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La genia

en Dominación

Me llamo Esteban, tengo 52 años y a veces recorro los mercadillos ambulantes en busca de algún objeto curioso. Por unas pocas monedas, aquel día me llevé lo que parecía una réplica de la lámpara de Aladino. Una vez en casa, me dispuse a pulirla un poco con un paño, para sacarle brillo. Sé que parece una fantasía, pero la lámpara empezó a temblar y de ella salió una figura femenina animada. Por supuesto, me quedé atónito cuando además ella empezó a hablar.

-A sus órdenes, amo Esteban. Soy Amina, la genia de la lámpara. Estoy aquí para complacerle en todos sus deseos.

Me froté los ojos, sin saber qué decir. Aquella aparición se me antojó un sueño o una alucinación. Mi mente racional no aceptaba que pudiera existir algo que yo creía sólo pasto de los cuentos orientales. Además, el relato clásico hablaba de un genio masculino, y ante mí tenía la figura inequívoca de una hembra. Y qué hembra.

Amina pareció escuchar mis pensamientos y me continuó hablando, sonriente.

-Amo, sé que usted cree que todo esto no es más que el fruto de su imaginación, y además le sorprende que yo sea una genia en vez de un genio. Conozco la tradición. En realidad conozco todo, y esa cantidad enorme de información está ahora a su servicio.

Su voz suave y calmada produjo en mí un estado de tranquilidad, y olvidé pronto mi creencia de que aquello no podía ser real. Me fijé en los detalles de aquella aparición, que permanecía flotando grácil sobre la lámpara. Llevaba puesto algo así como un vestido de gasa, que dejaba entrever un hermoso cuerpo torneado de edad indefinida, armado con un par de tetas que destacaban claramente del conjunto.

-Amo, veo que le gusta mi cuerpo, y especialmente mis tetas. Si me da su permiso, puedo adoptar el estado sólido y bajar a su lado para que me evalúe.

Escuché encantado su propuesta, y comprobé que no era necesario decirle nada para que conociera mis deseos. Se materializó frente a mí, y colocó sus manos en la nuca. Acerqué las mías titubeante, mientras ella seguía sonriendo y avanzaba sus grandes pechos hasta tocarlos con mis dedos. La tela de su vestido era tan suave que me pareció que la estaba magreando desnuda. Al acariciar sus pezones, noté que estaban más duros que el resto de aquellas tetas gloriosas.

-Mmm, mi amo, me encanta que me toque así, me está usted poniendo cachonda...

Mi polla respondió a aquella situación, endureciéndose bajo mi ropa. Todo era tan agradable, que me pareció lo más normal del mundo que nos abrazásemos y nos fundiéramos en un largo beso, como dos enamorados en celo. Amina dejó caer su vestido, que desapareció a sus pies, y retrocedió unos centímetros.

-¿Le gusta lo que ve, amo?

No es que me gustara, es que era perfecta. Aquella aparición estaba desnuda frente a mí, y me acababa de decir que yo era su amo y que su misión era complacerme en todos mis deseos. Pero justo en ese momento mágico, llamaron al timbre. Amina volvió a su lámpara, que escondí, y me dirigí a la puerta, ajustándome el paquete bajo el pantalón.

Me acerqué a la mirilla y vi a mi vecinita Dora, una niña preciosa que vivía en el piso de enfrente con su madre, Tania, también una hembra muy apetecible. Me había hecho muchas pajas pensando en ellas, pero esa era otra cuestión.

-Hola, Dora, ¿necesitas algo?

-Hola, señor Esteban. He vuelto del cole y mi mamá no está. ¿Molesto?

Mientras decía esto, la niña entró en casa tan campante y se arrojó en el sofá a escribir en su móvil. Su madre no tardaría en volver, así que no me importó alojarla por un rato. Además, llevaba su uniforme escolar, con esa minifalda que con cualquier movimiento dejaba ver sus braguitas blancas. Hasta deseé que la madre tardase unas cuantas horas.

-Mami dice que no puede venir hasta las ocho. ¿Puedo comer algo?

Mi deseo se cumplió tan rápido que no pude evitar pensar en mi genia. Probé con algo más atrevido.

-Claro, preciosa. Ahora te traigo algo de la cocina. Pero ponte cómoda, que vas a pasar mucho rato aquí. 

Por supuesto que esa supuesta comodidad se refería en mi mente a que desabrochase su blusita hasta el ombligo y se quitara las bragas.

-Si no le importa, me voy a abrir el escote y me quito esto, tengo bastante calor.

La niña dejó la braguita sobre la mesa de centro tras mostrarme casi al completo sus tetas y dejar su coño rosado al aire bajo la faldita, con una naturalidad pasmosa. Le llevé un sándwich sin hacerle ningún comentario más, pero ya estaba empalmado de nuevo y no sabía cómo actuar. Se terminó la merienda mientras yo le miraba sus dulces desnudeces, deseando probarlas. Pensé que ella podría ser mi hija y me estremecí de lujuria.

-Señor, gracias por la comida. Mami siempre dice que usted es muy amable. Yo creo que sería súper guay si fuera mi papi.

-Qué ricura, Dorita. Podemos jugar a eso si quieres. Ahora yo soy tu papá y tú eres mi hijita consentida.

-Jajaja, genial. Señor Esteban, es usted el papi más guapo del mundo.

La niña se me abrazó cariñosa, montada sobre mi pierna, con su coño posado directamente en mi pantalón. Una de sus tetas se salió de la blusa y me atreví a cogerla entre mis dedos.

-¡Ay, papi! Me hace usted cosquillas ahí. 

La cara de Dora se transformó ligeramente, entornando los ojos y abriendo la boquita, mientras frotaba su coño en mi pierna. Yo ya estaba plenamente convencido de que todo estaba pasando por el poder de la genia, así que agarré a la niña de la muñeca y posé su mano en mi paquete. Ella me lo acarició al mismo ritmo que su frotamiento.

-Jijiji, así, a caballito, papi.

Decidí que aquella boquita entreabierta necesitaba, al menos, mi lengua para jugar. Dicho y hecho. Dora acercó sus labios a los míos y empezamos a chuparnos las lenguas, babeando como posesos. Pensé que sería fantástico que aquella ninfa me comiera la polla. Sin dejar de besarnos, entre los dos desabrochamos mi bragueta, de la que emergió mi polla enhiesta.

-¡Vaya, papi! ¡Nunca había visto una de verdad! ¿Puedo chuparla? 

La niñita acercó su cabeza a mi entrepierna y empezó a lamer mi glande. Le agarré del culito y comprobé que estaba muy mojada. Hasta había dejado una mancha en mi pierna. Poco a poco, se estaba tragando mi polla entera, a medida que mis dedos se perdían en sus agujeritos.

Nuestro juego duró más de lo que yo había podido controlar, porque cuando mi mano ya se había introducido en el interior de su coño, y mi polla usaba de funda su garganta infantil, sonó de nuevo el timbre. Supe que sería su madre, así que le di las braguitas a Dora y le señalé la blusa para que se la abrochase, mientras iba hacia la puerta metiéndome la polla en la bragueta.

-Hola, Tania. Has vuelto algo antes de lo previsto...

-Hola, señor Esteban, sí, al final he podido arreglar las cosas. 

Miré a los ojos a aquella madre deliciosa, un ejercicio algo difícil dado el volumen de sus tetas. Pensé que lo de ser el padre de su hija era una idea grandiosa.

-Siento que haya tenido que ejercer de padre todo este rato, le estoy muy agradecida, señor.

-No ha sido nada, yo encantado. Le he dado la merienda a la niña y hemos estado jugando un poco.

-Es usted un cielo, querido vecino.

Tania me abrazó con sincero agradecimiento. Nuestros cuerpos permanecieron pegados unos segundos interminables. Sus tetazas se aplastaron contra mi pecho, y mi polla dura bajo el pantalón se clavó en su vientre. Antes de separarnos, ella soltó un leve suspiro en mi nuca. Emergió con los pezones totalmente marcados bajo su fino jersey. Intenté desviar la conversación con una frase divertida.

-Bueno, vecina. Ejerceré de padre de nuestra niña cuando quieras.

La madre me sonrió vergonzosa. Dora ya estaba junto a nosotros, preparada para marcharse con su mamá.

-Mami, el señor Esteban ha sido un papá muy bueno. Me lo he pasado muy bien.

-Me alegro mucho, mi niña. Despídete ya, nos vamos a casa.

La madre miró conmovida cómo su hijita me abrazaba con cariño real, mientras yo la sostenía en mis brazos agarrada del culo. Pensé que, como despedida, no estaría mal un buen abrazo a tres. Tania se unió al instante y aproveché para agarrarle una tetaza, mientras ella apoyaba su cabeza en mi hombro y yo volvía a comerle la boquita a su niña.

Nada más cerrar la puerta, volví a sacar la lámpara y la froté. Amina se materializó, sorprendiéndome esta vez con su nuevo atuendo, un conjunto de lencería erótica completo, que dejaba sus pezones a la vista y adornaba sus piernas con un liguero y zapatos de tacón.

-¿Ha disfrutado, amo Esteban?

-Ha sido fenomenal, Amina. Y estás para comerte con ese conjunto.

La genia abrió sus piernas, ofreciéndome su coño. Yo necesitaba descargar todas mis emociones de la tarde, y lo hice en forma de larga corrida, que el cuerpo de aquella genia absorbió con su magia. Tras mi orgasmo, sentí que tenía algo de hambre.

-¿Quiere cenar ya, mi amo?

-Sí, me apetece, pero también quiero que me expliques qué está pasando y cuánto dura esto. Me has concedido ya muchos más que tres deseos.

Me vi siendo servido por ella un plato exquisito, mientras me explicaba la situación.

-Ya le he dicho que ahora soy suya para todo. Cualquier cosa que desee, se cumplirá, porque yo estoy todo el tiempo velando por usted. Soy un espíritu eterno, y mi misión es ahora servirle. Usted me compró con la lámpara.

-¿Pero de dónde ha salido esa lámpara?

-Estuvo cientos de años oculta en la casa de un hombre que murió recientemente, y tras el derribo alguien la encontró y se la vendió a usted, sin conocer su valor. 

-¿El fallecido era tu amo anterior?

-No, señor. Usted es mi primer y único propietario. Nunca había salido de la lámpara. Desde que el mundo es mundo, nadie la había frotado. 

-Gracias por la cena, y por servírmela. Y dices que eres eterna y que sabes todo. Demuéstramelo.

-Vengo de un tiempo en el que no existe la física humana. Las teorías sobre las leyes universales sólo se aplican al mundo donde nos encontramos ahora. Por eso no se cumplen en lo que aquí se llaman partículas subatómicas. El espacio y el tiempo son una ilusión. Todo se rige por el azar, y él me ha traído a usted.

-Vaya, qué densidad. Abstente de darme más charlas como esa.

-Sí, mi amo.

Todo ese discurso sobre el universo me hizo pensar si Amina podría modificar su aspecto, igual que salía vestida de diferentes modos de la lámpara. Recordé a mis vecinas, y la genia adoptó ipso facto la forma de la madre, sin cambiar la lencería que la cubría.

-Hola, vecino.

-¿Eres Amina o eres Tania? He visto cómo te transformabas.

-Soy lo que usted quiera, señor. La realidad es maleable, no hay límite.

Pensé que debía aprovechar toda aquella dulce ensoñación, sin darle más vueltas a los motivos que la estaban produciendo. La niña aún no se me había quitado de la cabeza, tan cariñosa y tan tierna, mientras admiraba el voluptuoso cuerpo de su madre.

-Cariño, nuestra hijita ya se está acostando. Es tan caprichosa que suele dormir en mi cama. He pensado que, como ambas le queremos tanto a usted, podríamos hacerle un hueco entre las dos para desearle las buenas noches, señor.

Me dejé llevar de la mano al piso de enfrente. Temí encontrarme con la Tania real, pero en la casa sólo estaba la niña, desnuda y arrodillada sobre la cama de su madre.

-¡Ha venido usted, papi!

Mientras Tania/Amina me desnudaba, la niña se dirigió a su madre.

-Ya te he dicho, mami, que si te ponías esa ropita, papi vendría con nosotras.

-No te reconozco, mi pequeña. No sé de dónde has sacado esas ideas, pero bienvenidas sean.

Yo seguí sin tener nada claro en qué realidad se estaba desarrollando esa conversación, pero en un plisplás me vi desnudo, tumbado en la cama entre las dos.

-Papi, me encanta que esté usted aquí para desearnos las buenas noches a mí y a mami. Ya le he contado a ella lo bien que lo hemos pasado esta tarde.

-Sí, querido. La niña está muy mayor de repente, entiendo que le haya estado usted haciendo esas cosas. Pero lo importante es que ha accedido a venir, señor. Las dos deseamos tenerlo cerca, y como veo que ya tiene la polla preparada, le pido que sea tan amable de usarla con nosotras.

La niña Dora se volvió de espaldas y abrió su culo con sus manitas.

-Por favor, papi, métamela, aquí.

Empujé, con la madre abrazada a mi espalda, y mi polla entró en el ano de la hija limpiamente. Era tan liviana que no tuve problema en ponerla sobre mí para encularla mejor. Tania se incorporó para agitarla, agarrada del cuello.

-¡Así, mami! ¡Me encanta cómo me haces cabalgar a papi!

Sentí que me corría en las entrañas de Dorita, pero aquellas "buenas noches" no hacían más que comenzar. La niña se retiró a un lado, mientras la madre me limpiaba la polla con su boca.

-Ya la tiene lista de nuevo, señor. ¿Qué agujero quiere ahora?

Era verdad. La magia de mi genia no tenía límite, y mi polla estaba erecta y limpia. Decidí agarrarme de los melonazos de aquella madre lujuriosa y acabar de follarle la garganta. Su hijita le empujaba la cabeza a dos manos. Luego me monté sobre la niña y le rasgué su virgo, vaciándome de nuevo. Tania resultó también una puta profesional, sorbienco con su coño y con su culo mis sucesivas descargas. Pese a que todo resultaba perfecto y natural, me sentí algo cansado y deseé estar en mi cama, para dormir unas cuantas horas.

Desperté solo, en mi casa, al día siguiente, pensando que todo había sido un sueño erótico increíble. Pero apareció Amina, vestida con un minúsculo uniforme de criada y una bandeja de desayuno.

-Buenos días, mi amo. ¿Lo pasó bien anoche?

-Hola, mi genia. ¿Anoche? ¿Estuve realmente con las vecinas?

-Claro, señor. Sus deseos son órdenes para mí, ya sabe.

-¿Pero ellas ahora recuerdan todo?

-Sí, para las dos fue inolvidable. Ahora están en casa agitadas, deseando volver a estar con usted. Aunque de momento se conforman con darse placer entre sí. Mire.

Amina me puso la bandeja sobre las piernas y encendió la televisión. Ahí estaban Dora y Tania, fundidas en un abrazo tan vicioso que me la puso dura de inmediato. Sus voces se oían perfectamente.

-Mami, ¿cuándo veré otra vez a papi?

-Cuando él quiera, mi niña. Ahora las dos somos suyas y él decide por nosotras. Me fastidia, pero tienes que sacar ya tus manitas de ahí, se te hace tarde para el cole.

-Sí, mami. Espera, que estoy a punto de correrme otra vez, ya me llega...

Ambas apretaron fuerte sus cuerpos, rozando sus clítoris contra la otra, y estallaron juntas. Amina me estaba masturbando mientras me daba el café en la boca.

-Adiós, mami, que tengas un buen día.

Pensé que estaría bien que la niña viniese un ratito conmigo, antes de salir a la calle. El timbre sonó, y Amina fue a abrir la puerta.

-Hola, señora. ¿Está mi papi? 

-Sí, bomboncito, pasa a su habitación.

Me corrí en la garganta de mi hijta agarrándole de las coletas, exactamente como había deseado.

-¡Qué rico, papi! ¡Gracias! Me tengo que ir. Tiene usted una criada muy guapa, ¡adiós!

Pensé que la madre aún estaba en el edificio y me apeteció torturarle las tetazas. Entró cuando se iba su hija.

-Hasta luego, mami, ya verás qué sirvienta tiene papi más guapa.

-Hola, soy Tania, encantada.

-Yo soy Amina y trabajo para el señor Esteban. Soy su chica para todo. Pero pase, le está esperando.

-Ay, cariño, la niña se ha ido muy contenta, gracias. ¿Desea usar mis tetas esta mañana?

Tania se sacó los melonazos de su camisoncito y se puso a horcajadas sobre mí. Mientras me la follaba, le amasaba las peras deformándoselas, y pensé que cuatro melones serían mejor que dos. Amina se acercó y me ofreció sus tetazas. Sentí que tenía más fuerza de lo habitual, mientras usaba las cuatro ubres y nos besábamos los tres. Descargué en Tania, que se fue al trabajo, y me quedé a solas con Amina.

-Señor, ahora si lo desea, ya que parece tener más fuerza, puede pegarme.

Mi genia conocía todos mis deseos, incluso antes de que yo los pensara. Le di un puñetazo en la cara y se relamió sonriente. Me levanté de la cama y empecé a patearle, mientras ella se retorcía en el suelo, orgasmo tras orgasmo. Continué la paliza pensando en mi sobrina Clara, que hacía meses que no veía, pero a la que le tenía muchas ganas. De improviso, estaba pegándole patadas a mi sobrinita, enfundada en el uniforme de Amina.

-Sí, tío, sigue, sigue, siempre he deseado que me tratases así...

Clara era pelirroja, pecosa y tímida. La agarré bajo los brazos y la puse de pie frente a mí. Yo ya empezaba a entender cómo funcionaba todo esto.

-¿Te gusta trabajar para mí, Clarita?

-Claro, tío. Mamá siempre dijo que eras un buen hermano. Estoy encantada de ser tu chacha. Y más ahora, que me estás poniendo en mi sitio. Mira, me has sacado las tetas del corpiño a base de hostias.

Empecé a azotárselas, hipnotizado por su bamboleo. Ella apoyó su espalda y sus manos en la pared, babeando de gusto. Luego le levanté la microfalda, y le empecé a golpear el coño, que al poco tiempo estaba chapoteando. La violé mientras le abofeteaba la carita, y se retiró con la bandeja para limpiar la casa.

Estaba claro que Amina podía malear los acontecimientos según mis deseos, y transformarse en otras mujeres, que a su vez eran ellas realmente. Me pregunté si mi genia desaparecía cuando pasaba eso, o podía permanecer en la escena. Unas risitas me sacaron de mis pensamientos, provenientes del salón. Acudí y comprobé que Clara estaba con Amina, las dos vestidas de criadas emputecidas, y cuchicheando entre sí mientras se acariciaban.

-Tío, no me habías dicho que éramos dos chachas. Amina es súper simpática.

-Me alegro de que os llevéis bien, sobrinita. 

Me quedé de pie, apoyado en el marco de la puerta, pensando que me iría bien una mamada a dos. Las chachas se pusieron a gatear hacia mí, con sus tetas al aire, hasta que llegaron a mi polla y se la repartieron en sus bocas. Un móvil sonó. Era el de Clara. Atendió con una mano, mientras empujaba la cabeza de Amina con la otra.

-¿Mami? Sí, aquí estoy, en casa del tío, limpiando. Claro, todo correcto, ya sabes que es muy amable, hasta me ha servido el almuerzo, ahora estaba comiéndome una salchicha.

Amina pasó mi polla a la boca de la niña, haciéndosela tragar entera, y produciéndole alguna arcada.

-¿Sí, mami? Ya sé que no tengo que hacer ruido al comer, lo siento. Sí, te paso a tu hermano.

-Hola, Ester. Sí, ya ves, tengo a tu hija un poco consentida. Pero seguro que deja todo bien limpio. No, no te preocupes, acaba el almuerzo y se pone a ello. Ahora le doy un zumo y a trabajar. Un beso, hermanita.

Mientras regaba con mi semen la cara de las chachas, mi hermana Ester me volvió a la mente. Le había enviado un beso por teléfono, imaginando que se lo daba en la boca, y eso me había puesto la polla aún más dura. Pero ella era muy conservadora y todo aquello le habría parecido un pecado mortal.

Ester no me había avisado, pero pasó a recoger a su hija. Me sorprendió su vestimenta, una blusa floreada con los hombros al aire y sin sujetador, y un short vaquero.

-Hola, Ester, no te esperaba. Clarita ya está terminando. Qué guapa vienes, pasa.

-Hola, Esteban. Gracias por lo de guapa. No sé qué me pasa, hermano. Desde que me has enviado un beso por teléfono, no se me quita de la cabeza. He pensado venir a buscar a tu sobrina porque así te veía.

-Me alegro, hacía tiempo que no estábamos juntos tú y yo.

-Sí, pero es que lo del beso... Ya sé que no es correcto, pero ¿podrías dármelo en directo? La verdad es que me muero de ganas. Le he dado muchas vueltas, y al fin y al cabo somos hermanos, tenemos confianza, no sé qué digo, y además tengo que agradecerte que hayas contratado a Clara...

Ester cerró los ojos y puso morritos. Mi propia hermana, la mojigata, me estaba pidiendo que la besase. Le agarré de la nuca y empecé a comerle la boca. Ella jadeaba agitada, clavándome las uñas en la espalda.

-Perdona, Esteban, ya sabes que yo no soy así, esto no se debe hacer, que no nos vea la niña, por favor, quiero más...

-¿Qué es lo que no tengo que ver, mami?

Clarita ya vestía su ropa de calle y había acudido al encuentro de su madre, y llevaba un rato siendo testigo de su actuación. Ester se separó de mí sonrojada.

-Hola, hijita. Jajaja, no es nada, he venido a buscarte...

-Pero estabas besando al tío, muy cariñosa, ¿no? ¿Y por qué no iba a verte hacerlo? Me encanta que os queráis, sois hermanos.

-Claro, mi pequeña. Eso es, somos hermanos y nos estábamos dando cariño. Cosas de mayores. Por eso decía que mejor si no nos veías, pero todo está bien, tesoro.

Aquella niña en cuya cara me acababa de correr se abrazó a su madre y le dijo con inocencia:

-Eres la mejor mamá del mundo y el tío Esteban nos quiere mucho a las dos, ¿a que sí, tío?

Clarita me cogió de la mano, invitándome a un abrazo familiar.

-Por supuesto, sois mi hermana y mi sobrina queridas, preciosas.

Ester seguía excitada por mi beso anterior y se dejó llevar por aquella situación tan extraña y prohibida para ella. Su hijita Clara le empujó la cabeza hasta provocar un nuevo beso fraternal. Ester se sentía atrapada entre los dos; aquella situación nueva era tan inhabitual que no tenía armas para evitarla. Le bajé la blusa y sus dos tetazas salieron rebosantes. Clarita empezó a chuparle los pezones.

-Ay, me estáis poniendo nerviosa, esto no es así, ufff...

Entre la niña y yo, desnudamos a la mojigata por completo y la llevamos al salón. Amina esperaba tranquila sentada en el sofá, con su uniforme mínimo de chacha y las piernas abiertas. Pusimos a Ester sobre ella, que la agarró de los brazos. El cuerpo de Ester se ofrecía de frente y la cabeza de Amina sobresalía por encima del hombro de la excitada madre. Mi genia le habló al oído.

-Hola, Ester. Soy Amina, empleada de tu hermano. He estado enseñando a tu hijita a limpiar. Ahora relájate.

Ester obedeció a Amina y se sintió tranquila y distinta. Ella misma se notaba muy cambiada y abrió sus piernas al ver que su hija se había puesto a cuatro patas en el suelo, dispuesta a comerle el coño. Era la primera vez que alguien chupaba su entrepierna, y estaba siendo el propio fruto de sus entrañas. Mientras, Amina le había soltado ya los brazos y le estaba besando con ansias agarrándole las tetazas. Me puse de rodillas tras mi sobrina y la sodomicé apartándole las braguitas. 

Mis golpes en su culito infantil repercutían en el coño de su madre, contra el que la niña aplastaba su carita. Los cuatro nos corrimos a la vez y me senté en el sofá junto a mi hermana, que me miró con ojos de sorpresa.

-Esteban, ¿qué ha pasado aquí? No había disfrutado tanto en toda mi vida. Pero no entiendo nada...

-Cállate, mami. El tío tiene que descansar un poco. Vístete y nos vamos a casa.

Ester hizo caso a su hija, y las dos se marcharon. Apoyé mi cabeza en el regazo de mi genia.

-Espero que lo esté pasando bien con mis buenas artes, amo. Ha sido una mañana agitada, voy a prepararle la comida.

Seguí el rastro de Amina, mirándole el culo hasta que desapareció tras la puerta. Mientras estuvo en la cocina, rememoré lo que me había sucedido en día y medio, con la propia Amina, mi vecinita Dora, su mamá Tania, mi sobrina Clara y mi hermana Ester. Lo más curioso eran las transformaciones de la genia: ya lo había hecho con Tania y con Clarita, aunque luego volvía a estar presente. Un hermoso mundo mágico y todo a mi servicio.

Amina se arrodilló a darme la comida, que por supuesto estaba a mi gusto. Mientras usaba sus tetas de servilleta, pensé que me apetecía dar un garbeo. No salía de casa desde el día anterior, cuando visité el mercadillo. Mi genia me duchó, me volvió a sorprender bebiendo mis meadas y me vistió.

-Arréglate tú también, te voy a sacar de paseo.

-Sí, mi amo.

Mi genia cambió al instante su vestimenta. Sustituyó el pelo recogido tras la cofia por un par de coletas largas muy graciosas; el minúsculo corsé de criada por un top ajustado a sus tetazas; el delantalito por una minifalda blanca a juego con el top, y los zapatos negros de tacón por unas deportivas con plataforma alta. Lucía como una adolescente explosiva, dispuesta a pasear con su amante maduro del brazo. Pensé que le iría bien una fina gargantilla en forma de collar de perra, y ese adornito apareció en su cuello.

-Asi perfecta, mi perra.

Nos adentramos en el parque y nos sentamos en un banco. Yo simplemente estaba feliz, disfrutando de su compañía exhuberante y aniñada.

-Señor, ¿desea alguna aventura ahora? Un parque da mucho de sí...

-Tranquila, preciosa. Estoy a gusto.

Puse mi mano en su muslo y la besé. Ella apoyó la suya en mi paquete, oculta por la postura, y provocándome una erección. Escuché que alguien se acercaba por el camino y deduje por sus voces que serían dos crías de vuelta del cole. Me volví a mirar, mientras Amina se atusaba las coletas realzando sus tetazas. Deseé que las niñas se nos acercasen. Por supuesto, sucedió. Una de ellas, con gafas, se dirigió a nosotros.

-Hola, señor. Estábamos hablando, precisamente, de si está bien que una chica joven salga con un hombre mucho más mayor. Y como les hemos visto nos ha apetecido comentarlo con ustedes. 

Amina tomó la palabra:

-Ay, qué monas. Nos parece muy bien, ¿verdad, don Esteban? Yo soy Amina, encantada.

La niña de las gafas se acercó hasta mi genia y se dieron un par de besos. 

-Yo soy Paula y ésta es mi amiga Irene, es un poco tímida...

Paula pasó a darme dos besos a mí, mientras Irene empezaba la ronda con Amina. Una vez todos presentados, las invitamos a sentarse con nosotros. Paula se colocó junto a mi perra e Irene junto a mí. Entonces fui yo el que habló.

-Por mi parte siempre he creído que no es la diferencia de edad lo que importa, sino que la cosa funcione. O sea, que la gente esté a gusto entre sí.

-Pero normalmente, como estábamos comentando Irene y yo, los tíos mayores sólo quieren aprovecharse de nosotras, en plan guarros y eso, ¿verdad, Irene?

-Sí, pero lo que dice el señor también es verdad...

Algo había hecho clic en el interior de aquella preciosa muñequita: Irene era muy tímida, pero estar sentada a mi lado le producía un extraño placer. Acercó su manita a la mía y nos las agarramos sobre el banco, fuera de la mirada de su amiga. Amina posó su mano en el muslo de Paula y le dijo:

-Bueno, don Esteban y yo nos llevamos muy bien, y ya está. Y lo de ir en plan guarros no veo yo que sea malo, mira cómo voy vestida yo, marcando los pezones y sin bragas, y lo hago porque me apetece y porque a él le encanta...

Paula se ajustó las gafas, intentando mantener la compostura. Era una niña juiciosa y nunca le había gustado el uniforme obligatorio, que dejaba sus muslos al aire entre la minifalda a cuadros y los calcetines blancos. Pero Amina era una mujer, eso era diferente, y hasta le causaba confianza que le tocase así. Mientras charlaba, le devolvió el gesto y yo aproveché mi mano libre para posarla en el otro muslo de mi genia, rozando los nudillos con los de Paula.

-Ya, Amina, tía, pero es que tú eres más mayor que nosotras, y además estás muy buena, o sea, quiero decir, que no me parece mal que vayas vestida así, no sé, di algo tú, Irene...

-Yo digo que me encanta haberles conocido a los dos, señor, y a Paula también le gusta, aunque es un poco estirada.

-Yo no soy estirada, tonta. Sólo que...

Amina le dio un beso en la boca a Paula para que se callara. Irene me apretó la mano al verlas amorradas y yo la besé también. La pequeña Irene me tenía muchas ganas, y no me soltó la boca en un rato, agarrándome de la nuca con su mano libre. Las dos crías ya tenían edad para ponerse cachondas, eso estaba claro.

Las manos de Paula y de Amina se sumergieron en sus minifaldas, y solté el muslo de mi perra para agarrar el de Irene, ascendiendo también hasta su coñito mojado. La conversación había llegado a su fin y no era cuestión de armar un escándalo públco, así que llevamos a las dos a mi casa.

-Esta es la casa del señor Esteban. Yo, en realidad, soy su criada para todo. La hija del señor vive junsto enfrente, se llama Dora y comparte piso con su madre, Tania.

Paula se subió las gafas, mientras yo frotaba mi paquete en el culo de Irene.

-¿Dora? Pero si va a clase con nosotras. Las tres nos conocemos desde bebés. ¡Qué casualidad! Ya me sonaba este edificio, hemos venido alguna vez, ¿verdad, Irene?

Irene no le contestó, porque yo ya le había arrodillado ante mi polla, que estaba engullendo con ganas. Como cada vez que la cosa podía mejorar, sonó el timbre. Era Dora, que volvía del cole. Amina le abrió la puerta.

-¡Hola, Amina! ¿Está mi papi?

-Hola, pequeña Dora. Sí, pero ahora está ocupado, tiene visita.

-Ah, bueno. Pues paso más tarde. Dile que he venido. 

La voz de Dora llegó hasta los oídos de Paula, que se acercó a la entrada.

-¡Pero Dora, que me acabo de enterar de que don Esteban es tu padre!

-¡Hola, Paula! Sí, soy su hijita, ¿pero tú qué haces aquí?

-He venido con Irene. El señor nos ha invitado. Nos hemos conocido en el parque. Si quieres que te diga la verdad, estaba ahora esperando mi turno para chupársela a tu padre. Entre Amina y él nos han puesto súper cachondas.

-Jajaja, quién te ha visto y quién te ve, Paula. Pero te entiendo. Papi es el mejor. Venga, Amina, déjame pasar, que nos conocemos todas.

Dorita y Paulita se arrodillaron junto a Irene para alternar las mamadas a mi polla. Amina puso sus tetas detrás de mí para que apoyase la cabeza. Se me ocurrió convocar a las zorras restantes, y mi genia las hizo aparecer, rodeando la escena.

-Dorita, deja algo para mami.

Era Tania, que decía eso sonriente, junto a mi hermana Ester y mi sobrina Clara.

-Ester, hermana, no sé si conoces a Tania, que vive en el piso de enfrente. Clarita, ven con las niñas.

Ya tenía a las cuatro pequeñas trabajándome la polla. Tania rodeó con su brazo la cintura de Ester.

-Vaya, Ester, no sabía que don Esteban tuviera una hermana tan guapa. Mira, la que está junto a tu hija, que también es preciosa como tú, es mi hija Dora. 

-Pero son unas crías, las cuatro. 

-Ya, pero mira cómo disfrutan...

Tania estaba acariciando el culo de Ester, que no pudo resistir mojarse con una cosa tan sencilla.

-No, si hace unas horas estábamos aquí mi hija Clara y yo, y ella estaba encantada con su tío y las cosas que le hacía. Bueno, yo también, la verdad. Qué barbaridad, mira, las cuatro niñas se la van tragando entera por turnos, buf.

Mi vecina siguió con las caricias a mi hermana, que ya se dejaba meter mano por todas partes. Tania empezó a desnudarla despacio, cuidando que yo viera bien la escena mientras las niñas seguían con su trabajo. Me acabé corriendo en la boca de Paula, que se empezó a morrear con su amiga Irene. Mi hija y mi sobrina acudieron a sus labios también. Tania y Ester vieron su oportunidad y se acercaron.

Mientras me las follaba a las dos, con la participación de Amina, las cuatro niñas se pusieron a jugar entre ellas, haciéndose orgasmar unas a otras. Pensé que aquello era precioso, pero que las siete estaban ya usadas y eso me causaba cierta tristeza. De repente todas desaparecieron, y me senté extrañado en el sofá. Cuando sonó el timbre y abrí la puerta, comprendí la situación.

-¿Es usted el señor Esteban? ¿Podemos pasar?

Me daba igual si era una visión pornográfica o la realidad que me ofrecía mi genia de continuo. El caso es que eran dos crías con carpetas de encuestadoras, vestidas a juego con sendos tops minusculos, que a duras penas les tapaban los pezones de sus tetas gigantes, las más grandes que había visto nunca. Mezclaban la inocencia de su edad con aquellos melonazos casi desnudos, unas vocecitas dulces y un mensaje que habría sido increíble si no fuera por mi nueva vida feliz.

-Somos de la asociación de vírgenes del barrio. Nos han encargado hacer unas encuestas, y es usted el primero de la lista.

-Vaya, sois muy jóvenes para salir solas de casa, ¿no?

-Sí, señor, pero nuestra madre adoptiva y presidenta de la asociación, la señora Amina, nos ha dado permiso. Dice que usted la conoce.

-Sí, sí, tenemos cierta relación. Pero pasad, pasad.

Las crías se sentaron en el sofá, y yo frente a ellas en una silla. Podía verles perfectamente las braguitas bajo sus increíbles minifaldas minúsculas, arriba de sus piernas alzadas por unos tacones de aúpa y enfundadas en medias de rejilla con ligas.

-Os habéis vestido preciosas, queridas niñas.

-Gracias, señor. Mami nos ha aconsejado esta ropa y ha dicho que teníamos que hacer lo que usted nos dijera.

-Claro, confiad en mí. ¿Entonces sois vírgenes, decíais?

-Sí, mami nos ha explicado que eso quiere decir que no hemos tenido ningún contacto con hombres. ¿Podemos hacerle las preguntas de la encuesta?

-Adelante.

-Primero, ¿qué opina de las vírgenes? ¿Le gusta que seamos tan jóvenes y estemos sin estrenar?

-Vuestra virginidad es un bonito regalo para mí. Me encantará ser el primero que os use.

-Segundo, de nuestros seis agujeros, ¿cuál preferiría penetrar primero? Esta pregunta tiene también la indicación de que debemos pedirle permiso para sacar su pene.

-Lo tenéis, pequeñas. Me gustará que tu compañera deje de tomar notas y me la chupe suavemente.

-Muy bien, gracias. Ya has oído al señor, arrodíllate y practica. Tercero, ¿le complacen nuestros cuerpos?

-Sois unos bombones, sí. Sobre todo me gusta que tengáis las tetas tan enormes. Pero basta de preguntas. Vuestra madre os ha enviado aquí para obedecerme.

-Si, señor. Estamos muy contentas de ser las primeras en venir de nuestra asociación. Espero que mi compañera esté haciendo bien la felación. Mami dice que debemos tragar el pene entero.

-Eso es, tiene razón. Empújale la cabeza para ayudarla.

La niña preguntona se puso al lado de su amiga y procedió a obedecerme. Luego cambié de boca e hicieron lo mismo, hasta que las dos, rápidas aprendices, lograron tragar todo mi tronco. Parecía que la teoría se la sabían perfectamente, y pasando a la práctica, fui descorchando uno a uno sus demás agujeritos, inundando de semen los seis. Mi polla no tenía límites en esta nueva vida, pero me apeteció mear.

-Señor, si tiene ganas de hacer pis, nosotras podemos intentar hacer de inodoro.

Dicho y hecho. Me puse de pie y empecé a regarlas. Ellas abrían sus bocas para tragar la mayor cantidad posible de orina, aunque algo de líquido resbalaba por sus tetazas y caía al suelo. Poco después de bautizarlas, ellas lamieron todos los restos, tanto de sus cuerpos como del suelo. 

-Lo hemos limpiado, señor, porque no hemos conseguido beber todo. Le pedimos disculpas. Mami dice que si no hacemos las cosas bien, usted nos castigará.

-Vuestra madre tiene razón, como siempre.

Empecé a abofetearlas. A cada golpe en sus mejillas, me daban las gracias. Luego hice lo mismo con sus cuatro melones. Ellas permanecían firmes mientras les pegaba, pero se relamían de gusto con cada sacudida.

-Señor, ¿podemos tocarnos entre nosotras? Su castigo nos está poniendo muy cariñosas.

Obtenido mi permiso, empezaron a magrearse, frotando sus tetazas mientras seguían recibiendo mis mandobles, ahora en sus culos. Se besaban con ímpetu, dejando caer las babas de sus lenguas como un río que les acariciaba sus cuerpos apaleados. A cada poco, se corrían en una descarga eléctrica compartida. Volví a eyacular, esta vez regándoles las caritas, y de nuevo limpiaron todo con sus lenguas.

Se arreglaron la escasa ropita que traían y se fueron. Me había gustado mi nuevo regalo, pero necesitaba más. La tarde ya había caído, y decidí volver a la calle. Seguía haciendo muy buen tiempo, y me fijé en que todas las mujeres con las que me cruzaba vestían muy ligeras. De hecho, reparé en que sólo había en la ciudad mujeres jóvenes y bellas ataviadas como en un sueño erótico.

Había tenido las suficientes experiencias desde la compra de la lámpara como para darme cuenta de que ahora la ciudad estaba configurada atendiendo a mi fantasía. No había límites. Paré a una de las chicas al azar.

-Hola, ¿cómo te llamas?

-Soy Susi, señor. ¿Desea algo de mí?

-¿Te has dado cuenta de que la calle está repleta de jóvenes bellas como tú?

-Sí, señor. Espero que le guste lo que ve. Todas esperamos ansiosas que usted nos escoja. Perdone, estoy un poco nerviosa, no imaginaba que yo fuese elegida. Mire, se me han puesto los pezones duros y todo.

Entendí la situación. Ahora sólo existíamos las jovencitas tetudas y yo. Y además eran todas mías. Acerqué mi índice a sus pezones y los froté.

-Me estoy mojando, señor. No me puedo creer que se haya fijado en mí. Le estaré eternamente agradecida. 

Dicho esto, se arrodilló en la acera y empezó a chupármela. 

-¡Papi, papi!

Era mi hijita Dora, que pasaba por allí y se acercó a saludarme con un beso con lengua. Susi continuaba con su tarea, mientras se masturbaba.

-Voy a casa a cenar con mami. Si quiere, después de acabar con esta niña, venga con nosotras. Ah, y si se nos une Amina, encantadas.

-Espera, hijita, que ya me corro.

Susi tragó todo mi esperma mientras se corría ella también. Me dio las gracias y se fue. Cogí a Dora de la mano y subimos a mi casa. Allí estaba Amina.

-¡Hola, Amina! Me he encontrado con papi por la calle. Ahora vamos a cenar mami y yo con él, y está usted invitada.

-Gracias, niñita. me pondré algo adecuado en un santiamén. Señor, acompáñeme, por favor.

Dora pasó a su casa y yo entré en el dormitorio con mi genia. 

-¿Le ha gustado comprobar que ahora toda la ciudad es suya?

-Me ha encantado, Amina. Eres la mejor. ¿Qué te vas a poner para la cena?

-He pensado en esto.

Amina abandonó su uniforme de chacha, se puso a cuatro patas en el suelo y me tendió una correa atada a su cuello. Su único vestido eran unas tiras de cuero, que dejaban sus tetazas colgando, con los pezones atravesados por dos aros.

-Ahora soy su puta cerda, mi amo.

Entusiasmado, la llevé así a la casa de enfrente. Madre e hija la miraron con envidia.

-Tania, ya le pondrás un plato en el suelo a mi cerda. Dorita, tú cenas conmigo.

Mi niña entendió mi orden y se sentó sobre mí, alojando mi polla en su culito. Tania sirvió las viandas en mi plato, el único que había en la mesa.

-Cariño, ¿puedo comer en el suelo como la cerda? Me hace mucha ilusión...

-De acuerdo, compartid plato. Dora, dame de cenar ya, que se enfría.

-Sí, papi.

La cena fue perfecta. Dora me fue dando la comida en la boca mientras le taladraba el culo, con mi polla endurecida al ver a las dos cerdas comiendo en el suelo, mezclando la comida con sus lenguas. Cuando estaba a punto de eyacular, lancé también a mi hijita junto a las cerdas y me corrí en sus caras y en el plato del suelo. Dora saboreó las sobras aderezadas con mi esperma.

-Qué rico, papi.

Regué con mi orina a las tres, que bebían por turnos. Pensé que la familia unida es una bendición del cielo y volví a mi casa con Amina gateando a mi lado. Antes de acostarme puse un rato la televisión, usando a mi genia de reposapiés. Una bella reportera de escote más que generoso daba las noticias.

-El amo Esteban ha complacido hoy a la ciudadana Susi, antes de volver a su casa con su pequeña hija Dora. Tenemos las declaraciones de la agraciada.

-Ha sido genial. El amo me ha regalado su semen en mi boca, aún conservo el sabor. Y me ha permitido correrme. Ha sido la mejor experiencia de mi vida.

-Todas envidiamos a Susi. Estoy segura de que nuestras televidentes sienten lo mismo que yo. Seguiremos informando.

La reportera se acariciaba las tetas mientras despedía el noticiario, abriendo su escote y sacando los pezones endurecidos, con los que jugaba antes de que acabase el programa. Mi sobrinita Clara apareció a mi lado y empezó a masturbarme.

-Tío, he venido por si te apetecía pegarme un poquito antes de irte a dormir.

Sonreí y le di unos cuantos azotes en las tetazas. Mi hermana llamó por teléfono.

-Hola, Esteban. ¿Está Clara contigo?

-Sí, Ester. Ha venido a ayudarme. Ahora estábamos viendo la tele, con Amina.

-Genial, yo también lo he visto. Todas te queremos mucho, pero sólo yo soy tu hermana. Ya sabes que me tienes a tu disposición, hermanito. Esa polla tuya me tiene loca. Bueno, no dejes muchas marcas a la niña, que mañana tiene una entrevista.

-¿Y eso?

-Parece ser que las de la tele quieren hacer un reportaje sobre tu vida.

-Jajaja, será divertido verlo.

-Un besito de los nuestros, duerme bien.

El reportaje fue emitido unos días después. Mis perras se reunieron en mi casa para verlo conmigo, incluida Susi, a la que invité también. Antes de comenzar, la reportera de los noticiarios hizo una pequeña presentación.

-A continuación emitiremos un reportaje que hemos preparado con mimo en este canal, para homenajear a nuestro líder. Se titula "El amo Esteban". Me cuentan que ahora mismo está en su casa, rodeado de su familia y de sus esclavas más cercanas. Desde aquí le agradecemos, amo, todo lo que hace por ellas y por todas nosotras. Chicas, acercaos.

La reportera permaneció mirando a cámara, mientras otras trabajadoras del canal se arremolinaban a su alrededor, tirándole de la ropa y dejando sus domingas al aire. Luego también se empezaron a desnudar entre ellas, y la imagen de ese grupo de jovencitas tetudas compartiendo lenguas, manos y coños se fundió a negro.

El reportaje era muy completo, y habían participado todas mis chicas. Básicamente se trataba de entrevistas a cámara donde cada una daba su versión de los hechos. Empezaba hablando Amina, vestida con su uniforme de chacha.

-Desde siempre supe que mi misión era configurar un nuevo universo en el que el amo Esteban viviera feliz. Eliminé de la configuración de la realidad a todos los demás varones, para que él fuese el único, y dejé una población en la que sólo existimos las mujeres atractivas, desde las más niñas hasta las que rozan ya los treinta. Siguiendo los gustos de mi dueño y señor, todas estamos dotadas de grandes pechos, sea cual sea nuestra edad. Además, somos su objeto de uso y disfrute, sin ningún límite. Creo que he hecho bien mi trabajo.

Después hablaba Dora, con su conjunto escolar.

-Aunque aún soy una niña, desde que estuve merendando con mi vecino, el señor Esteban, me siento más mayor. Él es ahora mi papi, y tengo que obedecerle en todo. Sólo con decirlo necesito tocarme...

Luego llegó el turno de Tania.

-Al principio no supe lo que estaba pasando con mi vecino, pero Dora, mi hijita, me llevó a aprender a disfrutar de ser la madre de una niña tan generosamente adoptada por él. Formamos una familia muy unida y cada vez que podemos disfrutar de la presencia del amo, nos sentimos unas privilegiadas.

Clara y Ester aparecían juntas en el plató. Mi sobrinita llevaba las tetazas fuera de su uniforme de criada y mi hermana se había arreglado como una puta de lujo.

-Trabajo en casa de mi tío Esteban. Él ya tenía una chacha fantástica, Amina, pero dejó que yo ayudara también como criada. Me encanta cuando nuestro amo me pega bien fuerte.

-En un primer momento no supe que mi hermano Esteban y mi hijita Clara tenían una relación tan cercana, pero cuando me uní al maravilloso mundo de la esclavitud de nuestro amo, entendí por fin que una hermana como yo debe estar ahí para lo que haga falta.

Después eran sustituidas por Paula e Irene, muy melosas.

-Nosotras volvíamos del colegio cuando vimos al amo con Amina. Yo no comprendía bien que mi misión en la vida era ser propiedad de don Esteban, pero Irene sí lo vio.

-Es verdad, Paula. Con lo tímida que soy, estar junto a nuestro amo en el banco del parque me hizo ver enseguida nuestro lugar en el mundo. Además, es genial que el amo sea padre de Dora y tío de Clara, porque somos cuatro amigas muy bien avenidas.

Tras ellas, hablaban las dos niñas de la asociación de vírgenes.

-Yo creo que mami Amina nos envió a casa del señor Esteban para hacerle feliz, más allá del asunto de la encuesta. 

-Sí, resultó genial que nos desvirgara a las dos. Estamos enamoradas del amo y muy agradecidas a nuestra madre, que ahora sabemos que es una genia.

Por fin, emitían repetido el testimonio de la niña Susi, que me había encontrado en la calle. Todas mis perras aplaudieron y apagué la tele.

Observé la deliciosa escena en mi salón: diez esclavas tetudas arrodilladas en el suelo, con sus collares de perra, dispuestas a todo. Un mar de éxtasis vicioso, cuyas olas eran diez cuerpos perfectos de mujer, pequeña muestra del océano inmenso en el que yo seguiría sumergido. Mientras me atendían, Amina me susurró al oído.

-Señor, no olvide nunca que cualquier cosa que se le ocurra sucederá. Es usted inmortal y todopoderoso. Es mi humilde regalo por haberme sacado de la lámpara. Le estaré agradecida eternamente.