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El pasado siempre vuelve

en No Consentido

Helena contemplo su vozka con sprite y pensó que no había sido buena idea salir un jueves de fiesta. El lunes tenía un examen de Oftalmología y aunque prácticamente se lo sabía todo siempre tenía esa impresión de que antes del examen se la iba a olvidar todo.

Como si la borraran la memoria antes del gran show.

Levanto la vista de su copa y miro a sus compañeras de clase, las cuales habían insistido en que saliera, repartidas por todo el local bailando con algunos chicos que habían tenido la osadía de pedirlas un baile.

No entendía porque se habían empeñado tanto en que las acompañara si al final cada una iba por su cuenta. Tampoco entendía ese afán por salir de fiesta que casi toda la gente de su edad tenía.

Helena a pesar de tener veintiún años nunca le había gustado esa tradición que tenían todos los chicos de su edad de salir y beber hasta reventar, a ella le gustaba más tomar algo durante el día y es que como bien decía su madre… la noche confunde a las personas.

-          Hola, guapaa… ¿quie-quieres bailar?

Se sobresaltó y a punto estuvo de tirar la copa al suelo. Estaba tan concentrada que no se había percatado que un chico se había acercado hasta ella y ahora lo tenía a apenas unos escasos palmos de su cara con los ojos vidriosos producto de las copas injeridas durante la noche.

Dejo la copa a medio terminar en la barra y le miró.

-          Mmm… no gracias. Estoy bien aquí. -dijo apartándose de él con cierta incomodidad.

-          Venga guapa. Una chica tan bonita como tu no… no debería estar sola…-dijo el muchacho con dificultad para pronunciar correctamente.

-          No estoy sola. Estoy con mis amigas- explico volviendo a apartarse de él, que se había vuelto a acercar ligeramente hacía ella.

No soportaba a los chicos así.

¡Babosos!

No podían concebir que una mujer no quisiera bailar o simplemente quisieran estar tomando una copa sin la necesidad innata de restregarse a ellos por el simple hecho de estar de fiesta.

Le miro. Rubio, ojos verdes, cuerpo ancho con una camiseta negra ceñida de alguna banda de rock que le marcaba los abdominales.

Sin duda elegida a propósito.

Típico niñato de universidad que su único fin es ir al gimnasio para cuando sale fiesta intentar tirarse a alguna chica que fuera un poco borracha marcando un poco los músculos.

-          Pues ahora no las veo por aquí. Estarán muy ocupadas….tuu también puedes estarlo si…si quieres -dijo acariciándola levemente la mejilla.

-          No, gracias.

Intento irse de allí, pero al girar el cuerpo, le agarro del brazo con fuerza impidiéndola moverse.

-          Suéltame… -susurro con rabia intentado soltarse sin éxito.

-          Vengaa… No seas estrecha. -dijo aproximándose a ella sin soltarla -Solo es un baile.

-          ¡He dicho que me sueltes!

Un tirón y un balanceo por parte de él ayudaron a que pudiera soltarte y aprovechando la ocasión, antes de que volviera a intentar agarrarla se alejo de allí.

A menudo giraba la vista para comprobar que el muchacho no se había movido de la barra, pero las luces de colores no ayudaban en su visión. Antes de que se chocara con una chica que meneaba las caderas al son de la música una luz verde dio justo en el punto exacto para verle intentando acechar a otra pobre muchacha que se encontraba un poco más lejos de donde estaba ella.

Suspiro.

Sentía lastima por la otra chica, pero ni loca iba a volver.

Localizo a una de sus compañeras de clase en un extremo del local hablando con un chico y a base de empujones logro llegar a donde estaba ella.

-          Marta. Lo siento, me lo he pasado muy bien, pero tengo que irme.

-          ¿Qué? No… venga, quédate un poco más-dijo su amiga dándose la vuelta.

-          No, enserio. El lunes tengo un examen importante y no puedo quedarme más.

-          Oh, venga. Solo un poco más -repito acercándose a ella y meneándola – ¡No me seas aburrida!

-          Lo siento. No he estudiado nada -mintió mirando al chico que esperaba impaciente la vuelta de su compañera – Ya os lo compensaré…

-          Buuf… ¡Más te vale! -dijo riéndose mientras se daba la vuelta para volver con su acompañante.

Helena aprovecho ese momento y se fue desplazando entre empujones y rozamientos hasta la puerta. Una vez fuera del local, suspiro aliviada.

Notaba un pitido intenso en su cabeza y calor agobiante en el cuerpo, que si siquiera el frío de la calle logro apaciguar.

Mientras observaba la calle desierta, el bullicio de adentro la parecía una mera ilusión.

Miro el reloj. Las 3 de la mañana.

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Lanzo otro suspiro al aire.

Se abrocho la cazadora y emprendió la marcha.

Diez minutos más tarde. No paraba de pensar en que había sido un error salir de fiesta. Si tan siquiera se hubiera negado cuando se lo propuso al terminar la clase de Traumatología se habría ahorrado el espectáculo con aquel chico.

Se aferro a la cazadora con fuerza. El aire la daba en la cara haciendo que los pelos se le metieran en la boca. El calor ya se había desvanecido y el frío de la calle la ponía la carne de gallina.

Un ruido de pisadas la distrajo levemente de sus pensamientos. Miró hacía donde pensaba que había provenido el ruido, pero allí no había nadie.

Ni allí ni en ningún sitio. La calle estaba completamente vacía.

Apretó el paso.

No es que fuera especialmente miedosa, pero las farolas la daban una visión casi fantasmal a la calle y no la apetecía nada encontrarse con gente que seguía de fiesta y lo más probable es que borracha.

Giro a la derecha por un callejón entre dos edificios y volvió a oír las pisadas esta vez más cerca.

Eso ya si que no era casualidad.

Acelero más el paso, pero sin llegar a correr. No quería demostrar que se achantaba con cualquier ruido, pero se le estaba formando un nudo en el estomago y las ganas de correr despavorida hacía su casa habían aumentado considerablemente.

Otro giro a la izquierda y se quedo parada justo al lado de la pared del edificio. Intento agudizar el oído en un intento de oír a quien sea que la estaba siguiendo. Pero no escucho absolutamente nada.

Asomo levemente la cabeza por la esquina con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho. 

Seguía sin haber nadie.

Al no haber ninguna farola, la única luz que iluminaba el callejón era la del propio cielo. Por lo que no podía identificar mucho. Un contenedor de basura hasta los topes con algunas cajas alrededor, una alcantarilla justo al lado con un hedor tan fuerte que podía olerlo desde allí haciéndola arrugar la nariz y poco más.

Pero ninguna persona que caminara hacía ella

Volvió a apoyar la cabeza en la pared. <>; <>; <> se decía a si misma tratando de tranquilizarse.

Cerro los ojos y respiro acompasadamente y poco a poco su corazón volvió a su ritmo habitual. Un pequeño escalofrió la recordó que aun la quedaba un poco para llegar a su casa y estaba parada en la calle con un frio de mil demonios asustada como una niña pequeña por el simple hecho de oír unos pasos.

Se paso la mano por la cara despejándose y al fin se retiro de la pared.

Volvió a mirar hacia el callejón. Pero este seguía tan silencioso como hacía unos minutos.

<>

Con ese último pensamiento volvió a emprender la marcha. A medida que avanzaba intentaba descubrir aún sonido detrás suyo. Pero lo único que llegaba a sus oídos era el repiqueteo de sus tacones.

Vio a unos metros la puerta de su portal y al fin sintió que podía respirar con normalidad.

Era como si el mero hecho de ver al final de la calle su casa sintiera que estaba a salvo de cualquier cosa.

Aunque no quería admitirlo, desde que había abandonado la pared no había podido quitarse ese maldito nudo en el estómago.

Al llegar a la puerta empezó a rebuscar las llaves en el pequeño bolso que llevaba, cuando sintió que una mano la tapaba la boca.

-          Shhh….

Apenas había reaccionado quedando en shock por un momento.

El sonido de las llaves cayendo al suelo la devolvieron a la realidad e intentó zafarse de esa mano que cada vez la presionaba con más fuerza.

-          ¡Silencio! -susurro una voz grave en su oído derecho – No querrás que te haga daño, ¿verdad?... seguro que no…

Helena fijo la vista en el cristal de la puerta.

Un hombre inmenso de metro ochenta estaba justo detrás de ella con la cabeza inclinada hacía su oído derecho.

Llevaba un pasamontañas que la impedía ver su rostro, pero pudo ver unos enormes ojos oscuros que observaban cada gesto que hacía.

Pensó en la forma de escapar, pero no tenía nada que hacer con sus 55 kilos. Ese hombre la destrozaría y no quedaría ni los restos de ella.

El corazón la martilleaba en el pecho como si hubiera corrido una maratón y apenas podía respirar por la presión que ejercía con la mano que casi la abarcaba la cara entera.

-          Vas a ser una niña buena y vas a abrir la puerta…y como buena anfitriona me vas a invitar a tu casa… ¿a que sí?

-          Mmm… -infundiéndose valor meneo la cabeza negativamente.

El extraño apretó más fuerte con la mano mientras acercaba su amplio cuerpo al de ella. Pudo notar su miembro a través de la ropa y como se iba hinchando al roce con su pequeño culo.

-          Mira puta, si no quieres que te destroce esa carita tan guapa que tienes…-el filo de una navaja en el cuello hizo que soltara un gemido lastimero -Vas a abrir esa maldita puerta… ¿entendido?... ¡Vamos!  ¡Ábrela!

-          Mmm…

-          ¿Qué? ¿Quieres decirme algo? -susurro con sorna mientras la observaba a través del cristal.

Asintió con la cabeza rápidamente.

El hombre desplazo lentamente la mano. Helena miro de reojo la navaja que seguía en el mismo sitio de antes, amenazándola.

-          Venga, habla… -volvió a posar los ojos en él

-          Por-por favor…-tartamudeo con apenas un hilo de voz – No-no me hagas daño… -sus ojos empezaron a aguarse.

-          Pórtate bien y no te hare mucho daño… -la mano libre llego a sus pechos y mientras hablaba hacia pequeños círculos sobre ellos- No mucho… -repitió con apenas un murmullo. 

-          ¡Déjame!

-          ¡¿Qué acabo de decir?! -su voz suave cambio drásticamente a un gruñido de rabia– Abre la jodida puerta… -la mano volvió a desplazarse hasta cogerla del cuello y apretarle levemente - ¡Ya! -grito sobresaltando a Helena que cerró los ojos por inercia –Venga… no querrás enfadarme, ¿verdad? – susurro volviendo al registro suave.

Helena abrió los ojos y negó levemente la cabeza.

La soltó y se desplazo un paso más atrás para que pudiera alcanzar las llaves. Una vez recogidas intento abrir la puerta, pero la mano la temblaba horriblemente haciendo imposible que pudiera encajarla en la cerradura.

-          Vamos puta… Que no tengo toda la noche.

En una de las sacudidas la llave al final encajo y pudo por fin abrir la puerta. Apenas había abierto una rendija cuando la empujo hacía dentro, empotrándola con su cuerpo contra la pared más cercana.

-          ¿En que piso vives? -pregunto deslizando su mano por su pelo y oliendo su aroma.

-          En-en el segundo b

-          Genial -dijo sonriendola enseñando una fila de dientes blancos – Pues vamos… -volvió a empujarla hacía delante instándola a subir por las escaleras.

-          Por favor… ¿Qué quieres de mí? -como respuesta obtuvo un pequeño empujón instándola a subir más rápido – No tengo dinero… por favor…

-          ¡Cállate!

Llegaron a la puerta de su casa en silencio absoluto, solo interrumpido por la respiración acelerada de ella y los pasos lentos de él según iban avanzando.

Pensó en gritar para que los vecinos fueran a ayudarla, pero seguro que la mataba antes de que apenas la saliera un murmullo.

Giro el pomo de la puerta. Esta vez no la había costado tanto meter la llave, pero aún así seguía temblando.

No entendía como la podía estar pasando esto. Espero que se conformará con robarla y se fuera de allí rápidamente.

-          Vamos, entra. -apremió con otro pequeño empujón.

Entro en el piso, pero sin saber muy bien que hacer, se quedo quiera en mitad del hall.

Oyó el ruido de la puerta al cerrarse, pero al no sentir movimiento por parte de él, se giro lentamente.

Ahí estaba. Apoyado en la puerta, mirándola como si fuera una especie de caramelo apetitoso y él tuviera un hambre voraz.

No habían encendido la luz y la poca que entraba por la ventanilla de la cocina, justo al lado, le concebía un aspecto aterrador.

Un sudor frío empezó a deslizarse por su coronilla.

-          Vaya, vaya, vaya… por fin solitos. ¿eh?

-          ¿Qué quieres?

-          Mmm… no se… ¿tu que crees?

-          Ya te he dicho que no tengo dinero…-se acercó rápidamente a ella, intento dar marcha atrás, pero no fue demasiado rápida y de un fuerte empujón la estampo contra la pared

-          No quiero tu dinero, puta -gruño pasando la nariz por su cuello mientras la sujetaba de la cintura -Quiero lo que debió ser mío hace mucho tiempo…

-          ¿De-de que hablas?

-          Oh, pequeña. Quizás ahora no lo entiendas, pero tranquila… -dijo acariciando su cara con la nariz mientras su mano derecha se iba deslizando lentamente hasta sujetarla el cuello - …ya lo entenderás.

De un fuerte tirón la separo de la pared y obligándola con su cuerpo la llevo por inercia hacía su habitación.

-          No, no, no… por favor… -gimoteo Helena intentando zafarse de él.

-          Vamos. Entra.

Un fuerte empujón la hizo entrar de golpe en la habitación.

Helena al ver que ocupaba la mayor parte de la entrada se alejó al rincón más alejado de la habitación, con la esperanza de la pared se fundiera con ella.

Encendió la luz y observo la pequeña habitación.

Al ser el primer piso de Helena era de tan solo de unos pocos metros. Lo justo para que entrará una cama de uno veinte, una mesita, un escritorio de madera de nogal en que estaban desperdigados todos los apuntes junto con un portátil y un armario decorado con las fotos de algunos amigos y familiares.

La luz amarilla de la estancia la hacía ver quizás demasiado infantil para ella.

-           Con que aquí es donde duerme mi zorrita… -expreso con una sonrisa de medio lado.

Helena no respondió, pero las lagrimas ya empezaban a resbalársele por su cara.

-          Vamos, vamos… no tienes por qué llorar… -dijo acercándose hacia ella y levantándola de un tirón la arrimo a su cuerpo– aún no te he dado razones para ello. -susurro riéndose metiendo la cabeza entre los buques de su pelo.

Un olor a jazmín la inundo las fosas nasales mientras notaba la dureza de su cuerpo contra el suyo.

-          Déjame… por favor…

-          Shh…

La llevó hasta el pie de la cama y la hizo sentarse.

-          Vamos a hacer una cosa. Tú me la chupas con esos labios de putita que tienes… -acarició levemente sus labios- …y yo no seré muy cruel contigo.

Al escuchar esto Helena apretó los dientes y empezó a ponerse roja de rabia. Ya no lloraba, la impotencia se estaba trasformando en odio.

Se levanto rápidamente empujándole con toda la fuerza que tenía, aunque apenas logro moverle unos centímetros.

-          ¡No pienso hacer eso! ¡Maldito cabrón!

Una risa desequilibrada por parte de él la perforo los tímpanos.

-          ¡Deja de reírte! -le espeto

De repente su rostro cambio y de la alegría absoluta paso a la seriedad en milésimas de segundos.

De un golpe le agarro del pelo atrayéndola hacía él.

-          Aquí el único que da las ordenes soy yo… ¿Me has entendido?

-          ¡Sueltame!

-          He dicho que si me has entendido -repitió incrementando el agarre.

-          Si…si… pero por favor…suéltame -su cara se había convertido en un rictus de dolor

-          Sabes… creo que con el paso de los años te has vuelto más engreída ¿eh, puta? -susurro pasando la lengua por su lóbulo- pero no te preocupes… para eso estoy yo aquí. Para enseñarte.

-          Qué coño dices… yo a ti no te conozco

Un fuerte empujón la hizo caerse en la cama. Antes de que pudiera intentar levantarse ya le tenía encima.

La cogió fuertemente los brazos y los coloco por encima de su cabeza sujetándolos con una sola mano.

-          Ya que no has querido que fuera por las buenas…

La abrió de un tirón la cazadora y rasgo su camiseta dejando a la vista su sujetador.

-          Mmm… como ha crecido mi pequeña puta. -la apretó fuertemente un pecho haciéndola daño -antes no había podido fijarme bien…pero se nota que los años te han mejorado mucho.

-          No…no…

-          Oh, claro que sí. ¿Sabes? Ahora te voy a follar….

-          ¡No!

-          ¡Sí! -afirmo con una sonrisa demencial

-          No… por favor… te daré lo que quieras… pero no lo hagas… por favor

-          Esto es lo que quiero… si… -río -…y te follaré ese culito tan prieto que tienes, pero tranquila mañana volveré y me follare lo demás… me gusta tomarme las cosas con calma

-          ¡No! ¡No! -se movió como una histérica intentando escapar -Soy… soy virgen de ahí

-          Oh, lo se pequeña -susurro mordiendo y lamiéndola el cuello -y eso solo hace que sea mejor -rio

La dio la vuelta de un brusco tirón, la desprendió de la cazadora y termino por destrozar la camiseta.

Helena no paraba de patalear, pero el peso de él la aplastaba contra la cama.

Termino por quitarla el sujetador y levantándola la falda a modo de cinturón arranco de un tirón el pequeño tanga dejándola disponible para él.

Separo sus piernas.

-          Mira lo que tenemos aquí… -susurro pasando la yema del dedo por su ano -tan cerradito…

Parecía que apenas hablaba con ella y eso solo hacia desquiciarla cada vez más.

Presiono levemente logrando que entrara su uña dentro.

-          ¡No, por favor! -imploro aferrándose a las sabanas.

-          Venga, tonta. Ya veras como te acaba gustando… las putitas como tu siempre acaban pidiendo más.

-          ¡Suéltame! ¡Maldito hijo de puta! -grito revolviéndose.

Sintió de pronto una presión aún mayor intentando entrar en ella. Pataleó con más ganas, pero el dolor se incrementaba más y más atravesándola las entrañas.

-          Dioos…

-          Eso es… eso es… ábreme ese culito

La cogió el pelo y elevándola hacia él choco con su cuerpo.

Un fuerte empujón por su parte y un grito que se tendría que haber oído por todo el edificio y ya le tenía completamente dentro de ella. Las lagrimas caían a raudales por su rostro. Sentía que la estaba perforando con un hierro al rojo vivo y no podía hacer nada para impedirlo.

-          Que cerrado lo tienes… ¡joder! -la mordió el cuello mientras empezaba a moverse sin darla tiempo a acostumbrarse.

-          ¡Para, por dios!

-          Mmm… pero que bien te entra…

Helena intentaba agarrarse sin éxito al cabecero de la cama mientras él no paraba de moverse dentro de ella sin compasión.

El culo la ardía horrores y la movía como si apenas pesara nada.

Un fuerte pellizco en el pezón la hizo volver a gritar de dolor.

-          Mmm… que bien

Su mano se deslizo hasta posarse en su clítoris y empezó a acariciarlo lentamente.

Un calor repentino surgió dentro de ella aplacando un poco el dolor.  

Ahora ya no lloraba.

Intentó apartarle, pero apenas podía mover la cabeza de lo sujeto que tenía su pelo.

-          Para… mmm… para

-          Ya no esta tan mal, ¿verdad? Ahora a mi putita la empieza a gustar

Cada susurro y jadeo no hacían más que incrementar el placer que estaba empezando a experimentar.

Aumento la velocidad haciendo que la cama sonara con violencia contra la pared.

-          Joder, si… que bien… -soltó su pelo y la giro la cara lamiendo su mejilla y mordiendo su boca.

Helena ya no luchaba, solo quería que siguiera acariciándola y borrara ese maldito dolor que apenas percibía ya.

Justo cuando estaba a punto de correrse sintió como la llena el culo y la agarraba de la cintura dándola las últimas embestidas.

-          Dios…buuf… eso ha estado muy bien -jadeo aplastándola con su cuerpo -si… muy bien

-          ¿Por-por qué?

-          Aún no estas preparada para la verdad, mi pequeña puta. -contesto levándose y abrochándose los pantalones en el proceso -pero muy pronto lo estarás… créeme es mejor así.

Helena oyó el roce de sus pantalones y más tarde el ruido de la puerta. Solo cuando creyó estar sola se dio la media vuelta en la cama y mirando al techo comenzó a llorar.