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DESCUBRIMIENTO DE UNA ARROGANTE SUMISA - Dos

en Dominación

 

descubrimiento de una arrogante sumisa

Dos

Sinceramente, esas tres palabras de Carmen, a bocajarro, fueron como recibir un contundente gancho de boxeo, por completo inesperado, que me tuvo por instantes en la lona, en deshaucio, mientras oía al árbitro contar los números que me llevaban al kao... hasta qué, sin saber cómo ni de dónde, saqué fuerza para hacerlo, y yo mismo me sorprendí oyéndome decirle a ella:

Disculpa Carmen, estaba en el séptimo cielo, pero dime, preciosa, el turno es para comprar o para follar contigo?

Deberéis creer, porque así fue, que mi respuesta, casi inconsciente, era una bravata, un desafío que me salió sin pedir mi propio permiso, tanto es así que, cuando tuve en la punta de la lengua la efe de follar, pensé no pronunciarla, me arrepentía; pero se impuso la voz del deseo y lo que había dicho, dicho quedó.

También es cierto que se lo dije en intimidad, sin buscar escándalo, sonriéndole, como en un susurro solo para ella, o a lo sumo también para Paco el carnicero, a quien supuse cómplice suyo, y que desde hacía rato, entre corte y corte, lo mismo se divertía departiendo con la clienta que viendo mi cara de sátiro enganchado en sus tetas.

Parece claro que Paco, verdadero rey de la carne, estaba al tanto de todo, todavía más que la propia interesada, quién, como antes yo, se había quedado en blanco, sin palabras...; de ahí que fuese la actitud del guapo fortachón lo que al fin puso la primera piedra para que se resolviera satisfactoriamente el caso:

A la vez que calmaba la impaciencia de otra clienta, siguiente a mí, voceándole que enseguida la atendía, como tú mereces Reina de mi casa, bajó su tono y, a su amiga Carmela, le guiña un ojo y, con mucho vicio, le dice: ¡Hija, dile que sí, que es su turno para follar! Y mañana me lo cuentas... chocho.

A todo esto, Carmen, o mejor dicho, ya Carmela, continuaba con sus ojos y su boca abiertos, atónitos, pero muda, y estando así, las reconmedaciones de Paco, de principio complicaron y mucho la cosa; pues lejos de acercarla a mí, le echaron leña al fuego de su furia o de su desconcierto; y me espetó:

Pensaba que usted, y al fin era ella quien hablaba, era una persona y no un salido asqueroso...; a lo que siguió su clara intención de salir si no corriendo sí con diligencia. En ello estaba, más que decidida, cuando tuve la oportunidad de coger su brazo, despidiéndose de Paco, retenerla a mi lado y confesarle:

Carmela, cariño, sí,soy un salido asqueroso, no lo niego, pero también soy persona y te deseo como no te imaginas y sé que ahora tus bragas tienen algo más que humedad en su tela... Escúchame mujer: no soy un don juan ni un tío que, a la primera que ve, le declara lo que yo a tí.

Ni siquiera tengo consciencia de haberte propuesto que follemos porque me ha salido de dentro, mejor dicho Carmela, me ha venido de ti, de tus ojos, de tus gestos, de tus labios, de tus palabras, de tus tetas absorventes, pidiéndome sexo, rogándome polla...

(continuará la próxima semana)