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Follándome a un desconocido. Parte 2

en Confesiones

Continuación del relato que podeis encontrar con el título: Mi primera vez follando con un extraño.

Recomiendo leer primero ese para conocerme un poco más y entender en qué momento comienza este relato, pero tampoco es imprescindible ya que esta es una escena de sexo completamente nueva que transcurre después de la anterior.

***

Él se da la vuelta y abre el grifo de la ducha. Se mete y corre la cortina como si buscará intimidad, como si no acabara de correrse en mi boca hace un instante. Camino hacia la bañera.

— ¿Puedo? —aparto la cortina y entro sin esperar su respuesta.

Ni siquiera sé si me ha oído con el ruido del agua. Todavía llevo el conjunto blanco. Unas gotas caen sobre mi piel y otras ya empiezan a mojar la tela, pero no me importa. Me acerco más a él, que mira mis pechos lascivamente mientras su pene se va poniendo cada vez más duro. La tela, fina y trasparente, empieza a empaparse pegándose más a mi cuerpo.

Me besa durante unos instantes con el agua cayendo a nuestro alrededor. Él pasa las manos por mi espalda en una agradable caricia, atrayéndome hacia él. Parecemos más dos amantes. Sus besos son tan intensos que tardan en ponerme cachonda.

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Mis pechos ya están empapados cuando él los saca del sostén unos instantes más tarde. Levanta la prenda y mis tetas escapan por debajo, botando un poco al liberarse de su húmeda prisión. Me acerco más a él, metiéndome completamente bajo el agua. Agarra cada uno de mis pechos con una mano y los aprieta. El agua, un poco fría comparada con el agua hirviendo con la que me gusta ducharme a mí, junto con sus caricias, hacen que mis pezones se pongan más duros y enrojezcan. Paso mi mano por su pelo mientras le miro inclinarse y lamer mis pezones. Lame uno y luego lo sorbe apretando mi otra teta con la mano. Le agarro más fuerte del pelo sin dejar de mirarle. Por un segundo, me hace pensar en un niño pequeño mamando de los pechos de su madre, pero cuando abre los ojos y me mira, dirigiéndose a mi otra teta, la imagen se borra de mi mente. Es un hombre hambriento de mí. Me observa mientras me muerde el pezón y le tiro levemente del pelo. Sus dientes estrujan un poco mi pezón, sin hacerme daño, y después lo rodea con sus labios y lo lame dentro de su boca. Ondas de placer recorren mi cuerpo desde el pezón hasta mi vagina. Se me escapa un gemido y cierro los ojos.

El agua cae sobre mi cara cuando levanto la cabeza. La siento más fría contra mi piel ardiente. Él continúa ocupándose de mis pechos. Los aprieta, los masajea con los dedos y cuando no los tiene en la boca, besa y muerde mi cuello.

Suelto su pelo y le abrazo. Quiero sentir su piel contra la mía. Su polla roza mi vientre. Dudo que esté tan cachondo como yo. Él ya se ha corrido, pero yo todavía me muero de ganas por que me la meta. Sin embargo, está muy muy dura.

Noto como mete las manos bajo el sostén y lo sube más. Levanto las manos abriendo los ojos. Le veo lanzar el sostén empapado al lavabo, donde cae con un sonoro chof. Tardará siglos en secarse, pienso absurdamente.

Él rodea mi cara con sus manos y me besa, un beso ansioso, insaciable. Devora mis labios, los muerde un poquito demasiado fuerte y yo gimo. Sus manos se deslizan por mi cuerpo, recorren mi cuello, se detienen en mis tetas. Aprieta mis pezones duros y sensibles con los dedos y sigue descendiendo hasta agarrarme de la cintura. Entonces para de besarme y me empuja a un lado, girándome, de frente contra la pared. Apoyo mis manos en los azulejos. Están resbaladizos y helados en comparación con el calor que desprende mi cuerpo. Él se apoya contra mí. Mis pechos se aplastan contra la pared, su polla presiona contra mi culo. Me siento atrapada y eso me excita.

Restriega su polla contra mis nalgas, provocándome más, pero yo apenas me puedo mover.

Siento como aparta a un lado la tira de mi tanga y como mueve su polla, buscando mi vagina, metiéndola ente mis nalgas, hurgando entre mis piernas. Alzo un poco el culo y su pene se desliza dentro de mí. Ambos empujamos a la vez, yo hacía él, él contra mí, y su polla me penetra profundamente arrancándome un gemido. Siento mi vagina dilatada al ser invadida tan bruscamente. Me duele un poco pero es más fuerte el placer que me produce.

Él se retira un poco y me embiste. Mi gemido se convierte en un chillido cuando me aplasta con rudeza contra la pared.

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Comienza a follarme, al principio despacio pero penetrándome profundamente, apoyándose con todo su cuerpo contra mí. Va aumentando el ritmo y mis gemidos suben de tono. Mis pezones, arrugados por el frio de los azulejos, se ponen de nuevo erectos. Mis tetas, aplastadas contra la pared, comienzan a calentarla.

Él me muerde el hombro y después el cuello. Sus dientes se clavan en mi piel, en ocasiones dolorosamente. Pero nada de eso me importa, solo quiero que no pare de follarme.

Muevo el culo, usando su polla para darme placer, penetrándome fuerte. Él se detiene dejando que yo me mueva a mi gusto, que me folle yo solita, que le utilice.

Cuando empiezo a jadear, él me agarra de la cintura y arremete contra mí con potencia, penetrándome muy duro, aplastándome más contra la pared.

Chillo, sintiendo su pene en lo más profundo de mi vagina, pero él sigue haciendo fuerza, intentando introducirla más y más hondo. Me duele. Siento que ha llegado al fondo de mi vagina, que mi coño no da más de sí, pero él se mantiene empujando durante unos segundos más. Después la saca completamente. Siento mi vagina vacía, dilatada, un poco dolorida, pero estoy deseando más. La quiero dentro otra vez.

Me rodea con un brazo y me separa de la pared. Damos un paso atrás y me obliga a inclinarme. Apoyo mis manos en la pared. Esta nueva zona está helada. El agua de la ducha cae sobre mi espalda, refrescándomela.

Siento su mano descender por mi cuerpo hasta mi entrepierna. Comienza a jugar con mi clítoris. Lo presiona con los dedos, lo acaricia con rapidez. Las piernas empiezan a temblarme, pero él me sostiene con la otra mano cruzándome mi estómago y agarrando una de mis tetas firmemente.

Vuelve a penetrarme metiéndola toda de golpe y empieza a moverse con brío sin parar de acariciarme el clítoris. Pronto, sus jadeos acompañan a mis gemidos. Gruñe de vez en cuando, penetrándome con fuerza. Entre sus caricias y sus embestidas, un orgasmo se aproxima de manera imparable. Mis gemidos se convierten en súplicas. Quiero más, más duro, más profundo.

Me estruja la teta y después se concentra en la otra mano, frotando mi clítoris con intensidad. Sus caricias me llevan a un orgasmo. Chillo cuando me corro, mientras él sigue follándome y los músculos de mis piernas tiemblan sin que yo lo pueda evitar. Apoya sus manos encima las mías sobre la pared, nuestros dedos se entrelazan, y me embiste hasta el fondo un par de veces antes de correrse dentro de mí.

Apoyo la frente en los fríos azulejos, todavía estremeciéndome.

El orgasmo ha sido increíble.

— ¿Qué tal? —pregunta. Su voz suena casi serena. Casi. Le noto la respiración un poco acelerada. Y no es para menos. Se ha corrido dos veces en menos de 10 minutos. No está nada mal.

—Genial —me giro a mirarle. El pelo apelmazado le cae sobre la frente. Paso a su lado, salgo de la bañera y me quito el tanga y las ligas. Las dejo en el lavabo y vuelvo a meterme en la ducha. Él ya tiene una de esas esponjas del hotel en la mano. Le paso el pequeño bote de gel, también con el logo del hotel. 

—Entonces, ¿es la primera vez que quedas con alguien por internet para esto? —me pregunta mientras me acerco a él para meterme bajo el agua. Estoy empapada y me estaba quedando helada.

—Sí, y no ha estado nada mal —sonrío, sintiéndome más cómoda con él. Ya no me intimida como cuando le vi por primera vez.

Hace un gesto para que me gire. Pasa la esponja por mis hombros, por mi espalda, por entre mis nalgas.

— ¿Y que tal como primera experiencia?

—Intensa —me rio y me doy la vuelta. El pasa la esponja por mis hombros, donde tengo varias marcas rojas de sus mordiscos. Imagino que mi cuello debe estar igual. Continúa por mis pechos y mi estómago, por mi vientre, bajando hasta mi vagina. Me aparto al notar la aspereza de la esponja rozando mi clítoris. Está demasiado sensible después del orgasmo y cualquier contacto ya me molesta.

Me entrega la esponja y repito el proceso por su cuerpo. La paso por su pene, ya totalmente flácido, y por sus huevos, recordando cómo me los comí antes.

Recuerdo lo nerviosa que estaba cuando le conocí mientras conversamos, sentados en el sofá. Envueltos cada uno en un albornoz, me cuenta que esta es la octava vez que queda con alguien de internet a quien apenas conoce. Esperamos charlando a que mi ropa se seque. No le importa que nos vayamos juntos de este hotel, aunque no me dice si tiene o no familia. Yo tampoco le cuento demasiado de mí. Ninguno mencionamos nuestros verdaderos nombres. Tampoco hablamos de volver a quedar.

Cuando mi ropa está seca, la meto en mi mochila y me visto. Salgo del dormitorio. Él ya me está esperando en la puerta, al final del pasillo.

— ¿Vamos?

Echo un último vistazo a mi espalda para cerciorarme de que no se me olvida nada. Veo el condón abandonado sobre la cama. Ninguno de los dos nos hemos acordado de él y no voy a ser yo la que vuelva a buscarlo.

—Sí —le sonrió y él me devuelve la sonrisa. Hace menos de una hora ha estado follándome. Ahora, caminando a mi lado a través del hall del hotel, parece un padre con su hija. Él, vestido de traje y yo tan informal con mi camiseta de Batman. Además, me quité el maquillaje al salir de la ducha. No me gusta ir con la cara llena de potingues, me siento más cómoda al natural.

Nos despedimos en la puerta y nos vamos cada uno en una dirección sin mirar atrás.