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En hoteles contigo

en Gays

 
 
Siempre que viajo a Londres por trabajo y me toca un hotel medianamente curioso lo primero que pienso nada más entrar es en qué haríamos si pasases conmigo estos dos dias.
 
Para empezar llamaría la la oficina y diría que he perdido el avión o algo peor, y que ya nos veríamos la próxima vez. Ahora tengo otras cosas en las que pensar.
 
Después iría al Sainsbury’s de la zona y me abastecería de elementos esenciales para sobrevivir juntos durante dos jornadas: algo de alcohol, con un par de botellas de buen vino bastarían; algo de comer que maride bien... ¿queso quizá?; café, como no!, un par de latas de esas de starbucks que ya vienen preparadas para tomar en frío; y por último, ibuprofeno... básicamente para darle sentido al café :-/.
 
Cubiertas las necesidades mínimas, iríamos a las realmente básicas: gomas de pelo para tus pelotas y tu polla, pinzas para tus pezones y escroto, aceites varios que lubriquen y den brillo al conjunto, hielo con el que paralizarte, pañuelos largos o trozos de tela que ya veremos como usaremos... vamos, lo que viene siendo nuestro kit de supervivencia en hoteles.
 
Ya en la habitación retiraría las sábanas y las colchas de todas las camas y las cubriría parcialmente con algunas toallas.
 
Tras nuestras dos primeras copas de vino, y una vez roto el inexistente hielo entre nosotros, procedería a desnudarte.
No sé como lo haría, pero no me limitaría a quitarte la ropa. Intentaría hacerlo minimamente distinto para que te gustara y comenzaras desde el minuto uno a disfrutar del momento.
Te dejaría completamente en pelotas y sólo entonces te calzaría la máscara negra que afortunadamente trajiste y que, para mi deleite, solamente tiene agujero a la altura de la boca.
En el ascensór del hotel ya me encargué de sobarte bien el paquete por encima de tu vaquero para asegurarme que entraras en la habitación con la polla bien dura, y así estarás las 48 horas siguientes. Guardaría tu ropa bajo llave en el armario y subiría la calefacción para que no pasarás frío y tú pene no se resintiese de las bajas temperaturas del exterior.
 
Y empezaría el show.
 
Seguramente comenzaría por la especie de banco de cuero que está en el medio de la habitación. Ya sabes, el típico de hotel sobre los que solemos abrir las maletas.
Te podría sobre él boca abajo, atándote las manos a las patas de delante con los pañuelos y los trozos de tela, la cabeza colgando por un extremo o apoyada en la silla que está enfrente... lo justo para que tus pelotas y tu polla, ya totalmente dura, cuelguen por el otro. Te abriría las piernas mucho, separándote al máximo los glúteos, y dejaría al aire tu ano que combina a la perfección con tu escroto y tu polla rasurados. No veas como luce hoy tu ano abierto.
 
Vertiría un chorretón de aceite por la parte baja de tu espalda y disfrutaría viendo como se desliza hasta llegar a tu culo, haciendo un pequeño charco en tu ojete y creando un hilo transparente de liquido oleoso que transcurre desde ahí hasta la punta de tu glande.
Comenzaría a cascarte una gran paja en esta posición asegurándome que todas tus partes sensibles están bien lubricadas y, una vez preparada tu polla en todo su esplendor, comenzaría a azotarte en la espalda y en los gluteos con ese pequeño latigo del que a veces hablas.
Por cada gemido que emitas, un latigazo más fuerte que tendrás. No puedes ver nada, tu posición te lo impide, pero te esta gustando, y mucho, y cada vez elevas más el tono pidiento un azote más.
 
Tu polla, cómo nó, comenzará a segregar ese manjar que tanto nos gusta, y en cuanto el primer goterón coja forma, colocaré un vaso de plástico debajo de tu polla para recojer cada milímetro cúbico de tu nectar.
Ya estás a pleno rendimiento. La gota se ha convertido en un hilillo que cae desde tu polla hasta el fondo de vaso, y cada vez que tensas tu pene, el caudal de prelefa se multiplica y cae a modo de chorro sin nada que lo detenga.
 
Lubrico bien tus huevos. En esta posición es fácil. Los masajeo firmemente y me aseguro que no queda un centímetro cuadrado que no pase por mis manos.
Comienzo a ponerte gomas, una a una. Algunas solamente aprietan tus huevos. Otras rodean la base superior de tu polla con la inferior de tu escroto. Por último un par de ellas se limitan a tu falo. Las doy varias vueltas para que cubran la totalidad de éste. Notas la presión en todo tu pene, y te fascina que te lo mueva arriba y abajo con fuerza multiplicando esa tensión.
 
Los pequeños latigazos abandonan tus glutéos y tu espalda y bajan hasta tus pelotas y tu polla comenzando a teñirlas de un rojo gozoso. Qué tiesas que están estas partes! Es como si tuviesen vida propia! Cuando tensionas los músculos parecen que van a reventar, y unicamente el chorro de presemen, combinado con tu respiración fuerte y tus gemidos, garantizan que todo está en orden y podemos continuar.
 
Finalmente decido seguir con un último latigazo más salvaje de lo normal que golpea con descaro tus dos pelotas y la parte baja de tu polla dejando su piel más rojiza si cabe y casi ardiendo al roce.
 
Toca sanar entonces. 
 
Observo el vaso de plastico que asiste inmóvil al espectáculo que le estamos brindando desde una posición privilegiada. Hace mas de treinta minutos que recoge cada gota de la prelefa que tu puta lujuria está segregando y cuyo caudal aumenta por cada golpe, cada mordisco, cada latigazo que te sirvo.
 
Quien fuera vaso. Si no fuese por el uso final que le voy a dar tu presemen, me hubiera puesto yo mismo debajo de tu polla, dejando que tu leche fuese pringando poco a poco mi cara, abriendo mi boca para que el hilillo que brota de tu uretra cayese entre mi lengua y mis labios, y así, moviendo ambos, poder saborearlo intensamente en toda su densidad.
 
Pero no es el caso, es un trozo de plástico en lugar de mis labios lo que recoge tú viscoso y líquido descarte. Has llenado más de un dedo, lo cual es una barbaridad considerando el diámetro del recipiente. Está claro que estás muy puesto.  Te pone muy cerdo esta situación y no tienes forma de esconderlo, ¿verdad?
 
Recojo un poco con la yema de un dedo y lo llevo a mi boca. Madre mía, como me ponen tus fluidos. Todos ellos.. Recojo más, en esta ocasión con dos dedos, y lo vuelvo a llevar a mi boca pero no lo trago, solamente lo lamo, dejando rastros de mi saliva goteando de mi mano.
Así, con esta improvisada brocha comienzo a pintar el lienzo que para mi es ahora tu culo, y voy untando con delicadeza tu prieto agujero con ese óleo casero en el que se han convertido tu presemen y mi saliva.
Poco a poco, suavemente, sigo el contorno de tu ano con mis dedos haciendo una mínima presión en sus lados para ir abriéndolo de forma discreta. Me pone cachondísimo hacerte este masaje, y por la grave intensidad de tus cortos gemidos está claro que a tí te está volviendo loco.
 
Vuelvo a cargar la brocha, añado mi saliva a la mezcla, y en esta ocasión, antes de continuar pintando, acerco mi mano con tu leche y mi saliva a la única apertura que tiene tu máscara, e introduzco mis dedos en tu boca que de forma glotona y casi desesperada engulles, empapando mi mano con tus babas, dejando el pincel en perfectas condiciones para un nuevo trazo que ejecutó esta vez con más decisión y firmeza.
 
Repito la última operación, y tu boca responde con el mismo ansia, pero antes de esparcir la mezcla en tu cada vez menos pequeño agujero, me llevo la mano a mi boca y lamo, casi devoro, tu saliva. Lo que me faltaba, un nuevo fluido tuyo que no había probado y que descubro de golpe y porrazo lo mucho que me excita.
 
No he dejado gota pero no puedo seguir a esta velocidad, mi polla esta ya muy dura y la tuya a punto de reventar... eso si, sigue goteando, parece un grifo roto, pero responde con precisión suiza tus gemidos, a la tensión de tus músculos, a cada roce de mis dedos con tu cuerpo.
 
Cojo el vaso, no puedo más, lo acerco a tu boca y te obligo a que salives dentro de el. No quiero que escupas, quiero que babees en plan muy cerdo. Tú cabeza reposa en la silla sobre tu perfil derecho y tu boca sobresale lo justo por el borde de la banqueta como para que al abrirla ligeramente tu saliva comience a deslizarse hasta el vaso que he colocado debajo conteniendo tu prelefa.
 
No salivas en exceso por lo que, tras arrearte cinco nuevos latigazos en toda tu zona expuesta, cuyos gemidos de aprobación por tu parte invitan a multiplicar en intensidad y número, me siento a horcajadas sobre tu espalda y mientras con una mano sujeto tu cabeza por el cuello, meto los dedos de la otra en tu boca para provocar su salivacion. Finalmente lo consigo.
 
Joder como salivas. Joder como gimes, casi gritas. Joder como te gusta esta imagien que no puedes ver. Es que ni te la imaginas. Te pone a mil, como dijiste la primera vez que un dedo mío atravesó tu ano.
 
Así que tengo el vaso con tú presemen y con tu saliva. Le doy un pequeño sorbo. Joder que bien sabe esto. Le doy un buen trago y mantengo en mi boca buena parte de la mezcla... la ostia.. que sabor tan fuerte, tan sensual. Eres tú en forma liquida. No puedo definirlo mejor. Pocas sensaciones más sexuales que está se me ocurren.
No trago, demasiado lujo exhibe este licor como para acabar engullido. Lo devuelvo al vaso sin dejar gota y comienzo a pintar un nuevo cuadro.
 
El lienzo es el mismo, pero el óleo ha variado. Ahora tengo material de sobra como para comenzar a printar con brocha gorda, y me recreo en la tarea.
Paso mis manos rebosantes de tan salvaje mezcla por tu ano, por tu polla, por tus huevos. Así una y otra vez. Y finalizo cada brochazo dando un paseo a mi lengua por tan frondoso terreno. La hundo lo más que puedo en tu ano. Lamo tus entrañas intentando llegar a lo más profundo que tu cuerpo es capaz de ofrecerme.
Tu gimes cada vez más. Gimes tanto que por un momento comienzo a preocuparme. No sé si me estoy pasando. Del sentir de tus gemidos podría desprenderse por igual la sensacion de que te estoy matando tanto de dolor como de placer. Asumo que es esta última la relidad que nos envuelve, y sigo chupándote cada milímetro de tu cuerpo por debajo de tu cintura. Y sigo untándote nuestra mezcla por cada rincón de tu escroto, de tu polla, de tu ano. Y presiono cada vez más esta hoquedad que me vuelve loco.
 
Combino mis acometidas con sentidos latigazos en tu espalda y en tus gluteos cuya intensidad descontrolo por momentos. Y sigues gimiendo. Y se te escapa un "más, damé más, chúpame más, dame más fuerte"... y entonces paro... No hay nada más masoquista que un sádico dicendo "basta" al que pide más dolor, así que me detengo.
 
La foto final es para poster. Tu a cuatro patas encima del banco. Tus glúteos bien abiertos. Tu polla aún goteando y, a falta de vaso, mojando la moqueta. Tus pelotas rojas, rígidas, aún gobernadas por tan pueriles y elásticos elmentos como unas putas gomas de pelo. Y tu ano... joder tu ano. No serías capaz de entender lo que dice tu ano. Lo que pide a gritos tu ano... o sí.
 
Tu vas vendido, pero no te creas que yo controlo mucho más la situación. Este escenario es demasiado para mi autocontrol, y aunque a mí lo que realmente me gusta es darte placer, no puedo resistirme a dármelo a mi mismo con semejante montaje.
 
Me quito el boxer mientras te suelto un par de latigazos más para no distraerte. Mi polla, no tan hermosa como la tuya, apunta tambien alto, y el nivel de excitación invita a pensar en una mínima maniobra de alivo.
 
Yo no soy de tiempos largos, y en una primera instancia pienso en masturbarme mientras me deleito con tan bonito paisaje. Pero recapacito. Es probable que no vuelva a tener semejante material a mi alcance.
 
Tengo claro que no voy a follarte ahora, aunque ganas no me faltan. Pero tambien tengo claro que debo aprovechar minimamente la ocasión y disfrutar de mis circunstancias.
 
Si hasta ahora mi mano ha sido el pincel que ha dado color a tu lienzo, será mi polla la que remate la obra y se dedique a dar los últimos retoques a semejante cuadro.
Con decisión comienzo a restregar mi falo por tu cuerpo, recreandome en aquellos puntos en los que tu presemen y nuestras salivas casi han tomado cuerpo.
Me excita muchísimo el roce de tu piel con mi polla... que sensación tan salvaje... son putas caricias sexuales.
Recurro tambien a tus huevos y, tal y como cuelgan, los agarro de abajo a arriba creando una especie de nido en el cual comienzo a desilizar mi pene arriba y abajo, adelante y atrás, simulando una cubana, pero en lugar de hacerlo contra tus pechos, lo hago muy satisfactoriamente contra tus pelotas.
 
Esto dura varios minutos e incrementas tus gemidos dando a entender que esto te gusta, y te gusta más de lo esperado.
 
Animado por tus ayes, cambio de objetivo, y ahora la punta de mi polla apunta directamente a tu ano. No te voy a follar, lo tengo claro, insisto, pero ay amigo, esto no quita para que comience a frotar mi polla duramante contra tus nalgas. No te estaré follando, pero se parece mucho. Vaya culo que tienes... vaya cuerpo que tienes. La de años que hace que lo observo. La de pajas que me he hecho pensando en tu carne, en tus pliegues, en tus músculos, en tu piel... en tí al fin y al cabo.
 
Comienzo a desvariar, y con razón. La sensación de placer desborda mi cerebro y de forma casi instintiva hace que mi falo en ese momento se pose sobre tu ansiado agujero.
No aprieto apenas, solo presiono, pero nada puede excitarme más que esta imagen: tu totalmente vendido y casi exhausto, con tu ano, tu polla y tus huevos a mi aparente disposición, y mi pene ahí, reemplazando a mis dedos, presionando justo ahí donde antes solamente buscaba relajarte el ano.
 
De forma no intencionada, casí accidental, una de estas presiones vá un poco más allá de lo esperado y taladra, por un milímetro, tu pequeño ano. Esto es demasiado. Demasiado para mí. Demasiado para tí. No lo puedes evitar, no aguantas más, y con un tono solemne y soprendentemente bajo y grave, dices... "folláme, por favor, no puedo seguir así"
 
 Yo me quedo pensativo y no sé muy bien como actuar... quiero darte placer pero no te quiero follar... así que dime tú como quieres que siga....
(continua..)