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Candela despierta de su letargo (parte 1)

en Sexo con maduros

¿Realmente yo quién soy?

Eso es lo que se preguntaba Candela mientras veía pasar los días repletos de rutina delante de sus narices.

Acabada de cumplir 41 años y por momentos le acechaban pensamientos que le producían desazón y mucha inseguridad ¿Estaba viviendo su vida plenamente? ¿Cuánto hacía que no se reía a carcajadas o se agarraba una buena borrachera? ¿Cuánto hacía que no se soltaba el pelo y disfrutaba de una noche de pasión?

Su matrimonio fue fruto de un amor adolescente y cada día parecía morir un poco más frente a sus ojos. Besos rutinarios sin pasión, encuentros sexuales para cubrir el expediente y conversaciones de ascensor iban sembrando a su paso un rastro de infelicidad.

Fue por el verano de sus 41 primaveras cuando apareció en su vida un tipo en el trabajo que colaboraba en algunos proyectos de manera externa. Ella empezó a recibir invitaciones discretas para ir a tomar un café juntos con la excusa de tratar temas laborales pero nunca pensó que esas insinuaciones acabarían despertando en ella su sensualidad dormida.

Cual bella durmiente que espera a su príncipe azul para salir del letargo de una vida vacía de deseo, así es como ella fue sacudida para alcanzar otro nivel en su vida sexual.

Las invitaciones a verse fuera de la oficina empezaron a ser algo más intensas y Candela sentía miedo de que alguno de sus superiores la descubrieran en actitud poco decorosa en alguna conversación telefónica y por ese motivo decidió ponerle una barrera al tipo enviándole un mensaje privado por whatssap comentándole que no estaba interesada en verse con él fuera del trabajo ya que podía ponerla en un compromiso con su cláusula de confidencialidad.

Lo que Candela no sabía es que las habilidades del tipo, llamémosle Juan (por lo de Don Juan), iban a convertir aquel mensaje con función de barrera en una puerta abierta a la lujuria y el desenfreno. Durante algunas tardes se cruzaron mensajes que fueron subiendo de tono y Candela empezó a sentir cosquillas en su sexo, una sensación olvidada emergía con fuerza y parecía no tener fin.

Juan se las manejaba de maravilla seduciendo con palabras y actitud de hombre experimentado, Candela mientras se debatía entre la niña buena que había tratado de ser toda su vida y la zorra reprimida que habitaba en su interior.

Por una vez se dio permiso de darle rienda suelta a su zorra interior y la verdad es que la hacía sentir la mujer más sensual y atrevida de la faz de la tierra. El pulso sexual seguía creciendo y aunque apenas lograba controlarlo decidió darse la oportunidad de dejarse sentir todo ese volcán de sensaciones descontrolado.

Candela se encontraba a si misma releyendo algunos de los mensajes calientes que recibía de Juan y dejando correr su imaginación en una y mil situaciones diferentes para resolver de una vez por todas la tensión sexual acumulada. Entretanto no lograba hacer real el desenlace se dedicaba a liberar el exceso de energía sexual acariciando su sexo en soledad o descargando con su marido la necesidad de sentirse sometida ante el placer de un miembro sexual masculino.