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La Turista Madura (Tercera Parte)

en Dominación

Estábamos los tres en una habitación gigante, con las paredes y el suelo de madera blancos, había una gran cama en el centro, junto a una enorme alfombra. Se sentía un vértigo por el tamaño del espacio, como si fuera la sala de un museo o un palacio. Sara estaba completamente desnuda sobre la cama, como si fuera una ofrenda a los dioses, a cuatro patas, sin moverse. En esa posición, a cuatro patas, simplemente sonreía con picardía y de repente giraba su cabeza para proponernos un juego nuevo. El juego, su juego, consistía en que uno de nosotros tenía que meterle su polla en la boca y el otro tenía que metérsela en su empapado coño. Nuestro objetivo era ir los dos acompasados, al mismo ritmo, el que marcara ella con su mamada, y si alguno de los dos no era capaz de mantener el ritmo, aceleraba por la excitación cuando debía ir lento, se corría antes, o no hacía las cosas al gusto de Sara, lo castigaría, ella no especificó cual iba a ser el castigo. 

 

Aceptamos las normas sin saber el castigo y empezamos a jugar, primero me tocó a mi la mamada y a JL follarle el coño. Empezó muy suavemente, JL, con una disciplina espartana se la follaba rápido cuando ella aceleraba, haciendo chapotear sus jugos vaginales y aligeraba el ritmo cuando ella lo ralentizaba. Entonces, en un momento Sara decidió cambiar los roles, me tocó a mi follarle el coño, esa vez, yo también cumplí bien con lo que Sara quería. Aleatoriamente volvimos a cambiar de posición, una y otra vez. Cada cambio implicaba que Sara saboreaba sus propios jugos vaginales de una polla diferente, su cara empezaba a impregnarse de una mezcla de sus propios jugos vaginales y de su propia saliva. Después de un rato de obediente mete-saca por parte de los dos, yo cedí, cedí cuando vi el brillo en su piel por ese batido de babas y caldo vaginal en su cara, no pude contenerme, la cogí por la nuca y empecé a follarle la boca. 

 

Sara, con una total indiferencia por mi agresivo gesto, espero a que terminara y se sacó con total parsimonia mi polla de la boca, me miró, sonrió y dijo – Has perdido – entendí que desde el principio, el único propósito del juego era el castigo. Entonces, cogió su coletero de la muñeca, se ató una coleta, y dijo, – Ahora vas a mirar –, se giró y empezó a follarse a JL delante de mi, me miraba con una cara de guarra, de traviesa, de ser la que controla la situación y que sabe que disfrutamos con ese control, JL no tardó mucho en correrse, ella, muy lentamente se dió la vuelta y colocó su coño delante de mi – Ahora, te toca limpiarlo – dijo, en esa postura de yegua, siendo a la vez domadora, con su cabeza al frente sin ni siquiera mirarme a la cara. A cuarto patas, con su coleta, sin un atisbo de empatía hacia mí, estaba esperando a que yo hiciera el trabajo que me pedía. Miré su coño, mal depilado como en las fotos que me había enseñado JL, brillante de jugos vaginales por fuera y empapado del semen de JL por dentro, era como un pastel de morbo, no sé porqué no sentí asco, sino una excitación y unas ganas inexplicables por repasar cada hueco con mi lengua. Me puse de rodillas detrás de su culazo, estaba a apenas unos centímetros de mi cara y notaba el olor del cocktail de jugos vaginales, olor a pollas y semen que desprendía, su coño se contraía y dilataba muy lentamente, era como si respirara, como si tuviera vida propia. Fui acercando lentamente mi cabeza a ese mejunje, saqué mi lengua y cuando estuve a punto de probarlo, Sara gateó un paso al frente, fue humillante, estaba deseoso de probarlo, es verdad, pero era ella la que me obligaba a jugar a este absurdo juego y ahora además me humillaba buscando que la persiguiera para limpiar el semen de su pareja, noté que todo eso eso me provocaba un espasmo en la polla. Sara giró su cabeza y me miró mientras sonreía con picardía, debió verme con cara de perrito hambriento, giró bruscamente su cabeza y su coleta la siguió y me volvió a decir con toda la calma del mundo – ¡Límpialo! – . Volví a acercar mi cabeza hasta su coño y cuando estaba a punto de meter mi cabeza volvió a gatear otro paso al frente. Esta vez, sin que me lo volviera a pedir decidí intentarlo de nuevo, cuando estaba a punto de meter tímidamente mi lengua ella gateó dando un paso atrás y metiendo su coño de lleno en mi boca, hacía presión y yo no podía más que lamer obedientemente cada rincón de sus labios vaginales empapados en semen – Eso es cabrón, límpialo bien – no faltó el comentario final de Sara.  

 

Entonces me desperté empapado en sudor, en la cama de mi apartamento, completamente solo, muy empalmado, con una sensación rara en el estómago y en mi cabeza, de repente sentía cosas que nunca antes me habían pasado, un tipo de perversión, de suciedad moral que era nueva para mi. Eran las 06:00 de la mañana, tenía mucha ansiedad por el sueño tan real y tan raro que acababa de tener. Me costó mucho volver a dormirme, creo que nunca me había hecho tantas pajas pensando en la misma mujer, repasando en mi cabeza el momento con JL, recordaba las fotos y pensaba en Tanga de Hilo, detrás de esa sonrisa deslumbrante, esa chica educada y amable, se escondía una auténtica guarra, una exhibicionista, una provocadora insaciable.

 

Me volví a despertar a las diez de la mañana. Mi habitación estaba llena de un olor a erecciones y líquido pre-seminal. Abrí las ventanas para airear un poco el ambiente y me dispuse a preparar el desayuno. Cuando abrí la puerta vi a Tanta de Hilo tumbada en el césped que hay delante de mi apartamento, la única prenda de vestir que llevaba era un bikini de leopardo. Noté una erección instantáneamente. Con el ruido de la puerta ella se incorporó, al verme, se levantó y se acercó con sus tetas al aire hasta mi. 

 

– Hola, ¿cómo estas guapo?  

– Bien, me ha costado dormir un poco esta noche – me era muy difícil resistir la tentación de no mirar sus tetas. 

– Será el calor – me dijo de forma inocente.

– Si… será el calor – le contesté resignado.

– JL ha ido a la ciudad, tenía que enviar unos e-mails y yo me he quedado aquí sola – en mi cabeza no paraban de pasar las fotos de sus partes más íntimas. 

– Espero que no tarde mucho ¿qué plan tenéis hoy? – mentía.

– Pues creo que estará toda la mañana.  

– Si quieres te puedo hacer compañía.

– ¿Si? ¿No tienes amigas? ¿Nada mejor que hacer que estar toda la mañana conmigo, una mujer madura?  

– ¿Madura? 

– Si, bueno, debo sacarte unos diez años ¿que edad tienes tú?

– Yo tengo treinta. ¿Y tú? 

– Yo cuarenta. Ves, eres un yogurín.

– No me parece tanta diferencia de edad. 

– Cuando tú todavía jugabas a canicas yo ya salía de fiesta – y te las comías dobladas en los baños, pensé. 

– De todas formas, no, no tengo nada mejor que hacer que estar contigo – dije, tal vez de manera un poco brusca, porqué notaba que solo pretendía pincharme. – Hay unas plataformas aquí al lado para bañarse ¿te apetece que vayamos?

– Si, JL me dijo que coincidisteis el otro día – Me pregunté si JL le habría contado también lo de nuestro pequeño jueguecito. 

– ¿Te apetece desayunar primero conmigo? Luego podemos bañarnos en el mar. 

– Me parece un gran plan, voy a ponerme algo de ropa y te ayudo con el desayuno. – dijo entusiasmada.

 

Fue un poco decepcionante que dijera eso, creía que ya habíamos jugado suficiente y que teníamos la confianza como para que entrara haciendo top-less en mi apartamento, pero, por lo visto, le había entrado el pudor justamente esa mañana. Esa sensación de decepción duró muy poco, exactamente lo que Tanga de Hilo tardó en ponerse la parte de arriba del bañador y caminar descalza hasta mi apartamento, cuando la vi pensé que realmente no sabía cuán equivocado estaba, esa mujer hacía tiempo que se había despedido de ese viejo enemigo íntimo conocido como pudor, y sabía que donde hay un tabú hay un deseo y claramente ella quería convertirse en la mejor malabarista de tabúes de la zona.