miprimita.com

Un dedo en el ano y un pene en el culo lleno de L

en Sexo Anal

Meterla en el culo de una trans había sido la fantasía de mi vida. Una vez pensé en pagar. Me dije, oye, “¿Por qué no?” Y acudí a lacita concertada. En el último momento cambié de idea. Supongo que actué mal, por miedo al qué dirán. Y perdí una oportunidad fantástica de disfrutar la mejor experiencia.

  De esa vez aprendí que es mejor estar borracho cuando intentas cambiar tu percepción social sobre la sexualidad. Y a la siguiente, subí al piso de una señorita de treinta años. Ella vestía mallas de rejilla, con el añadido de que la tela se abría en el trasero. Me encontré mirándole los cachetes mientras me pedía con una voz suave que la siguiera hasta el salón. Debió de notarme nervioso, así que sirvió un par de copas de ron, vi que ella se llenaba el vaso solo con un poquito de líquido fuerte y el resto lo completaba mediante hielo y color.

  Después hablamos y la besé. Sentí deseo y no rechazo, pues en realidad mi subconsciente y un poquito más de mi cabeza sabían que besaba a un igual. Que había decidido cambiar su rol y distintas partes de su cuerpo estaban adaptadas a lo que yo deseaba apartaron las dudas.

  Pasé las manos por sus pechos y abrí el sujetador rosa en dos, besé su cuello y bajé hasta los pezones para continuar por el ombligo. Entonces vi que en realidad a lo que había ido era a experimentar un completo cambio en mi perspectiva del mundo, pues sin pensarlo saqué un pene pequeño de las medias y lo besé.

  Supongo que no tuve remordimientos porque actuaba con la misma pasión, que digamos, tengo con una mujer del tipo habitual. Así que succioné y chupe el clítoris con forma de misil por el deseo de agradar que a cualquier tipo con dos neuronas le entra por complacer a una amiga. Y así fui consciente de lo excitado que se había puesto mi propio miembro.

  Sus labios me llamaban bastante la atención. Lamió mi glande y cerca estuve de aliviarme el picor en su lengua. Aguanté el tipo y le pedí que se pusiera en pompa en el sofá. Ella se agarró contra los cojines y abrió el ano, en el cuál pude comprobar que por fin había acertado, ya que estallé como nunca.

  Una semana más tarde volví al piso de mi amiga. Lo hicimos en la cama un par de veces y cuando pensaba irme tras pagar, ella dijo que podía quedarme a dormir. Con una voz dulce comentó que a partir de ahora cerraba el taxímetro y que lo que siguiera podía ser amor de verdad.

  Se le notaba enamorada, quizá fuera que yo la trataba de igual modo que a mis exnovias.

  Como entre uvas y peras la erección no volvía a funcionar como debe, se puso a lamer mi pene por encima y abajo, descendiendo cada vez más con la mano izquierda hasta mi ano. Lo ensalivó por encima y consiguió demostrar que por una vez la puerta de atrás podía servir de algo sin ser homosexual. Porque recordemos, no considero que por follar y hacer el amor con una trans he dejado de sentir repulsión por los hombres. Ella, sin embargo, es toda una mujer.

  Su dedo acarició tanto mi ano que estuve en posición de firmes en cuestión de un minuto. Aprovechó la buena ventura para situarse encima, dándome la espalda y se metió la mitad de mi polla. Con la mano, continuó acariciando esa parte prohibida y desaconsejable, hasta que pudo meter el índice. Y ahí sí os confieso que volví a odiar a la iglesia católica por prohibir el sexo “antinatural” con tanto ahínco y durante siglos y milenios.

  ¡Qué gusto por favor! ¿Cuánta cantidad de semen brotó del culo de mi amiga trans? No lo sé, por culpa de ella, que se dio la vuelta y lamió todo el líquido a sorbos no pude medirla.