegué a odiarte, pero me acordaba de cosas como esta – Me tomó de nuevo las mejillas – Y volvía a amarte. A veces me sentía una total estúpida por haberme enamorado sola,  me sentía así.

-      ¿Sola? – La bajé. Ya habíamos llegado a la recepción. – Todo pasó porq…- Interrumpió una voz desde las alturas de las escaleras - ¿Escuchaste eso?

“Marcooos” se escuchaba bajo, pero cada vez más alto. Sospechaba quién pudiera ser. Volvíamos a escuchar mi nombre, pero esta vez estaba acompañado por un caminar de tacones, bajando por las escaleras.

-      Marcos, es Nathalia. Vamos rápido antes que me vea – Me tomó de la mano y me jaló corriendo, la seguí  - Pensé que te habías despedido. Si me ve aquí, me mata - Llegamos a mi auto.

-      Nos mata – Nos miramos y nos reímos. Le abrí la puerta y subió rápido. Apenas cierro su puerta, se abre la del edificio, y efectivamente… Era Nathalia.

Pensé en ignorarla y hacerme como no haberla visto, pero ya era más que obvio que sabía que era ella. Me hacía señas con los brazos mientras caminaba hacia mí. De espaldas, le toque la ventana a Andrea con sigilo, pensando remotamente que no se había percatado, pero sabía perfectamente que ella estaba al tanto de todo. Sentí un “toc, toc” de vuelta, ya había asegurado que estábamos conscientes los dos. Ahora había que actuar. Nathalia ya estaba frente a mí.

-      Hijo, Marquitos, no quieres llevar a tu caballota a comer – Lo dijo con todo el doble sentido del mundo. Mordiendo su labio inferior; uno de los rostros más puta que he visto.

-      ¿No ibas a trabajar? Tengo que ir a la universidad a buscar unos archivos y eso – Le dije esperando que desistiera.

-      No importa. Voy contigo – Me rodeó e iba a abrir la puerta.

-      Quedé con ir a almorzar con Sabrina después. – La tomé rápido de uno de sus hombros. Lo dije como último recurso. Abrió la puerta del auto completamente pero no me quitó la mirada en mí ni un segundo. Andrea estaba a tan sólo unos centímetros de ella. Si hubiera levantado la mirada al frente, se hubiera caído todo.

-      Si no fueses tú, pensaría que me están sacando excusas para no salir conmigo – Cerró la puerta nuevamente. Se me acercó más. Me entrelazo sus brazos en mi cuello, acercó sus labios a mi oído y dijo - ¿Qué pasa? – No tenía respuesta. No quería responderle. Así que le planté un beso tan enorme como el cielo.

Enseguida se volvió muy apasionado. La tomé de sus nalgas y la pegué contra el auto, de espaldas a la puerta donde estaba Andrea. Estábamos tan sexosamente besándonos como locos a plena luz del día, en medio de la calle, con las personas pasando.

-      Mar… Mmmm… Marc… Mmmm – No podía dejar de besarla, aunque me pidiera. Me había puesto – Ya, basta. Marcos, estamos en público. Compórtate – Se separó de mí, me acomodó un poco la camisa y me miró con suavidad en sus ojos – Llévame a conocer a Sabrina, ven, vamos. – Abrió la puerta. Yo pensaba “Valió verga todo”

Con las manos en  la cabeza, ya entregado a lo que se venía. Preparado para todo… Cuando veo, no hay nadie. Nathalia entra al auto, sin problemas. Me quedo helado un momento, viendo cómo pasa todo, tratando de tomar fuerzas nuevamente…

-      Hey… ¡Hey!... ¡Marcos! – Reacciono – Ven. Apúrate. Estás raro…

-      Nada. Ya voy. Me siento un poco mal pero ya estoy bien – Doy la vuelta al auto, abro la puerta y entro. Con disimulo, al entrar, doy un pequeño vistazo a la parte trasera mientras Nathalia se maquilla en el pequeño espejo de la ventanilla de arriba, no logré ver a Andrea en una vista simple, debe estar entre los asientos agachada o acostada.

Enciendo el auto. Saco mi teléfono, y busco a Sabrina en los contactos. Cuando estoy a punto de llamarla, decido no hacerlo. Fingiré demencia y haré como si canceló. Pensando cómo lo diré y todo, me acomodo bien el asiento, me ajusto el cinturón y caliento el auto acelerándolo.

-      Estás de suerte hoy – Reviso mi teléfono buscando una excusa para ver.

-      ¿Por qué lo dices? Ya te pusiste… - Dejó de maquillarse enseguida. Subió la ventanilla y me miró de nuevo con esa mirada de perra que delataba calentura y que también la provocaba. Mordiendo su labio, sacando su lengua como si serpiente fuera, la pasaba por el borde de su boca lentamente ¿Cómo no imaginarme cosas con ese gesto, esos gestos? – Tú eres el de la suerte. Aprovéchame que estoy feliz.

-      No me refería a eso, o bueno si, pero lo dije porque Sabrina canceló. Tiene que hacer unas cos… - Noto que su mano va viajando por el espaldar de mi asiento, rasgando lentamente, subiendo y bajando con el toque de lujuria, llegando a mi cabello, revoloteando y haciendo círculos con sus dedos. Con su otra mano, la lleva por encima de la palanca de cambios, entrelazando sus dedos con los míos.

-      Relájate. Ven. – Tiró del asiento hacía atrás. Quedando yo casi acostado.

-      ¿Qué vas a hacer? – Río. No pretendía hacer nada. Estaba dejando que Nathalia dejará de hacer sus cosas por ella misma.

-      ¿No tienes ganas? – Su mano se posa en mi pierna derecha. Y va subiendo…

-      Por los momentos, no – La miré con una sonrisa no muy peculiar de mí.

-      Ah, qué mal. Hubiera podido hacer tantas cosas con esto…- Subió su mano de repente y la puso en mi entrepierna. Bajo el cierre y metió su mano a recorrer mi bóxer.

Mi teléfono suena, es una notificación de WhatsApp. Por lo que veo es un número desconocido pero no es tan difícil de descifrar quién sea, “Tengo hambre ¿Ya terminarás con tus juegos?”  Están haciendo efecto las caricias de Nathalia. Rápido escribo: “Ella también. Vamos a dejarla un rato comer”

Apenas coloco el teléfono en el tablero, vuelve a sonar. Lo levanto y veo “Te olvidas de mí si lo haces” Sé que no son celos, es más que todo respeto, creo. A mí también me molestaría que ella tuviese sexo en su auto con su tío, estando yo escondido.

-      ¿Aló? Si… Ok. Está bien, ya voy para allá… Si… Bien. Dame 5 minutos – Fingí que había recibido una llamada. Nathalia paró, me miró y preguntó el porqué de la llamada – Es Sabrina, quiere que la lleve a la Clínica. Su hermano se asfixió y lo llevaron de emergencia.

-      Ay. ¿Te acompaño? – Veo el reloj.

-      No. Mejor quédate, no sé si me tenga que quedar con ella allá. Te escribo para lo de la cena.

-      Ok. Me pasas buscando, tigre. – Sale del auto guiñándome un ojo. Creo que algo confundida, pero no definió mucho la situación.

Espero que ella entre al edificio. Luego, un largo silencio encontramos en el auto, hasta que…

-      ¿Una cena? – Subió de entre los asientos. Estaba con el pelo alborotada.

-      Me haces recordar viejos tiempos – Lanzo una mirada pícara.

-      ¿Sí?- Se entremetió por los asientos y, de forma algo brusca, se posó de copiloto – Mi tía es una golfa que no se puede saciar, pero me imagino que ya lo sabes – Me ve, ríe y se peina un mechón que cae en su cara.

-      Apenas es el primer día que la veo desde hace tiempo. Asimismo como tú. No he estado con ella, diría que en parte es tu culpa – Me inclino a ella y la beso tiernamente.

-      Valdrá la pena lo que hiciste, créeme. Llévame a comer, por amor a Dios.

Me acomodé y salí del estacionamiento. Buscamos un lugar para comer por el GPS, al escuchar “20 minutos aproximadamente para finalizar el trayecto” Empezamos a conversar.

-      Ahora sí, ¿me puedes decir por qué no me escribiste más? – Dijo Andrea en tono obstinado.

-      Sabes cómo eran las cosas. Lo hicimos una vez y se enteraron. Sabían cómo llevar a unos adolescentes locos, era hasta fácil. No pude volver a contactarte.

-      ¿No pudiste conseguir una excusa mejor? – Se estaba haciendo una cola de caballo. Soltó una risa.

-      No, pensé en varias, pero no. Estabas lejos, hice lo mejor. Además, tenías mi número y no escribiste, no soy el único desconsiderado. – Reímos juntos. Hubo un silencio (no incómodo) porque ambos revisábamos el teléfono, me habían llegado noticias que iba a tener clases en la noche. Ella estaba hablando con una amiga, donde se suponía que iba a quedarse. – Creciste, estás más… - Trataba de describirla con una mano, con gestos, intentos de señalar el borde de sus caderas. La otra mano la tenía al volante.

-      Tú también. Estás más “fuertecito” Ay, casi me olvido. ¿Cómo está tu madre? Tienes que llevarme a verla.

-      No… No creo que sea buena idea. Tu tía podría enterarse que estás aquí. Aunque tarde o temprano lo hará, pero hay que evitarlo. Quiero que estés un tiempo cerca, por lo menos.

-      Esta que está aquí… ¿Es tu novia? – Me señala una imagen en su teléfono. Estaba en mi perfil de Instagram. – Es muy bonita, muy bonita. A ver…- Buscó su perfil – Marcos, debes de pasártela muy bien. Ya veo por qué no me escribiste. Yo hubiera hecho lo mismo.

-      Está bien. Es buena – Fui cortante – La verdad es que folla como loba.

-      Es que si se ve – Noté algo en sus ojos y su actitud. Algo raro. La veía con una especie de entusiasmo no normal. – Me lleva por los cuernos. Lo que haría por estar con… - Interrumpe la voz del GPS “2minutos para finalizar el recorrido” – ¡Por fin! Tengo mucha hambre de carne – Me miró entrecerrado los ojos. Levantó una ceja y me lanzó un beso.

-      Me hubieras dicho y no hubiera hecho falta venir hasta acá – Le replico la indirecta.

-      Pero no lo hice, y ya estamos aquí. Así que… a comer. Ven, niño – Baja del auto. Sonriendo. Se notaba que estaba feliz. Yo también lo estaba.

Quedamos un poco alejados de la entrada. No había muchos lugares disponibles en el estacionamiento. Jugueteábamos con empujones y golpes suaves mientras avanzábamos al local, parecíamos niños. La carisma de Andrea es la mejor que he conocido en una persona, en parte por eso es que me encanta. Lo que más me sorprende, es que a pesar de todo lo que pasó y el tiempo distante no cambió ni un poquito, ni siquiera conmigo. Verla encantarse conmigo es maravilloso, porque yo también lo estoy con ella, es bueno sentir el cariño recíproco.

-      ¡Vamos a terminar de entrar! – La agarré fuerte en un abrazo de oso y la cargué sin que se pudiera soltar – Ajáa, ahora no te puedes zafar – Ella luchaba con todo pero no la dejaba moverse mucho. No me costaba mucho.

-      Marquitos, discúlpame. – No había entendido hasta que ¡POM! – JAJAJA. Me solté – La muy… “atrevida”, soltó un rodillazo en mi entrepierna. El paquete recibió todo el golpe de lleno. Obvio que enseguida la solté y me hizo agacharme. Con ojos lagrimosos, levanté la cara, la miré y vi sus burlas.

-      Cada vez me están dando más ganas de cogerte como loco – Dolía. Ella seguía sus burlas, riéndose. Intenté levantarme, pero no podía. Esperé unos cuantos segundos más, mientras escuchaba “Muy machote, ¿no?”, “Si quieres vamos al hospital, puedo aguantar JAJAJA”, “Deja de exagerar. Marcos. Sólo te di un buen golpe en el paquete, no es para tanto”

Después de bajar un poco el dolor, me puse de pie, me costaba pero lo hice. Andrea, ya más seria, preguntó:

-      ¿Te ayudo? – Ella pensaba que se había excedido, se sentía mal. Asentí y fue a mi ayuda. – Acomoda… Así… Si, mejor – Puso mi brazo alrededor de ella. Estaba fingiendo, el dolor que sentía ya no era para tanto. Dimos tres pasos.

La tomé desprevenida de las piernas con un brazo y la rescaté en la espalda con el otro. La llevaba de brazos, como cuando alguien va en ayuda de un herido. Hacía juegos como si se me iba a caer y ella entraba en pánico, no le gustaba porque una vez se cayó así… Digo, se me cayó así. Sentía sus uñas clavarse bien de mi cuello en un abrazo para sentirse segura de mí, estaba casi en posición fetal mientras la cargaba. Corría mientras la gente nos miraba extrañados, ya íbamos llegando a la entrada y sale el recepcionista de la nada; parecía amargado.

-      ¿A dónde se dirige, joven? – Pensé que era una pregunta capciosa, pero como vi que él esperaba  respuesta…

-      ¿Al restaurante, quizás? – No puedo dejar de ser sarcástico con preguntas estúpidas. Andrea sacó su cara de mi pecho al ver que había parado, y se giró hacia el señor de la lista.

-      Estamos reservados. Hay un evento privado, y por lo que veo, no son invitados – Nos dio una mirada de esas despectivas que rodean de abajo hacia arriba y viceversa. Y no faltaba a la razón, después de las corridas en el estacionamiento y los jueguitos, nos habíamos ensuciado un poco y estábamos medio sudorosos. Andrea, todavía en brazos míos, soltó una carcajada.

-      Tiene razón. Estamos puercos. Discúlpenos.- Dijo Andrea. Pero no estaba seguro de irnos; no la había visto, pero noté que una camarera nos estaba mirando fijamente desde adentro, del otro lado del cristal de la puerta. Andrea seguía hablando con el vigilante o recepcionista (no sé qué era, al fin), pero ya me había perdido en la mirada de la misteriosa mujer. Nos estábamos mirando fijamente los 2, me parecía conocida pero no podía recordar de dónde. Volví a mí nuevamente, me adentré en la conversación que raramente sostenía mi acompañante con el señor de la puerta. Todavía con Andrea en brazos, le dije:

-      Disimula y dime si esa mujer que está adentro, nos está mirando todavía – Como toda mujer, no disimuló ni una pizca y miró directamente adonde le había señalado con la mirada; pero, para mi sorpresa, no estaba.

-      No veo a na… - Interrumpió una voz chillona.

-      Diego, déjalos pasar. Son invitados del inversionista Madrid – Apareció de la nada la mujer (que no era nada mayor a como parecía a la distancia media; tenía, calculo yo, como 22 a 24 años). Era joven, (como nosotros). Se notaba muy peculiar: Tez colorada, una muy pura. Un cabello mucho más fuerte de tono que el de mi madre, con pecas con intensidad en sus mejillas, más blanca que Sabrina. Rostro de más de fino: Nariz puntiaguda pero pequeña, barbilla pequeña, labios descoloridos y finos (aun así, tenían un toque sexy), ojos grandes color miel, cejas gruesas pero definidas y recortadas (algo parecidas a las de Andrea, pero no con tanto espesor), pómulos marcados (aunque no sé si era el maquillaje). Su figura era muy parecida al de Andrea: Era un poco más rellena, tenía más busto, unas buenas piernas que se notaban por los gruesos muslos y daban nacimiento a un respingón culo, su cintura era un contraste que se unía a un gran culo… Tenía muy buenas medidas. Tenía un vestuario que jugaba a su favor: Una franela negra, algo pegada que daba idea del tamaño de sus senos. Un pantalón del mismo color, muy pegado y unas zapatillas blancas, nada que destacar. Estaba muy bien vista, si no estuviera con Andrea, ya estuviera fijándome en ella.

-      ¿Segura? No parecían seguros cuando les pregunté – La inseguridad del vigilante era intrigante. Andrea y yo sólo mirábamos desconcertados a la espera de lo que pasara.

-      Si, vale. Yo misma los conozco – Diciendo esto y nos mira. Nos señala – Él es Marcos Flores y ella es… - Miré desconcertado a Andrea y ella me miraba con total naturalidad, algo me decía que era conocida de Andrea. – Andrea Valle, sí. Ambos son grandes apoyo del señor Madrid. – Ni idea de lo que estaba diciendo.

-      ¡Oh! Disculpen, señores míos. Adelante. – Se hizo a un lado y nos abrió la puerta. Casi lo hace en forma de reverencia, por un momento me sentí como si fuese mi esclavo. Bajé cuidadosamente a Andrea y la posé de nuevo en el suelo. La camarera dio la vuelta y entró enseguida, tomé de la mano a Andrea y entramos detrás de ella.

No había entrado a este lugar desde hace años. Creo que la última vez fue cuando me gradué de secundaria, hace muchos años ya. Seguía siendo un lugar elegante, mucho más porque estaba ambientado para una reunión de negocios y, por lo visto, eran importantes. El ambiente era un estilo Vintage con tono oscuro. La barra de licores seguía estando en medio del salón principal, rodeado de las mesas y sillones; al fondo a la esquina estaban unas escaleras en forma de espiral que daba paso a un piso superior y por lo visto, era donde nos dirigía la camarera.

-      No me dijiste que tenías una amiga aquí – Dije rodeando con mi brazo los hombros de Andrea.

-      No bromees – Me da un golpe suave en las costillas. - ¿De dónde la conoces? – Apenas me dijo esto, entré en pánico. Y creo que mi cara lo demostró - ¿Qué te pasa? – Rio.

-      No la conozco. Pensé que era amiga tuya – Suelto una carcajada fuerte, no podía aguantar la risa.

-      ¡¿Qu… Quée?! No te creo. ¿Cómo putas sabe nuestros nombres? – Ya más seria.

-      No sé – Aceleramos el paso y la alcanzamos.

Parecía distraída. Andrea la tomó del brazo y la giró de un jalón, pero no brusco. Preguntamos quién era pero cuando nos iba a responder, escuchamos “¡¡¡¡Carolina!!! ¡¿Dónde andaass?!”. Se giró, y se fue a la cocina donde, al parecer, gritaban su nombre. Al casi desaparecer, nos dijo desde la entrada de la cocina:

-      Suban. En la mesa roja, la tercera a la izquierda – Nos señaló la escalera y desapareció a la cocina.

Nos miramos extrañados, sin decir ni una palabra. Decidimos seguir caminando hasta las escaleras.

-      Creo que la conozco, pero no me acuerdo de dónde. Ella es la que te señalé que nos miraba desde el vidrio – Encontramos el primer escalón y empezamos a subir.

-      Fue muy explícita al decir tu nombre. Llevo 5 años sin venir acá, y nadie sabe más que unos pocos amigos que estoy en la ciudad, así que dudo mucho que sea por mí. – Llegamos al piso superior.

Era un salón grande. Estaba un poco más vacío que abajo, quizá por eso lo veía más grande. La tonalidad de las paredes tornaban un poco a un sepia retro, las mesas estaban organizadas en círculos, dejando un gran pasillo al medio. Era un complemento perfecto para estar con Andrea.

Buscamos la mesa que nos había indicado la pelirroja, la vimos… Era una muy buena mesa: Estaba casi centrada, con una gran ventana que daba lugar a la ciudad y una muy buena vista en profundidad al mar. Nos sentamos y abrimos la tarjetilla de menú. La verdad, no podía pensar en comida ni nada después de lo que había pasado, o no mucho. Decidí esperar lo que pidiera Andrea y pedir lo mismo. Empecé a buscar la puerta a la cocina pero no la veía, intentaba localizar si podía verla.

-      Voy a pedir un bandeja de camarones dulces – Dijo Andrea interrumpiendo mis pensamientos. Cerró la tarjetilla y me miró fijamente. Estaba hermosa, no lo había notado bien: Llevaba puesto una camisa de cuadros azules y blancos sin abotonar, debajo llevaba una camisa de tiras negra ceñida. Un jean rasgado y zapatillas negras. Estaba algo despeinada por el día que habíamos llevado, pero Andrea es de las personas que pueden estar en su peor momento y aun así pueden verse de las más hermosas. Su rostro estaba hermoso. Me soltó una sonrisa sin mostrar los dientes, apoyo sus brazos de la mesa y subió uno para apoyarse de su barbilla.

-      Ojalá no te hubieras ido. No te niego que no me dolió, sólo que no me permitieron demostrarlo.

-      ¿Quién…? ¿Mi tía? – Casi pienso que no era una pregunta capciosa – Marcos, todo pasó porque mi tía es una loca. Sabes muy bien que te amaba con todo y a los 2 no les importó… - Frunzo el ceño – A mi tía no le importó, pero tú no hiciste nada a cambio.

-      ¿Qué esperabas que hiciera? Era un niño… ¡UN NIÑO! – Reí – Bella, ve, no estoy diciendo que no estuve mal. Pero sí quiero que sepas que hice hasta lo posible para que no te enviaran fuera.

Hace 5 años, la historia era muy diferente a como es hoy. Mi padre aún vivía. Andrea se residenciaba en la ciudad todavía, igual que Nathalia. Era muy placentera la vida, tenía todo: Mi familia era feliz, era joven, tenía dinero y al amor juvenil de mi vida, no podía pedir más. Como dije, Nathalia era muy amiga de mi madre por lo que se consideraba casi parte de la familia. Había veces que duraba residenciada en nuestra casa por semanas, y no era molestia porque ella siempre ha sido una persona increíble. Veo el cuello de Andrea, y veo que porta un collar algo peculiar…

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-      Ya sabes, Marcos. Compra las cosas de vuelta. De todos modos, dejé una nota en la cocina por si se te olvidaban, ya me voy. El avión ya sale.

-      Ok, madre. Buen viaje, me escribes cuando llegues.

Mi madre salió para Puerto Rico a una revisión de negocios que necesita atender, y eso significa… ¡Que tendré la casa sola! Le escribiré a Andrea para ver qué hará en la noche. Aunque no sé si mi padre tenga planes.

Saco el celular, busco y llamo. Camino al auto mientras escucho el sonido de la contestadora, vuelvo a pulsar “llamar” y de nuevo la contestadora atiende. Llego al auto, abro la puerta, me acomodo dentro y llamo por última vez y nada, lo mismo. Enciendo el auto y salgo en busca de las cosas que me encargó mi madre, pero antes de salir del gimnasio me doy cuenta que ya se me olvidó lo que tenía que hacer, es estresante tener memoria de puta que olvida a los 2 minutos. Doy la vuelta y me dirijo camino a mi casa.

Reviso la hora, y apenas son las 10 a.m. Andrea debe estar en su clase de cocina francesa, la llamaré después. Empiezo a manejar de lleno en la calle.

Empiezo a pensar lo que haré esta semana que tendré la casa para mí nada más. Haré tantas cochinadas con mi novia que me costará acoplarme cuando vuelva mi madre. Me pierdo en mis pensamientos…

Doblo en la esquina y veo el frente de mi casa, noto que hay un auto muy peculiar estacionado justo al borde del garaje. Creo que es el auto de Nathalia, ella siempre pasa buscando cosas que se le quedan aquí, hasta parece que tiene la misma memoria que yo. Estacionó al frente.

Reviso una notificación del teléfono. Es Andrea: Mensaje de Facebook.

◊        Ya salí, ¿Dónde estás?

◊        Estoy en mi casa. Vine a buscar unas cosas que mi madre encargó.

◊        ¿Vienes por mí?

◊        Tendrías que esperar un poco, un poco mucho porque tu clase queda al otro lado de la ciudad. Además, compraría las cosas por el camino.

◊        Pagaré un taxi.

La conozco como a mí mismo, y sabía que estaba enojada. No quise decirlo con mala intención ni con la misma de hacerla enojar, pero a veces no mido lo que digo. Habíamos tenido problemas estos días por cosas pequeñas, pero a la vez se volvían grandes entre la discusión (cosa que jamás resolvíamos)

La llamo:

    Andrea, yo te paso buscando. Pero espera un momento que sabes que estás algo lejos. Dame veinte minu…

    No vengas. Ya tomé un taxi.

    ¿Tan rápido? Andrea, por favor. Déjame buscarte y vamos a comer a un lugar que me dijeron que es…

    ¡No! Me enoja que seas así conmigo. Sabes que no es la primera vez.

    Pero, mujer, tampoco es para tanto.

    ¡¿Que no es para tanto?! Marcos, mi madre está en el hospital. Te dije mil veces que me esperaras fuera para ir a verla, te pedí solo ese favor y se te olvidó.

    Ah. Eso – Quedé sin palabras. Ya me acordé. Sí, efectivamente, se me había olvidado.

    Déjalo así – Colgó.

No iba a insistir más. Es imposible hablar con ella como está. La verdad es que me siento mal, fue mi culpa. La última vez que discutimos, también fue mi culpa y ella me castigó con un mes sin sexo, que todavía lo estoy padeciendo porque seguía medio disgustada, aunque apenas empezamos con las relaciones íntimas, sentimos la necesidad de querer hacerlo a cada rato, pero ahora con esto, la volví a cagar. Lo dejo así, y sigo con mi día. Bajo del auto y me dirijo a la entrada principal, de una vez voy sacando la llave de la puerta.

Al abrir la puerta, noto que hay un gran silencio en la casa. No era de estar siempre así, mucho menos en la mañana. Siempre hay alguien que genere ruido, por lo menos la señora de limpieza, pero al parecer no hay nadie. No pienso que sea tan raro, cierro la puerta tras de mí y me dirijo a la cocina rápido para poder salir a comprar los encargos.

Paso por entre la sala principal, cruzo las escaleras y me quedo en el borde del marco de la puerta de la cocina, veo una maravilla. Era Nathalia, revisando inclinada el refrigerador, dejándome ver su buen culo, además, se encontraba en ropa interior muy pequeña. Llevaba una bombacha blanca y un corpiño del mismo color, ambos no parecían de su talla pero encajaban justo para no dejar ver, se encontraba muy provocativa. No tenía mentalidad morbosa a ella, o no mucha; sabía que ella estaba buena, pero jamás había tenido eso en mente de lleno… hasta ahora.

Traté de hacer el menor ruido posible y retrocedí, hasta llegar a las escaleras. Al llegar al nacimiento de ellas, empecé a subir con sumo cuidado. Llego al pasillo superior y entro a mi habitación, me lanzo a mi cama y reflexiono lo que acababa de ver. No soy estúpido como para no sentir cierto morbo por lo que acababa de presenciar, pero ahora que ya despejé la mente un poco, ¿Qué hacía ella en tan poca ropa en la cocina? La respuesta que me viene es “La comodidad”, pero por más cómoda que quisiera estar, Nathalia respetaba y sabía siempre que ésta no era su casa, aunque la hacíamos sentir como suya pero sabía que no era así de lleno.

Mientras sigo pensando qué era el qué de las cosas, algo viene de repente: El morbo a bajar y ver nuevamente. Pensarlo me pone como carpa, colabora un poco ya el castigo de Andrea. Me sorprende que solamente con una mirada al cuerpo de Nathalia me haga sentir emociones que pensaba que solo Andrea podía activar. Pienso, analizo y decido: Voy a bajar.

Abro la puerta de mi habitación, y camino por el pasillo camino a las escaleras. Empiezo a sentir una sensación extraña, como adrenalina y nervios combinados, con un toque de excitación. Las cosas con Nathalia eran normales, de hecho la veo como una tía por la cercanía que tiene con nosotros y en especial con mi madre. Sabía que el cariño era mutuo porque se sentía recíproco en totalidad de sus emociones para con nosotros, en cada detalle, en cada mirada, en cada gesto… Era un familiar más, jamás había percatado alguna señal diferente a la de una tía. ¿La había visto con ojos sádicos? Si, en una que otra paja, pero nada más. Y desde que estoy con Andrea que dejé de masturbarme como lo hacía antes, ya llevo 2 años con ella y todo está bien. Creo que mis ojos no habían visto a la preciosura de Nathalia porque no les hacía falta ver más allá de Andrea. Llego a los primeros escalones en descendencia y bajo cautelosamente, me quito los zapatos para caminar con el menor ruido posible. Mientras más cerca estoy de llegar, más nervios tengo, mi corazón late más rápido, me empiezan a temblar un poco las manos y empiezo a dudar si querer quedarme, seguir o regresarme. No sé qué pasará si Nathalia me descubre espiándola o tratando de hacerlo. Llego a la mitad de las escaleras y puedo ver parte de la cocina y no veo a nadie, creo que no se fue.

Bajo rápidamente, sin mucho escándalo, pensando que no había nadie ya. Reviso, y si, no había nadie. Me quedo en un pequeño shock de decepción, pero reacciono rápido, veo alrededor y tomo la nota de la mesa del medio con los apuntes de las cosas que tengo que hacer. Empiezo a leer para ver si es esa, saco el teléfono y tomo una foto de ella para no tener que llevar el papel, mientras reviso bien la nota voy a la dispensa a ver qué saco para comer, venía del gym algo hambriento. Me quito la camisa por el calor y abro el refrigerador, levanto la mirada del teléfono para notar algo que me provoque y veo un yogurt de fresa, eso es. Lo tomó y cuando tomo la puerta del refrigerador para cerrarlo, siento que me toman por detrás.

-      ¡Marquitos! – Siento que me envuelven el cuello en un abrazo desde atrás – Tenía días sin verte. Andas desaparecido – Reconocí la voz y el olor a perfume que llevaba: Era Nathalia.

-      Hola – Apretó el abrazo un poco más fuerte y la sentía toda en mi cuerpo. Seguía en ropa interior, por lo que sentía en mi espalda. Sentía sus grandes pechos aplastarse en mi espalda. Se sentían más grandes de lo que se ven. Mi tono fue algo nervioso – He estado un poco ocupado. Vengo del gimnasio y pase buscando unas cosas – Me hice el desinteresado y no hacía absolutamente nada por quitármela de encima. Sólo revisaba mi teléfono… en realidad no, sólo liberé los dedos a que hicieran lo mínimo porque la pantalla no se apagara, mi mente estaba ocupada ya.

-      Tú y tu madre con sus rutinas en forma. No sé cómo aguantan la dieta pero sí sé que hacen efecto – Me abraza más fuerte y siento que uno de sus senos sale del sostén y siento su pezón rozando mi espalda. Diciendo esto, baja uno de sus manos y la posa entre mi pecho y mis abdominales, lo baja rosando solamente con la punta del dedo índice.

-      Esfuerzo. Es duro, pero vale la pena. – Me zafo y me doy vuelta a ella pero sin quitar la mirada de mi teléfono. Veo con el rabillo del ojo que se acomoda el sostén y se guarda el seno. Subo la mirada – Pero veo que no se ve la diferencia en ti, tía – La observo desde la cabeza hasta los pies y estaban cada vez más un poco más incontrolable mis pensamientos. Ya tenía el pene súper despierto desde que me abrazó, y estar con pantalón deportivo no es de mucha ayuda por si quiero ocultarlo.

-      Eso dicen – Ríe y me ve los abdominales – Marcos, pero desde cuándo no te había visto, mi cielo – Lleva sus manos a mi parte media superior y empieza a acariciar mis abdominales. – Están muy comibles – Vuelve a reír. No era de fingir que mi pene estaba sobresaliendo ya de sí. Mi pantalón iba a estallar. Tenía que salir de ahí o sino no iba a aguantar.

-      Tengo que salir. ¿Vas a estar para cenar? – Pregunto mientras la rodeo para salir de la cocina. La tomo de la cintura para apartarla suavemente y darme espacio para salir pero me abraza nuevamente. Esta vez de frente.

-      Si, ésta vez no te pierdas tanto tiempo. ¿Desde cuándo no hablamos bien? – Río y sé que jamás habíamos tenido la confianza de sentarnos una tarde a hablar de nuestras cosas, pero sé que si se daba la ocasión, lo haría. Se pega a mí más y siento sus tetas a reventar en mi pecho y hace un movimiento con su cadera y pega su sexo a mi falo algo descarado.

-      Jamás, pero algún día. – De devolví el abrazo y rodeo con mi brazos al nivel de el broche del sostén.

-      Eso espero, Marcos. – Se despega un poco de mí y me da un beso en la mejilla. Le vi la cara, nos vimos a la cara. Estaba hermosa sin maquillar, sólo con pintura de labios rojo. Estaba muy provocativa, le lucía su despeinado cabello.

-      Lo prometo – Diciendo esto y la tomo un poco más abajo y la subo en un abrazo de oso. Empezó a reír y a luchar para zafarse. Sentía sus tetas estrujarse en mí. Mi pene se encontraba apuntando con descaro a toda su parte baja, sus muslos, parte de sus labios vaginales, incluso subía un poco más a su parte abdominal baja.

-      ¡Marcos, para! – Seguía riendo – ¡Para, para! – Y empieza a darme pequeños golpes en la espalda. La suelto y cae al suelo. No pienso que haya relevancia en su comentario pero notó que apenas la dejé caer, su sostén también lo hizo.

Creo que, accidentalmente, desabroche su sostén en el desorden del abrazo y el estrujo. Cae al piso la prenda negra y ella enseguida se cubre los pezones, no alcancé ver aquel espectáculo pero lo que veía ahora no era de menospreciar. Sus manos estaban extendidas haciendo un 5 con sus pezones en la palma, sus dedos parecían apretar sus pechos. Eran tan grandes que aun agarrándolos, parecían querer salir de sus manos. Mi mirada expresaba mucho…

-      ¡¿Qué esperas?! – Me dijo, aun riendo que es lo que impresiona.

-      Ah, ya. Espera – Me incliné y tomé el brassier. Teniéndolo en mis manos, lo revisé y vi el gran tamaño que poseían y reí.

-      ¡Dame acá, niño! – Lo arrebató de mí. Pero tuvo que sacrificar un brazo y dejar de taparse un seno. Pero rápidamente se tapó los 2 con el brazo que quedó, aun así no era suficiente. Notaba perfectamente el nacimiento de su aureola marrón. Sus senos eran tan grandes que parecían desbordarse de su antebrazo. Ya teniéndolo, se volteó – Ayúdame. Si te gusta avergonzar a tu tía – Reí. Por un momento olvidé lo empalmado que estaba. Y realmente lo estaba.

-      Tienes razón. Sólo que no eres mi tía, y  no te estoy avergonzando, tú misma lo haces. No deberías estar tan cómoda por la casa –Me posicioné detrás de ella, pasé el sostén por su frente, ella lo acomodó en sus senos. – Levanta el cabello – Me incliné un poco hacía ella, me acerqué más y empecé a rozar mi pene con el interior de sus muslos. Su respingón culo parecía querer comerlo. Mi mirada se pierde en un collar con pequeños dragoncitos a su alrededor.

-      ¿Ya? – Giró su cabeza hacía mí y pareció que sacó un poco más su culo. Bajé la mirada y vi su culo completamente pegado a mí, mi pene estaba hundido en sus nalgas.

-      Ya. Listo. – Se giró completamente y me plantó un beso a poca distancia de los labios.

Me agradeció y se perdió por el pasillo con una copa de vino, pude notar su conjunto bien: Era completamente negro con bordados de flores. Estaba demasiado coqueta y sexi. Fue una manera completamente extraña de irse, casi huyendo diría. Quedé con una calentura del infierno.

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-      ¿Marcos? – Notó la perdida de mi mirada – ¿Tan descarado está mi escote? – Bromea.

-      Me acordé de algo, pero no importa.

El collar es muy parecido al que llevaba Nathalia de cuando empezó todo. Es interesante que Andrea tenga uno parecido. Seguimos hablando de lo que había sido nuestras vidas, le conté lo que había pasado en su ausencia, lo que había pasado con la familia. Varios temas salieron a flote, y cada uno tenía 1000 risas de nosotros. No había notado, pero las meseras, casi todas, estaban dignas de pensar en posibles brutales folladas.

Aparece la “mujer roja” subiendo las escaleras, venía acompañada de 2 señores con delantales y sombreros de cocina. Tomaron una mesa rodante y posaron los platos, venían a nuestra mesa. Creo que traían nuestra comida. Se acercan y posan los platos en la nuestra mesa. La mujer roja, sólo mira y espera a que los caballeros se vayan.

-      ¿No me recuerdan, verdad? – Dijo la mujer roja. Los hombres que la acompañaban, se habían ido.

-      ¿Deberíamos? – Andrea repica, ya averiguando su comida.

-      Me llamo Carolina. Disfruten su comida. – Diciendo esto, desapareció por el pasillo, en camino a la escalera.

Fue un momento extraño, pero la comida ya estaba y no pusimos una adición de tiempo como para pensarlo, enseguida empezamos a comer y a seguir hablando en donde nos habíamos quedado. Andrea se había ido y la vida que le había tocado, había sido fuerte y no porque le haya tocado ser pobre o algo parecido, no, sino que fue llena de esfuerzo y demandaba mucho apoyo que no tenía. Prácticamente, se había ido sola, sin nadie a quien acudir en busca de apoyo en sus problemas emocionales o simplemente por cariño o afecto. Obvio, después te afianzas en tus nuevos alrededores, empiezas a conocer gente, empiezas a relacionarte mejor con la ciudad y te abres al mundo cada día más.

Tardamos cerca de una hora entre comer, tomar y hablar. Más el agregado de las risas, creo que dio hasta corto el tiempo. Le hago señas a una de las meseras para pedir la cuenta. Enseguida me traen una tarjetilla con la factura, sitúo la tarjeta de crédito en la tarjetilla y lleno unos datos. Le entrego la tarjetilla a la mujer y espero a que me la devuelvan con el pago ya efectivo. Mientras, seguimos siendo elocuentes Andrea y yo.

-      No hablamos de Carolina – Me mira fijamente con mirada china.

-      Tú no hablaste de Carolina – Le devuelvo la mirada.

-      Es extraña – Se limpia un poco el borde de los labios con una servilleta.

-      Ya sabes lo que dicen las madres de los extraños: No les hables. – Ríe. Me suelta un beso a la distancia.

Aparece una nueva mesera con la tarjetilla de vuelta, pero no a dar una respuesta esperada. Hay problemas con mi tarjeta y me requieren para arreglar ese pequeño problema.

-      Ve, Marcos. Dame las llaves del auto, te espero afuera.

-      Ok, bella. Ya salgo.

Le entregó las llaves a Andrea y se va del salón dirigiéndose a las escaleras. Yo, en cambio, me dirijo a una puerta del otro extremo del salón que no la había notado sino hasta ahora. La mujer que me acompañaba dice que entre y me entrega el tarjetín. Confiado, abro la puerta y entro. Veo que el estilo Vintage se va y se siente un ambiente más a cuarto de baño, de cambio o vestuario. Sigo caminando y a unos 5 metros más hay otra puerta, destaco que era el único sentido de camino. Abro la puerta y veo un vestidor: Están unos casilleros y unos bancos divididos en varios pasillos, al fondo estaban unas regaderas y se sentía la humedad.

De repente las luces se suspenden y me quedo quieto, sin saber qué hacer, ya me pongo nervioso. Sólo espero. Después de unos segundos, camino a ciegas como puedo, tropezando con lo que estaba regado en el suelo, logro llegar a uno de los bancos del pasillo y me siento. Me acuerdo que llevo celular y lo saco para alumbrar, pero apenas lo saco, siento que me lo arrebatan en un manotazo fuerte que hace que ruede hasta el final del pasillo, levanto la mirada y siento un peso encima de mí, siento unos brazos envolverme, y un perfume fuerte pero dulce de mujer. Las luces vuelven y lo que veo no me lo esperaba: La mujer roja estaba sentada encima de mí, sonriéndome seximente, sin camisa pero con sujetador azul claro, y con un lento movimiento de pelvis sobre mi pantalón. Se notaban provocativas sus pecas en su pecho. No dije nada, sólo empecé a besarla salvajemente, ella lo mismo. Enseguida me quitó la camisa y la lanzó al primer lugar que apuntó. La tomé de su cabellera roja y la besé más sucio. Ella llevó sus manos a mi pantalón y empezó a desabotonar con una mano y con la otra acariciaba mi notable pene ya. Su piel era suave, pasaba mis manos por su espalda, sus hombros, su abdomen, sus brazos, sus tetas… Era la piel más suave que había tocado. La besaba por el cuello, le plantaba pequeños mordiscos a medida que me habría paso por su cuerpo hasta llegar al nacimiento de sus tetas. Tomé una con una mano y la apretaba, era tan suave que parecía una gran masa, se amoldaba a mi mano pero a la vez era firme. En un rápido movimiento, saqué una por encima del sujetador y empecé a jugar con su pezón, se sentó más fuerte en mi pene y hacía movimientos de como si ya estuviésemos follando. Noté que su pezón era marrón, con aureola pequeña pero grande, parecía los joystick de un control de PlayStation. La verdad es que no era colorada pura, porque si no sus pezones fuesen rosaditos.

Liberó mi pene de mi pantalón, se apartó un momento para sacarme la ropa que quedaba. Se paró enfrente de mí, y empecé a besarle el abdomen, jugaba con su ombligo, sacaba la lengua y con la punta relamía de arriba abajo y volvía a repetir el proceso mientras desabrochaba su pantalón hasta que lo baje bruscamente. Tenía una bombacha fina, color púrpura. Tenía un gusto de ropa íntima algo inusual, pero le quedaban perfectos por su tono de piel. Seguía con mis juegos, sacaba a pasear mi lengua por sus muslos, por su cintura y volvía al lugar de inicio; simultáneamente, me había empezado a masturbar y al mismo tiempo ella me tomó con sus manos de la cabeza y había empezado a dirigir las lamidas a donde ella pretendía. Al hundirme en ella, olía a jugos vaginales completamente, estaba totalmente mojada ya.

Aparté la bombacha a un lado, y empecé a pasar mi nariz por toda su vagina. Al separar sus apretados labios, vi que por su agujerito seguía fluyendo líquido. Sin dejar de masturbarme acerqué mi cara, esta vez tenía la lengua afuera. Si parecía un perro frente a un apetitoso plato de comida. El olor de la rajita de Carolina llegaba hasta mi nariz de forma provocativa. Puse mi mano en su monte de venus y observé, sin pensarlo dos veces pasé la lengua por el centro húmedo de esa vagina. Desde abajo hasta el clítoris. El intenso sabor amargo me gustó.  Chorreaban más jugos mezclados con mi saliva. Volví a dar una lamida, como si se tratara de un helado.

-      ¡Mmm! – Gemía, sintiendo mis lamidas. La tomé de cada nalga y la halé más a mí, abrí la boca y le di un bocado algo exagerado a esa perlita que tenía chorreando líquidos. Usando sólo los labios, parecía como si fuese un beso apasionado y hundía mi lengua en sus cavidades. Mi lengua entraba lentamente, hasta lo más que podía y la movía dentro de ella. Luego la sacaba y relamía los alrededores de su clítoris que ya estaba hinchándose - ¡Ay, Marcos! - Metí un dedo en su coño. Carolina estaba tan mojada que entró con muchísima facilidad, al momento tuve que meter un segundo dedo, en cuanto sintió mis dedos jugando ahí abajo comenzó a correrse, apretando más fuerte mi cabeza contra ella obligándome a que siguiera chupando su clítoris. Un largo y brutal orgasmo en los que no dejaba de mover su cuerpo a todos lados y que comenzó con un chillido que retumbó en todo el vestidor, sus piernas se estaban tambaleando y se posó bruscamente encima de mí en un gran abrazo.

Su respiración era descontrolada, se notaba que estaba cachonda desde hace unos días. Mi pene estaba aprisionado entre mi abdomen y sus labios vaginales, rosando fuertemente su clítoris. Sus tetas estaban más provocativas por el sudor que estaba emanando. Llevé mis manos al broche de atrás y le quite el sujetador, finalmente las vi: Me mostraba orgullosa sus dos maravillosos tetones, me lancé como un salvaje contra ellos para apretarlos con las manos, lo hacía con fuerza, quería que incluso sintiera un poco de dolor, pero con eso solo conseguía ponerla todavía más cachonda. Cerró los ojos y echando la cabeza hacia atrás comenzó a gemir. Luego pellizqué sus pezones, incluso le solté un par de cachetazos a sus tetas, su cara era un poema, era como si estuviera ya a punto de correrse. Estuve jugando con sus tetas un buen rato y desde luego que eran muy agradecidas, nunca había visto unos pezones tan tiesos como estos, por lo menos le debían medir 3 centímetros. Con un último manotazo hice que sus tetas se bambolearan de nuevo. Se notaba que le iba la marcha. Carolina  me miraba suplicante y jadeando con los ojos entreabiertos, en ese instante supe lo que deseaba.

De un jalón a su cabello, tiré su cabeza para atrás y simultáneamente me abría paso por su vagina. La cabeza de mi pene iba entrando lentamente, y no porque me costaba, sino por hacerla sufrir.

-      ¡Marcooos! ¡Mételo ya! – Me suplicaba mientras besaba su cuello. Relamía desde su pecho hasta su barbilla con la punta de mi lengua. Entraba un poco más arriba de mi falo, y volvía a sacar. Entraba con facilidad, sentía los fluidos caer por mi pene.

-      ¿Te gusta? ¿Sí? – Asentía con gesto de tragedia. Estaba que explotaba la pobre, sufría de placer. Me envolvió en un abrazo fuerte y se sentó fuerte sobre mí.

-      ¡Haaa! – Mi pene entró bruscamente, pero para mi sorpresa no pudo entrar completamente. Entró, a cierta medida, como ¾ de mi falo. – Yo también sé jugar – Me susurraba al oído mientras subía y bajaba, pero al parecer no percataba que no estaba entrando todo. Su vagina se sentía estrecha, en especial al salir, sentía que me lo exprimía, que lo absorbía, era glorioso. La tomé de los hombros y se la clavé toda lentamente, pellizqué sus pezones y los retorcía suavemente, al mismo compás que iba entrando mi pene. - ¡Ay, Marcos! ¡Ya, ya, ya! – Repetía mientras seguía entrando mi pene. Retorcía más sus pezones, solté uno y me acerqué a morderlo. - ¡Maaarrcosssss! – Me clavó las uñas en la espalda. -¡Ayyyyyyyyy!

-      Te lo buscaste. – La tomé de la cintura descomunal que poseía y la senté completamente. Se lo enterré completamente, soltó un largo grito de placer. Se quedó quieta un rato, y empezó a besarme, pero aún quieta.

-      Veo que has crecido – Parecían delirios de un orgasmo. Miro hacia abajo y me volvió a mirar – Si, has crecido, y bastante.

-      ¿Entonces me conoces mejor de lo que pienso? – Empezó a mover las caderas con mi pene adentro, en un movimiento suave y lento que poco a poco iba incrementando. Sólo eran susurros que se escuchaban en el salón. Pegó su cara a mí, sin besarme: Posicionó su nariz al lado de la mía, sus ojos penetrando los míos y sus labios rozando los míos pero sin besarme permanentemente.

-      Sé quién eres. Pero no creo que sepas quién soy, no creo que me recuerdes – Sus movimientos se notaban más acelerados. Me tumbó de espaldas en el banco, puso sus dos manos sobre mi pecho y empezó un suave “sube y baja”.

-      ¿Y quién eres? – Ya estaba jadeando. Esta chica sabía hacer su trabajo. La tomé de la cintura y la volví a bajar.

-      ¡Ah! – Soltó un chillido y parecía tener cara de dolor, paró sus movimientos de repente.

-      ¿Te dolió? – La subí y la volví a bajar. Costaba que entrara completa mi polla. Casi al entrar completa, encontraba una obstrucción. Sólo con fuerza podía entrar.

-      ¡Ah, ah, ah, ah! – Cerró los ojos y sólo se quejaba de mis embestidas. Parecía adaptarse, pero su vagina no.

La levanté y la puse de espaldas al banco boca arriba, me puse sus piernas en mis hombros y puse la punta de mi polla en la entrada de su vagina chorreante de líquido.

-      ¿Quieres que tenga cuidado? – Asintió con cara angelical. La tomé de sus muslos blancos y la penetré fuerte. La embestida fue brutal, estaba mojada pero aun así no llegaba a entrar con comodidad al final. Lo volví a sacar y lo que presencié fue muy excitante: Se veían 3 hilos de líquido entre la cabeza de mi pene y su mojada vagina. Gemía con cara de dolor en cada embestida que le daba.

-      Te-ten cu-cuida-cuidado – La empecé a embestir salvajemente. Solté sus piernas y me posé sobre ella. Me enlazó con sus piernas por la espalda. La tomé por los hombros y con fuerza empecé a emocionarme - ¡Marcos! – Su cara era de pavor. Estaba gozando pero le dolía. Por lo visto, ya su vagina no va a expandirse más, tenía una concha muy pequeña.- ¡Para, para!

Estaba desenfrenado, empecé un fuerte mete saca. Busqué besarla pero me esquivaba los besos. La miré a los ojos mientras le daba la follada de su vida y vi unos grandes ojos llorosos.

-      ¿En serio quieres que pare? – Pregunté mientras la seguía percutando brutalmente. La volteé en un rápido movimiento y se puso de espaldas para mí.

-      La tienes muy gran… HAAAAAAA – La follé sin avisar por detrás. Había puesto mi pene en la entrada de su vagina, cerré sus piernas y se la empujé. Se sentía más apretada aun, me jalaba todo como si me fuese a dejar la polla sin piel. Tenía una vista magistral de su culo. Sus nalgas parecían más grandes, grandes cachetes blancos con ganas de ser comidos, su ano se notaba muy virgen porque estaba bien cerrado así que decidí jugar un poco con él.

La embestía suavemente y luego la volvía a penetrar fuerte.

-      ¡Para, Marcos! – Intentó zafarse pero la tomé de sus caderas y la embestí con furia. – ¡Ahhhhhh! – Gemía de dolor y de placer a la vez.

Se había rendido. Empezaba a predecir los movimientos y pegarme el culo cuando yo iba a percutarla. Su cabeza estaba cabizbaja, pero ya yo no pertenecía a mí, otra vez. Empecé a follarla de verdad con furia y salvajismo. Sólo escuchaba “Ah, ay, ay, ah, ah, ah, ah, ay, para, para”  repetidas veces pero sabía que no lo decía en forma predominante, sólo por inercia al dolor.

Sentía mi pelvis chocar con sus grandes nalgas blancas mientras ella gritaba con furia. Sentía sus espasmos en sus piernas, parecían temblar en desenfreno. Cuando sentía que sus gritos se unían al movimiento de sus espasmos, saqué mi polla y me posé rápidamente de cara a su vagina. Me puse boca arriba pero dando cara al orgasmo que se venía. La tomé de sus nalgas y acerqué mi boca a su vagina.

-      ¡Ahhhhhhh, sigue, sigue! ¡Qué ricoooooo! ¡Me vengo! -  Se sentó en mi boca. Apunté mi lengua a su húmedo agujero y traspasó sin problemas. Lamía sin desenfreno todo ese manantial por dentro, chorreaba como cascada. Frunció el ceño cuando paré de repente. - ¿Qué haces?

La volteé nuevamente de espaldas al banco, acostada y abierta de piernas. Me posicioné entre sus piernas otra vez y empecé a penetrarla tan salvajemente que no me importaba ya nada. Tomé sus senos y los masajeaba, pellizcaba sus pezones y los mordisqueaba.

-      ¡Ah, estás muy apretada! – Sus paredesvaginales estaban muy estrechas aun. Me levanté, sin dejar de follarla, la tomé de cada nalga y la empecé a follar con todo. Sonaba el plas plas plas de nuestros sexos chocar, estaba todo inundado de sus jugos. Vi su rostro y estaba aguantando…

-      Marcos… me due… - La embestí de lleno. Le entré todo mi pene que parecía desaparecer entre sus labios vaginales desde mi vista. - ¡Para, para! ¡Así no! ¡Cálmate! – Clavó sus uñas en mi abdomen queriéndose zafar pero estaba fuera de sí. Sentía su vagina tan apretada que pensaba que iba a reventar.

-      Quiero reventarte toda. – Sólo gemía.

Parecía que no aguantaba más y empezó a mover las piernas para querer salir, pero lo que lograba era excitarme más con estos juegos. Nuestros sexos parecían pulpas llenas de jugos, empapadas de sus juegos. La penetraba fuerte mientras me acerqué a ella, la tomé del cabello y le susurraba lo tanto que estaba disfrutando.

-      ¡En serio, no aguanto más, Marcos! – Gritaba. La tomé de sus hombros y clavé con fuerza mi miembro.

-      ¡Ahhh! Ay – Su cara cambió de color a un rojo irritado. Parecía un tomate. Escuchaba sus gemidos al unísono de las embestidas que le daba. Estaba a punto de correrme, me volví a levantar.

Tomé sus piernas y las junté, sin sacar mi pene. Las envolví en un abrazo y las usaba de apoyo para seguir follando, desaceleré las embestidas, lo introducía lentamente con un suave movimiento de caderas, notaba la entrada de su vagina súper abierta.

-      ¡Me voy a correr! – Dije - ¡Me vengo, ya casi! – Miré sus ojos penetrantes y vi que me miraba seriamente relamiéndose sus labios con la punta de su lengua, soltando pequeños gemidos al par de mi follada. Subió sus manos y la posó sobre cada seno. Empezó a amasar sus globos blancos, pellizcaba sus grandes pezones marrones y los llevaba a su boca para darle una lamida con la punta de su lengua: Daba vueltas alrededor de sus pezones, por su aureola, una y otra vez. Me puso, estaba que me corría. -¡Me vengoooo!

Sentía los espasmos cuando de repente soltó sus pezones y me jaló hacía ella, me mordió el lóbulo de la oreja y me susurró…

-      ¿En serio no me recuerdas? Soy tu hermana…

Me quedé paralizado, me impresionó… No puede ser…

Continuará...