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Asi empezó todo

en Transexuales

Vamos unos cuantos años atrás, estamos en plenas vacaciones de verano, habíamos terminado el curso y los “ciudadanos” habíamos ido al pueblo de los antepasados y nos habíamos vuelto a reunir con los viejos amigos “indígenas” del pueblo. Las vacaciones eran muy agitadas sobe todo a nivel de actividades físicas, hacer excursiones en bicicleta, jugar al frontón, ir a bañarnos al rio y, sobre todo a jugar interminables partidos de futbol desde las cinco o las seis de la tarde hasta que la falta de luz nos hacía terminarlos.

Al terminar el partido era casi obligado sentarnos todos en el suelo en círculo y hacernos una paja; aunque todavía no eyaculábamos. Al principio cada uno estaba a lo suyo pero el tiempo evoluciona y empezaron los comentarios de que si la tienes muy pequeña o vaya pollón que te gastas, ya te están saliendo pelitos, te corres enseguida, etc., etc. E incluso tirábamos tierra a alguno que tardaba demasiado en acabar. La situación nos llevó a que el que quería más intimidad se iba unas ruinas que había al lado de la explanada donde jugábamos y allí hacías la faena sin que nadie te molestara ni hiciera comentarios. Cuando habías terminado volvías al grupo, nadie decía ni preguntaba nada y  nos íbamos a casa.

Uno de los días que me apetecía meneármela en la intimidad me  fui a las ruinas, busque un sitio que me gustó, me bajé los pantalones y empecé a dale a la zambomba. Casi de inmediato apareció Juan, uno de la panda, y me preguntó:

“¿Te queda mucho?

No sé, acabo de empezar.

¿Te importa que me quede yo por aquí para meneármela también que éstos están hoy muy revueltos?

Como quieras.”

Se puso a mi lado, se bajó el pantalón y empezó el meneo. Llevábamos poco tiempo de pajeo cada uno con la suya cuando Juan va y me dice.

“Me han dicho que si en vez de hacerte un solitario te la menea otro te corres antes y te da mucho más gusto”.

Yo le miré pero no la dije nada. El siguió

“¿Quieres que probemos?, yo te lo hago a ti y tu a mí.

“Pues bueno, como quieras”

Juan tomó la iniciativa y me dijo que primero me la meneaba él y luego se la hacía yo. Me pareció buena idea bien así que se arrimó bien a mí, yo le abracé por la cintura y empezó a menearla primero muy despacito pero con mucho recorrido descapullándome del todo y luego hasta la punta y luego a más ritmo.

“Venga Juan que me lo haces muy bien y me está dando mucho gusto sigue que me voy a correr enseguida”

Cuando acabé le dije:

“Ahora te lo hago yo ya verás que gustazo”

Así que le cogí la polla y empecé a meneársela. No se si era así de normal o que ya llevaba mucho tiempo bien tiesa el caso es que Juanito se me corrió en seguida con gemidos

“Ay que gusto, ay que gusto. Es verdad que da mucho mas gusto”

Nos pusimos los pantalones y nos fuimos con el grupo bien separados y prometiendo que esto era un secreto entre los dos que no lo compartiríamos con ningún otro.

Ni que decir tiene que cada día de partido a la hora de la paja Juan y yo nos separábamos discretamente del grupo y nos íbamos a un sitio que teníamos bien elegido y nos hacíamos nuestras cosas que mejoramos restregándonos una polla contra la otra como juego previo y luego descubrimos las ventajas de menearla con saliva para mejor lubricar y tener así más gusto.

Llevaríamos con este juego algo más de una semana cuando un día al ir a cogerle para empezar me dijo:

“Me han dicho que si en vez de hacerlo con la mano se hace con la boca cono si chuparas un polo de helado da todavía más gusto”

Yo le dije que me parecía un poco guarro pero él insistió y me dijo

“Hacemos como la otra vez, yo te lo hago primero y si te gusta me lo haces tú a mi después”.

Se puso de rodillas delante de mí y me hizo la primera mamada de mi vida. El resultado fue estupendo, incluso le cogí de la cabeza para que lo hiciera más deprisa. El gustazo fue enorme de manera que me encantó podérsela chupar también a él y ver como disfrutaba. Ni que decir tiene que casi cada día nos veíamos con o sin partido y nos hacíamos caricias manuales y bucales y teníamos nuestros orgasmos. Aprendimos a hacerlo descapullando a la pareja  y chupando como si fuese un helado poniendo los labios en forma de tubo y frotando con la lengua el ojito

Pero Juan no había acabado de sorprenderme;  me dijo otro día en nuestro pajeadero habitual que le habían dicho (no sé quién era el informador) que metiendo la polla por el culo era como si te tirases a una tía pero que daba más gusto porque entraba más apretado. Yo le dije que  eso me parecía una guarrada y que sacarías la polla toda manchada de caca. Me dijo que eso no lo había tenido en cuenta y que se informaría. Dos o tres  días después trajo (no sé de donde lo consiguió) tres condones y me dijo que así no había problema y que además era importante la lubricación con vaselina que también traía.

Como es de entender, me convenció porque me dijo que se había lavado mucho y que estaba muy limpito, así que le unté bien de vaselina, él se la restregó bien por el ojete y yo me puse el condón. Juan se puso a cuatro patas y yo empecé a penetrarle. Naturalmente no tenía idea de dilataciones previas así que quise meterla a lo bruto, Juan casi lloró pero el caso es que no pude meter casi ni la puntita. Lo intentamos otros días pero con los mismos resultados. Pensamos intentarlo con mi culo porque yo tenía la polla más grande que Juan y pensamos que sería más fácil al tenerla más pequeña que yo. Cuando lo intentamos no se si por la lubricación o porque yo estaba bien caliente el caso es que me entró bastante fácil y no me hizo casi nada de daño. Nos quedamos los dos parados, no sabíamos que hacer así que al cabo de un rato, la sacó, nos miramos con cara de lelos, nos la meneamos a otra cosa.

A los pocos días  Juan me dijo que ya sabía lo que había pasado y era que había que moverse para adelante y atrás y así es como daba gusto, así que decidimos probarlo. Me la metió bien lubricado y empezó a moverse, a mí al principio nada de nada pero al cabo de un rato me empezaron una cosquillitas muy agradables. Juan se corrió, yo no así que me la chupó  pero me quedé con las ganas de repetir más rato. Nueva oportunidad unos días después, ya íbamos preparados con vaselina y a pelo porque a Juan no le importaba. Me penetró bien suavito y empezó a moverse; a mí me empezaron a venir unas sensaciones más que agradables, no llegué a correrme pero la verdad es que no me faltó mucho. Lo que sí quedó claro era que mi culo le daba mucho gusto a Juan y que la polla de Juan era muy bienvenida a mi culo. Así las cosas no perdíamos oportunidad de que me diese por el culo ya no solo después de los partidos sino que quedábamos en mi casa en una zona muy discreta y nos desnudábamos y jodiamos casi todos los días.

Se acabaron las vacaciones y yo volví a la capital y no nos vimos en todo el invierno. Al verano siguiente nos volvimos a encontrar con una sonrisa picarona de complicidad,

¿Qué tal el curso?, le pregunté

Bien pero me faltaba algo y me he tenido que hacer muchas pajas pensando en ti, además ahora tengo más pelitos y ya tengo leche.

Eso era una gran noticia así que en cuanto tuvimos un poco de tiempo quedamos en mi casa y recordamos nuestro verano anterior.

Yo estaba loco por ver como eyaculaba así que le pedí que me dejase hacerle “cosquillas” que quería ver  como le salía la leche. Por supuesto me dijo que si, le llevé  a  una butaca bien cómoda, le hice repantigarse hasta que el culo casi estaba al aire,  se bajó los pantalones y pude admirar el nuevo aspecto, tenía bastante vello y yo creo que le había aumentado el tamaño. La tenía totalmente tiesa y durísima así que le acaricié le hice acomodarse bien, abierto de piernas de manera que tenía a mi disposición los huevos y la poya. Empecé a acariciarle los huevos haciéndole cosquillas por entre el escroto y el ojete, acariciando los pelitos, le descapullé y le di dos o tres chupetones, volviendo a las caricias en los huevos y vuelta a los chupetones y caricias en el capullo. Yo miraba hacia arriba y veía Juan con los ojos cerrados y dando suspiros de gusto y me decía “bribón lo que has aprendido, que gusto me estas dando. Llegó el momento en que ya no me pude aguantar más y empecé a chupársela con ansia. Juan me decía “Como sabes lo que me gusta, bribón que gusto me das”  Al poco rato empezó a gemir un “me viene, me viene” me saqué la polla de la boca y se la meneé con toda la suavidad que pude. Yo miraba totalmente embobado esperando el tan ansiado momento que no tardó en llegar acompañado de gemidos, estirando las piernas con espasmos y un torrente de leche incluyendo un primer chorro con gran potencia, como el tapón de una botella de champan,  que me dio en la cara.  Se la seguí meneando despacito hasta que salió toda la corrida y la cosa empezó a ponerse morcillona. Me limpié las manos   y la cara con un papel y le pedí  que me dejase limpiársela porque no podía parar de acariciársela. Nos marchamos sin que yo me hubiera corrido pero Juan me dijo algo así como. “Como sabes lo que me gusta y que bien me lo haces. Qué gustazo me has dado, bribón”. Lo de bribón era algo  que me decía cuando algo le gustaba mucho.

El resto del verano lo pasamos buscando y creando ocasiones para estar solos y poder “hacernos cosquillas” bien en sitios escondidos de mi casa o por el campo. Había unos cuantos sitios muy agrestes con piedras y arbustos que permitían estar a salvo de miradas indiscretas  y donde nos hacíamos todas las posibles variantes aunque preferíamos que él me la chupaba primero y cuando acababa me ponía a cuatro patas y él me lubricaba el ojete y,  o bien me jodia a pelo o bien con condones (que nunca supe de donde sacaba los condones ni la vaselina). Yo prefería hacerlo a pelo porque sentía mucho más y me daba más gusto pero la elección la hacíamos en el momento en base al calentón que llevábamos. Lo malo era lo molesto que suponía  que escurriese su leche por mis muslos y manchar los  calzoncillos.

Así pasó todo el verano, acabaron las vacaciones y cada uno a su vida habitual. Nos despedimos hasta el verano que viene.

Llegó el verano siguiente, yo estaba encantado  porque ya tenía leche, fui a la casa de Juan para verle pero me dijeron que a su padre le había salido un trabajo en otro lugar y que se habían ido hacía ya varios meses. Así se acabó mi historia, no volvimos a vernos y la verdad es que nunca tuve relaciones con tíos hasta unos treinta años después que nos volvimos a encontrar por casualidad, pero esa es otra historia.