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Congreso Empresarial 1: El balcón del hotel

en Voyerismo

Todas las relaciones sexuales de mis relatos son reales, protagonizadas por personas, con descripciones, situaciones y motivaciones distintas a las del relato, pero básicamente ciertas.

 

Mi nombre es Andrés, tengo 48 años, 1,75 cm, 72 kilos, delgado, dicen que guapo, con un cuerpo normal, cara aniñada, lo que hace que se me vea mucho más joven, moreno, ojos verdes, con una expresión pícara casi continua y muy extrovertido. Suelo tener éxito con las mujeres, aunque soy bastante discreto, lo que suele ganarme la confianza de las chicas. Soltero por vocación y bastante vividor por ahora.

 

Pero esta historia empieza mucho antes, cuando apenas tenía 26 años tuve que trasladarme a una ciudad cercana a Madrid, a unos 200 km de mi familia y de Olga, mi novia de esa época. Soy Informático y mi empresa estaba en esa época montando las nuevas redes de datos de las distintas sucursales, por lo que el traslado era para un par de años, ya que había que hacer las modificaciones en todas las sucursales de la provincia.

 

Todo esto coincidió también con una mala racha en mi relación con Olga con la que llevaba saliendo desde poco después de terminar la carrera, como 3 años o así. Ella era una mujer genial en casi todos los sentidos, cariñosa, guapa, más que inteligente, brillante en su día a día, bajita, pero con cuerpazo y totalmente desinhibida e imaginativa en la cama desde poco después del primer día en que nos acostamos juntos y además fue un flechazo. Solo una cosa me mosqueaba de ella y eran sus celos compulsivos (motivados quizá por las infidelidades continuas, de su padre y sus tíos). También tengo que decir que ambos éramos fieles por convicción, aunque ella no soportaba ni que mirase a ninguna tía por la calle.

 

La cuestión es que cuando llegó la noticia del traslado puso el grito en el cielo, si últimamente estaba más rayada que nunca con el tema, el nuevo destino le sentó como una patada y aunque lo terminó aceptando a regañadientes se propuso hacerme un marcaje digno del mismísimo Carles Puyol. Me llamaba por la mañana al trabajo y por la noche a casa, vino a visitarme varias veces y se hizo “superamiga” de una compañera de la oficina a la que le encargó medio en broma que me vigilase etc… Tampoco es que no nos viéramos ya que iba todos los fines de semana a mi ciudad, y follábamos como locos.

 

Cuando llevábamos 2 o 3 meses “separados”, tuve que ir a una convención del sector, en una ciudad de la costa e iba acompañado de 3 compañeros de distintas provincias, entre ellos Raquel, una chica muy atractiva que había sido compañera mía desde el instituto y con la que tenía una relación de amistad de muchos años, con imagen de novia fiel y de estas mujeres que por afinidad intelectual, por conocernos demasiado o por lo sea no puedes mirar con deseo por muy guapas que se pongan. Raquel es una mujer altísima, mide 1.85 cm descalza pero encima le gusta llevar tacones de 10 cm o más, muy delgada, pecho grande y culito respingón, no es una tía formalmente guapa, pero tiene su punto. Y Miguel, un compañero de León también buen amigo y compañero de piso en la universidad, aunque algo mayor que nosotros, 1,90cm, fuerte, rubio, ojos miel y con fama de un poco crápula en aquella época, aunque muy formal en las convenciones de empresa desde que se casó hace 2 años o eso parece. El caso es que pasamos un fin semana bastante bueno, la convención no era agobiante y pasamos mucho tiempo hablando, riendo, conociendo gente etc…

 

Llegamos el viernes por la tarde, nos acreditamos, aunque el congreso no empezaba formalmente hasta el sábado temprano, fuimos a tomar algo y ese mismo viernes por la noche, después de tener una bronca de nivel, al teléfono, con Olga por el viaje y por lo que “supuestamente” estuviera haciendo, bajé a cenar con Raquel y Miguel bastante mosqueado, lo que no pasó desapercibido para ambos. No quería hablar mucho del tema, pero durante la cena tanto Raquel como Miguel terminaron por conseguir que me sincerara, les conté toda la bronca y después:

 

Yo- ¡Joder! ¿Es que no tiene otra cosa que hacer más que joderme la convención? Siempre igual, cada vez que hablo por teléfono con ella últimamente es para tener una bronca

Raquel- Pero ¿Qué pasa? ¿Es que has hecho algo para que no se fie de ti? - Dijo con cara de duda

Y- ¡Qué va! Es el traslado, bueno… un mes antes ya estaba un poco mosca, vamos lo normal en ella, pero desde que tengo el nuevo destino se está volviendo insoportable y ahora con la convención está paranoica del todo. ¿Sabéis lo último que me ha dicho? Que disfrute de mi noche contigo… Así que imagínate.

J- ¡Pfffff! Si que está mal, porque pensar que tú y yo fuéramos a tener algo es de traca - dijo y luego con cara de pícara - Bueno lo nuestro no, pero esos celos ¿Tienen algún motivo pillín?

Y- ¡Raquel no me jodas!Sabes que soy fiel hasta el extremo, ni siquiera tonteo en broma.

- Ese es tu problema...- dijo Miguel tranquilamente, había estado escuchando mi historia y la conversación en silencio

Y- Y qué quieres que haga ¿Qué me tire a la primera que pase?

M- Pues si es necesario… Macho quien te ha visto y quién te ve.

Y- ¿A qué te refieres?

M- Mira Andrés, cuando te conocí eras un tío, que manejaba sus relaciones adecuadamente, pero desde que estás con Olga no veo que tengas control de tu vida, por lo que me cuentas, más bien te dejas llevar.

Y- ¿Y eso qué tiene que ver con ser fiel o no?

M- A ver… no estoy diciendo que “tengas” que ser infiel- dijo haciendo el gestito con las manos-  pero tu actitud de ser fiel hasta el extremo, te está perjudicando, a nadie le hace mal tontear con una chica que no es tu novia aunque luego no llegue la sangre al río ¡Espabila!- dijo poniendo una expresión característica que siempre me había hecho descojonarme de la risa, con lo que relajó el ambiente y entre bromas y chanzas terminamos la cena y fuimos a tomar una copa.

 

Volvimos al hotel como a las 3 de la mañana y contentitos. Íbamos los tres como críos, en el ascensor haciéndonos bromas, cosquillas, dándonos empujoncitos y muriéndonos de la risa todo ello hasta el cuarto piso que era donde tenían las habitaciones ellos dos, al salir del ascensor vi como ellos seguían con las bromas y con una sonrisa seguí hasta la siguiente planta donde estaba la mía.

  

Entré en la habitación pensando que tengo mucha suerte con que los colegas del trabajo sean además amigos, con cualquier otro se hubiesen limitado a un: “¡Qué le den a la parienta!” e irse de copas. Con esos pensamientos y una sonrisa entré en la habitación y salí al balcón, hacía una noche estupenda, si no hubiésemos tenido que levantarnos temprano para seguir, me hubiese acercado a la playa a dar un paseo, pero me conformé con echar un cigarro y la última copa asomado a la piscina.

 

Solo llevaba dos minutos sentado en la mesa de la terraza con mi copa y mi cigarro cuando detecté movimiento en un balcón del piso de abajo y que quedaba en diagonal, me asomé sin levantarme y me di cuenta de que era Raquel que había salido al balcón riéndose. Me iba a levantar para soltarle alguna broma, cuando vi que no estaba sola, Miguel salió a la terraza detrás de ella y la abrazó por detrás mientras le daba un beso en el cuello. Aborté mi movimiento y me quedé mirando. Al principio me sorprendió que se enrollasen, ya que como he dicho antes ambos parecen bastante fieles, pero por otro lado sabía que una vez, cuando estábamos en la Uni, ambos me contaron el polvo que echaron una noche de borrachera, jurando y perjurando que no volvería a pasar. Y, de hecho, que yo supiese no había vuelto a pasar, por lo menos mientras estudiábamos.

 

Pero vamos a lo que ví aquella noche, que me desvío.

 

Como decía, estaba sentado en la mesa de la terraza cuando vi a Raquel salir al balcón riéndose y enseguida Miguel que la abrazaba y besaba en el cuello. Se quedaron así un momento abrazados, Miguel seguía besándola y a mí se me ocurrió darles un susto, porque sabía que no se iban a molestar, pero Raquel empezó a restregar su culo contra Miguel y él empezó a subir sus manos por todo el cuerpo de Raquel hasta que llegó a sus pechos y se me quitaron las ganas de bromas, me quedé mirando cómo mientras besaba su cuello, su nuca y le mordía el hombro, ella no dejaba de suspirar y restregarse con él. Suavemente Miguel empezó a meter sus manos por debajo de su top palabra de honor y cuando me quise dar cuenta el sostén de Raquel estaba en el suelo, pero su top seguia en su sitio.

 

Como desde esa distancia los veía bien pero no como a mí me hubiese gustado, haciendo el menor ruido posible saque de mi habitación mi cámara de fotos, que tiene muy buenos aumentos (no es profesional ni nada) e intenté verlos de más cerca. La verdad es que se veía genial, no grabé ni hice fotos porque estaba tan concentrado en verlos que ni se me ocurrió.

 

Cuando volví y miré a través de la pantalla de la cámara me quedé con la boca abierta, aquello era lo más caliente que había visto en mucho tiempo, Raquel seguía apoyada en la barandilla, pero ahora el top, estaba enrollado en su cintura y ella estaba con las tetas al aire, unas tetas preciosas, por cierto, tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta, se había soltado el pelo y era la imagen perfecta de la lujuria. Pero ¿Y Miguel?… al principio no lo vi, porque las tetas de Raquel llamaban toda mi atención, pero enseguida noté que la falda de Raquel se levantaba por detrás, el muy cabrón estaba bajo su falda, supongo que lamiendo y chupando todo lo que tuviese delante, y así estuvo un buen rato mientras ella no paraba de mover la cabeza y de vez en cuando subía la mano a la boca para evitar que la oyesen gemir, cuando la quitaba se podía ver como por la comisura de los sabios se le escapaba un hilo de saliva y tenía la punta de la lengua asomando en su boca. Miguel salió de debajo y Raquel giró su cabeza para besarlo mientras él le bajaba la falda y se desabrochaba los pantalones ¡Se la iba a follar ahí mismo!

 

En ese momento y casi como si tuviese vida propia, mi mano abrió mi bragueta y empecé a masturbarme lentamente viendo como Miguel, de un solo golpe, se la metía a Raquel y esta abría la boca en un gemido que vi más que oí. Y luego empezaba a follársela con movimientos largos y lentos. Para ese momento mi polla era una barra de hierro, estaba tan dura que apenas notaba el rozamiento de mi mano.

 

Miguel seguía follándose a Raquel lentamente mientras sus manos acariciaban su espalda y sus costados, poco a poco sus manos llegaron a sus pechos, ella se recostó sobre él girando su cara para besarlo, mientras él jugueteaba con sus pezones, de pronto rompió el beso para apoyarse en la barandilla de nuevo, giró la cabeza, y le dijo algo a Miguel. Este empezó a incrementar el ritmo poco a poco, pero parecía que a Raquel le fastidiaba un poco y volvió a girar la cabeza para reclamarle, pero él ni se inmutó, siguió dándole poco a poco pero cada vez más deprisa.

 

Poco a poco fue incrementando el ritmo mientras ella mordía su propia mano intentando gemir lo menos posible, las grandes tetas de Raquel se movían sensualmente marcando el ritmo que Miguel iba imponiendo y sus caderas se iban adaptando al ritmo de la follada, cuando de pronto ella soltó un gemido audible y empezó a convulsionar ¡Se estaba corriendo de forma salvaje! Pero él le puso la mano en la boca mientras aumentaba el ritmo como una locomotora. Mientras yo, seguía con mi paja al ritmo que marcaba Miguel con sus caderas en el cuerpo de ella.

 

Raquel parecía que no podía parar de correrse y de pronto se derrumbó sobre la barandilla mientras el bajaba el timo y la acariciaba. Pero parece que la sesión no había terminado porque con una velocidad que no me esperaba en ella, después de el orgasmo que había gozado, se dio la vuelta y se arrodilló ante él para chuparle la polla, solo tardo unos segundos en hacer que Miguel se corriese y le llenase la cara de semen. Justo en ese momento, me corrí, me corrí como hacía tiempo que no me corría masturbándome y solté toda mi carga poniendo el suelo de la terraza perdido. Cuando volví a mirar a la terraza los vi abrazarse y besarse mientras entraban en la habitación con lo que el espectáculo terminó en ese momento.

 

Yo me quedé un rato más en el balcón mientras echaba otro cigarro y terminaba mi copa, mientras pensaba en que, aunque creas que conozcas a alguien mucho, siempre hay quien te sorprende. De Raquel sabía que tenía una vena exhibicionista, pero de él no sospechaba nada, aunque ¿Quién era yo para juzgar a mis amigos?

 

De pronto el congreso se volvió mucho más interesante…

 

CONTINUARÁ…