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Clases Particulares

en Gays

Me llamo Marcos, tengo 23 años y estoy en el último año de carrera de ingeniería. Al estudiar fuera de mi pueblo, compartía piso con un par de colegas. No me podía quejar de mi nivel de vida, pero como tenía ciertos caprichos y por no abusar de mis padres, decidí impartir clases particulares para ganar un dinerillo extra. Por ahora solo tenía un alumno, mi vecino Miguel. Me llevaba muy bien con su madre después de tantos años viviendo en este piso, y cuando me comentó que su hijo iba mal con la física y las matemáticas de primero de bachillerato, aproveché la oportunidad para comentarle lo de las clases. Con Miguel también me llevaba bien, y con las primeras clases cogimos más confianza aún.

Miguel es el típico adolescente de dieciocho años, al que se le empiezan a notar los cambios de la edad. Altito, sobre 1,82m y delgadito, unos 70kg  y algo fibrado por el deporte que practica casi a diario, pues juega en el equipo de baloncesto de su instituto. Cara que le hace aparentar ser algo mayor, además con una barbita de tres días que le hace irresistible, labios gruesos y pelo castaño estilo surfero con un peinado a lo despeinado que me volvía loco. Tenía unas piernas muy peludas para su edad, que le había visto cuando iba en pantalón de deporte, al igual que sus axilas, cuando llevaba camisetas de tirante. Obviamente no lo había visto desnudo, pero me daba la impresión de que era igual de velludo por todo el cuerpo. Seguro que tenía a más de una y de uno de su clase loco por él. A mí desde luego, me ponía a mil, sobre todo esa mirada de ojos verdes siempre alegre acompañada de una enorme sonrisa, y su inocencia. Me encantaba ese chaval.

Yo, por mi parte, no podía quejarme de mi genética, aunque debería cuidarme un poquito más. Por centrarme en los estudios, había dejado algo abandonado mi aspecto físico y estaba empezando a entrar en kilitos de más. Más o menos la altura de Miguel, e igualmente con pelo por todo mi cuerpo, especialmente en pierna y pecho, pero siempre algo recortado, especialmente polla y huevos, para evitar aspecto de abandono, y depilado por completo en la espalda, que es el único sitio en el que no me gustaba tener nada de vello. De cara redondita, siempre destacaban el aspecto adorable que daban mis mofletes, en contraste con mi cuidada barba, que me hacía de un aspecto más mayor, aunque nunca perdía la sonrisa de la cara, que acompañado de mi profunda mirada de ojos marrones me daban un aspecto bastante atractivo, o eso decían los demás, ya que yo no pensaba así. De polla no podía quejarme, estaba en la media con mis 15cm. Pero aún así, mi vida amorosa y sexual era casi inexistente. Debido a lo centrado en mis estudios, apenas había tenido tiempo para relaciones. El hecho de ser bisexual no ayuda, ya que suele generar más rechazo entre la gente. Todo esto hacía que llevase cerca de año y medio sin follar, y ya estaba que me subía por las paredes.

Todo comenzó un jueves de final de curso. Miguel tenía su último examen, de matemáticas, ese viernes y estaba con él repasando unos ejercicios. Al terminar le pregunté que tenía pensado hacer para celebrarlo y me comentó que tenía una fiesta en casa de un amigo. Ya teníamos bastante confianza después de ese curso entero dándole clases y le pregunté si había alguna muchacha en la fiesta con la que intentaría algo. Su mirada me lo dijo todo, y lo confirmó con sus palabras. Estuvimos bromeando sobre ello, y al irme le deseé suerte con ella. Ese día me fui bastante caliente a casa, pues por el calor habíamos estado estudiando bastante ligeritos de ropa, hasta el punto de que él se quitó la camiseta y pude contemplar su torso, en el que el vello comenzaba a aflorar dejándole un aspecto bastante atractivo. Llegué a casa y me casqué un pajote pensando en él que me dejó exhausto y así dormí plácidamente durante toda la noche.

Al día siguiente, volviendo yo de mis clases, me encontré a Miguel en el ascensor. Vino corriendo a abrazarme y me dio las gracias por todo, porque había conseguido aprobar física y el examen de matemáticas le había ido muy bien, según me comentaba. Ese abrazo me excitó, ya que el llevaba una camiseta sin mangas y por el calor iba algo sudado, lo que me hizo notar su aroma adolescente despertando así todos mis sentidos y mi más extrema excitación. Mi polla despertó, y al llevar un pantalón de deporte estoy seguro que él lo notó, pero lejos de apartarse de mí, se acercó más y pude notar su paquete frotándose contra mi muslo. Separó sus brazos de mi y lo noté sonrojado.

- ¿Oye te puedo pedir un favor? - me dijo bajando el tono de voz.

- Claro Migue, lo que quieras - respondí.

- Verás, para la fiesta he comprado con mis amigos unas botellas de alcohol, pero me da miedo meterlas en casa por si las ve mi madre, ¿podrías guardármelas?

- Jajajajajaja, claro colega, todos hemos pasado por eso. Dámelas y te pasas a por ellas antes de salir - dije sin poder evitar una sonrisa por su inocencia - pero tened cuidado con la bebida, no sé como de acostumbrados estaréis a beber, pero no quiero que te pase nada.

- ¡Guay Marcos! ¡Eres el mejor! Y no te preocupes, no suelo beber mucho nunca, pero tendré cuidado de verdad - me dijo sacando las botellas de su mochila y dándomelas.

Ya a la noche, poco antes de las diez, Migue se pasó a por las botellas. Estaba guapísimo, con una camisa blanca con los botones superiores abiertos, dejando ver su pecho ligeramente peludo, y remetida por un pantalón verde que le quedaba bastante ajustado mostrando un paquete y culo bastante apetecibles. Se me caía la baba mientras recogía las botellas. Yo le había comentado que estaba solo en el piso, que si volvía muy mal o necesitaba lo que fuera, que me avisase y podía dormir allí para no levantar sospechas con sus padres. Seamos sinceros, una parte de mí esperaba algo más después de ese roce en el ascensor, aunque me había auto convencido de que todo había sido imaginación mía. Le deseé suerte una vez más con la chica que le molaba y cuando se fue, me puse una peli, me hice palomitas, y me quedé dormido en el sofá.

No sé qué hora sería, pero empezó a sonar el timbre como si lo fuesen a quemar. Me levanté corriendo, miré que eran las tres y media de la mañana y fui corriendo a abrir la puerta. Era Migue. Estaba despeinado, la camisa abierta a excepción del último botón, salida por fuera del pantalón y el rostro inundado de lágrimas. Rompió a llorar en cuanto le abrí y se lanzó a mis brazos. Le hice pasar y comprobé que ningún vecino miraba. Lo senté en el sofá del salón y comprobé al instante que estaba muy borracho. Le quité el móvil para mandarle un mensaje a los padres, pero vi que él mismo lo había hecho antes de comenzar la fiesta, diciendo que se quedaba con un amigo suyo. "Chico listo", pensé. Le pregunté qué pasaba y empezó a relatarme como su mejor amigo se había liado con la chica que le gustaba y ambos habían desaparecido a mitad de la noche, y él se quedó hecho una mierda y sin ganas de nada y se fue sin avisar, pero que tampoco quería estar en su casa y por eso me llamó. Empezó a pedirme perdón sin parar por las horas que eran pero que no sabía a dónde ir ni con quién hablar. A mí me dio mucha ternura, ya que me caía muy bien y todos hemos pasado por esos males de amores.

Nos quedamos callados y de repente se abrazó a mí. Al ser verano y por el calor que hacía, yo estaba sin camiseta y en calzoncillos, que es como suelo dormir. Apoyó su cabeza sobre mi pecho peludo y note su rostro húmedo sobre el mismo. Empecé a excitarme bastante por la situación. Después de un rato así, él acercó su mano a mi polla dura y empezó a masajearla.

- ¿Qué haces? - le pregunté sorprendido.

- Ya que no he podido enrollarme con la tía que me gusta, voy a hacerlo con el tío que me gusta - respondió incorporándose.

Iba a responder cuando acercó su boca a la mía y nos fundimos en un beso. Primero tierno, luego pasional. Su mano derecha no soltaba mi paquete, mientras que con la izquierda me agarraba la nuca impidiendo que separase mi boca de la suya. Por mi parte con mis manos le quité la camisa y agarré directamente sus pezones. Nos separamos apenas un segundo y pude observar su cuerpo semidesnudo. Como ya dije, un pecho bastante apetecible, con bastante vello para su edad y que auguraba un buen pecho de macho peludo de los que tanto me ponen en unos años. Una hilera de pelo bajaba hasta su ombligo donde se extendía bastante y se escondía por sus pantalones. No podía esperar a ver hasta donde seguían esos vellos. Sus axilas que ya había visto otras veces eran mi perdición, por lo que inmediatamente le levante los brazos y empecé a lamerlas. Olían y sabían a sudor adolescente y me ponía tanto que temía que mi polla reventase los calzoncillos de lo dura que estaba. Seguí chupando, ahora sus pezones, y él no paraba con sus gemidos de placer. Seguí bajando lamiendo todo su abdomen hasta toparme con su pantalón. Lamí desde ahí hasta su boca y volví a besarle tumbándolo sobre el sofá. Dejé mi cara sobre la suya y clavé mis ojos en los suyos.

- ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? -tenía mi cuerpo sobre el suyo y mi paquete rozando el suyo.

- Llevo queriendo esto desde hace mucho tiempo, ahora no puedo decir que no - respondió y volvió a besarme.

Lo levanté y lo llevé hacia mi cuarto. La excitación nos podía y por el pasillo íbamos besándonos y chocándonos con las paredes. Al entrar en mi habitación le quité el pantalón y lo dejé en calzoncillos, unos boxers apretados azules que marcaban una enorme polla.

- Joder, que polla gastas cabrón - exclamé sorprendido.

- Pues es toda para ti - dijo sobándose el paquete.

- Una pregunta antes de seguir - dije mientras se acercaba y me comía el pezón derecho - ¿es tu primera vez, no?

- Sí - respondió soltando mi pezón - ¿por qué?

- Porque me pone mucho que sea tu primera vez conmigo.

Lo lancé a la cama y le quité los calzoncillos, e inmediatamente después me quité los míos. Ya los dos desnudos, pude ver su enorme polla, unos 18cm, bastante bien para su edad. No esperé un segundo más y me la llevé a la boca. Migue empezó a gemir de placer y con sus manos agarró mi cabeza para que no parara, que dicho sea de paso, no pensaba hacer. El olor a sexo inundó la habitación, y eso me excitaba más aún. Por lo que cuando me cansé de mamar, solté su polla, y le hice señas para que lo hiciese él. Se acercó a mi polla y se la metió en la boca con cierta dificultad. Se notaba su inexperiencia, pero aún así fue una experiencia memorable. Estuve a punto de correrme, pero lo detuve a tiempo. Le hice parar y le pedí que se diese la vuelta y se pusiese a cuatro patas. Ahí tenía su culo, bastante peludo, para mí. Abrí las nalgas y su boquetito se mostraba ante mis ojos, semioculto por sus vellos, pero me lancé de inmediato a chupar. No pudo contener el gemido de placer, que estoy seguro que se escuchó en todo el bloque de vecinos, pero me dio igual. Comencé a lamer sin parar su ano y el no paraba de gemir y de pedir que no parara.

Al rato metí el primer dedo, a lo que dio un respingo pero me pidió más. Un segundo dedo entró, con más dificultad, pero aún así Migue quería más. Con el tercer dedo si escapó un pequeño grito de dolor, pero de momento se torno en placer porque me pidió que me lo follara ya. Fui a mi mesita a por condones pero cuando me vio me pidió que no los usara: "Fóllame sin condón, córrete dentro de mí" fue lo que dijo. Yo soy contrario al sexo inseguro, pero estaba tan cachondo y consciente de que era su primera vez, que ni me lo planteé. Agarré su culo y acerqué mi polla y la fui introduciendo poco a poco. Gritó de dolor: "joder como duele". Le pregunté si quería parar, pero me dijo que ni loco. Que siguiese. Y así lo hice. Seguía doliéndole pero no quería parar, y cuando ya estuvo toda dentro me paré para dejar que se acostumbrara.

- Me encanta sentirte dentro de mí, no pensaba que fuese tan placentero - me dijo entre resoplidos.

- ¿Te duele? - dije con un tono bastante dulce.

- Un poco, pero cada vez es más placentero.

- Pues ahora viene lo mejor - me acerqué a su cuello y le mordí.

Saqué mi polla de su culo y la volví a meter, generando en él un grito de dolor. Otra vez, y otra más. Así hasta que sus gritos eran de puro placer, y no dolor. Entonces empecé a empotrarle sin piedad y el a gemir pidiendo más y más. Así estuvimos un rato hasta que no pude más y me corrí dentro de él. Saqué mi polla de mi culo, lo puse boca arriba en la cama y dejé caer mi cuerpo sudado sobre el suyo, y empezamos a besarnos. Su polla seguía durísima. Era su turno.

- Ahora quiero que me folles tú a mí - le dije.

- Pensaba que no ibas a pedírmelo - dijo con una sonrisa.

- Eres un guarro - dije devolviendo la sonrisa y llevando mi lengua a su axila sudada y aspirando su aroma.

- Anda que tú - y me besó de nuevo.

Ahora se puso en modo macho dominante, yo me dejé hacer. Se notaba su inexperiencia, pero a mí me ponía esa actitud chulesca típica a su edad. Llevó mis piernas a sus hombros y sin dilatar ni nada acercó su polla a mi agujero. Empezó a presionar y el dolor fue horrible, ya que llevaba mucho sin que nadie me follase. Aún así aguanté y el siguió hasta meter toda su polla. Entonces, sin previo aviso, la sacó y volvió a meterla empezando un frenético metesaca que me estaba llevando a la gloria misma. El chaval tenía aguante a pesar de todo, hay que decirlo, ya que sus veinte minutos de follada se pegó después de follármelo yo y de la mamada que le hice, y lo hizo extraordinariamente bien para ser su primera vez, tanto que me corrí sin tocarme, como hacía tiempo que no me corría.

Caímos los dos rendidos, sudados y oliendo a macho sobre la cama. Se abrazó a mí y pude aspirar su aroma. El extraordinario aroma de la adolescencia que descubre el placer del sexo. Los dos exhaustos caímos dormidos en mi cama, desnudos y abrazados.