miprimita.com

La relación con mi hermana se vuelve especial (5)

en Amor filial

―Buenos días.

―Hola, Sandra... He hecho la comida, ahora te la pongo.

―Gracias.

La sonrisa con la que me miró mi hermana se fue transformando dentro de mi mente en la escena que había presenciado la noche anterior.

Pegué mi espalda al marco de su puerta, tan sorprendido e impactado que mi boca no lograba cerrarse, en sepulcral silencio.

Varias cosas eran preocupantes en esto... Primero, Sandra estaba masturbándose pensando en Judith, lo cual quería decir que mis sospechas eran totalmente acertadas, ambas habían tenido un encuentro sexual, o al menos Sandra la veía de manera sexual.

Segundo, Sandra estaba masturbándose pensando EN MÍ. EN SU PROPIO HERMANO PEQUEÑO. Quiero decir, es cierto que desde el beso que nos dimos, yo había dejado de verla al cien por cien como una hermana, además de que nunca negué su atractivo sex-appeal... Pero ella quería que yo ME LA FOLLARA. De tan solo pensarlo me explotaba el cráneo, me había vuelto la fantasía sexual de mi hermana. Eso me provocó una erección terrible, que seguramente tendría que aliviar con una paja nada más volver a mi cuarto.

Tercero, mi hermana fantaseaba con hacer un trío conmigo y Judith, y de tan solo imaginarlo me podría poner a babear cual bebé hambriento. Era la cosa más caliente que podría pasarme, sin dudas. De repente, me dieron unas ganas bárbaras de correrme pensando en eso, ahora entendía a Sandra.

―¡Hey! Que estás en la luna de Valencia...

―¿Eh? Oh... Perdón... ¿Qué decías?

―Que he mirado el canal de Youtube, ¡Y nuestra canción ha obtenido casi 20.000 visitas en un solo día!

―No me jodas... ¿Eso no es mucho para un canal primerizo?

―Pues sí, pero se ve que un influencer medio famoso ha recomendado nuestra canción en Twitter. Por supuesto le he dado rt...

―Oh, estará saltando de alegría.

Mi risotada se vió cortada por la expresión seria de Sandra.

―Pues me respondió al rt y todo, listillo. Me dijo que le había encantado nuestro trabajo.

―Joder, es de agradecer. Un empujón así no sucede todos los días.

―Tenemos que seguir con esto, aunque nunca logremos nada grande, pero hemos de seguir.

―¿Y por qué no lograríamos nada grande? Cosas más raras se han visto...

―Te imaginas... Los dos juntos tocando y cantando delante de un estadio repleto de fans enloquecidos...

―A ver, tampoco te motives. Quiero decir, soñar es gratis, pero es que tú lo que quieres es ser los próximos Guns n' Roses.

―Ay, Iván, deja la negatividad. Si nos lo curramos podemos ser lo que queramos, tenemos el talento y la creatividad, ¿Qué más nos hace falta?

―Por desgracia, hay un factor vital que no depende de nosotros: La suerte. Y esa es una auténtica incógnita, lo mismo nos puede elevar que nos puede hundir.

―Yo no creo en la suerte, simplemente hemos de insistir hasta el final, dando lo mejor de nosotros. Además, en el caso de que dependiésemos de la suerte, ¿Qué otra cosa podríamos hacer?

―Pues tienes razón. Y perdón por ser negativo, simplemente trato de ser realista, aunque a veces me paso.

Reí nerviosamente, rascándome la cabeza.

Ella me brindó una sonrisa radiante.

―No te preocupes, eres como eres.

―Cambiando de tema... ¿Qué tal estás con Judith?

―¿Con Judith? Bien... Osea... Sí, bien.

Atisbé cierto nerviosismo en su expresión facial. Aunque intentaba taparlo con una medio sonrisa, era obvio que el tema Judith le ponía tensa. Y sé que era porque habían tenido sexo, cada vez lo tenía más claro.

―Me alegra que las cosas se hayan arreglado. Estaba preocupado por vosotras.

―Tranquilo, todo está bien ahora. Y en mucha parte es gracias a ti... No me equivoqué al ponerte "mi superhéroe personal"

Ambos reímos ante el apodo tan grandilocuente que mi hermana mayor me había otorgado.

.

Me puse a pensar en aquella vez en que Sandra me dijo que no quería que tuviese folla-amigas porque le mataban los celos. Aunque no quise aceptarlo, en ese momento, ya me di cuenta de que Sandra no me veía precisamente como un hermano, aunque pensé que estaba simplemente experimentando lo mismo que yo a partir de aquel primer beso que nos dimos, gusto por lo prohibido. En su caso, pensaba que también tenía que ver aquel sentimiento de protección que experimentaba a mi lado.

No obstante, no pensé que la cosa llegase al punto en el que se masturbara pensando en mí. Como parte de un trío, sí, pero pensando en mí al fin y al cabo.

Lo cierto es que, aún con riesgo de parecer un enfermo mental escribiendo estas líneas, yo también estaba empezando a desear a Sandra de forma lujuriosa. Siempre me pareció hermosa y endemoniadamente sexy, pero algo entre ambos estaba empezando a cambiar, y creo que llegará un punto en el que será insostenible. De todos modos, esto aún estaba creciendo, las llamas de esta sensación estaban recién empezando a arder, con un volumen mínimo, así que de nada servía darle vueltas. Al fin y al cabo, quizás para ella solo era una pequeña fantasía incestuosa que se montaba en su cabeza de vez en cuando, nada más allá de un morbillo intrascendente, pero sería incapaz de cruzar la barrera en la vida real.

.

Los próximos 6 meses pasaron sin muchas más anécdotas, y poco a poco fui dejando atrás lo que vi en la habitación de Sandra, aunque nunca lo olvidé. Nuestra relación iba mejorando poco a poco hacia una relación más de amistad que de hermandad, aunque seguíamos aconsejándonos y protegiéndonos como hermanos.

No mentiré, hubo alguna que otra escapada esporádica con Melissa, pero nada serio con ella. Seguíamos siendo muy buenos amigos, y echábamos algún polvete de vez en cuando, pero nada de encoñamientos. De hecho, ella fue la primera en decir que no quería estar conmigo en una relación seria, que estaba super cómoda y a gusto conmigo follando de vez en cuando y tratándonos como los profundos colegas que éramos el resto del tiempo.

A Judith hacía tiempo que no la veía, aunque seguíamos hablando seguido por Whatsapp. Sinceramente, creo que Sandra y ella seguían follando muy a menudo, sobretodo porque mi hermana se pasaba muchas noches fuera de casa, con excusas por doquier. No hacía falta ser Schrödinger para adivinar a donde iba, sobretodo después de la escenita en su cuarto que vi con mi propios ojos.

Y bueno, también sucedió algo bastante increíble, el canal de Youtube que creamos mi hermana y yo empezó a ganar repercusión en cuestión de meses, con un fervor casi sobrehumano. Tras estos seis meses ya teníamos cerca de los cuatrocientos mil suscriptores, y nos pasábamos todo nuestro tiempo libre componiendo música para el canal. Ya habíamos tocado en algún que otro bar e incluso salita de conciertos, aunque todo a pequeña escala. Parecía que todo iba viento en popa en este sentido, pero lo cierto es que iba a estarlo aún más.

.

Un día de verano cualquiera, mi hermana volvió de sus últimas prácticas del año con actitud especialmente boyante. Parecía un mejillón en su salsa escabeche, se sentía anímicamente en su hogar.

―¿Qué te pasa, Sandra? Te preguntaría si estás tan feliz por haber sacado un 10 en tus prácticas, pero como la "doña perfecta" siempre lo saca...

Ella río por lo bajo, haciendo de cómplice de mi jocosidad.

-Qué tonto eres, Iván... No es eso, es que tengo una noticia que vas a flipar...

―¿Ah, sí? ¿Te ha ojeado alguna empresa puntera de biomedicina? ¿Vas a ganar un premio Nobel?

―Que no, tontito... Que esto nos atañe a los dos.

―¿A los dos?

―Iván... ¡Nos han invitado a "Night Late Club" para tocar y hablar de nuestra música!

―¿"Night Late Club"? ¿El programa de Late Show más visto de todo el país, tanto en televisión como en Internet? ¡Pero si veo todas sus entrevistas! Debes estar vacilándome...

Sandra me alargó la carta certificada con el sello oficial del programa y la leí detenidamente. Era cierto, íbamos a tocar en "Night Late Club" en dos semanas. De solo pensarlo el corazón me latía como loco. Es cierto que el sueño de Guns n' Roses que tuvo Sandra aún estaba más que lejos, pero si lo hacíamos bien, esto significaría un antes y un después en nuestra ínfima carrera.

―Sandra... Esto... Creo que es lo más grande que me ha sucedido nunca hasta hoy...

―Lo sé. Parece una broma. Quiero contárselo a todo el mundo, quiero que todos oigan lo que hemos logrado.

―Sé como te sientes, pero creo que lo mejor sería ensayar como locos durante estas dos semanas.

―Eso es cierto... Pero es que además, en la carta pone que la sede del programa está en la capital. Nos iremos de viaje hasta allí, y nos pagarán el hotel. Es como si fuésemos estrellas de la música.

―Es demasiado bueno para ser cierto, me has dado la alegría de mi vida, Sandra.

―Tu felicidad me alegra aún más. Que algo tan personal, que nos une tanto a mí y a ti, pueda ser disfrutado por tanta gente y que nos recompensen por ello es como vivir en un musical.

―Ya sabes lo mucho que significa nuestra música para mí, Sandra. Y que tengamos la oportunidad de hacer algo grande con ella, es como un sueño.

Podíamos disfrutar del hotel desde tres días antes del día del espectáculo, así que durante los días que teníamos disponibles, ensayamos como enfermos mentales. No hacíamos otra cosa que cantar y tocar la guitarra, estábamos realmente emocionados.

.

Después de aprovechar el tiempo al máximo, llegó el día de ir al hotel y relejarnos.

Bajamos del Taxi y, ahí estábamos, en frente de un hotel de cuatro estrellas con el equipaje justo para esos cuatro días que íbamos a pasar en ese gran hito de la hostelería (tres días de disfrute y Relax, y el cuarto día para dormir cuando acabara del programa, que empezaría a las diez de la noche).

―Aquí estamos.

―Aún no me lo acabo de creer, Iván.

―Lo sé, pero está pasando.

Avanzamos hasta recepción y nos dieron las llaves de las habitaciones. Eran contiguas, la 589 y la 590.

Subimos a la quinta planta del hotel y ordenamos la poca ropa y equipaje que teníamos.

Mi hermana acabó antes, y se coló en mi cuarto, tumbándose en mi cama. Yo estaba acabando de ordenar mi ropa en el armario, mientras conversaba con ella.

―Me gustaría que cantáramos una playlist de 12 o 13 canciones...

―Ya, Sandra. Pero solo podemos cantar dos. Es un programa de televisión, quieren sobretodo entrevistarnos.

―Ya... Pero te imaginas, Iván... Un concierto en condiciones, en el que toquemos un montón de canciones... Un montón de gente coreando nuestros nombres...

―Ya vuelves a soñar despierta, Srta. Axl Rose.

―Ay, que tonto eres, Iván...

Los dos nos pusimos a reír.

Cuando terminé de ordenar todo, me senté en mi cama, mirando a mi hermana, la cual seguía tumbada.

―¿Vamos a la piscina un rato?

―Sí, por favor. Que ya se nota el calor.

―Pues me cambio y te espero abajo.

―¿Quién te dice que terminarás antes que yo?

―Sandra, tú te sueles recrear cuando te vistes, yo me voy a poner el bañador y ya está.

―¿Que me recreo mucho cuando me viste? Si que te fijas tú en tu hermanita...

Su risilla me hizo sonreír pícaramente.

―Bueno, al menos a mí no me matan los celos...

Sandra cambió su expresión, y adoptó una postura cabizbaja, decaída.

―Eh... Perdón... Sandra... Que era una broma, no te pongas así...

Le toqué el hombro en señal amistosa, y empezó a reírse a carcajada limpia.

―Que pringado eres... ¿En serio pensaba que me había afectado tu bromita sobre lo que dije ese día?

―Joder, Sandra. Eres muy idiota...

Acabamos riendo ambos de nuevo. Nuestra relación fraternal daba la impresión de que estaba más fuerte que nunca.

.

Llevaba ya diez minutos esperando a Sandra en la recepción del hotel. Después dice que ella no se recrea.

Sin más dilación, apareció mi hermana saliendo del ascensor. Cuando la vi, sentí como si mis pupilas se dilataran, en busca de no perderse ni un solo rayo de luz reflejado en ese cuerpo de absoluto escándalo, cubierto por un sexy bikini color azul turquesa que hacía juego con su melena rubia y por la toalla que llevaba en uno de sus hombros. Los dos guiris que habían bajado con ella en el ascensor se escabulleron rápido, no sin antes brindarle un repaso visual. La verdad, no podía culparles. Estaba más buena que el queso, como se suele decir coloquialmente.

―Joder, Sandra...

―¿Qué pasa?

―No, nada... Que estás hermosa...

Ella se sonrojó levemente y sonrió con expresión de superioridad.

―Pues claro, siempre lo estoy.

―Bueno, tampoco te pases.

―Si hasta mi hermanito pequeño me elogia será que es verdad, no me paso.

Diciendo eso me revolvió el pelo, como hacía de vez en cuando (cuando no estaba ocupada en odiarme) en mi infancia.

―¡Qué no tengo 10 años, Sandra!

―¡Uy! ¡Que el enano está pataleando!

―Sandra...

―Venga, anda, vamos a la piscina.

.

Estuvimos durante unas dos horas en la piscina de la masivamente ocupada piscina.

Estar al lado de Sandra era estar bajo constantes miradas, sobretodo de envidia masculina (e incluso femenina). Pensándolo bien, deberíamos lucir como una pareja desde fuera, la diferencia de edad no era tan notable, aunque la diferencia de físico sí. La gente tenía cara de "como ese chico del montón está con esa diosa del Olimpo", pero la verdad es que no me importaba, podría llegar a acostumbrarme.

Estábamos ambos tumbados en hamacas contiguas, disfrutando un poco del fresquito presente al haber salido del agua hace muy poco, cuando se nos acercó uno de los empleados del chiringuito del hotel.

―¿Habéis visto el cartel de la entrada? ¿Unos Daiquiris para la parejita?

―¿Eh? Verá, yo no soy...

Hablaba con una mezcla explosiva entre nerviosismo, vergüenza y gracia por el hecho de que acababan de confundir del todo la situación en la voz.

―Él no es mucho de Daiquiris, señor.― Dijo mi hermana, rodeando mi cuello con sus brazos desde atrás, y aplastando sus pechos en mi espalda de forma peligrosamente erótica. ―¿Qué tal si me trae a mí uno y a mi chico un Mojito?

Dicho eso, me besó en la mejilla, embriagándome con su fragancia. Por el calor en mis mejillas podía deducir mi ferviente sonrojo.

―Eso está hecho, señorita. Hacen ustedes una excelente pareja, ¿Les apetecen también unas aceitunas? entra dentro de la propuesta del cartel, por supuesto.

Mi hermana asintió, y cuando el encargado se fue, volvió a su posición inicial en la hamaca. Yo seguía rojo cual tomate maduro.

―¿Estás bien?

―Sandra, ¿Por qué?

―¿Por qué que?

―¿Por qué nos acabamos de hacer pasar por novios?

―Ay, Iván, que tontito eres... Verás, en la puerta de entrada a la piscina había un cartel en el que ponía que le daban dos Daiquiris gratis a las parejas que entraran a la piscina... Y dos daiquiris, son dos diaquiris. He tenido que pasarme por tu novia para pedirle que te cambiase el Daiquiri por un Mojito, porque sé que los Daiquiris no te molan...

―Ah, vale... Si es eso, vale...

―¿No me digas que te estabas imaginando de verdad que era tu novia?― Empezó a reír sonoramente. ―Tío, córtate, que soy tu hermana.

―No es eso, es solo que... Yo que sé, déjalo.

Me dieron ganas de soltar "Yo al menos no me toco pensando en ti", pero se me bajó rápido el subidón de rabia. Además, era mentira.

.

Los tres días pasaron antes de lo que pudiéramos darnos cuenta, y la noche de antes del espectáculo llegó. Yo comí y cene lo más ligeramente posible, pero mi hermana estaba empezando a hacer cosas raras en ella: comió y cenó toneladas de comida grasosa, no se bañó a penas en la piscina, estuvo bastante callada, etc.

En mitad de esa madrugada me despertaron unos golpes a mi puerta, con a penas fuerza, y con mis ojos que se negaban a abrirse, contesté a los reclamos.

―¿Quién es?

―Soy Sandra, ¿Puedo pasar?

Me quedé unos segundos entre pensativo y aletargado, al reaccionar le dije que ahora abría la puerta.

Me levanté y le permití pasar a mi cuarto, con un sonoro bostezo.

―Y bien... ¿Que te trae por mi cuarto?

―No puedo dormir, tengo miedo y me encuentro sola.

―¿Pero tú no tenías 22 años?

―No me refiero a eso, tengo miedo por mañana, y no me puedo dormir.

―Oh, ya veo, por eso hoy has estado rarísima... ¿Acaso la gran Sandra está nerviosa?

―¿Dormimos o continuarás burlándote de mí?

―Dormimos, dormimos...

Con una pequeña risilla, le indique la cama, y nos acostamos. Yo me giré hacia uno de los lados, y cerré mis ojos en busca de dormir de nuevo. Estaba cansado, como es de esperar.

Pero entonces note todo el cuerpo de Sandra pegarse a mi espalda y sus brazos rodear mi abdomen, acción que hizo que mi corazón palpitase muy fuerte, dando un vuelco seguramente no muy sano para mi salud.

Intenté calmar mi nerviosismo, y por una vez, intentar actuar como un hermano en condiciones.

―Dime, ¿Qué te pasa?

―Ya te lo he dicho, tengo mucho miedo por mañana. No quiero cagarla, es un día muy importante.

―No la cagarás, Sandra.

―¿Cómo puedes estar tan seguro?

―Eres Sandra. Siempre logras todo lo que te propones, y además sé de primera mano lo buena cantante que eres. No dudo ni un segundo de ti, y creo que tampoco deberías hacerlo.

―Gracias, pero... Joder, no soy un robot, Iván. De hecho, soy bastante insegura, como ves.

―Tú eres la primera que me dice siempre que deje de dudar, que lo vamos a conseguir. Deja que sea yo esta vez el que te lo diga.

―Pero piensa en toda la gente que decepcionaría si lo hago mal... Papá, mamá, Judith y mis otras amigas de la uni, ... Y lo que más me preocupa...―Se aferró más a mí ―Te defraudaría a ti.

Su directa preocupación en cuanto a cumplir mis expectativas consiguió volver a ponerme colorado. No sé cuantas veces iban en esos tres días.

―Mira, lo vas a hacer genial, pero si fallaras en algo jamás se me ocurriría echártelo en cara. Sé que eres humana, no te voy a pedir que seas absolutamente perfecta.

―Ya... Pero me sigue preocupando defraudarte a ti y al resto...

―Mira, Sandra.― Me giré, quedando cara a cara con ella. ―Estamos juntos en esto. Tú y yo. Es algo muy especial que los dos compartimos y queremos conservar. Las expectativas son altas, lo sé. Entonces, ¿Que tal si dejas de pensar en lo mucho que la puedes cagar, y pasas a pensar en lo mucho que puedes elevarte? Yo voy a estar a tu lado, apóyate en mí si lo necesitas. No pienses en mí como alguien al que tienes que impresionar, soy un apoyo que puedes utilizar. Hazlo, aquí estoy.

Unos gimoteos sordos pasaron a lágrimas que cayeron por los ojos de mi hermana. Al principio pensé que le había dicho algo que no debía, pero cuando me abrazó de nuevo con ahínco entendí que simplemente necesitaba soltar toda la tensión acumulada.

―Gracias, Iván. Todo el mundo cree que soy perfecta, pero yo no... No...

―No quieres serlo, lo sé.

―De alguna manera has conseguido llevarte lejos un poco de mi preocupación, te lo agradezco.

―Ahora duérmete, descansa. Eso te vendrá bien. Y no te preocupes, si estamos juntos en esto nada puede ir mal.

Dicho esto, me giré de nuevo. Entonces noté todo su cuerpo pegándose al mío otra vez.

―¿Que te pasa ahora?

―Nada. Solo quiero dormir abrazada a ti.

Sus palabras me extrañaron y me pusieron nervioso a partes iguales.

―Está bien.

.

Y asi pasó la noche, y al día siguiente, poco a poco, llegó el momento de la verdad.

Estábamos en el Back Stage del programa y notaba a Sandra extremadamente nerviosa. No era para menos, esta era nuestra oportunidad de brillar, y nuestra salida al escenario era inminente.

―Sandra.― Me miró con ojos distraídos, preocupados y al borde de temblar de miedo. No se me ocurrió otra cosa que poner mis manos en sus hombros y mirarla fijamente a los ojos, con decisión. ―Lo vamos a hacer. Vamos a encender la luz que nos hará brillar.

No sé si fueron imaginaciones mías, pero noté como sus hombros de destensaron significativamente, y me miró con una sonrisa de oreja a oreja, con ojos repentinamente decisivos.

―Brillemos, Iván.

Nos llamaron a plató y entramos en total silencio. Poco duró, ya que todo el público estalló en aplausos. Todos eran personas más o menos de nuestra edad, e incluso pude divisar entre el público un cartel blanco en el que ponía "Os queremos Iván y Sandra" sostenido por dos chicas de más o menos 16-17 años.

El poder ver a tus fans cara a cara por primera vez, el entender que ahí están, el comprender lo mucho que significa lo que haces para alguna gente... Es algo que no tiene precio, es una sensación fuera de este mundo. Además yo ni siquiera lograba comprender muy bien que estaba pasando, habíamos crecido en Internet extremadamente rápido, y hasta un punto en el que estábamos en televisión y teníamos fans. Era una locura, algo difícil de creer y asimilar.

Antes de tocar la primera cuerda de la guitarra en frente de todo ese arsenal de cámaras y fans, me paré un segundo a observar el panorama. Mi hermana se encontraba sentada en un pequeño taburete de forma modernista, con los ojos cerrados y concentrándose al máximo. No es que yo no tuviese dudas, pero Sandra y yo éramos solo uno cuando tocábamos, y esas dudas quedaban acalladas por, aunque suene muy cursi, una pasión incontenible por lo que hacíamos.

Sin dudarlo más, comencé a tocar, y empezó la magia.

Durante los aproximadamente siete minutos que estuvimos tocando dos de nuestras canciones, me sentí tan feliz que a penas podría expresarlo con palabras, un jolgorio digno de todos nuestros esfuerzos. Podía ver también en la cara de Sandra esa misma mezcla explosiva de sentimientos positivos, y eso retroalimentaba los míos.

Cuando la última nota salió de la garganta de mi hermana el público rompió en un caluroso palmeo. Todo había salido perfecto, casi costaba creerlo, habíamos conectado de forma sinérgica.

―¡Bravo! Y estos son los dos invitados de hoy, señores. Los Youtubers y músicos Iván y Sandra, que están sufriendo una súbita popularidad en Internet.

Las palabras del presentador me hicieron meditar hasta donde habíamos llegado. Nos estaban entrevistando en uno de los programas más importantes del país.

El resto del evento fue sobre ruedas, pudimos promocionar una especie de "Álbum" que íbamos a colgar en nuestro canal próximamente, y hablamos de otros temas un poco más personales, como nuestra edad, nuestra relación con la música, nuestra visión sobre YouTube, y un montón más de cosas interesantes. La realidad es que nos trataron genial, y fue una experiencia que dudo que pueda olvidar algún día.

.

Aquella noche la pasamos en el hotel. Era la última de esa gran aventura que habíamos vivido. Sandra estaba super contenta, era genial verla así.

En mitad de la madrugada volvieron a despertarme unos toques en la puerta de mi habitación. Somnoliento, fui a abrir. Obviamente, se trataba de mi hermana otra vez.

―¿Qué pasa?

―¿Puedo volver a dormir contigo?

―¿De qué tienes miedo esta vez?

―De nada―Dijo Sandra, soltando una risilla. ―Es solo que me apetece dormir contigo, ¿Te molesta?

Mi expresión facial pasó a una de incredulidad. Vale, eso si que era raro. Si había algo que nunca me esperé oír salir de los labios de mi hermana era eso.

―Em... Bueno... No, no me molesta. Pasa.

Sentados a ambos bordes de la misma cama, aún de espaldas, mi hermana empezó a hablar.

―Gracias por apoyarme. Eres un excelente compañero.

―Es lo mínimo que podía hacer. Pero, bueno... Tal y como te dije, lo has hecho genial.

―Cada vez tengo más claro que eres mi super héroe personal, siempre consigues que las cosas acaben bien.

―Qué va... Yo solo te doy un pequeño empujón, pero eres tu misma la que resuelve todo. Eres mucho mejor que yo.

―Eso no es verdad, sin ti yo no estaría aquí ahora mismo. No soy mejor que tú, cuando disfrutamos de la música no somos tú o yo, somos tú y yo.

―Eso es muy profundo― No pude evitar reír. ―Anda, durmamos.

Nos acostamos los dos mirando hacia lados diferentes, en posición casi fetal. De repente, el ambiente se tensó mucho, podía oír la respiración de Sandra y como mi corazón empezaba a latir desesperado. Mi pene empezó a despertarse... ¿Por qué ahora? ¿Qué me estaba pasando? Tragué saliva.

¿A quién quería engañar? Sabía perfectamente que me pasaba. Tenía a la chica más sexy del mundo durmiendo en mi misma cama, lo que me pasaba es que se estaba librando una lucha interna entre mis genitales y mi raciocinio. Y esta vez el "demonio en miniatura" estaba ganando claramente al "angelito". Me decía que me girara y probara del todo el cuerpazo de mi hermana, que saciara mi curiosidad por su piel, por sus curvas, por su sabor, por su voluptuosidad, por su pelo, por sus labios, por su vientre, por sus pechos, por su trasero, por su vagina, por absolutamente todo. Me pregunto que pasaría si me girara y simplemente la morreara a lo bestia, ¿Me pegaría un bofetón y dejaría de hablarme para siempre? ¿Se sorprendería? ¿Me correspondería? ¿Se pondría cachonda perdida? Dicen que la curiosidad mató al gato, y creo que esa noche "el gato" iba sin dudas a perecer.

Más, las sorpresas acababan de empezar, porque cuando me di la vuelta me encontré con los ojos de mi hermana, encendidos en lujuria animal. Cuando me vio directamente, se sonrojó levemente.

―Perdón...

―Como si tuvieras que disculparte por estar mirándome...

El silencio más jodidamente tenso del universo se apoderó de la estancia, mirando ambos los ojos del otro, intentando averiguar que demonios estábamos pensando, y porque todo había terminado así. El vacío sonoro se podría calificar incluso de sensual, pero Sandra lo rompió de manera más sexy aún.

―Iván, yo... Tengo muchas ganas...

―¿Ganas?

―He intentado controlarme, pero es que eres tan... Tú... Es culpa tuya...

―¿El qué es culpa mía?

Mi hermana entornó los ojos, con rabia ante mis palabras.

―No eres ningún imbécil, sabes perfectamente a lo que me refiero.

―No deberíamos...

―Pero tú tienes las mismas ganas mortales que yo, ¿Cierto?

―No lo sabes tú bien...

Acto seguido nos acercamos lentamente, rodeando con nuestros brazos el cuerpo contrario. Todo era tan especial, tan morboso, estábamos tan nerviosos por lo que iba a venir que casi parecíamos inexpertos.

Recorría con vergüenza y excitación la espalda de Sandra, excitándome y excitándola con cada pequeña caricia.

―No me puedo creer que me estés tocando de esta forma.

―Ni yo, Sandra. Pero ya es demasiado tarde para ir atrás...― Le hice mirarme fijamente.― Estamos condenados a arder en el infierno.― Y uní mis labios a los suyos, haciendo que nos devorásemos como quimeras que se alimentan de besos con lengua. Sentía todo el calor del Averno salir por cada poro de mi piel, mezclándose con el tacto de la enhiesta piel de la espalda de Sandra, en un vórtice que contenía lujuria, curiosidad, excitación, impaciencia y un incalculable número más de emociones no muy correctas dadas las circunstancias.

Mi hermana me quitó la camiseta tan rápido como pudo y empezó a lamer mi tórax, lo suficientemente definido como para ver el brillo del deseo en sus pupilas. Me estaba poniendo burrísimo hasta límites insospechados. Sé que lo he dicho demasiadas veces en esta historia, pero esta vez lo digo en serio, creo que ese momento fue el momento en el que más me excitado nunca en mi vida, y estaba expectante al siguiente movimiento de Sandra.

―La verdad es que ya hacía tiempo que quería hacer cosas sucias contigo, hermanito.―Me aclaró, con una sonrisa que supuraba picardía se viese como se viese. ―No sabes las veces que me he masturbado fantaseando contigo.

―En realidad si lo sé― Ella abrió significativamente los ojos, sorprendida. ―No dejes nunca la puerta entornada, hermanita.

―Oh... ¿En serio has visto como me daba placer yo sola?

―Sí... Y como gritabas mi nombre y el de tu mejor amiga mientras te corrías... Nunca hubiese imaginado que fueras tan zorra...

―Oh dios... Esto me está poniendo cachondísima. Hermanito, me siento tan desprotegida, has descubierto todos mis secretos... Y supongo...― Ella se pegó a mí, sonriendo como antes. ―Que ahora tendré que darte algo a cambio de tu silencio.

―A mí se me ocurre algo.

―Lo que quieras.

Sin dudarlo un segundo, le quité la camiseta del pijama y empecé a lamer y tocar todo su cuerpo, su vientre, sus clavículas, su sexy espalda. Quería explorarla toda, sin dejar ni un solo rincón de su intimidad sin recorrer.

―Te quiero toda. Pero sobretodo hay algo que me la pone como un diamante solo de pensarlo.

―Oh, que cerdo eres, dime que es y lo estudiaré.

―Quiero jugar con tus tetazas un buen rato. En serio, no sé como puedes mantenerlas dentro del sujetador, son una bestialidad, y no sabes como me ponen.

―¿Tanto te gustan mis tetas?― Empezó a jugar un poco con ellas, y a ponerse en posiciones lascivas guiñándome el ojo. ―Está bien, te las doy a cambio de que te pongas de rodillas y digas que mis tetas son tus diosas.

―Sandra...

―¿Te parece un precio muy caro?

Poseído por el deseo me arrodillé en la cama y le dije "Tus tetas son mis diosas". Ella empezó a reír y me dio la espalda.

―Voy a torturarte un poquito más. Quítame el sujetador bien despacito, y acerca tus manos bien despacito a mis tetitas desde atrás. Solo podrás mirarlas cuando tus dedos las toquen, ¿Te parece bien?

―Joder, Sandra. Me está matando de excitación.

―Pues claro, eres el pequeño. Eres el que tiene que excitarse más.

―¿Tan inexperto me ves?

―En un rato te lo digo.

Me puse detrás de ella, y le coloqué la melena rubia a un lado para que no me molestara al tocarla. Tenía que grabar cada sensación en mi cerebro, si es que no se me apagaba antes de como de cachondo estaba.

―Disfruta de cada toque, Iván. Está será la única "primera vez" que me toques, así que hazlo despacito, ir lento es sensual, y me encanta. Y elevar tu deseo hasta el punto en el que no puedas más será súper placentero para ti también.

―Vale, como gustes, lo haré bien lentamente.

Estaba desesperado por tocarla, mi cabeza me decía que me lanzara a sus tetas como un perro se lanza a por un hueso, pero decidí hacerle caso. Quería llevar la calentura hasta el infinito.

Besando sus clavículas con suavidad, y arrancándole algún que otro suspiro a la garganta de Sandra, fui acariciando la parte alta de su espalda, masajeándola y pasando mis ansiosos dedos por los tirantes de su sujetador.

Me centré en uno de sus hombros, y lo llené de besos, haciendo aumentar aún más la temperatura de su piel, y con suma delicadeza empecé a desplazar su tirante derecho, consiguiendo que se cayera.

Continué con su otro hombro, guardando cada roce y la fragancia embriagadora de mi hermana en lo más profundo del baúl de mi memoria, me detuve a admirar sus gemidos debidos a mis besos y caricias, y posteriormente le quité el otro tirante.

Bajé, dejando un recorrido de besos hasta el cierre de su sujetador, situado en su espalda, y lentamente se lo quité.

El sujetador cayó al suelo, cediendo ante la gravedad, y sus tetas quedaron al descubierto, aunque en mi posición no podía verlas.

―Cierra tus ojos, y acerca tus manos despacito a mis tetas desde donde estás. Hasta que no las toques, no los abras. Pero tómate tu tiempo, que me tienes cachonda como una mona y quiero estarlo aún más.

Tragando saliva y con los ojos cerrados, fui acercando mis palmas a los pechos más grandes que nunca había visto, expectante por su tacto... ¿Serían duros o estarían más bien caídos? Seguramente por el tamaño no podrían ser completamente firmes, pero debido a la edad y actividad física de Sandra quizás me sorprendieran. Tardé un rato en llegar a esos melones perfectos que me tenían infatuado, pero finalmente posé mis palmas en ellos, haciendo que Sandra dejara ir un gemido muy lascivo, y mi pene se acabase de poner tieso como una cuerda tensada por ambos lados.

Puso sus manos en las mías, y hizo que las hundiera en sus masas de carne.

― No me hagas sufrir más, cabrón. Tócamelas a lo bestia, son tuyas.

Deshaciéndome de mi última atadura, cogí a Sandra rápidamente y la puse boca arriba, y seguidamente le comí las berzas como un enfermo mental, pasando de una a otra con rapidez, dejando aquellas Sandías empapaditas de saliva.

― Que tetazas tienes, dios mío. Es que son brutales.

―Oh dios que bien me chupas los pezones, cabrón de mierda, chupa las tetitas de tu hermanita como si fuesen las últimas que fueses a chupar en tu vida.

Las agarré con ambas manos, y le chupé los dos pezones a la vez, amasándolas con frenesí sexual, empujado por mis instintos más cavernarios.

Cuando sacié mis ganas de tetas fui bajando por el vientre plano de mi hermana, dejando un camino de besos, y llegué a su sexy rajita, y abriendo sus labios con mis manos, la miré a los ojos.

―¿Quieres que tu hermanito te coma el coño?

―NECESITO que mi hermanito me coma el coño.

Sin mediar más palabra comencé el Cunnilingus, intercalando entre el interior de su vagina y su excitado clítoris, sin dejar de mirarla a los ojos. No paraba de gemir y de retorcerse, mirándome con fuego en los ojos. Mi hermana era la mujer más sexy del mundo, ninguna chica con la que había estado antes me había mirado de forma tan envolvente.

― No me puedo creer que me estés dando tanto placer, hermanito. Tendríamos que haber hecho esto hace mucho tiempo. Dios, que bueno.

Sentía en mi lengua empapada de flujos del amor como sus músculos vaginales se iban tensando, y poco a poco empezaron las pequeñas contracciones que predecían el orgasmo. Agarró mi cabeza y me la echó más hacia su vagina.

― No pares ahora, no pares ahora, cabrón, que me voy a correr... ¡NO PARES QUE TE JURO QUE TE MATO!― Sus palabras demostraban que estaba ida, loca de lujuria, al borde de venirse en la boca de su hermano pequeño. ―Oh, dios... ¡AQUÍ VIENE, IVÁN! ¡ME CORRO!

Con el escándalo que montó Sandra estoy seguro de que habíamos despertado a la mitad de clientes del hotel, pero poco me importaba en ese momento. Sentía como su vagina se contraía en mi boca, sentía como sus piernas temblaban, sentía sus gemidos de satisfacción. Nada más podía importarme, eso por descontado.

Poco a poco se fue relajando, y empezó a hiperventilar.

― Oh dios, que comida de coño. Increíble...

― Parece que no soy tan inexperto, eh...

―Serás... Ven aquí, mocoso...

Me empujó, quedando yo boca abajo, y empezó a recorrer con sus manos todo mi torso. Con maestría me quitó el pantalón y quedé en Boxers, mostrando en todo su esplendor la enorme tienda de campaña que se había formado dentro de estos.

― Voy a hacer que te corras como nunca te has corrido, niñato...

―Oh sí, hermanita, muéstrame lo que sabes hacer...

―¡Tú lo has querido!

Me quitó el calzoncillo, y mi miembro erecto quedó a su vista. Abrió la boca de sorpresa al ver las dimensiones de mi amigo.

―Dios mío, que pollón... Estoy flipando.

―No ibas a demostrarme lo experta que eres.

Sonriendo lascivamente me besó en los labios, y empezó a acariciar mi pene. Nada más pequeñas y electrizantes caricias que me hicieron echar la cabeza para atrás de placer. La sensación era maravillosa. Pasó sin ninguna prisa a acariciar mis huevos, recorriéndolos con dos dedos, y después con toda su mano entera, estrujándolos, moviéndolos, explorándolos y palpándolos.

―No me subestimes, niñato. Solo tocándote puedo hacer que reacciones así. Que cara de estar burrísimo que tienes, no puedes evitar sentirte excitado por esta hembra de primera, ¿Verdad?

―Buffff... La verdad es que no, eres perfecta y me pones como ninguna otra.

―Oh, que mono... Pero seguro que quieres más... Quiero oír como le pides a tu hermana que te haga una mamada bien cerda mirándote a los ojos.

―Por favor... Hazme una mamada que recuerde toda mi vida... Mirándome a los ojos... Hermanita...

―Buen chico.

Me abrí de piernas y Sandra empezó a lamer toda la longitud de mi virilidad, admirándola como a un monumento protegido por el patrimonio humanitario. Lo hacía con una destreza digna de una actriz porno, pero con una dulzura propia de una recién casada, una mezcla detonante la cual me arrancaba palabras sucias y gruñidos de placer.

― Que buena polla, hermanito. Me la voy a meter hasta la garganta, ¿Quieres?

―Claro.

―Pídemelo. Di: "Quiero ver como mi hermanita se atraganta con mi polla"

Tras obedecer las libidinosas órdenes de Sandra, comenzó a meter mi pene en su garganta. Le bastaron unos cuantos minutos para encajarla toda enterita en su boquita, hasta mis huevos, que hacían de tope con sus labios. Su expresión en ese instante era digna de ser tallada en piedra, tenía a mi hermana buenorra prácticamente ahogada con mi falo.

Después comenzó una de las mejores chupadas de rabo que me han hecho nunca, con un gran juego de cuello, y una destreza increíble con la lengua, que paseaba por todo mi glande.

Con su mano libre exploraba mis huevos, que debido a la posición quedaban significativamente colgando, cosa que me hacía sentir aún más los deditos juguetones de Sandra en ellos.

― Oh dios, Sandra. Si sigues así me voy a correr.

―Claro que sí, niñato. Ríndete. No tienes nada que hacer contra mí― Dijo ella, sacándose mi nabo de su boca por un corto periodo de tiempo.

―Vale. Lo reconozco, soy solo un niñato y voy a correrme debido a tu brutal técnica, Sandra.

Sentía llegar la tensión previa al orgasmo, recorriendo cada nervio, cada fibra. Llegando hasta lo más profundo de mi psique, esta cruzó hasta mi pene y liberé todo el esperma que tenía en las pelotas, hasta quedar satisfecho. Ella se relamió los labios, tragándose los restos de semen que quedaban en sus comisuras, chorreando cual leche merengada. No dejó ni una gota de mi semilla.

― Que rica leche, sabe genial.

―Joder... Qué corridón, Sandra...

―Pues esto es solo el principio, chico malo...

―Joder... Nunca más podré verte de la misma manera...

― Lo sé. Ni yo. A partir de ahora vamos a follar como conejos en celo todos los días. Con una polla de ese calibre en mi propia casa sería tonta si no me aprovechara...

― Entonces...

―¿Follamos? No tan rápido, truán. Dejémoslo por aquí hoy, incrementar la tensión sexual hará que el primer polvo que echemos nos lleve al cielo.

― Tú eres la experta. Te haré caso.

―Pero si alguna vez necesitas... Alivio... No recurras a folla-amigas...

Se apuntó a si misma, con mirada lasciva.

―¿Acaso no es mejor tener una folla-hermana?