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Raul y el turco. C2 - La decisión.

en Gays

Los sisguientes días no fui al gimnasio. Sentía una vergüenza enorme, pues era evidente que Onur me había visto oler su toalla ¿qué pensaría de mi aquel hombre? ¿le habría contado algo a mi primo? No paraba de hacerme preguntas, planteándome lo lejos que me había dejado llevar. Tres días después no pude más con las dudas y decidí volver para saber, para bien o para mal, si aquel hombre le había contado mi secreto a mi primo; eso sí, a la hora a la que sabía que no estaría Onur.

Entré y mi primo me recibió como siempre, preguntándome el motivo de la ausencia, que yo excusé en una enfermedad. Aparentemente no lo sabía, y pensándolo más friamente, era evidente que no se lo habría contado, pues hubiera resultado una situación violenta. Me cambié, cogí mi hoja de rutina, que mi rpimo había rellenado ún más en compensación por las faltas, y me puse a trabajar. En cierto modo todo era un alivio.

Pero entonces entró.

Onur cruzó la puerta y mi alma se cayó al suelo. Saludó a todos, como siempre hacía, y se dirigió a mi,

- Buenas Raul, cuánto tiempo -afirmó sonriendo- qué te pasó estos días?

- He estado... enfermo -titubeé sin poder mirarlo.

- Ya, se te nota en la voz -respondió- luego si me recuerdas te puedo recomenadar un buen descongestivo nasal jajaja

Me puse rojo. Era evidente que me estaba intentano poner nervioso. Se fue a cambiar, y yo procuré concentrarme en mi rutina. No obtante aquel día había traido una camiseta de tirantes que se le marcaba todo y se apreciaban sus enormes brazos.

- Raul -me llamó- estás haciendo mal ese levantamiento.

De repente se pudo detrás de mi, rodeándome con su cuerpo. Me agarró los brazos y guió el levantamiento de mancuernas. Notaba lo grande que era y como cada vez que levantaba conmigo los brazos, sus axilas exhudaban ese olor increíble. Me dejé llevar, hasta que volví del enseño y me esmeré en hacerlo bien. El resto del tiempo, Onur me habló a menudo y siempre soltando puyas respecto a lo de la toalla. Llegó un momento en el que me solté y me dejé picar, agradecía que normalizara aquel asunto y le quitara plomo.

Llegó la hora de marchar y fui a cambiarme. Me duché tranquilamente, sabiendo que lo peor había pasado, y planteándome centrarme más en el entrenamiento. Al salir de la sucha con la toalla puesta, Onur entraba. De golpe me sentí de nuevo vulnerable, era impresionante lo que aquel hombre hacía en mi. Caminé hacia mi taquilla pasando a su lado. Estábamos sólos y era evidente que me miraba.

- Raul -dijo tranquilamente- ¿qué te pasa, hombre?

Me quedé callado un momento, pensando que no había escapatoria.

- Pe-perdona...

- ¿por qué? -preguntó.

- Por lo del otro día, ya sabes...

- ¿qué debo saber? -la sonrisa apareció en su cara.

No supe qué responder, simplemente me quedémirándole mientras empezaba a desvestirse.

- Es curioso, he hablado con tu primo y me dice que no eres gay, y sin embargo te veo tocándote mientras hueles mi toalla sudada ¿eso es un poco gay. verdad? -preguntó mientras me mirara de pie.

- No sé lo que me pasó, no soy gay pero...

- tssss, tranquilo, no tienes que explicarme nada -me cortó- sé lo que pasa, no eres el primero que veo jajajaja

Entonces se sentó a mi lado. Su cuerpo descamisado y sudado llegó a mi nariz de nuevo.

- Mira Raul, yo sé lo que tú necesitas y tú no lo sabes. Estás confuso, no sabes lo que sientes, pero lo sientes. No debes preocuparte -me echó una mano encima- he ayudado a muchos chicos como tú antes. Primero veis un modelo a imitar, pero pronto os dais cuenta que es inalcanzable y os obsesionais con ello, es típico.

Yo escuchaba sin saber qué decir. La seguridad en las palabras de aquel hombre me dejaban mucho.

- Si tú quieres te puedo ayudar a llevar lo que sientes y por lo que seguro que te matas a pajas a un nivel totalmente nuevo. Llegaremos tan lejos como tú me dejes. Seguro que nada va a ser igual, pero créeme, sé por experiencia que se puede mantener en secreto y que puedes llevar una vida paralela toltalmente normal.

Escuchaba antentamente a Onur, me encontraba rlajado y excitado, y mi polla estaba empalmada sólo de escuchar las palabras que salían de aquella boca.

- Por el contrario -acercó su cara a la mía- si tu deseo es que nada de esto haya ocurrido, pues así será, volveré a mi horario y no nos veremos más. Yo no habré visto nada, tú seguirás con tu rutina y con tu vida. Así de sencillo.

Onur se separó entonces de mi, levantándose y poniéndose de pie.

- Pero hay dos reglas. Primero, elijas lo que elijas no hay vuelta atrás, es como un contrato, si abandonas se te penalizará. Regla dos...

En ese momento, Onur se agachó delante de mi y levantó uno de sus musculosos brazos, dejando a escasos centímetros de mi cara su sobaco peludo.

- ...tienes que elegir ahora mismo.

Fue un instante. Una avalancha de pensamientos nubló mi mente, todo aquello me sobrepasaba. Por un lado, una parte racional me decía que huyera, pero por otro lado, algo dentro de mi deseaba irracionalmente hacerlo, dejarlo todo atrás y entregarme a la voluntad de aquel semidios turco. Mi vida vieja d soledad y baja autoestima se hundía, mi nueva vida me pedía emociones fuertes. Era imparable.

Un rápido movimiento y mi cabeza se hundió en aquel lugar, que parecía hecho sólo para mi. Las cosquillas de los pelos en mi cara, la humedad y el potente olor, el coctel de hormonas que me subió al cerebro y me lo hizo cortocicuitar. Onur cerró el razo, apresándome debajo, y se levanto y a mi con él. Mi toalla cayó y mi polla, que dolia de dura que estaba, me empapó la mano de precum. Estaba en el extasis, y en apenas tres movimientos, comencé a sentir e mayor orgasmo que habái tenido en mi vida, soltando chorros y chorros de leche que cayeron en la puerta de la taquilla. Entonces volvió el aire y me desplomé sobre el banco, aún con los ojos cerrados.

Onur entonces se puso la misma camiseta, se calzó y se puso la chaqueta.

- Nos vemos, Raul.

Y guiándome un ojo, aquel toro que me había hecho correrme como nunca, salió por la puerta del vestuario.