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Una vida FemDom I (La versión de Giselle)

en Dominación

Debía haberme negado. Desde la primera vez debí haberlo hecho. Era lo que pensaba mientras secaba mi cuerpo desnudo después de la ducha. Caminando me detuve frente al espejo, mi cabello húmedo se desparramaba por mi rostro, hombros y espalda, pequeñas gotas aún vagaban sin rumbo sobre mi piel, sin poderlo evitarlo pensé en él, ahí frente a mí, lamiendo mis pechos con su lengua, pasándola por la aureola de mis pezones, imaginándole bajando por mi cuerpo hasta quedar de rodillas ante mí, sintiendo su lengua en cada poro de mi piel, sin detenerse hasta llegar al lugar donde el fuego comenzaba a arder amenazándome con incendiarme, como con vida propia, una de mis manos recorrió el camino por el cual pensaba él lo haría, mis ojos estaban fijos en mi reflejo, mis labios se entreabrieron dándole paso al aire que quería escapar de mi pecho.

 

Podía verle, tenía su rostro muy claro en mi mente, mis dedos inquietos siguieron su camino bajo mi ombligo y un poco más allá, indagando suavemente pasé dos de mis dedos entre mis labios vaginales, encontrándome ya húmeda, si eso solo lo hacía un pensamiento, mi imaginación, cuánto más podría conseguir de hacerse realidad. Un gemido de placer brotó desde el fondo de mi garganta mientras mis dedos jugaban con mi abultado y sensible clítoris, torturándolo con ellos pensaba en que era su lengua la que lo hacía, con mis dedos hundidos en sus cabellos, agarrándole le sostendría muy cerca, demandándole que me diera placer oral una y otra vez, el calor se acrecentó y se extinguió cuando el orgasmo llego, sorprendiéndome, siendo su nombre el cual en aquel momento sublime de mis labios salió.

 

-Chrisssss...-

 

Jadeando trataba de llevar aire a mis pulmones, de mantenerme en pie, estaba muy excitada, quería más, sabía que una vez no sería suficiente, pero tampoco podía retrasarme más, no podía hacer esperar a mi amiga, y no podía hacerme esperar a mí misma para verle a él.

 

Cómo cada vez que nos veíamos me encontré con Vanessa y su novio Chris, en el lugar de siempre. Luchaba contra el impulso de quedarme viéndole fijamente, mientras mi amiga se hallaba con nosotros, aun cuando era un hombre que doblaba mi edad le encontraba fascinante, si bien la edad para mí no era importante, y desde que tenía uso de razón y era consciente de mi sexualidad sentía una fuerte atracción por los hombres mayores a mí.

 

¿Lo sabría? ¿Sabría él qué mientras estaba presente, mi coño se humedecía empapando mi lencería? ¿Qué cuando Vanessa se iba dejándonos a solas, cosa que agradecía sólo pensaba en arrastrarle al baño y hacer que su cabeza se enterrara en mis piernas hasta hacerlas temblar de placer? ¿Sabría él que yo ansiaba dominarle?

 

Algunas veces creía ver en sus ojos ese mismo deseo de él hacia mí, veía como su mirada en múltiples ocasiones se deslizaba por mis piernas cubiertas por mis medias de encaje, y mis zapatos altos, aquellos breves instantes hacían que la lava de un volcán que ya creía dormido entrará en actividad. No era ajena a que era una mujer atractiva, pero mi suerte con los hombres hasta ese momento no había sido la mejor. Los hombres latinos eran muy diferentes, la mayoría eran demasiado machistas como para ceder ante mis más bajos deseos, en Colombia, mi país natal jamás hallé a un hombre que pudiese llenarme por completo. Pero sentía que con Chris podía ser diferente, lo veía en él, en sus ojos. Además, en nuestras pláticas algunos temas de conversación me demostraban cuanto en común y afín teníamos.

 

Lo deseaba, deseaba tenerlo en mi cama, bajo de mí, deseaba someterlo a mis caprichos y perversiones, hacerlo mío, hacerle desearme, pero aquello no era posible, él, le pertenecía a otra mujer, y aunque Chris estuviese dispuesto yo no me conformaría con migajas. Era una mujer territorial y esa naturaleza no podía cambiarla, ahí de nuevo estaba mí mala suerte, puesto que estaba convencida, al menos hasta ese momento que poseerle no era una opción.