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Mi esposo me vuelve a pedir que folle a Luis.

en No Consentido

Nuevamente agradecer. Muchas gracias a todos aquellos que dejaron sus comentarios respecto de los cuentos anteriores, y ahora continuemos juntos.

-Pasa Luis. ¿Qué te trae este día y a estas horas de la noche por aquí?

-Perdona, es que no tenía otra persona con quien hablar.

Y ahora que se traía este tipo, viniendo a nuestra casa, no era día de fotos, ni nada parecido, diciendo que quería hablar con mi esposo.

Mis pulsaciones aumentaron por temor. Una semana atrás Luis me había follado, cuando yo no quería, y quería, en el sofá de esta sala, mientras mi marido iba hasta la terminal de tren del pueblo. Y mi marido no lo sabía.

-Siéntate y hablemos, pues.

-Estoy destrozado, mi novia, hasta hace tres días, me ha dejado, me ha cortado, dice querer a otra persona.

-Lo lamento, pero a cualquiera le puede pasar.

-Es que me ha dicho que el otro es más hombre que yo. Estoy terminado, me quiero morir, no sirvo como hombre, ni para nada.

Mi marido apoyo su brazo en los hombros de Luis consolándolo.

-Tranquilo, eres joven, ya verás que esto pasa, el tiempo lo cura.

Luis escondió su cara entre sus manos mientras repetía: No sirvo para nada, no soy hombre, estoy deshecho….Mientras yo miraba la escena, y la verdad, no entendía lo que ocurría, porque se lo veía realmente mal, pero yo aún mantenía en mis recuerdos la buena follada que había recibido una semana antes, de esa persona que ahora estaba desbastada, disminuida, débil.

-No es momento de seguir pensando en eso, acuéstate, duerme aquí, en casa, mañana, con la cabeza fresca, todo parecerá mejor.

Y mientras mi marido le decía eso, lo levantaba, y acompañaba hacia la escalera que subía a los cuartos.

-Inés, prepara una cama en el cuarto de huéspedes, que este chico se acueste y duerma que mañana será otro día, y las cosas se verán mejor.

Los seguí, entré junto con ellos al dormitorio, acomodé un poco una cama, que siempre estaba preparada, y me mantuve a la espera. Continuaba desorientada, había algo que no entendía.

-Gracias, muchas gracias. ¿No os preocupa que duerma desnudo? Estoy acostumbrado a hacerlo así.

-No hombre, acomódate a tu gusto. Descansa, que mañana ya hablaremos.

No retiramos a nuestro dormitorio, y me preparé para dormir con mi esposo, solo en bragas como siempre lo he hecho. Mi esposo se sentó en el borde de la cama, y me hizo señas para que lo hiciera junto a él.

-Pobre Luis. Está realmente mal. Ningún hombre se merece que le digan que es poco hombre. Le ha destruido su autoestima, y no sé cómo solucionarlo.

Me mantuve en silencio, porque mi marido estaba hablando conmigo, y para sí, como pensando en voz alta, estaba decidiendo resolver un problema.

-Inés, tenemos que ayudarlo. Luis está realmente mal. Tengo temor que se haga daño, hay que mostrarle que aún es un joven valeroso, que no es peor que otro, que aún puede gustar a muchas mujeres.

Continué con mi silencio, porque seguía sin entender lo que ocurría.

-Inés, hay que volver a levantarle el ánimo, hay que demostrarle que puede ser un hombre completo. Y diciendo esto se levantó de la cama, tiró de mí, en dirección al cuarto de huéspedes.

-Espera, espera un poco. ¿Qué quieres hacer? No voy a entrar allí, recuerda que él dijo que dormía desnudo.

-Quiero que lo hagas sentir que tiene su valor, que es un hombre, que importa a las mujeres, que se lo digas, que le vuelvas su confianza, y si es necesario que le hagas una paja, para que se descargue, y lo sienta.

-No,  no y no, no voy a hacer nada de eso. Ya me pediste que lo dejara follarme en la primera sesión de fotos que faltó la modelo. Y lo hice solo porque tú me lo pediste, y porque estaba aletargada luego de que me corriera. Pero ahora no.

-Inés, Inés, no te pido que lo folles, sino que le hables, que lo motives, si es necesario le hagas una paja, pero nada más. Y mientras decía esto me llevaba al cuarto de huéspedes, y abría la puerta. Iba solo de bragas, me tapé los senos como pude, y mi marido me empujaba hacia la cama, hasta que me hizo sentar en el borde, y él detrás de mí.

Luis estaba como lo había dicho, desnudo, sobre las sábanas, y nos miraba, alternando entre los ojos de mi marido y los míos, y cuando saltaba a mi vista, yo escondía la mirada, y no sabía dónde dirigirla.

-Luis, Inés y yo, te vamos a demostrar, y lo vas a sentir, que no eres menos hombre que nadie, que tienes mucho valor, y que eres capaz de hacer feliz a esa o a cualquier mujer.

-Díselo Inés.

No había palabra que pudiera salir de mi boca. Estaba atragantada, no podía hablar. Mi marido me había pedido que lo motivara, que lo hiciera sentir hombre otra vez, y mis pensamientos eran un torbellino, porque allí junto a mí, tenía un hermoso ejemplar de macho, con una poderosa polla, que me había hecho gritar de gusto, pero ahora estaba inerte, y el dueño de ella me miraba esperando mis palabras y mis actos, con ojos muy, muy tristes.

Mi marido tomó mi mano y la llevó hasta la polla de Luis.

-Tranquilo Luis, Inés solo te hará sentir mejor, y luego verás que eres capaz, y que puedes.

Con la ayuda de mi marido encerré su polla con mis dedos y mano, apreté, y comencé a moverla de arriba – abajo, iniciando una paja tal y como se lo hacía a mi marido cuando él me lo pedía. Sentí la mano de mi esposo acariciándome la espalda, tranquilizándome, levanté la mirada y me enfrenté con los ojos de Luis, apreté un poco más,  Luis cerró sus ojos y emitió un débil, y suave gemido, que era un quejido triste.

Su polla comenzaba a erguirse cuando la mano de mi esposo que estaba en mi nuca, me empujaba hacia abajo, hacia la polla de Luis. ¿Quería que se la mamara?

-No, no me obligues a hacer eso. Por favor….

-Inés, tu puedes, tu eres muy buena mamando pollas. Haz que disfrute, que goce, haz que vuelva a sentirse vivo. El chaval lo necesita, está mal, ayúdalo.

-No, por favor, no me lo pidas…. Pero la mano firme de mi esposo continuaba bajando mi cabeza, mis labios tocaron la punta y se abrieron, metiéndome poco a poco aquella vigorosa, gruesa y hermosa polla, que me había follado en dos oportunidades, pero que nunca la había sentido entre mis labios, ni su gusto. Y la apreté con mis labios, y la chupé, chupé con gusto, con fruición. Comenzaba a excitarme mucho, bajaba nuevamente el calor hacia mi entrepierna, y fue cuando sentí que las manos de mi esposo estaban metiéndose entre mis bragas y mi coño, e intentaba quitármelas, y lo estaba logrando.

Sentí vergüenza, porque mi esposo, al acariciar mi coño, debió sentir la humedad que me embargaba y que empezaba a mojarme de gusto. ¿Mi esposo quería que me lo follara nuevamente? No fue eso lo que me había pedido, solo me pidió que le hablara, y que le hiciera una paja, y yo le estaba haciendo una buena mamada, y mi esposo con sus manos levantaba mis nalgas, y me estaba llevando a que lo montara. ¿Qué estaba pasando?

-No, no quiero follarlo…no quiero…no quiero que me folle. Dije mientras sacaba aquella polla de mi boca, y mi marido me elevaba sobre ella.

-Anda Inés, estás bien mojada, siéntate sobre esa polla, entrará fácil, lo harás gozar rápido y bien, y luego el chaval se olvidará de su pesar y descansará. Separaba mis piernas y las subía sobre Luis, que continuaba con los ojos cerrados, sentí la punta de su polla en la entrada de mi coño, e hice lo que me pedía mi marido. Bajé despacio, y me la fui metiendo dentro de mi coño. Cerré los ojos para disfrutar, pero en ese momento recordé a mi esposo. Los abrí, y allí estaba él, mirándome. Sentí el deseo en los ojos de mi marido. Esto era muy raro, yo subía y bajaba lento mientras aquella hermosa polla entraba y salía de mi coño, trataba de mirar a mi marido, pero cada vez me concentraba menos, cada vez mi coño dominaba más todas mis sensaciones, mi boca estaba iniciando un gemido de gusto.

-Mhhh…abrí bien mis ojos, miré a mi marido, no quería gozar con otra polla frente a él.

-Por favor…, no me dejes follar… no dejes que me folle… por favor no…., no me mires. No me mires…. No puedo…no quiero frente a ti. No me lo pidas…por favor. Le rogaba que no me dejara follar, pero él solo me acariciaba con mucha ternura. No quería que me viera gozar. Hasta que le dije que se fuera.  Vete, vete… cierra la puerta, vete por favor… no quiero follar…. No dejes que me folle….por favor.

Mi marido volvió a acariciarme en forma suave y tierna antes de irse y cerrar la puerta. Seguía sin entender nada. Que estaba pasando, sentía la tierna caricia de mi esposo aún en mi cara, y otra polla completamente enterrada en mi coño, casi hasta el fondo.

Cuando volví a mirar a Luis, éste me estaba mirando, y su mirada antes triste, angustiada, había cambiado por una mirada alerta, vivaz, penetrante y tal vez un poco dura, y mientras se sentaba aún con su polla dentro de mi coño habló por primera vez desde que entramos a este cuarto.

-Te lo dije Inés. Te dije que tu marido te volvería a pedir que me follaras.

Y entendí, entendí  toda la obra de teatro que había hecho Luis, para embaucar a mi marido y a mí, también. Este tío no estaba triste, no estaba desolado, este tío quería follarme, más quería convencer a mi marido que debíamos ayudarlo a sentirse hombre, cuando era mentira, solo quería follarme aquí, en mi casa, y con la ayuda, y el consentimiento de mi marido.

Y mientras yo caía en esta realidad, con sus brazos fuertes brazos, me había levantado en andas, me había vuelto, y ya estaba yo de espaldas en la misma cama, con las piernas abiertas, con Luis sobre mí, y su polla bien dentro de mi coño.

-No Luis. Esto no es lo que pensamos que pasaría. No quiero ser follada de nuevo por ti.

Sacó su polla casi hasta el final, y a continuación empujó fuerte, de golpe, y se hundió hasta el fondo de mi coño.

-Aggg…..Dios…….

Su mirada era pura fuerza, pura fiereza, me iba a follar duro, muy duro.

-No.., no Luis, no quiero esto. No quiero ser follada….no quiero ser follada así………no quiero que me folles…..quiero….

Su polla entraba y salía como si fuera un pistón, la sentía mucho más dura y más gruesa que la última vez que me folló. Mi coño la recibía con gusto, mi coño era una entidad aparte, no  respondía a mis ruegos, que iban a Luis, y a mis deseos.

-No me folles Luis…, por favor, no me folles así. Está mi marido allí… Aggg…., en el otro cuarto…no lo voy a poder aguantar…por favor, te lo pido… Aggg…….

Aquello me estaba destrozando, Luis era un toro, me embestía sin compasión, duro y fuerte, no aguantaba más aquello que sabía iba a ocurrir, no me iba a escuchar, me iba a follar en todo regla, como nunca lo había hecho, duro, muy duro, y yo me iba a correr toda. Tomé la almohada y me tapé cara y boca, y comencé a gritar, cuanto más gritaba, más apretaba la almohada y más tragaba mis gritos, seguro me correría como nunca, y Luis también.

Y Luis continuó y continuó follándome fuerte, muy fuerte, mi orgasmo venía, venía, estaba a punto de explotar, cuando sentí que Luis metía una mano debajo de mí, y metía su dedo mayor junto con su polla dentro de mi coño.

Es que no le alcanzaba con su enorme y tremenda polla que además me metía un dedo. ¿Qué era aquello? Estaba en ello, cuando lo sacó despacio y fue llevándolo hacia abajo, hasta que lo sentí en la orilla de mi ano, me estaba metiendo su dedo mayor en mi culo.

Bajo la almohada dije nuevamente que no, que nooooooo…..

Entendí que solo lo había lubricado con mis jugos, mi esfínter se abrió, y lo enterró, todo dentro de mi culo. Y sentí, sentí, su polla en mi coño, y su dedo en mi ano. Mierda….. Aquello me gustaba, me gustaba mucho…

Y pasó lo que debía ocurrir, exploté en un orgasmo brutal, todo mi interior explotaba de gusto, me corría bestialmente, por el coño y por el culo, aquello era brutal, no terminaba, continuaba, y continuaba. Yo gritaba y gritaba bajo la almohada, y solo Luis lo sabía. Apretó fuerte su pelvis, empujó a fondo, muy, muy a fondo, y se corrió, mucho, mucho dentro de mí.

No sé cuando tiempo después, me la sacó, quité la almohada de mi cara, me levanté despacio y como pude, fui al baño, me lavé, me puse mis bragas, y me dirigí a nuestro dormitorio donde estaría mi esposo.

Me puse de costado, y mi marido se poyó en mi espalda y me abrazó.

-Te quiero. Me dijo.

Era raro escuchar esas palabras cuando hacía solo un momento me había pedido que follara a otro hombre. Pero las escuché, y creí en ellas. Sentí su pecho en mi espalda. Sentí su polla en mis nalgas, estaba dura. Sentí sus besos en mis hombros y mi espalda. Sentí que realmente este hombre me amaba. Me había pedido que follara a otro, y ahora me estaba demostrando su amor, su ternura, sus caricias.

-Yo también te quiero, te amo.

Me fue empujando suave hasta ponerme boca abajo, y sin sacarme las bragas, me abrió las piernas, separó hacia un lado las bragas de mi coño, y suave, pero constante me penetró, al mismo tiempo que apoyaba todo su cuerpo sobre mis nalgas y mi espalda.

-Te quiero Inés, te quiero como nunca he querido a nadie. Te amo y te amo.

Al mismo tiempo que me decía eso, me follaba, lindo, suave y constante, metía su polla, y la sacaba y la volvía a meter, y para entrar más con una mano separaba mis nalgas, y entraba y entraba más.

-Te amo Inés, te quiero así, siempre así, quiero follarte siempre, y que me dejes follarte cuando quiera….., quiero que siempre te pongas así, boca abajo, con el culo hacia arriba, y me dejes follarte. Quiero que seas mi puta, que te folle cuando quiera, y quiero que te folles a quien yo te lo diga.

Aquellas palabras, raras, que nunca las había escuchado de él, me enardecieron, y me excitaron. Quería ser suya, toda suya, quería darle todo, entregarme toda, y mucho más que el amor que él me brindaba. Y mis palabras salieron como un torrente, todas de golpe, sin detenerse.

-Yo también te amo, todo, todo, y toda, quiero ser toda tuya, toda…., quiero que me folles, cuando quieras, como quieras, quiero darte todo de mí, quiero darme toda….., y quiero ser tu puta, tu puta y sólo tu puta, quiero ser la mejor puta para vos, quiero que me folles, y me hagas follar con quien tu digas, quiero ser la mejor puta de tu vida.

Junto con esas palabras, y con ellas, aparecieron de golpe muchas lágrimas, y lloraba, lloraba sin poder detenerme, no podía contenerme, lloraba desconsoladamente, era un torrente que no podía parar, lloraba y lloraba. Yo lloraba de amor, de entrega, lloraba por todo.

-Te quiero mi puta, te quiero, te quiero.

Mi marido me enterraba su polla hasta el fondo de mi coño, mientras me repetía:

-Puta mía, puta querida, te amo, te quiero, te quiero.

Y comenzó a correrse dentro de mí. Sentía como se corría, al mismo tiempo que decía que me amaba, que yo era la mejor de todas, que era la mejor puta del mundo, y que me amaba, y seguía corriéndose todo dentro de mi coño.

No me corrí, pero lo amé, lo amé como nunca lo había amado, lo amaba con locura.

Como nunca había amado a nadie.