miprimita.com

Rollo bollo

en Orgías

Esa tarde había sido magnífica. Habíamos quedado en el chalet que habíamos alquilado Carmín, mi mujer, y yo, con una pareja amiga, Leona y Pedro. Nos conocimos hace unas semanas en un club de intercambio de la capital y como veraneamos cerca de la zona de la provincia donde ellos viven (que pilla de camino a nuestro trabajo, con lo que además de las dos semanas de vacaciones podemos aprovechar el chalet todo el verano yendo a trabajar desde él) les invitamos a venir y pasar un buen rato, ya me entendéis...

Leona (por supuesto no se llama así) es una pelirroja con una melena rizada que rodea su cabeza como la del animal cuyo nombre le he dado en este relato. Es más o menos igual de alta que mi mujer. Sus tetas, un par de tallas más pequeñas que las de Carmín combinan con su cuerpo delgado y su culo respingón de forma espectacular. A pesar de que se pone crema protectora a montones su piel estaba cubierta de pecas a esas alturas del verano, aunque eso la hace aún más sexy. Pedro es un tipo grande en todos los sentidos. Cerca de 1'90, más de 100 kilos y cerca de 20 centímetros de herramienta, de modo que os imaginareis lo que Carmín disfrutó esa tarde. Yo por supuesto me lo pasé de fábula con Leona y os garantizo que esa tarde cayeron un par de polvos para recordar.

Estábamos sentados en los sofás tomando unas copas y descansando de la intensa tarde de sexo. Carmín es multiorgásmica como os he contado en algún otro relato, y un poyón de piedra como el que se gasta Pedro la había hecho gritar de gusto. Yo me había lucido a base de dedos y lengua (me encanta comer coño y se me da francamente bien, o eso me dicen las féminas) y había hecho correrse bien corrida a Leona antes de meterle rabo y disfrutar yo de su coño rojo y chorreante.

-¿Por qué no salimos a tomar algo por ahí y luego venimos y aprovechamos la piscina?- propuso Pedro.

-A mí me parece bien- apoyé la propuesta.

Las chicas se miraron y Leona contestó:

-De acuerdo, pero dejad que nos duchemos primero. Carmín y yo estamos chorreando, y no sólo de sudor- guiñó el ojo. Todos nos reímos.

-Vale, pero sólo si nos dejáis mirar- bromeé yo.

-¿Por qué no?- y levantándose del sofá tiró de Carmín para ponerla de pie y llevársela hacia el baño.

Pedro y yo nos miramos un segundo y las seguimos al baño. El chalet que alquilamos cada verano está muy bien, con dos habitaciones, un aseo y un baño con bañera grande y ducha amplia. Cuando nosotros entramos, ellas ya estaban detrás de la mampara de cristal bajo el chorro de agua. Carmín cogió el champú y empezaron a lavarse el pelo una a la otra para aclararlo después. A continuación fue Leona la que se agachó a por el gel, dándonos una panorámica increíble de su hermoso culo y su coño depilado y rosado. Se llenaron las manos de gel y comenzaron a enjabonarse una a la otra todo el cuerpo. Pero no era una simple enjabonada, se estaban dando un magreo de campeonato. Lo que habían comenzado siendo risas empezaban a convertirse en suaves gemidos, sobre todo cuando las manos pasaban sobre pezones y entrepiernas.

Sin darme ni cuenta yo había empezado a pajearme y al echar un vistazo a Pedro, que estaba sentado en la taza del water me di cuenta que no era el único que disfrutaba del espectáculo. Carmín me estaba sorprendiendo este verano, pues cada vez estaba más lanzada (si habéis leído mi relato sobre nuestra aventura en la piscina del chalet lo entenderéis). Nuestros manoseos no les pasaron inadvertidos y Leona le cuchicheó algo al oído a Carmín. Ella la miró un momento y asintió. Leona entonces la besó en la boca. No fue un piquito, fue un morreo en toda regla con las lenguas peleando por invadir la boca de la otra. Casi me arranco la poya de la sorpresa, ya que a Carmín el rollo lésbico nunca le había llamado la atención, pero ahora ahí estaba metiéndole la lengua hasta la garganta a Leona y agarrando puñados de tetas y culo a manos llenas.

Leona no se quedaba atrás, cogía las tetas de Carmín y las magreaba, se las llevaba a la boca y chupaba los pezones de mi mujer arrancándole quejidos de gusto mientras Pedro y yo las veíamos sin dejar de bombear mecánicamente nuestras poyas. En cierto momento Leona empezó a bajar lamiendo el vientre de Carmín. Sus manos seguían aferradas a los pechos de mi mujer mientras su boca bajaba hasta llegar a su ingle, donde su lengua empezó a hacer diabluras con el clítoris de Carmín.

Mi mujer gemía ya sin pudor, con una pierna levantada por encima del hombre de nuestra amiga y agarrada con una mano al asa de la ducha y con otra apoyada en la pared. Su respiración se hacía más fuerte, igual que sus gemidos, hasta que un grito y su cabeza echada atrás nos dejaron claro que se había corrido. Leona subió y volvió a besarla, esta vez con la boca empapada de flujos vaginales de su amiga.

-Te toca- fue lo único que le dijo. Y, para sorprenderme aún más, esta vez fue Carmín la que bajó lamiendo el vientre de Leona hasta llegar a su coño. Si los gemidos de Carmín eran excitantes los de Leona no lo eran menos. Mi mujer debía estar haciendo un buen trabajo porque nuestra amiga se retorcía de gusto, con los pezones rojos y endurecidos.

-Méteme,... méteme algo Carmín- pidió Leona totalmente desatada. Mi mujer no se hizo de rogar y clavó profundamente su índice en el coño de Leona que inmediatamente se encogió de gusto.

-¡Más, méteme más!- gritaba Leona y mi mujer le obedeció. Sin dejar de dar lengua al clítoris metió un dedo más y luego otro y otro. Leona se retorcía de gusto y pedía más aún a lo que mi mujercita obedecía, hasta que toda la mano de Carmín estaba dentro de la vagina de Leona. Si ver un fisting en la tele en una película porno es espectacular, verlo en directo es una puta pasada. No me explico ni como no nos corrimos Pedro y yo viéndolas darse caña a ese nivel, bajo el chorro de la ducha. El puño de Carmín se clavaba al mimo ritmo que su lengua y sus labios se comían el clítoris y los labios de Leona que al fin se corrió con un grito que más bien era un rugido de placer al tiempo que caía de rodillas entre los brazos de mi mujer que la besó y le llevó la mano a la boca para compartir ambas el jugo que la cubría. Así se quedaron unos minutos bajo el agua, recuperando el resuello y dejando que se llevara el sudor que sin duda había vuelto a cubrirles el cuerpo.

Salieron por fin riéndose y mirándonos:

-Desde luego os ha gustado el espectáculo- comentó Leona que se agachó entre mis piernas y se metió mi poya hasta la campanilla. Carmín me miró con una sonrisa y se arrodilló ante Pedro para darle el mismo tratamiento que su mujercita me estaba dando a mí. No tardaron mucho, a pesar de que nos habíamos corrido ya un par de veces esa tarde, así que pronto yo me vacié en la boca de Leona y Pedro hizo lo mismo, llenándole de lefa la boca a mi mujer. Ambas abrieron la boca para enseñarnos el contenido que un segundo antes llenaba nuestros huevos y a continuación se lo tragaron. A pesar de haberme corrido hacía un segundo mi poya dio un respingo, y juro que la de Pedro respondió igual. Ellas se rieron y se levantaron. Carmín vino a mis brazos y me besó. Su boca sabía a coño, poya y lefa, algo que me excita muchísimo. A Pedro también debió gustarle porque aferró el culo de Leona y empezó a acariciarlo con ganas, dispuesto a algo más tras la mamada que mi mujer le acababa de dar. Leona se rió y de un empujón se separó de él.

-Quietas las manos. Ya habéis disfrutado y creo que Carmín y yo nos hemos ganado nuestras copas, de modo que mientras nosotras nos vestimos ya podéis iros duchando vosotros y vistiéndoos. Os esperaremos en el coche. Primero copas, luego cena y después tenemos que divertirnos en la piscina- y mirándome añadió.- Tú mujer me ha contado vuestro jueguecito acuático del otro día y me muero por probar yo también. Se fueron riendo hacia los dormitorios a vestirse. Pedro y yo nos miramos y yo de un salto me colé en la ducha mientras él se metía en la bañera. Desde luego el plan merecía darse prisa y complacer a las señoras. Copas, cena y luego juego en la piscina. El verano nos estaba saliendo redondo, y aún estábamos a finales de Julio...