Una mujer que parece salida de un cuento oriental se pone a mis órdenes y mi mundo cambia.
Soy Rebeca, tengo ya 20 años y me gustaría que me pegasen.
Me planteé volver a llamar a alguna de las chicas del pasado, pero no acababa de dar el paso.
La encontré llorando en la calle y la adopté. No hay ni rastro de su familia, así que se ha quedado conmigo. No sale nunca de casa.
Estaba esperando en el bar, cuando distinguí a las dos hermanas que llegaban ya, cogidas de la mano.
Sus tetazas son elásticas, magníficas. Las sostiene con sus manos y los dedos se le hunden.
Está claro que sois tal para cual, con ese par de tetazas las dos.
Buena esclava negra. Urge venta. (Relato modificado).
La madre, Laura, conversaba con su hija Gina, de 18 años. La niña le sorprendió con su confesión. -Mamá, me gusta Guille.
Creo que tuve mucha suerte de haber conocido al señor. Él me mostró cómo se podía disfrutar, simplemente con dejar que sus manos recorriesen mi cuerpo.
Deberá obedecerme sólo a mí. Ella acepta, pero me cuenta que debe interrumpir la conversación para hacer la cena de su hija.
Cloe era una niña llena de vida, muy inocente, aunque acababa de cumplir los 18 años.
Su esposa es también su esclava, una perra entrenada para ojear a las ninfas que su dueño obtiene como trofeo.
Venía con una chica muy joven, también negra, y me dijo que la traía para que le ayudara con la limpieza.
Cuando creciesen, la niña sería para mí y el niño para Marta.
Mi mujer atiende todas mis necesidades y caprichos y mi hija me trata con cariño. Formamos una familia muy bien avenida, con la ventaja de que ambas son muy obedientes.