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De crucero

en No Consentido

Mientras todo el mundo bajaba a discoteca, yo me quedé en mi camarote leyendo. La noche anterior se había alargado, y el recorrer la mitad de Roma a pié no ayudaba, así que me despedí pronto de mis amigos y cogí un libro que me había prestado mi madre. No era demasiado entretenido, pero bastaba para matar el tiempo antes de que me entrara el sueño. Cuando llevaba unos escasos 5 minutos de lectura, alguien llamó a la puerta, y tras esta, oí unas risitas que me permitieron identificar a mis visitantes. Cuando abrí la puerta se confirmaron mis sospechas: se trataba del grupo de amigas formado por Marina, Paula, Eva y Elisa. Como serán lo mas importante en esta historia, las describiré una por una. Marina era una chica bajita y no muy agraciada, sin llegar a ser fea. Rubia de bote y bastante molesta, compensaba esas carencias con unos grandes pechos, que parecían aún mas grandes en comparación con su pequeño cuerpo, y con un buen culo. Paula era su completo opuesto. Delgada, alta, y guapa, carecía de pecho, pero lo compensaba con uno de los mejores culos que he visto hasta hoy. Tenía el pelo negro, era arrebatadora, lo sabía y lo usaba, por lo que siempre tenía un aire seductor, que la diferenciaba de Marina, que se comportaba como una prostituta intentando conseguir un cliente. Eva era la mas tímida de las tres. Era alta y con un buen trasero, aunque tampoco tenía demasiadas tetas, ni era muy guapa. Y llegamos a la guinda del pastel, Elisa. Tenía unas tetas grandes, un culo excelente, un cuerpo de atleta y era sin duda la mas guapa de todas. Además lo complementaba con una personalidad pícara y provocadora, que podían hacerla pesada en determinados momentos, pero que no le restaba puntos.

Como yo sospechaba, solo habían venido a molestar durante un par de minutos antes de ir a la discoteca el barco, donde técnicamente los menores de edad no podían beber, pero en la práctica todos los adolescentes conseguían su Gin-Tonic. Así que, tras hablar durante cinco minutos lanzando bromas todo el rato, y de paso, provocándome una erección gracias a los sugerentes escotes de algunas, se marcharon, y yo cerré la puerta detrás de ellas aliviado, pues de algún modo conseguí ocultar mi erección al levantarme para cerrar la puerta. En cuanto salieron me dispuse a hacerme una paja, y me saqué la polla del pijama, mientras pensaba en el culo de Elisa al salir del camarote. Volvía a la cama ya manos a la obra, cuando pisé algo frío. Era una de las tarjetas que permitían el acceso a los camarotes. En un principio pensé que uno de mis compañeros se había olvidado de ella, y la cogí para dejarla en la mesa. Sin embargo, mirando por encima, comprobé que el número del camarote no era el nuestro. Tras quedarme unos segundos extrañado, me di cuenta de quien podría ser esa tarjeta. Corrí hacia mi mesilla de noche, pues en el móvil teníamos una foto con todos los camarotes y las personas que los compartían, y me di cuenta de que aquella tarjeta abría el camarote de aquellas 4. El corazón se me puso a 100 por hora y la polla volvió a ponerse dura, mucho mas que la vez anterior al imaginar lo que podría hacer con acceso a su camarote.

Decidido a usar esa tarjeta, me cambié de ropa a un chándal normal y discreto, para no salir por los pasillos en pijama y de paso para ocultar mi polla, que estaba como un mástil. Esperé a que todo el mundo hubiese ido a la discoteca, y salí de mi camarote, con el corazón latiendo con fuerza, ya que estaba comprensiblemente nervioso. Tras caminar durante 1 minuto llegué a su camarote, y con el corazón en el puño, llamé para asegurarme de que no había nadie. Esperé durante 30 segundos, y al no obtener respuesta alguna, introduje la tarjeta en la ranura y la deslicé. La puerta se abrió con un click, y yo entré. La habitación estaba desordenada, y había ropa tirada en las camas. Yo ya había entrado antes en su habitación, con ellas delante, obviamente, así que ya sabía donde dormian cada una. En primer lugar, me dirigía a la cama de Elisa, y me encontré con un sugerente tanga rojo, que aún tenía su olor. Rápidamente, me saqué el pene de los pantalones y comencé a frotarlo contra su tanga, con una enorme erección, y muchísimo morbo. Mientras lo hacía pensaba el el culo de Elisa, las grandes tetas de Marina, y en la cara de Paula haciéndome una mamada. Cuando me iba a correr tuve cuidado de no derramar nada de semen en las sábanas o en la moqueta. A todo esto, tampoco me he descrito a mi mismo. Lo haré rápidamente, pues todos sabemos que no es la parte interesante de este relato. Soy alto, ni delgado ni gordo, ni feo ni guapo, de pelo negro largo y ojos grises oscuros. Si me vieras por la calle no te llamaría la atención, y te olvidarías de mi en cuestión de segundos. Tengo un rabo con el cual estoy bastante contento. 16 centímetros, en la media, y bastante ancho.

Cuando me disponía a volver a mi camarote, me dí cuenta de que, aunque colarse en la habitación de las chicas estaba bien sin ellas, con ellas supondría el doble de diversión, y pensé en volver a hacerles una visita cuando durmieran. Excitado por la idea, salí de su camarote y volví al mío, para planificar la segunda incursión.

A las 4 de la mañana, mi móvil comenzó a vibrar. Lo había escondido bajo mis sábanas para no alertar a mis compañeros, y efectivamente, ninguno de ellos dio señales de haber notado la alarma, y siguieron durmiendo plácidamente. Me cambié de nuevo, y volví a salir, mucho mas nervioso que la vez anterior. Temblaba como un flan al llegar, pues conocía las consecuencias de ser pillado. Sin embargo, el deseo fue mas fuerte que el sentido común, y abrí la puerta lentamente. Primero abrí solo una rendija, para comprobar si había luz. Luego, la abrí un poco mas, para averiguar si alguna de las respiraciones indicaba que había alguien despierto. Todas ellas parecían profundamente dormidas, así que entré en silencio, y cerré la puerta detrás de mi. Una vez dentro, encendí la linterna del móvil, y observé los cuatro cuerpos dormidos. Me acerqué a ellas en silencio, con mucho miedo de despertarlas, y las observé mas de cerca. Observé a Marina, dormida boca arriba, que dormía con un holgado pijama que dejaba mucho espacio a sus grandes tetas. Aquella imagen me la puso dura de nuevo, y dejando de lado la prudencia, me acerqué a ella y le subí la camiseta del pijama. Solo de ver lo que había debajo casi me corro. Aquellas tetas eran tan grandes como yo había imaginado, con unos pezones redondos y grandes. Dejé el móvil en la mesa, y con una mano comencé a tocar la teta derecha de Marina mientras que con la otra me masturbaba. Era blanda y cálida, y pronto el cuerpo me pedía mas, así que comencé a lamer sus pechos y a devorar sus pezones, que se pusieron duros, mientras aumentaba el ritmo de la paja. Comenzó a gemir muy bajo,pero cada vez yo estaba mas fuera de control. Mi lengua recorrió todos sus pechos, y lamí sus pezones como si fueran una delicia, chupándolos y mordisqueándolos, y en el momento de máximo furor, metí mi cabeza entre sus pechos, impregnándome de su olor, y metí ambos pezones en mi boca, para acto seguido levantarme y eyacular copiosamente sobre sus grandes tetas. Sin embargo, en cuanto me calmé, me di cuenta que tanto su respiración como la respiración de Eva, que dormía encima suya habían cambiado. Asustado, me escondí debajo de la cama, apagué la linterna y esperé durante unos minutos a que volvieran a dormir. Tras un rato de espera, salí de ahí debajo, y me dispuse a limpiar el estropicio. Fui al baño, y cogí un poco de papel higiénico. Después me acerqué a Marina y encendí la linterna de nuevo. Sin embargo, la visión de esas grandes tetas cubiertas de semen me provocaron otra erección. Me decidí a probar algo nuevo, y lentamente me puse encima de Marina, para meter mi pene entres sus enormes pechos humedecidos. Comencé a moverlos lentamente al principio, y fui aumentando el ritmo, mientras pellizcaba sus pezones. Esta vez Marina comenzó a gemir mas fuerte, y yo mismo me planteé parar. Sin embargo, la situación era demasiado morbosa, y tras apretar con fuerza esas enormes tetas, las llené de semen por segunda vez. Agotado, salí de encima de ella, e ignorando su respiración comencé a limpiar toda la lefa de sus pechos. Sin embargo, esta vez me había excedido, y comenzó a murmurar y a moverse. Terminando de limpiar rápidamente, me escondí bajo su cama de nuevo y apagué la linterna.

Tras un minuto, se levantó al baño, y yo me quedé bajo la cama realmente asustado, pensando en lo que diría si me encontrase. Al volver aún tardó unos 10 minutos en dormirse, y en cuanto salí me dispuse a irme, cansado de emociones fuertes ya. Por desgracia, tropecé con una maleta que antes había esquivado gracias a la linterna, y caí encima de la cama de Elisa, encima de ella. Aterrado, salí de allí rápidamente, y me disponía a huir cuando me di cuenta de una cosa. La respiración de Elisa no había cambiado. Me acerqué a ella para cerciorarme de no era solo una impresión y la toqué con delicadeza. No reaccionó. Comencé a acariciar su cuerpo, haciendo presión de vez en cuando. Tampoco reaccionó. Finalmente, envalentonado, le di un fuerte cachete en ese culo perfecto, y de nuevo, no reaccionó. Mi rabo se puso tieso de nuevo, y yo lo saqué de mi pantalón, sonriente y listo para otra ronda a pesar del agotamiento.