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Adonis

en Erotismo y Amor

Y aquí estoy sentada en el carro a su lado, él me habla y sonríe mientras maneja, y muy dentro de mi tengo una mezcla de miedo y emoción, de ese primer día de un trabajo nuevo, de esa primera cita, de los momentos previos a hablar en público. Ese pánico a no hacer las cosas bien pero a la vez la emoción de un momento que has deseado mucho. Es gracioso que me haga sentir así, tenemos ocho años de conocernos y al menos dos desde que lo hicimos por primera vez. Pero, en realidad no se porque me sorprende, si desde el primer momento que lo vi generó en mí esa montaña rusa de emociones.

Tenía apenas dos semanas de trabajar en esa oficina, cuando mi jefa me invitó un viernes después del trabajo con un grupo de compañeros a tomarnos algo a un bar. Cuando llegué ahí estaba, 1.85 mts de una presencia totalmente abrumadora, es imposible que pase desapercibido, unos ojos verdes de mirada felina que te acarician mientras te desnudan, una sonrisa de niño pícaro que a los 42 años hacía que cualquier mujer cayera a sus pies, esa voz, una voz atronadora de risa elegante y envolvente, todo en él es como un imán que te atrae irremediablemente. Y yo con tan solo 25 años aún no había desarrollado esas cualidades de mujer madura de las que tanto hostento ahora, físicamente era bonita, pero me faltaba mucho aún para ser la mujer que él conoció después.

Trabajamos en la misma empresa pero en oficinas separadas, así que durante seis años me quitó el aliento cada vez que salía del elevador, traje entero, ese perfume, esa sonrisa, y me daba un beso en la mejilla, que me dejaba horas después de su partida con la mente puesta en él. -Cuando vamos a tomarnos algo- decía, y yo con las piernas temblando y una sonrisa boba le respondia -nooo gracias, usted es muy bicho-, cuando en realidad pensaba que jamás estaría a la altura de la situación, de un hombre que era conocido en la empresa como él Adonis que conseguía a las mujeres más bellas y las hacía a su antojo.

Seis años invitandome a salir, seis años acariciando la idea de besar esos labios, y en esos años empecé a crecer como mujer, aprendí, descubrí y experimente cosas con mi sexualidad que me hicieron más segura, cambie más allá de un natural pero muy favorecedor aumento en mis senos, cambie de mentalidad, me ame, y ame la mujer sexual en la que me convertía. Y entonces llegó el punto donde me sentí suficiente para decirle, vamos por esa cerveza.

Y ahora, dos años después, hemos compartido muchas cosas deliciosas que me abrieron otro mundo sobre él, han habido meses enteros sin siquiera vernos y tiempos de mucha pasión, pero nunca he podido superar ese cuerpo, esas manos, esos ojos, ese deseo. Y sigue actuando en mi tal y como la primera vez, una presencia que golpea mi piel como un látigo de cuero que no lastima solo pica, esa sensación de querer más porque es dolorosamente placentera. Sabrá él efecto que causa en mi, me imagino que si, pero si es así nunca me lo va a demostrar. Y mientras conversamos y trato de relajar mis nervios, lo miro, ahí va la segunda oleada de sensaciones que provoca, me siento tan afortunada, ese hombre, importante, increíblemente inteligente, y deseado me escoge a mi para este momento, y entonces mi pecho se infla de orgullo y siento que soy poderosa.

Llegamos y como siempre hace se baja del carro, cierra la puerta de la cochera del motel, viene a mi puerta y la abre, él jamás pierde eso, eso que me derrite tanto, ese caballero de armadura que te hace sentir princesa. Entramos y mi corazón otra vez se desboca, necesito pensar pero me abruma tanto estar ahí que me quedo en blanco. Pide como siempre algunos preservativos y esta vez en lugar de bebidas dos copas. Decidí que esta vez yo quería hacerlo especial para los dos, entonces no solo lo convencí de pagar la habitación yo, sino también lleve vino y chocolates. En todo momento no dejamos de conversar, hay mucho en qué ponernos al dia, y tal vez temamos el silencio que nos recuerde para qué estamos ahí, necesitamos ese tiempo de aclimatarse al lugar, a la idea.

Mi copa está a la mitad, se levanta de la silla y se va a la cama, me mira y me dice -ven conmigo-. Dios mio! Aun él vino no ha hecho efecto y vuelve el pánico a mi, se acuesta y yo me siento a su lado con la copa de vino, continúa hablando hasta que empieza a acariciar mis piernas. Se que es la señal, y aun si no lo fuera, él tacto simple de su mano me hace mojar al instante, mi cuerpo lo desea de una manera que no puedo controlar. Terminó rápidamente mi copa y me acuesto a su lado. Sube la mano por mis piernas mientras va cambiando su voz en un susurro que también me acaricia. Me toca sobre el encaje del hilo negro que me puse solamente para él, y se que nota lo mojada y caliente que estoy. Sube las manos por mi cuerpo buscando el cierre del vestido y se que debo quitarmelo ya, así que me deshago del vestido y quedo ahi en hilo y brasier negros, lista para él, siempre estoy y siempre estare lista para él.

Me quita el brasier, y me mira, la mirada felina del tigre que se deleita observando la presa que va a comer, y pone su boca en mi pecho mientras con su mano me corre el hilo para tocar directamente mi piel. Verlo, bajar la mirada y verlo, chupando mi seno con avidez, con los ojos cerrados mientras introduce los dedos en mi, no tengo como describir eso, es un golpe de sensaciones, de placer físico y mental, ese hombre me folla él cuerpo y la mente al mismo tiempo, y aún no se como lo hace pero amo eso. Se deleita un rato con mis pechos mientras sus dedos juegan conmigo, y empiezo a gemir cada vez más fuerte y a retorcerme de deseo. Y cuando sabe que estoy cerca se detiene, se hinca a mi lado en la cama, me quita el hilo y empieza a torturarme con sus dedos cada vez más rápido y más profundo, hasta que me hace estallar en un orgasmo que moja todo a nuestro alrededor, y mientras mi orgamo sale con toda la fuerza, sus dedos y sus manos hacen que las gotas caigan sobre los dos.

Se detiene pero se por su mirada que es no es ni siquiera él principio, y entonces miro su pantalón de mezclilla azul, esa erección. Otra cosa por la que mi Adonis es conocido en la empresa, alguna de sus anteriores amantes ha hecho gala indiscretamente, no solo de sus múltiples capacidades en la cama, sino también de que posee un miembro digno de una obra de arte. Lo toco sobre él pantalon y hay una lucha dentro de mi, cada vez que veo ese miembro algo me dice que me va a doler, y otra parte me grita que lo desea yaaaaaa. Esta duro, es muy grande y grueso, lo miró con él anhelo que él conoce y entonces se abre el pantalón, le ayudó torpemente a quitarse la ropa y queda ahí, hincado a mi lado en la cama, con esa erección junto a mi cara y siento mi sexo calentarse aún más. Vuelve a introducir sus dedos, mientras intento disfrutar de su pene con mi boca, pero la oleada de placer es tanta que a veces necesito detenerme a gemir, y retorcerme.

Otra explosion orgasmica de líquido caliente en sus manos, y lo oigo decirme -eso mami, así me gusta-, y eso me excita aún mucho más. Sigo intentando acariciarlo con mis manos y mi boca, lo que me permiten mis sensaciones que explotan a cada momento. Otro orgasmo en sus manos, y mientras me retuerzo de placer, le suplico, lo mismo que le ruego siempre, -por favor, metelo-. Me mira, se rie, de mi deseo desesperado de sentirlo, y me dice pícaro como siempre -tan rápido-, -si por favor-. Me volteo, tomo un preservativo y se lo entrego, con una sonrisa en los labios de una niña que terminó su comida y ganó su postre.

Se coloca el preservativo con una paciencia desesperante y casi dolorosa, se lo que viene, se como se va a sentir, y me desespera el deseo. Está de pie a los pies de la cama y me dice que valla a él, yo me acuesto en la orilla con mis piernas en sus hombros pero cómo es demasiado alto, coloca una almohada bajo mis caderas. Me toma de la cadera, me levanta con las manos y cada instante previo me mojo aun más, y entonces ahi esta, rozandome y de nuevo le suplicó con la mirada mi dosis de él. Mientras tiene esas enormes manos en mis caderas empieza a penetrarme, y siento como me abre y me llena de él. El nivel de placer excede a mi imaginación y mis recuerdos, la sensación de moldearme para el , de ser poseída por él, me supera y viene otro orgasmo cuando apenas está empezando conmigo.

Pierdo la nocion del tiempo, no se cuantas veces más estalle para él, solo puedo sentirlo, sentir sus embates, su respiración, oigo mis gemidos y siento tanto placer como si pudiera respirar un arco iris. Y entonces lo miro a los ojos y le digo -lo quieres-. Creo que es él único momento en toda la tarde en que logro asombrarlo, me mira como ese niño en la juguetería cuando su papa tiene en las manos el juguete más caro y le pregunta si lo desea, esa mirada de incredulidad y de afirmación rotunda.

-Estás segura-.

-Empieza así como estamos, con cuidado, cuando logres que entre me volteo-.

-Ok, solo dime si te duele-.

Y entonces tomó valor para cumplir una fantasia que me pidió desde poco después de empezar a salir. Es lógico que por el tamaño de su pene la mayoría de las mujeres rechazaron la idea de una penetracion anal, a mi me entro panico cuando lo propuso, mi última experiencia había sido hacía muchos años y realmente muy mala, imaginar eso tan grande entrando ahí casi me da un desmayo. Sin embargo, prometi pensarlo y despues de leer demasiado me anime, logramos varias veces hacerlo no solo sin dolor, sino también con mucho placer. Sin embargo la posición siempre fue la misma, él detrás mío acostados de lado, entonces empezó a fantasear con hacerlo en la posición del perrito, pero nunca había accedido, esta vez lo haría para él, complaceria su fantasía porque mi mayor placer es complacerlo.

Puso su enorme erección a la entrada de mi ano y en mi mente tenía pánico, luchaba por relajarme a la vez que todas las alarmas de mi cuerpo me decían que era una pésima idea. Inició la penetración y por un momento sentí el dolor más horrible, punzante y feo, obviamente reaccione moviendome de ahí. Y entonces su reacción fue, -Mi amor, debes relajarte, pero si no puedes esta bien-. Esas palabras me dieron todo el ánimo, él merecía eso y más. Volví a acostarme a subir las piernas en sus hombros y cada centímetro respiraba profundo y pensaba cuánto lo había deseado, cuanto lo desearia después de eso, porque él es mi deseo hecho hombre. Y después de un momento que para mi fue eterno su expresión, entro!, se retiró y entonces tome la posición, esa a la que tanto le temía pero que que a la vez deseaba, ese era mi regalo para él, cumplir su fantasia.

Tomo mis caderas con ambas manos, y muy despacio, y con cuidado, volvió a penetrarme, esta vez mucho más fácil y sin dolor, se quedó vacilante un momento, así que comencé a mover mis caderas hacia él, pidiéndole, rogándole que me follara, duro, como él tanto había deseado. Las sensaciones venían en oleadas de placer, placer físico de su penetracion ruda y masculina, y placer mental, sentir sus manos acariciar mi espalda, oír sus gemidos ahogados, trataba de guardar en mi memoria cada instante, cada roce, y sonido. Después de un tiempo cuando había alcanzado mi máximo placer muchas veces le pregunté:

-¿Me vas a dar mi premio-. Su gatita golosa pedía su leche de recompensa.

-Aun no quiero terminar, lo estoy disfrutando tanto que no deseo detenerme-. Otra explosión de orgasmo, él encuentra esa forma de decir y hacer justo lo perfecto en el momento perfecto. ¿Como haces para entrar en mi mente y follarme así? Es la razón por la que desde el momento que me tocó la primera vez fui irremediablemente suya. Un poco más, más fuerza, más rapidez, más gemidos y se que está llegando a la meta. Se retira, se quita el condon, y yo me siento rápidamente a la orilla de la cama con la cara a la altura de su erección. Se masturba un poco y mete el pene en mi boca, mi boca cálida que lo desea tanto, y lo mamo, succiono y paso mi lengua, feliz porque es mi momento de entregarme por completo a su placer, y esa es mi recompensa. Y lo siento, mientras gime y toca mi cabeza, siento su leche salir caliente y bajar por mi garganta, ahora es tan mío, en ese preciso momento es únicamente mío, y me da su esencia para hacerlo aún más mío.

Caemos en la cama, desnudos, sudados, cansados, ambos sonreímos y volvemos a conversar, no importa de que, no importa cuanto, porque los dos sabemos que ese instante de tiempo y espacio nos pertenece solo a los dos. Después de disfrutar eso, nos vestimos, de vuelta al carro y a la realidad, y en él camino de regreso solo puedo pensar cuando volveré a tenerlo para mi, seran dias, meses, años, o nunca, no lo se, pero no importa porque en ese preciso instante no puedo sentirme más plena y feliz de tener a mi Adonis a mi lado, un segundo en el tiempo, pero fue mio.

Voy en mi carro, camino a casa, mi teléfono vibra, es un mensaje de mi Adonis:

-Gracias, por chinearme tanto hoy-. Simplemente sonrío.