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Él me hace perder el norte

en Confesiones

Hola, me llamo Irene, tengo 22 años y he quedado con un hombre por internet para follar. En el relato anterior, nos conocimos y me folló en el suelo. Puedes leerlo aquí: https://todorelatos.com/relato/150446/

En este relato, vamos a por el segundo asalto.

Hombredelsur no solo sabía follar bien, sino que también era un personaje bastante curioso. Viéndole nadie lo diría. No vestía de manera extravagante ni se comportaba como un artista, proclamándolo a los cuatro vientos. Solo después de que le pregunté a qué se dedicaba me confesó que tenía un taller de marionetas y que también realizaba espectáculos con ellas. ¿Quién me iba a decir que todavía existían oficios así?

Después de conocer ese dato sobre él, comencé a verle con otros ojos. Hombredelsur parecía una persona detallista, no solo porque hubiera buscado el restaurante al que deseaba llevarme, y en el que estamos, con antelación, durante su largo viaje en autobús. Cuando yo hablaba, él no dejaba de mirarme, atento a cualquier gesto que hiciera. Al principio pensé que era un maniático, pero no era tiquismiquis con la comida, ni con el orden de los cubiertos, ni tenía ninguna rareza que yo pudiera advertir solo habiendo comido con él una vez. Entonces asumí que solo era una persona detallista y observadora. Quizá usaba esa capacidad de observación para crear sus marionetas.

Estamos llegando al hotel de nuevo, después de dar un breve paseo por el centro de mi ciudad. Le enseñé los lugares más importantes y uno de mis lugares favoritos: un antiguo templo egipcio. Las vistas son preciosas desde el monte en el que se encuentra. Tomó un par de fotos, no le pregunté si para él mismo o para alguna otra persona. En ninguna salía yo. Le llevé a un parque cercano bastante íntimo y allí, por fin, pude volver a besarle, lejos de miradas curiosas. No tarde en volver a ponerle cachondo y, al ver el paquete se le marcaba en los vaqueros, sugerí que volviéramos al hotel. Además, seré sincera, yo también estaba bastante cachonda y ya me había aburrido de interpretar mi papel de guía.

No me di cuenta del calor que hacía en la calle hasta que entramos en el hotel. El aire acondicionado hace que la piel de los brazos se me ponga de gallina. Él no me toca hasta que nos subimos al ascensor, donde pone las manos sobre mi culo por encima del pantalón. Creo que quiere darme un azote pero no se te atreve. Aprieto su entrepierna provocadoramente. Vuelve a tener la polla dura. Una imagen cruza mi mente: yo, sacándole la polla del pantalón y chupándosela en el ascensor. Las puertas se abren y esa breve fantasía cae en el olvido.

Ya en nuestra habitación, nos dirigimos directamente al dormitorio. Vamos a estrenar la cama. Yo estoy ansiosa por empezar, porque me vuelva a comer el coño como antes. Me pongo más cachonda solo de recordarlo.

Él se sienta al borde de la cama y me coge de las caderas. Mirándome a los ojos me pregunta:

— ¿Te desnudarías para mí?

Yo los movimientos sexys de una bailarina de striptease no los domino, pero decido intentarlo…

En resumen… creo que mi cutre striptease quedará grabado en su mente como un espectáculo memorable, más por mi torpeza que por mi sensualidad. Incluso se rio cuando perdí el equilibrio bajándome los pantalones.

Quitarme la camiseta es mucho más sencillo. La cojo por el borde inferior y levanto los brazos. Se me marcan las costillas cuando me la paso por la cabeza. Siento su mirada sobre mis pechos antes de que nuestros ojos se encuentren. Todavía llevo mi sujetador negro, que me sienta muy sexy aunque no sea de esos que realzan los pechos.

—¿Me ayudas a quitármelo? —le pregunto, con un tonillo levemente provocador en la voz. Veo el deseo centellear en sus ojos. Quiere agarrarme las tetas y estrujarlas. Me doy la vuelta y siento sus dedos rozar mi espalda. Abre el cierre de mi sujetador y dejo que caiga por mis brazos hasta el suelo.

Solo llevo puestas las bragas y después de mi perdida de equilibrio de antes no me veo capaz de quitármelas de forma sexy sin hacer un ridículo espantoso. Pero no necesito preocuparte por eso. Él, sentado en la cama de nuevo, baja las bragas por mis piernas y acerca su cara a mi coño. Aparto la mirada avergonzada, sabiendo lo que va a hacer a continuación. Noto su lengua lamer mi afeitado monte de Venus. Aparta con los dedos los labios de mi vagina y me lame el clítoris. Pasa la punta de su lengua por el, humedeciéndolo. El resto de mi vagina también se humedece con sus lametones. Mi cuerpo se estremece cuando lo atrapa entre sus labios y apoyo mis manos en sus hombros para sostenerme. Lo está haciendo de nuevo, poniéndome perrísima con su lengua.

Acaricia mi clítoris con el pulgar mientras ladea la cara y desciende, abriendo los labios de mi vagina con su lengua. Con la otra mano me obliga a separar más las piernas y entonces siento la punta de su lengua introduciéndose en mi interior, degustando el sabor de mi coñito. Un gemido escapa de mis labios. Su pulgar no para de torturar mi clítoris mientras su lengua rodea la entrada de mi coño, ya empapado, y vuelve a introducirse en el.

Después de un rato, cuando ya me están temblando las piernas con cada lametón, se detiene y se levanta para besarme. Sus labios están húmedos de mis fluidos y tienen un ligero regusto salado. Me saboreo al lamérselos. Mientras le beso, él baja una mano y me agarra del coño. Acaricia otra vez mi clítoris, pero en esta ocasión tantea la entrada con un dedo. Lo introduce demasiado bruscamente y no puedo evitar morderle el labio. Gimo, sin dejar de besarle. Él saca el dedo y ahora siento dos abriendo mis labios, invadiéndome, llenando, dilatando el interior de mi vagina. Los mueve lento, aumentando el ritmo poco a poco. Su mano hace un ruido obsceno en mi entrepierna. Saca los dedos. Estoy temblorosa, acalorada y deseando más. Le abrazo, buscando un punto de apoyo, y entonces me penetra haciéndome gritar. Tres dedos abren mi coño y se meten profundamente en él. Me duele un poco, pero es un dolor que puedo soportar. Le muerdo el cuello, gimiendo con mis dientes clavándose en su piel mientras sus dedos amplían mi coño. Los saca muy despacio. Suspiro y echo la cabeza hacia atrás. Un brazo suyo me rodea la espalda, sujetándome, apretándome más contra él. Siento de repente su erección, caliente contra mi coño a través de la tela del pantalón. Oh… Le voy a hacer la mamada de su vida por lo que me ha hecho ahora… Pero de momento me conformo con lamer sus dedos, empapados de mis fluidos. Los acerca a mis labios y yo los lamo, primero sacando la lengua y luego, cuando los introduce en mi boca, chupándolos como si fueran su polla, lo que siento que le pone más cachondo por como presiona su polla contra mí.

—Te quiero follar —me susurra al oído, dejándome sin aliento.

Yo sí que le quiero follar. Pero no se lo digo.

Me coge en brazos y me deja caer en la cama con suavidad. Me masturbo mientras se desnuda apresuradamente. Le miro avanzar hacia mí. Su pecho es delgado. El poco vello que tiene, negro, destaca contra su pálida piel. Bajo hasta su pene que mira al techo, completamente tieso y venoso. Otra deliciosa polla depilada. Quiero follármela… Y entonces decido que quiero montarle hasta reventarle la polla, que quiero botar sobre él hasta que se corra, por lo bien que me ha comido el coño.

Me echo a un lado, dejándole hueco para que se tumbe. Se recuesta a mi lado en la cama, supongo que esperando que le haga una mamada. Sin embargo, lo que hago subirme a horcajadas sobre él. Me siento, con su polla entre los labios de mi vagina, apenas asomando la punta entre ellos porque es demasiado larga para que la abarque toda. Me restriego contra su polla, recorriéndola a lo largo. Él me agarra de las nalgas moviéndome con brío hacia delante y hacia atrás, empapando su polla con mis fluidos mientras me frota contra ella. Le miro mientras él observa como su pene se esconde y se asoma entre los labios de mi vagina.

Me suelto de sus manos cuando me levanto para agarrar su polla. Froto la punta contra mi vagina, dirigiéndome a la entrada. Paso su glande por mi agujerito, abierto por sus dedos, juguetonamente, pero él no deja que me divierta mucho y alza las caderas, penetrándome. Me coge de la cintura y me obliga a bajar, empalándome, sentándome completamente contra su polla. Siento un dolor sordo en el fondo de mi coño, donde su polla se ha clavado. Gimo y él me deja levantarme unos centímetros… Solo para que yo vuelva a caer sobre su polla. Él jadea y aprieta mis caderas y yo comienzo a moverme sobre su polla, dado cortos saltitos pero metiéndomela entera. Ya no me duele. Mis pechos se bambolean frente a su cara con cada movimiento. Me inclino un poco hacia atrás, sobre sus piernas, colocándome en cuclillas con los pies y las manos apoyados en la cama, a ambos lados de su cuerpo, y la espalda un poco arqueada. Contemplamos el tronco de su polla clavado en mi vagina, abierta, dilata y chorreante. Muevo mis caderas con un movimiento ondulante, lento, introduciendo su pene y volviéndolo a sacar. Ambos miramos como me follo su polla hasta que él comienza a acariciar mi clítoris y me acerco peligrosamente al orgasmo.

Se lame los dedos y lo acaricia con más intensidad, haciéndome gemir. Me incorporo un poco para poder brincar más cómodamente sobre su polla. Sentada en cuclillas, con su pene profundamente alojado dentro de mí, saltando mientras mis tetas botan y con sus dedos frotando mi clítoris, me corro mirándole a los ojos y gimiendo que por favor no pare.

Él me sujeta mientras yo tiemblo, cerrando los ojos y disfrutando de las corrientes de placer que recorren los tensos músculos de mi cuerpo. Cuando los espasmos se detienen, me empuja hasta tumbarme de espaldas entre sus piernas y, colocándose sobre mí, atrae mi cintura hacia su cuerpo hasta empalarme del todo con polla. Chillo. Mi vagina está sensible, pero el comienza a follarme duro, aferrándose a mis caderas y golpeándome contra su cuerpo. Veo como mi coño, rojo, recibe sus embestidas, como su polla se hunde en él, saliendo empapada. Arremete contra mí un par de veces, follandome sin compasión mientras grito, apunto de correrme de nuevo ante semejante follada.

Él me penetra hasta el fondo varias veces. El dolor vuelve a estar ahí, pero eso no evita que me corra con los ojos cerrados, chillando y agarrándome a las sábanas, clavando mis uñas en ellas, arrugándolas. Mis piernas se sacuden y su polla se sale de mi interior. Él me suelta y le escucho jadear. Algo cálido cae sobre mi vagina, salpicando mi estómago hasta mis tetas. Una gota incluso cae sobre mis labios. La lamo, jadeando, apenas la saboreo. Abro los ojos y le veo con la polla en la mano, soltando lo que le queda de semen sobre mi coño enrojecido. Me mira, terminando de exprimirse la polla sobre mí. Su semen, blanco, se desparrama por mi vagina. Yo no sé qué decir y, como siempre, huyo al baño.

Nos duchamos juntos sin tocarnos de forma lasciva, solo disfrutando de la mutua compañía. Cuando salimos de la ducha ya ha anochecido. Me ofrece la posibilidad de quedarme a pasar la noche con él, en el hotel, pero yo rechazo a la oferta. Me temo que ya no le volveré a ver.

Abandono el hotel sola y no recibo noticias suyas hasta pasadas unas semanas.

Abro su mensaje, que parpadea de manera insistente en mi móvil. Es una foto. Se ve borrosa y dudo antes de descargarla, sin saber qué podrá ser. Luego recuerdo que mi Hombredelsur, tan calmado pero al mismo tiempo salvaje, tan observador y curioso, jamás me enviaría una foto de su polla sin mi consentimiento. La descargo y no puedo evitar sonreír. Es una marioneta, como no. Sentada en una estantería de su taller, al lado de payasos, pastorcillas, y dragones, hay una joven de pelo moreno, con una camiseta de Batman (¡se acordó de que es mi favorita!) y unos pantalones cortos.

Qué tierno, pienso, borrando su número de mis contactos.