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Candela despierta de su letargo (parte 2)

en Sexo con maduros

Cuando Candela se despertó aquella mañana no sabía que aquel día acabaría con una vivencia que la iba a desplazar de un plumazo de su zona de confort.

Peinó su larga melena morena, maquillo sus labios carnosos con un toque de rojo y perfiló su mirada que por momentos empezaba a lucir tan traviesa como cuando era una niña.

Todo ese mimo en acicalarse lo había acentuado la aparición de Juan en su vida, sentía constantemente cosquillas en el bajo vientre y de repente se encontraba soñando despierta y sonriendo sin razón aparente. Candela lucía mucho más fresca, ligera y alegre, y eso los hombres parecían percibirlo porque captaba miradas de deseo a su alrededor.

Llegó a la oficina decidida a trabajar duro pero pronto se encontró con un mensaje de Juan amenazándola con raptarla solamente durante 3 minutos para darle la oportunidad por fin de rozar, saborear y conquistar sus labios.

Juan era hábil e insistente, con esa seguridad que dan los años y la experiencia a sus espaldas pero Candela a pesar de tener un exceso de calor en su cuerpo lograba mantener la mente fría puesto que sabía que un paso en falso podría poner en peligro su trabajo.

En el interior de Candela se libraba una batalla campal ¿quién acabaría ganando la partida? ¿su niña buena o su zorra reprimida? Juan seguía insistiendo a través de mensajes de whatssap en cuanto le urgía besarla y saciar ese deseo prohibido. La excitación crecía por momentos cada vez que cruzaban sus miradas en la oficina y con cada palabra que escribían en aquel chat privado, juntos crearon un clima que lentamente los elevaba hacia un placer desconocido y los empujaba con fuerza hacia la promesa de alcanzar el éxtasis juntos.

Aunque Candela era una mujer de apariencia inocente cuando entraba en el juego de seducción se transformaba en una experta jugadora y Juan, el hombre maduro y diestro, acababa cayendo rendido a sus pies. De vez en cuando eso era lo que sucedía, los papeles se invertían y era Juan el que parecía un niño bajo los encantos hipnotizadores de Candela.

Finalmente el deseo, la curiosidad y el valor empujaron a Candela a aceptar la propuesta de Juan pero con sus propias condiciones. El encuentro se produciría en un lugar alejado de su trabajo para no levantar sospechas y el tiempo sería acordado por Juan, solamente 3 minutos para conocerse a través de un beso pasional.

Justo antes de ir al encuentro con Juan, Candela se recogió el pelo en una coleta alta, repasó su maquillaje y delimitó con sus manos las formas de su figura, empezando por su generoso pecho, bajando por su cintura entallada y abriendo paso hasta la amplitud de sus caderas. Candela era una mujer repleta de curvas insinuantes e irradiaba sensualidad en cada rincón de su cuerpo por más que hubiera tratado de ocultarlo toda su vida.

Ella llegó a la cita con antelación, se sentía muy agitada y por eso buscó un banco ubicado en un lugar estratégico desde el que ver llegar a Juan, quería saborear ese momento excitante en soledad sin que le invadieran su espacio. Habían acordado verse en un parque alejado de una zona residencial en el que se respiraba tranquilidad y discreción a esas horas del mediodía.

A los pocos minutos de sentarse Candela se sobresaltó al sentir el contacto de las manos de Juan en sus hombros y su cuello. Se había acercado por su espalda y se disponía a masajearla con manos firmes y decididas, Candela empezó a estremecerse de placer, no pudo contener un suspiro profundo, creía que el mundo iba a desaparecer frente a sus ojos cuando Juan acercó sus labios a su cuello besándolo cuidadosamente y haciendo brotar en ella millones de mariposas sobrevolando todos y cada uno de los poros de su piel.

Juan la invitó a levantarse y una vez estuvieron uno frente al otro se produjo el momento más esperado, todo se inició con un roce suave de labios que dio paso a un volcán en erupción en sus bocas, las lenguas giraban sin control en una lucha por conquistar la boca del otro. Candela pedía a gritos fuerza, pasión, contacto firme y a cambio recibía suavidad, ligereza y flacidez.

Candela quedó totalmente desconcertada ante la actitud tranquila y calmada de Juan, no podía creer lo que estaba sucediendo, aquel tipo que la había sacado de su letargo no iba a hacerla volar como ella esperaba. Para ella los besos eran como la llave necesaria para abrir una puerta o la carta de presentación a una candidatura muy especial.

Los 3 minutos se consumieron pronto y Juan cumplió su parte del pacto retirándose discretamente y dejando en el aire la incertidumbre de si aquel rapto iba a volver a repetirse o tan solo había sido un espejismo en el viaje de Candela hacía el despertar de sus más íntimos deseos.