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Dani: Graduación de un pringado

en Hetero: General

-¡Deja de tratarme así, jolin, mamá que ya no tengo 10 años! – gritó Dani, frotándose fuertemente la mejilla donde ella le había dejado una marca de carmín.

-Mi niñito se hace mayor – suspiró la mujer, embargada por la emoción – Ya te gradúas… ¿No es increíble?

-No, mamá – contestó él, con la mejilla enrojecida, apartándola suavemente -, para eso he estudiado todos estos años.

-Deja al menos que te ponga bien la corbata – suplicó ella, y el chico accedió.

Dani era un joven de 18 años recién cumplidos. No destacaba en nada especial, y las chicas solían clasificarlo, como mucho y con suerte, de “simpático”. Ese año había conseguido sacar adelante el segundo curso de bachillerato, pese a no tener ningún tipo de interés o concentración en nada que no fuera Amanda. Oh, Amanda, esa preciosidad de ojos verdes que lo tenía embelesado. También aprobó la selectividad, y se le abrían un sinfín de posibilidades a la hora de escoger qué hacer con su futuro; vamos, un aburrimiento descomunal, porque lo único que quería hacer era descubrir el modo de sobrevivir sin tener que salir de casa.

Era el niño mimado de mamá, y eso lo sabía todo el mundo. Literalmente. Todo el maldito mundo.

En el instituto, sus compañeros le llamaban el “Sándwich”, porque su madre siempre les ofrecía un bocadito cuando quedaban para jugar a la Play. La odiaba profundamente, pues era la fuente de todas sus desgracias.

-¿Nos hacemos una foto, cielito? - oyó que decía ella, mientras estaba ensimismado en sus pensamientos.

-No, déjame, no seas pesada que me tengo que ir.

-¡Oooh, mi querubín ha quedado con una chica! – exclamó emocionada la madre.

-Cállate de una maldita vez, mamá. No he quedado con nadie y si sigues tratándome así ¡jamás lo conseguiré! – Dani se sintió cruel al ver como su madre bajaba la cabeza y una lagrimita resbalaba por su mejilla -. Lo siento, mamá, no quería sonar borde, pero es un tema que me afecta, ¿lo entiendes? – y añadió – No llores… ¿Me perdonas?

La mujer hipó, se giró, y marchó a faenar a la cocina, sin dirigirle ni media palabra más.

Dani puso los ojos en blanco. No es que odiara a su madre, se odiaba a sí mismo por hacerla sentir mal. Tal vez por eso no gustaba a las chicas, porque solo conseguía hacerlas sentir mal… si es que conseguía que sintieran algo.

La mayoría de los chicos de su clase llevaban moto, y algunos incluso coche.  Él era el pringado que iba a todos lados en bicicleta, y aunque hubiese preferido ir andando, el salón de fiestas donde se iba a celebrar la graduación estaba demasiado lejos de su casa.

Vestía un traje azul marino, con una camisa blanca y una corbata celeste. Se sentía como un payaso vestido así, pero su madre había insistido.

Aquella noche se celebraba la graduación y el fin de curso con una cena con todos los compañeros de los distintos bachilleratos de la promoción. Estarían todos allí, junto con los profesores. No podía dejar de pensar en Amanda, y preguntarse qué vestido impresionante habría elegido para esa noche.

Estaba pensando en ella cuando tuvo que frenar en seco para que no se lo llevara por delante un coche conocido. Era el Audi A4 rojo de Álex, el repetidor de la clase y esmerado amante de la preciosa Amanda. Vio que bajaba la ventanilla y le alzaba el dedo corazón y le embargó la rabia y la vergüenza al sentirse, una vez más, el último mono del circo.

Álex apretó el acelerador a fondo y salió rápidamente de su campo de visión. Probablemente iría a buscar a Amanda para llevarla a la cena, mientras él, con suerte, conseguiría llegar en su bici antes de los postres.

Empezó a pedalear más rápido, pensando que no quería ser al hazmerreír de sus compañeros. De nuevo.

Llegó tarde, como siempre. Y para más INRI le daba asco que ese traje no transpiraba nada, y se sentía envuelto en una ducha de sudor por culpa del ejercicio y el calor extrañamente asfixiante de mediados de junio.

Entró al salón y observó la distribución de las mesas. Se habían sentado por especialidades y en la suya, la científica, estaba toda la mesa completa. Ni siquiera se habían molestado en colocar una silla para él. Buscó con la mirada un sitio libre, y sólo encontró uno en una esquina del comedor, muy cerca de la mesa que ocupaban los profesores.

Se acercó, y se dio cuenta de que a la gente que se sentaba allí solo la conocía de vista, y que ni siquiera se habían saludado jamás por los pasillos. Preguntó si se podía sentar y lo miraron como a un bicho raro, mientras se apartaban un poco formando un grupito. Suspiró y se sentó. Era un pringado.

Lo único bueno que tenía el sitio que le había tocado es que podía observar el salón entero. Con la vista buscó a Amanda, en la mesa de la rama de humanidades. Estaba deslumbrante. Su larga melena rubia caía sobre su hombro derecho, que llevaba descubierto, pues solo el lado izquierdo del vestido tenía manga. Sus preciosos y juveniles pechos se intuían bajo la tela plateada de ese cortito vestido de fiesta veraniego, y su bronceada piel convertía el conjunto en el que podría haber llevado cualquier diosa griega. Tal vez la mismísima Venus.

Suspiró profundamente al imaginarse cerca de ella, acariciando sus muslos debajo del mantel de la mesa, y carraspeó para obligarse a volver a la realidad.

El director se puso en pie y soltó un discurso genérico y anodino sobre la importancia de la educación, el futuro, y el camino que tomaran a partir de ahora, y empezó la cena.

Dani comió distraídamente, sin perder la vista de lo que hacía Amanda, y preguntándose porqué había ido a aquella cena. Nadie hablaba con él, nadie quería sentarse con él y ni siquiera le miraban.

Mientras veía como todos reían, comían y disfrutaban de la noche, se sintió un insecto miserable. Estaba solo, como siempre, y no acababa de entender los motivos de tanta soledad. No pensaba que fuera guapo, ni siquiera mono, ni simpático, ni agradable, ni siquiera hablador… Pero tampoco merecía pasar solo la velada.

Después de los postres, los diligentes camareros retiraron las mesas y convirtieron el espacio en una inmensa sala de baile, dónde solo se escuchaba pachanga y ritmos latinos. Aprovechó el momento para ir en busca de los que hasta entonces había considerado sus amigos.

-Bua, Dani, tío, que pringao, te ha tocado sentarte en el culo del mundo – dijo Toni al verlo, riéndose -. Si no hubieses llegado tan tarde, te habrías podido sentar con nosotros.

-Sois unos mamones, podríais haberme guardado el sitio – exclamó él.

-Va, va, si no llegaras siempre tarde con esa carraca de bici que llevas, habrías encontrado sitio, al menos en nuestra mesa – explicó Jorge, el listillo del grupo, arqueando una ceja – eres un pringao, Sándwich.

-Encima no me llames así, tío, que ya sabes que no me va ese mote – Dani puso los ojos en blanco y odió a su madre con todas sus fuerzas.

-¿Habéis visto lo buenas que están las tías hoy? – comentó Toni, frotándose las manos – si no nos damos prisa no pillaremos un buen chochete esta noche.

Toni siempre pensaba en lo mismo: follar. Era su hobby, pensar en eso y sacarse humo a la polla haciéndose pajas, porque jamás pillaba.

-Tú no has visto un coño en directo desde el día en que naciste y ni siquiera ese, que saliste por cesárea – replicó Dani, malhumorado.

-Mira al Sándwich, el puto amo de la fiesta – contestó Jorge, saliendo en defensa de su amigo del alma.

Jorge y Toni se habían criado prácticamente juntos, y donde iba el uno, se podía encontrar fácilmente al otro. Era lamentable, pensaba Dani, que le llamaran pringao los tíos más pringaos de todo el instituto.

Dani levantó la mirada y vio a Amanda, meneando ese culo precioso contra la bragueta de Álex, en una especie de perreo que, aunque no le salía del todo bien, le mecía las nalgas graciosamente.

-Seguro que lleva tanga – susurró, pensando en voz alta.

-¿La zorra de Amanda? – contestó Jorge, mirando hacia su dirección – Fijo, pero no la mires mucho, no sea que después de romperle el culo a ella, venga Álex a rompértelo a ti.

Odiaba eso. Era una de las muchísimas cosas que odiaba. No poder ni mirar a la chica que le gustaba porque se suponía que estaba emparejada con el repetidor de turno. Un equivalente al capitán del equipo de fútbol americano de las pelis.

-Va, tío, esa no sabe ni que existes – se burló Toni – Ni tú, ni ninguno de nosotros.

Jorge fue a por unos vasos de cocacola, que alteró convenientemente gracias a la petaca que llevaba llena hasta los topes de lo que, según había dicho, era un vodka de puta madre. Brindaron por lo pringados que eran y bebieron un largo trago, como larga iba a ser la noche.

Fueron a sentarse a un rincón de la sala, lejos de las luces y de las personas, y estuvieron comentando culos y tetas, hasta que no quedó ninguna chica libre de ser comentada.

-La que está buenísima es la petarda esa de profesora de literatura que tienen los de letras – comentó Toni, colocándose el paquete – a esa le hacía yo uno o dos hijos si se dejara.

-Va tío, si podría ser tu madre – contestó Dani.

-Sí, el Sándwich sabe mucho de madres – se carcajeó Jorge – ¿Ya te ha pajeado la tuya?

Toni soltó tal carcajada que vació el contenido del vaso al suelo en un ataque de risa.

-Va tíos, estáis enfermos, me largo.

Dani se levantó, sin hacer caso de los airados comentarios de sus compañeros de fiesta, y fue al servicio de hombres a mear. No sabía si odiaba más a su madre, a sus amigos, o a sí mismo.  Era patético.

Cuando salió del baño vio a Amanda entrar en un cubículo, seguida de Álex, y se quedó a escuchar. En poco rato empezaron a oírse jadeos masculinos, y el indiscutible sonido de una mamada, con esos gorgoteos y lamidas que sabía, por las películas porno, que correspondían a una garganta profunda.

Abatido salió del baño, con la polla más dura que una piedra, y sintiéndose lo que siempre le habían dicho que era. Un puto pringado.

Podría haberse quedado en el baño haciéndose una paja, que es lo que le apetecía hacer, pero saber que esos ruidos los hacía Amanda chupándosela a ese cabrón de Álex era más de lo que estaba dispuesto a soportar.

Salió a tomar el aire, y se encontró en el exterior con la profesora de literatura española de la que había hablado Toni. Jamás había reparado en ella.

Era una chica de una edad indeterminada, entre los 29 y los 35 años. Obviamente, había exagerado al insinuar que podría ser la madre de alguien. Estaba apoyada en la pared, fumando lo que parecía ser un cigarrillo liado. No era delgada, pero tampoco estaba gorda, según podía apreciar. Llevaba un vestido corto ceñido, negro, con mucho escote, y unos botines de tacón, preámbulo de unas torneadas piernas. Tenía el cabello caoba recogido en un moño del cuál escapaban, graciosamente, algunos mechones rizados. Llevaba unas gafas de esas que a veces llevan las MILFS en pornhub, y los labios pintados de un intenso rojo pasión.

Se acercó a ella.

-¿Tienes fuego? – le preguntó.

-Si eres menor no deberías fumar – contestó ella, con una voz profunda.

-No soy menor ¿tienes fuego o no?

La profesora rebuscó en un diminuto bolso que él no había apreciado a primera vista y sacó un mechero, que le pasó. Dani sacó un cigarro del paquete de tabaco que llevaba en la americana, y lo encendió.

-Gracias – dijo al devolvérselo.

Ella asintió con la cabeza.

Dani se acuclilló a su lado mientras fumaba, pensando en qué estaría tan mal en él como para que Amanda prefiriera un malote como Álex antes que a un chico normal que bebía los vientos por ella.

-… por eso es que no deberías – oyó que decía la profesora, lejos, muy lejos.

-¿Me decías a mí? – respondió Dani - ¿Qué dices que no debería?

-Da igual, te hablaba de los peligros del tabaco – dijo ella, apagando su cigarrillo – Pero no importa, de verdad.

Vio como entraba y desaparecía de su vista. Solo de nuevo, hasta esa profesora se había largado.

Al menos había podido controlar su erección y cuando acabara el cigarro podría entrar de nuevo a la fiesta. Lo apagó a medias, pensando que tal vez su diosa habría acabado de tragar leche y estaría bailando. Al menos así se alegraría la vista y no estaría tan solo.

Cuando entró de nuevo vio que Jorge y Toni estaban hablando con unas chicas del tecnológico. Unas frikis de manual, pero vamos, a lo mejor así tenían suerte y mojaban el churro. Esas dos iban siempre juntas, igual que ellos, así que a lo mejor se montaban una orgía y acababan pillando todos. Menos él.

Abatido fue a sentarse a su rincón.

Buscó entre las personas que bailaban en la sala y no vio a Amanda, ni a Álex. Tal vez sí era verdad que le estaría petando el culo… Ojalá fuera él quien tuviera esa suerte.

Siguió paseando la mirada y solo descubrió caras felices bailando, y bocas encontrándose en magreos descarados delante de todos los demás. La sociedad le daba asco, ¿es que no quedaba nadie en el mundo con un poco de decencia y dignidad?

Entonces la vio. No a Amanda, sino a la profesora de literatura. Estaba bailando con el profesor de biología, patosa como ella sola, pero divirtiéndose más que ninguno de los posers de la fiesta. El de bio la miraba babeando, como si jamás se hubiera visto en otra igual, y paseaba sus ojos alternativamente entre los labios y los pechos de ella.

Ver a esa desconocida profesora tan despreocupada le hizo reflexionar. Si ella que tenía una reputación que mantener era capaz de perder la dignidad de esa manera, ¿por qué no él?

Se armó de coraje, se levantó de la silla y fue en busca de Amanda al servicio.

La encontró saliendo del baño, limpiándose la comisura de los labios con la mano derecha, mientras con la izquierda se recolocaba el vestido. Tras ella salió Álex, subiéndose la bragueta y recolocándose el paquete, con esa cara que tienen los que acaban de follarse a una diosa.

Cuando Dani los vio no pudo contenerse. Se acercó a Amanda, la cogió del brazo y sin mediar palabra, la besó. Fue un beso rápido y fugaz, como el puñetazo que le dio Álex, que lo hizo estrellarse de bruces contra la pared del pasillo y contra la realidad.

Amanda le gritó que era un cerdo asqueroso, y Álex no le dio tiempo a reaccionar, antes de empezar a darle puñetazos, hasta que lo tiró al suelo, para seguir pateándole las costillas.

“¡Pelea, pelea!” coreaban algunos en el pasillo, haciendo que otros curiosos se acercaran a mirar. Finalmente llegaron algunos de los profesores, atraídos por ese coro de voces.

Separaron a Álex de Dani, y lo contuvieron. Dani escupió, en el suelo. Amanda había desaparecido, y es que a una muchacha sin una mancha en su impoluto expediente, no le interesaba verse envuelta en una pelea callejera, aunque ésta fuera a causa de ella.

El profesor de biología se llevó a Álex a un salón contiguo, que se usaba en invierno como guardarropa, y la profesora de literatura acompañó a Dani al servicio, para poder ayudarle a limpiarse las heridas de la pelea, e interrogarle acerca de lo ocurrido.

-¿Qué ha pasado, Daniel? – le preguntó, pasándole un papel humedecido por un corte de la ceja, para parar la hemorragia.

-Ese cabrón no tiene suficiente con levantarme a la novia, encima quiere matarme – contestó Dani, inocentemente.

-¿Me estás diciendo que todo esto es por una chica? – contestó ella, levantando el trozo de papel para mirar el corte, preocupada -  Nadie en el mundo merece una paliza así.

Dani vio en los ojos de la profesora algo que jamás había visto en ninguna mujer. Preocupación. Estaba preocupada por él, y era algo sincero.

-Ya… pero te vi bailar con el de bio, y pensé que, si tu podías bailar como un pato mareado sin que te importara, yo podía declararme a Amanda sin miedo a las consecuencias.

La profesora desvió la mirada, sonrojada, y dejó de ejercer presión en la herida.

-Yo… bueno, no era consciente de que lo hiciera tan mal.

Dani se dio cuenta de que había herido los sentimientos de la mujer. La tomó suavemente de la barbilla para mirarla directamente a los ojos, en un gesto mucho más seguro de lo que había sido jamás.

-Lo siento, no quería ofenderte – dijo sinceramente – no era esa mi intención – apartó la mano del mentón de ella, que le mantuvo la mirada.

-Da igual, lo hecho, hecho está. No se me da bien bailar, pero al menos no acabo tirada en el suelo de un pasillo con la ceja partida – dijo, divertida.

-¿Cómo te llamas? Tú sabías mi nombre, así que es justo que yo sepa el tuyo - cambió de tema Dani, sintiendo por primera vez curiosidad real hacia esa mujer.

-Me llamo Silvia – contestó ella, volviendo a presionar sobre la herida de la ceja del chico – te diría que es un placer conocerte, pero bueno, ya sabes, no me gusta pasar la graduación cortando hemorragias de cejas de alumnos.

Dani rio sinceramente y apreció una faceta nueva de esa profesora de literatura. Era divertida.

-Siento que tengas que pasar este rato curando a un inconsciente como yo – se sinceró -. La verdad es que yo vine al baño sabiendo que encontraría a Amanda y a Álex. Solo quería besarla – levantó las manos inocentemente – estoy muy enamorado de ella.

-¡Qué tiernito! – ironizó Silvia – Que quieras acostarte con ella no significa que estés enamorado de ella – y añadió – a ver, ¿Cuál es su libro favorito?

Dani abrió mucho los ojos. No tenía ni idea. De hecho, si lo pensaba bien, no tenía ni puta idea de nada de lo que le gustaba a Amanda, ni qué la preocupaba, ni siquiera qué quería hacer en un futuro.

-¿Silencio? – intervino la profesora, cortando su hilo de pensamiento – Entonces no me hables de amor. El amor es otra cosa… se puede morir de amor – añadió, poéticamente – Sé de lo que hablo, soy profesora de literatura.

Esa mujer lo sorprendía por momentos. Parecía que tenía respuestas para todo, argumentos para todo. Suspiró.

-Soy un patético idiota.

-No, no lo eres – dijo ella, limpiándole la sangre que resbalaba de su ceja por la mejilla – sólo eres un chico a quien le gusta una chica, y que no sabe mirar hacia donde debería.

Se apartó de él un segundo, que le bastó a Dani para fijarse en lo cerca que estaba su escote de su brazo. ¿Le estaría mandando señales?

Sea porque sintió que era una señal, sea porque estaba solo y desesperado, la polla de Dani empezó a despertar de nuevo en sus pantalones. Había descubierto un nuevo objeto de deseo pero… ¿Lo aceptaría ella? Imposible.

-Ufff, me duele todo – se quejó Dani.

-Quítate la camisa, veamos si tienes alguna otra herida además de la ceja.

Silvia le quitó la corbata con cuidado, de una manera que al chico se le antojó terriblemente erótica. Sintió un pinchazo en la polla y tuvo que reprimirse las ganas de apretarla. Después la profesora le quitó la americana y le desabrochó, con sumo cuidado, la camisa. Botón a botón, los acariciaba con esos dedos largos y blancos. Se fijó en las uñas, extremadamente cuidadas y pintadas de un bonito rojo que hacía juego con sus labios.

Le desabotonó los puños y, despacio, le bajó la camisa por los hombros, dejándole el torso desnudo. Se fijó en algunas magulladuras y moretones incipientes. Mañana le iba a doler de lo lindo.

Silvia pasó las manitas con cuidado por los golpes, examinándolos tan de cerca, que Dani podía sentir su respiración en el pecho. Iba a estallar si seguía tan cerca. Él mismo se acercó la mano a uno de los morados, que veía en el espejo, y se quejó al apretarlo.

-¡Pero no aprietes, hombre, que lo vas a empeorar! – le regañó dulcemente ella.

-Lo… lo… lo siento – susurró él, bajando la mirada.

-No lo sientas por mí, siéntelo por ti – le acarició de nuevo, suavemente. Dani sabía que el bulto de su polla a través del traje tenía que ser visible de necesidad, no podía ser que esa mujer no se diera cuenta de que le estaba poniendo malísimo solo con el roce de sus dedos. Y sin embargo, allí estaba, sin dejar de acariciarlo y haciéndole estremecer cada vez que respiraba.

Después de unos segundos que parecieron horas, ella se apartó y le miró directamente a los ojos.

-Y ahora, viéndote en el espejo, dime ¿qué chica merece todo este dolor que vas a sentir mañana? – parpadeó.

-Ni… ninguna – respondió Dani, con un susurro.

-¡Exacto, ninguna! – contestó ella, determinada – Es una tontería monumental querer ganarte el cariño de una chica mediante la violencia – y empezó a divagar, como buena profesora de literatura que era -. La literatura nos enseña que, a menudo, aquellos que se baten en duelo por un calentón estúpido, acaban muertos o malditos. Si no te gusta ver a Amanda con otro, lo que debes hacer es desearle la mejor de las suertes y buscar la mejor de las suertes para ti mismo.

-Y… ya… - aquella mujer le hacía parecer estúpido; le dejaba sin palabras cada vez que le soltaba un discurso y lo peor era que tenía razón. Él quería tirarse a Amanda, estaba claro, pero pelearse así por ella sólo le había hecho parecer un flojeras panoli.

-Y ahora, prométeme que no te vas a pelear más – pidió la profesora.

-Lo… lo prometo – contestó Dani, avergonzado, sintiéndose como un niño pequeño al que le dan una regañina.

-Está bien – sonrió Silvia -, ahora vamos a seguir examinándote.

Le tomó del brazo y lo metió en un cubículo, entrando ella después. Le pidió a Dani la linterna de su móvil, que estaba cuidadosamente guardado en el pantalón de traje. La sacó, la encendió, e iluminó hacia abajo, donde le había pedido la profesora.

Lentamente, le desabrochó el cinturón. Se quedó muy quieto, como si ella fuera un T-Rex y él la presa. Se dejó desabrochar después la bragueta, y vio como el pantalón de su traje caía al suelo.

-Levanta los pies, vamos a sacarlo para que no se ensucie.

Ella se agachó para quitarle el pantalón y recogerlo, y él intentó no respirar y no mirar hacia abajo.

La profesora estaba acuclillada, podía verle el escote si miraba disimuladamente hacia abajo. Tenía la cara muy cerca de su paquete, que por cierto, empezaba a estar humedecido. Dio las gracias por haber elegido un bóxer negro, que tal vez disimulara la mancha de líquido preseminal que debía tener ahí.

Ella hizo caso omiso, le quitó el pantalón, lo dobló y lo dejó sobre la taza del sanitario. Empezó a examinarle los tobillos, las pantorrillas y finalmente los muslos, amasándolos con esas dulces manos.

Dani reprimió un deseo enorme de apretarle la cara contra su polla y se mordió el labio, mirando hacia el techo. Sintió los dedos de Silvia en su pelvis, jugueteando con la gomita de su bóxer… ¡Un momento! ¿¡Jugueteando!?

Miró hacia abajo y vio como la profesora se mordía el labio inferior, mirando su huesuda pelvis. Supo que se estaba debatiendo entre bajarle el bóxer y chupársela allí mismo, o conservar su dignidad y su prestigio como maestra.

Se detuvo, y se arrodilló.

-¿Hay algo más que te duela, Dani? -le preguntó, con un hilillo de voz.

Sabía qué debía responderle, pero no se atrevía. ¿Y si todo lo había interpretado mal? ¿Y si realmente solo estaba haciendo su trabajo como profesora preocupada? ¿Y si...?

Las manos de Silvia sobre su paquete le hicieron perder el hilo de sus pensamientos.

-Parece que aquí tienes algo un poco hinchado… - susurró ella.

No se lo podía creer, ¿en serio la profe de literatura le estaba sobando la polla? No movió ni un músculo.

-Veamos si hay algo que pueda hacer para que no te duela tanto.

¡Hija de puta, le estaba bajando el bóxer!

Notó los dedos de ella dentro de la goma, y como tiraba hacia abajo sin ningún tipo de cuidado ni de reparo. La polla de Dani, unos nada desdeñables 19 circuncidados centímetros, salió despedida y golpeó su abdomen. Él se sonrojó, ella se relamió.

La profesora acercó su mano derecha a la base de la polla de Dani, mientras la izquierda se acercaba tímidamente al descapullado glande. Con los deditos recogió una gotita de líquido preseminal que brillaba en la punta, y después se lamió el dedo, sin dejar de mirarlo. Él se sintió gilipollas, con el móvil en la mano, enfocando, así que quitó la linterna y lo dejó sobre el sanitario. Ella se lamió de nuevo los dedos y los llevó al glande, para acariciarlo lentamente, haciendo circulitos, mientras empezaba una paja lenta y exasperante.

-¿Te han hecho una mamada alguna vez? – preguntó la profesora, con la voz y la mirada inyectadas de deseo.

-N… no… - se sonrojó el chico.

Dani tenía clarísimo que quería era que se la chupara. Quería meterle la polla hasta la garganta y deshacerle ese moño mientras le empujaba la cabeza… pero se dejó hacer, pensando que tal vez, la auténtica diosa del sexo de ese instituto no era Amanda, sino la profe de literatura.

Entonces, en un movimiento que sorprendió al chaval, la profesora pasó su mano izquierda a los huevos de él, y agachando aún más la cabeza, pero sin dejar de mirarlo, se los llevó a la boca. Los succionó, los lamió, y los marcó del rojo de sus labios, mientras no dejaba de pajearle. Dani no sabía que podía sentirse un placer tan grande con una mamada.

Con la lengua fuera recorrió los huevos y el tronco de ese pene venoso, y llegó al glande, que no dudó en lamer y en llevar entre los labios. Escupió un par de veces, delicadamente, y se lo llevó a la boca. Primero succionaba, y después acompañaba con la lengua la entrada del falo del alumno. Cuando tuvo una buena cantidad de polla en la boca, la sacó de nuevo, se dio con ella unos golpecitos en los labios, y volvió a meterla, esta vez dejando que rozara el paladar y se alojara en su garganta. Dani flipó al ver como casi toda su polla desaparecía en la boquita de aquella profesora, y le llevó las manos a la cabeza, para intentar meterla entera.

Ella se sacó la polla de la boca, lo miró con severidad, y le apartó las manos. Meterse la polla de su alumno en la garganta era algo que debía hacer ella porque quería, no porque él se lo impusiera.

Escupió una última vez y abrió mucho la boca, hasta que sintió los huevos de él en la barbilla y el glande en la campanilla. Lo había logrado, había entrado completamente. Lo agarró de las nalgas, y ella misma se impulsó para empezar con esa mamada profunda. Él le acarició los hombros y el pelo mientras ella seguía a lo suyo. Vio como la comisura de los labios de la profesora goteaba saliva y líquido preseminal. Sentía que su polla iba a explotar.

-Ah… joder, me voy a correr – gimió.

Ella paró de repente cuando lo oyó. Apartó lentamente la cabeza, y le cogió firmemente el glande con los dedos índice y corazón, intentando cortarle la eyaculación. Y lo consiguió, tal vez más por la sorpresa que le provocó el verla tan concentrada en no permitir que se corriera.

-Aún quiero disfrutar un poco más de ti – murmuró ella.

Se levantó con dificultad, apoyándose en la puerta del cubículo, y de un empujón le hizo sentarse en el inodoro, encima del pantalón y el teléfono. No pudo ni replicar, solo se los sacó de debajo para dejarlos sobre la cisterna.

Se quedó allí, sentado, en ese minúsculo espacio, viendo como ella se quitaba las bragas, unas de esas carísimas de puntilla que usan algunas mujeres en los clips porno.

Se las pasó a Dani, que las tomó con una mano, y las notó mojadísimas. Se preguntó si todo eso lo habría provocado él… un pobre pringado que iba en bicicleta a todas partes. Las acercó a su cara y las olió, siempre había pensado que eso resultaba muy erótico.

A ella también se lo pareció, porque vio como se mordía el labio inferior.

Con una parsimonia terrible, se subió el vestido, y le mostró un coño perfecto, rosado, con los labios gorditos y un triángulo minúsculo de pelito perfectamente depilado. Se quitó el vestido, lo colgó en el pomo de la puerta y se acercó a él, únicamente vestida con un sujetador a juego con las bragas que él guardaba como un tesoro, unas medias a medio muslo sujetadas por un liguero y esos botines tan sexys.

-¿Quieres verme sin sujetador? – le preguntó al oído, y le mordisqueó suavemente el lóbulo.

Él asintió, con la boca abierta, alucinando. ¡Claro que quería verla sin sujetador, y petársela también!

Se desabrochó el sujetador, se quitó los tirantes y lo sujetó con los brazos, antes de dejarlo caer despacito. Tenía los pechos enormes, algo caídos, blanquísimos, con una aureola grande y color miel, y los pezones bien duros. Se pasó la mano por la cintura y acarició sus caderas, mostrándose desnuda, solo con las medias y los zapatos. Dani solo quería cogerle esas tetas y chuparlas como si no hubiera un mañana. Ella lo intuyó y se acercó, poniéndole los pezones sobre los labios, para que solo tuviera que chupar.

-Mmm vámos, chúpalas… - jadeó.

Dani cogió uno con una mano, aunque se le escapaba por todos los lados, y lamió el otro con avidez. Pasó su lengua haciendo círculos por la aureola, y jugó a meterla entera en la boca, mientras succionaba con ganas y pellizcaba con los dedos el otro pezón. Chupó, succionó y lamió ese pecho hasta que quedó rojo, y luego hizo lo propio con el otro. Silvia cogió sus dos pechos y los apretó, colocando los dos pezones muy juntos, para que pudiera chupar los dos a la vez. Él la cogió de la cintura para acercarla más, mientras ella gemía alto y entrecortada.

En algún momento decidió que había tenido suficiente, y se apartó bruscamente, dejando a Dani aún con la lengua afuera, queriendo chupar más.

Silvia se giró, mostrándole un culazo infartante, respingón y duro, que él tomó con ambas manos, amasando esas nalgas. Se mordió el labio pensando en todo lo que quería hacerle… pero al final, ella decidiría hasta donde lo dejaba llegar.

Vio como la profesora separaba las piernas y sus deditos jugaban en ese coño delicioso. Después ella se acercó de nuevo, de espaldas, girando la cabecita para mirarle.

-Quiero que ahora te la sujetes, lo más tieso que puedas ¿lo harás por mí?

Dani asintió, boquiabierto, e hizo lo que Silvia le pedía. Ella empezó a sentarse, despacio, en su regazo, al tiempo que se abría los labios del coño para introducirse la polla del alumno. Él jadeó al sentir como las paredes vaginales de Silvia le rodeaban el mástil, y la cogió de las caderas, forzándola a sentarse más rápido, clavándosela hasta el fondo.

-Aaaah jodeeeer mmmm - la profesora de literatura soltó un gritito mezcla de sorpresa por la iniciativa y de placer al sentirlo tan hondo. Giró la cabeza y lo miró, sonriendo, con las gafas a media nariz, sudando, y el moño casi deshecho.

La visión lo puso a tope, y cogiéndola por las caderas, empezó a moverse sobre el inodoro, clavándosela, y ayudándola a cabalgarle de espaldas, como una avezada amazona. Le recorrió la espalda con las manos, y las colocó en sus nalgas, que iba separando y juntando, magreando mientras ella no dejaba de botar, y de gemir.

Preso de un repentino ataque de seguridad y debido a que toda la sangre de su cuerpo estaba concentrada en esa polla durísima que estaba petándose a la profesora de literatura, movió su dedo y lo metió en el culo de ella.

-Aaaaaaah, eso se avisa, Dani, ooooh - Silvia gritó, sorprendida y excitada, tal vez un poco dolorida al no estar preparada para esa invasión, pero no dijo nada, siguió cabalgando y gimiendo.

-Avísame cuando vayas a correrte – pidió ella.

-Bfff, no voy a tardar, joder, estás buenísima – jadeó Dani.

Halagada, ella empezó a cabalgar más deprisa, contrayendo las paredes de su coño, sintiendo la cabeza de la polla de Dani en cada parte de su interior. A los pocos minutos, Dani soltó un fuerte jadeo, preludio de una corrida impresionante.

Antes de que pudiera llegar, ella descabalgó y se arrodilló frente a él, metiéndose los dedos en el dilatado coñito y acariciándose el clítoris, mientras él descargaba toda su leche espesa leche en esas enormes tetas.

Ella acabó de escurrir la polla, dándose golpecitos en los pezones, y después con la mano que no se estaba tocando, la recogió para chuparla, mientras seguía dedeándose, acuclillada delante de él, hasta correrse en el suelo del baño.

Dani la miró, flipando como nunca antes había flipado, viendo como ella se dejaba caer, agotada, sobre su polla que iba perdiendo la hinchazón.

Él también estaba agotado, sin poder creer lo que acababa de ocurrir.

Pasados un par de minutos, Silvia se levantó, se puso el sujetador y el vestido y corrió el pestillo del cubículo.

-Mereces el descanso de los campeones – le susurró, y le dio un suave beso en la mejilla - ¿Ves como no es necesario pelearse con nadie para tener un buen polvo?

Salió del cubículo y del servicio, mientras él seguía intentando ordenar sus ideas. No podía haber pasado lo que creía que había pasado. ¿Se había tirado a la profe de literatura o… ella se lo había tirado a él?

No importaba, cuando contara la historia -que obviamente, nadie creería- sería él quien se había tirado a la profesora y se había llevado, como trofeo, sus bragas mojadas.