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Inocente, dulce, joven. Follada en la piscina.

en Hetero: General

Inocente, dulce, joven. Follada en la piscina.

 

Rondaba los 22 añitos, y tenía cara de no haber roto un plato. Con su cara angelical y su tamaño reducido, resultaba bastante morbosa, al menos para alguien como yo. Desde hacía un mes trabajaba en la piscina municipal, donde yo solía ir a nadar, y parecía que le costaba entablar conversación. Era tímida.

Por motivos obvios, desde el primer día me apeteció charlar con ella, y eso hizo que me viera con otros ojos. A fin de cuentas, era el único que se acercaba a ella para charlar. Como a cualquier chica joven, a la que le guste del deporte, tenía un cuerpo fibrado, con unas curvas exquisitas, que le marcaban un culito duro y prieto y unos pechos pequeñitos, pero con los pezones erguidos.

Aquel día había partido de futbol, Barcelona - Real Madrid, pero yo opté por ir a la piscina. Imaginaba que habría poca gente, pero me sorprendió que no hubiera absolutamente nadie. Faltaban 50 minutos para cerrar, y en la piscina solo estábamos ella y yo.

- Estas solita aquí...  ¿A quién vas a vigilar hoy?

- Pues a usted, claro. - Siempre era muy correcta, y le gustaba hablarme de usted, aunque hubiera cierta complicidad entre los dos.

- Baaahhh, si tú ya sabes que yo sé nadar de sobras...

Después de 20 minutos nadando, decidí salir para ir a la piscina de chorritos.

- ¿No te vienes a la piscina, a pasar el rato?

- No puedo, debo vigilar la piscina. - Dijo esgrimiendo una sonrisa.

- Bueno, al menos vente y charlamos un rato...

Durante aquel mes había podido charlar sobre varios temas con ella, y eso me daba para saber que no tenia novio desde hacía meses, que era una chica tímida, y que aún estaba estudiando.

- ¿No vas a salir hoy?  ¿A buscar un novio que te quiera?

- Uy, no, yo no tengo suerte con los novios, nadie me quiere.

- ¿Como que no te quiere nadie?  Eso es imposible para una chica sexy y joven como tú. No tienes ningún defecto visible...

Lentamente, con detenimiento, recorrí su cuerpo con la mirada, de arriba abajo, admirando su figura. Ella se puso roja de vergüenza, pero al contrario de lo que yo pensaba, no se marchó. Le había gustado que la mirara

- Es que por lo visto no le gusto a los chicos. - Era evidente que le gustaba sentirse sexy y que se lo dijeran. Quería que yo se lo dijera.

- Imposible, no me lo creo. Una chica guapa, sexy, inteligente y simpática como tú?  ¿Y con esa carita de niña buena tan peligrosa?  A cualquier hombre le gustaría estar contigo, sin duda.

Su sonrisa delataba que le gustaba oír esas cositas y se ruborizaba. Ella continuaba fuera de la piscina, a mi lado, pero se había sentado en el borde de la piscina y tenía los pies mojándose. Estaba claro que le gustaba tontear conmigo, y que le hacía tilín la idea de meterse dentro.

- ¿De verdad crees que a cualquier hombre le gustaría estar conmigo? - me preguntó interesada.

- A mi me encantaría. Me gustan las mujeres pequeñitas, con tu figura, y con carita de niña buena. Dicen que la buena confitura se vende en botes pequeños.

Esa frase la mató. No dijo nada, se había bloqueado. Podía notar como estaba nerviosa y hasta se comenzaba a poner cachonda con la idea de jugar en la piscina.

  

- Anda, métete en la piscina conmigo.

- No puedo, lo siento. Debo vigilar el recinto.

- Ahora solo hay una persona en todo el recinto, y en teoría solo debes vigilarme a mí, verdad?

- Cierto, pero... - su nerviosismo ya era palpable, y las ganas de meterse en la piscina eran obvias.

- Pues si la única persona que debes vigilar soy yo, qué mejor sitio para vigilarme que a mi lado?

Ella miró hacia todos lados, como buscando alguna excusa que utilizar, pero allí no había nadie. Me acerqué a ella, hasta colocarme delante, y con mis dos manos comencé a acariciar sus piernas, por la parte de fuera, comenzando por los pies, y subiendo poco a poco... para luego volver a bajar.

Volvió a mirar a todos lados, pero ahora ya no buscaba una excusa. Ahora solo quería asegurarse de que no había nadie.

Yo volví a repetir la jugada, pero ahora por la parte interior de sus piernas. Con mis manos separé cuidadosamente sus piernas, y comencé a acariciarlas, subiendo con cuidado camino de su jardín... cuando llegué a él no quise ser brusco. Ella estaba muy nerviosa y no quería asustarla. Coloqué mis manos en sus muslos, y comencé a acariciar su coñito con los dos dedos gordos.

Su respiración se aceleró, y tras mirar de nuevo la piscina entera, abrió las piernas, ofreciéndome su coñito delicado y limpito. Ella continuaba sin mediar palabra, pero su corazón latía al máximo y su conejito estaba mojadito.

Con mucho mimo, aparté el bañador, para poder meter mis dedos en su orificio. Primero uno, y luego dos. Sus gemidos me dejaban claro que ya estaba cachonda y que quería guerra. Fui introduciendo mi dedo corazón en su coñito, mientras miraba fijamente a su cara.

- Mírame, preciosa. Quiero que me mires fijamente a los ojos mientras te hablo. - le susurré suavemente - Estamos tu y yo solos, en la piscina, y tú deber es prestarme atención a mí. Cuando acabe de meter mis deditos en tu coñito voy a meterte en la piscina, y como ya estarás completamente mojadita, voy a meter mi polla bien dura en tu conejo, hasta el fondo, para que sufras como una perra. ¿De acuerdo?

Ella solo pudo asentir con la cabeza. Era obvio que era la primera vez que la follaban en un lugar público. Tras unos gemidos mas, y viendo que ya estaba completamente lubricada, la agarré por las piernas y la introduje en la piscina. Ella volvió a mirar a su alrededor para asegurarse de que estábamos solos, y se dejó llevar.

No duró demasiado mi bañador puesto. Debía liberar mi polla de aquella prisión. Sin sacar la vista de mi presa, que continuaba absorta con la situación, agarré su mano y la conduje hasta mi miembro, erecto, duro.

- No te preocupes, cariño, déjate llevar. - le dije mientras clavaba mi polla hasta el fondo en su chochito. Su respiración era más intensa aún y se notaba que estaba a punto de correrse. Aquella situación era muy excitante para ella.

Con una serie de movimientos intensos, rápidos, la penetré hasta el fondo, sin miramientos. Debía pesar menos de 50 kilos, y en el agua aún pesaba menos. Agarrando con fuerza cada una de sus nalgas, la movía arriba y abajo, clavando mi duro pene en su conejito. Ella estaba a punto de llegar al éxtasis.

- Córrete, mi niña, córrete. Sé que estas a punto de hacerlo y quiero ver como llegas al orgasmo. Córrete para mí.

Esas palabras fueron como un detonante para ella. Sin dejar de mirarme, intentando no gritar mucho, pude ver en sus ojos como llegaba al orgasmo, a la vez que soltaba un gemido intenso que solo pude oír yo.

Sin dejar de bombear, ella se subió literalmente encima de mi polla, agarrándome por el cuello, a modo de caballito, para cabalgarme. Ya se había desatado, y quería rabo. Deseaba que la follara.

Aproveché que se había agarrado a mí para soltar sus nalgas. Desabroché su bikini, y aparecieron como por arte de magia dos pezones, maravillosos, al final de unos pechos pequeñitos.

- ¿De quién son estos pezoncitos, perrita mía?

Agarré esos pezones y los comencé a pellizcar mientras ella seguía cabalgando sobre mi miembro, subiendo y bajando. Cada vez que yo intensificaba mis pellizcos podía oír como mi cachorrita gemía de placer. Estaba como una moto, y quería más.

No tardó mucho en volver a estar a punto de llegar a un nuevo orgasmo, se notaba que estaba muy mojada y quería correrse otra vez, pero yo no quería que se corriera aún.

Bruscamente, saqué mi polla de su agujerito, lo que provocó que se me quedara mirando con cara de sorpresa. Fue ese el momento de pellizcarle los pezones al máximo, para que supiera quién mandaba allí. 30 segundos de intensos pellizcos que para ella se hicieron eternos. Estaba al borde del orgasmo y el dolor en sus pechitos se mezclaba con el placer del coito, disparando al máximo los sentidos.

- Date media vuelta, vigilanta. Quiero follarte por detrás.

Sin permitirle abrir la boca, la giré completamente, y la coloqué en el borde de la piscina, apoyándola allí, y dejando a mi entero disfrute su culito. No pude reprimirme y pase mi mano por su coñito, mojadito y excitado. Volví a meter mi dedo corazón hasta el fondo, en su vagina, con la simple idea de lubricar aquel dedo. Tras unos movimientos simples con la mano, saqué el dedo de su coñito, y sin decir ni pío, lo clavé en su culo, hasta el fondo.

Un grito salió de la garganta de aquel ángel, que sorprendida giró su cabeza para mirarme fijamente.

- Tranquila, preciosa... déjame hacer.

Y tal y como se lo decía, metí mi polla otra vez en su coñito. Tras una serie de embestidas, con mi pene y con el dedo, ella no fue capaz de aguantar, y una explosión de placer salió de ella en forma de gemido, profundo, largo, intenso.

Pero aquello no había acabado. Quería su culito, y ella lo sabía. Antes de que dijera nada, saqué el dedo corazón de su ano, ya dilatado, y metí la punta de mi miembro, duro completamente. Un nuevo gritito salió de su boca, pero no puso pegas. No se quejó. Me miró, y pude ver en sus ojos como me pedía que fuera cuidadoso.

- Voy a petarte el culito, mi niña. Pero voy a ser dulce, ya lo verás.

Poco a poco, mientras masajeaba sus pechos y volvía a pellizcar sus pezones, introduje mi polla hasta el fondo en el culito de aquella niña, que ya tenía el rostro completamente desencajado.

Soltando sus pechos, aproveché para agarrar con fuerza su cabello, largo y sedoso. Y así, estirando de su pelo, y bombeando con fuerza, comencé a follar su culo, clavando mi miembro una y otra vez, hasta el fondo, en su trasero.

Unos azotes me sirvieron para intensificar el placer de mi nueva perrita, agregando unas gotas de dolor al mismo. A cada embestida, mis huevos golpeaban con sus nalgas, y mi polla taladraba su culo. Yo estaba ya al borde del orgasmo cuando volví a notar como mi partenaire se corría de nuevo, presa del placer absoluto.

- Córrete, preciosa, córrete, que luego vas a tener que tomarte la leche de tu papaíto.

Cuatro o cinco embestidas más provocaron el éxtasis definitivo en mi amiguita, que ya no podía más. Sus gemidos ya no se podían ocultar, y sólo el hecho de que estábamos solos impedía que nos pillaran. Yo, a punto de correrme, saqué rápidamente mi pene del culo de la muchacha, y tras limpiarla un poquito en el agua de la piscina, volví a girar a la chiquilla para ofrecerle mi rabo, rojo, hinchado, a punto de estallar.

Coloqué mi polla sobre su boca, y tras pajearla 3 o 4 veces, un chorro de semen impactó directo en la cara de aquella preciosidad, que completamente desbocada, buscaba el capullo de mi pene, con el objetivo de chuparlo y tomarse su ración de leche. Viendo sus ansias de tragar, agarré su cabeza, con fuerza, y clavé mi polla dentro, para correrme enterito dentro.

Tras un par de minutos descansando, en los que ella se entretuvo en lamer todos y cada uno de los recovecos de mi polla, lamiendo hasta la última gota de leche, aparté con cariño su cabecita, y tras acariciarla, le dije:

- Creo que deberíamos cerrar la piscina, mi niña. Hace más de un cuarto de hora que deberíamos haber salido.

- Sí, si...

Y así acabó mi sesión de natación de aquel sábado. Ni que decir tiene que me importó una mierda como quedaran el Barcelona y el Real Madrid. Aquella noche, los goles los había metido yo. Hasta el fondo. Aquella niña, aquel ángel, dulce, inocente, y joven, me vería los próximos días en la piscina, y le sería imposible no rememorar esa tarde y ponerse cachonda...