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De cornudo a puta 2

en Hetero: Infidelidad

Puente de Vallecas, Madrid, agosto de 1998.

La mujer que está cruzando a velocidad considerable los cuatro carriles de la calle Pablo Neruda, piensa por un breve instante que esta no tiene mucho tráfico a las 9:00 horas de esa mañana de agosto. Pero ese transitorio centelleo mental no desvía ni un milímetro su objetivo, centrado en la puerta del portal que ya está franqueando. Evitando prudentemente las escaleras, penetra en el ascensor que está abierto en el bajo, y pulsa en su botonera el botón de la 2ºplanta.

En apenas 15 segundos que a ella se le hacen eternos por su fobia a estos aparatos, ha llegado a la planta deseada.  Sale del ascensor, avanza un par de pasos, mira a derecha e izquierda y constatando la ausencia de gente, cruza en oblicuo el pasillo hasta llegar a la puerta que busca, golpeándola intermitentemente 3 veces.

Apenas 3 minutos antes de estos golpes, él ya se había desnudado y la espera en la cama de matrimonio, sobándose la polla a medida que va pensando en lo que se avecina, no tardando ni 30 segundos en tenerla tan dura como el hormigo armado.

Ella se ha extrañado al no haber obtenido respuesta, por lo que vuelve a repetir el golpeteo y para su sorpresa, la puerta estaba abierta. Extrañada y alarmada, oye una voz desde el fondo:

- ¡Pasa!

Haciendo caso, avanza por el largo pasillo hasta llegar a la habitación y lo que ve produce en su cara una amplia sonrisa.  Él está esperándola desnudo con su miembro tieso en la mano. Sin mediar palabra entre ellos y ávida de deseo, ella se desnuda a la velocidad del rayo y colocándose de lado, le agarra la polla, introduciéndosela en la boca:

-Ohhhhh, siiiiiii-chupala, chupala.

¿Te gusta cómo te la chupo amor?

-Siiii, -no pares-ummmm, ummmm.

-Ummm-que polla tan rica tienes, que ricaa.

El agarra su cabeza con la mano derecha acompañando el pausado movimiento de vaivén arriba y abajo que ella ha iniciado, mientras su dedo índice busca la entrada de su encharcado coño a la vez que ella se deleita con el sabor de su polla, sintiendo los decididos escarceos de el en los labios de su vulva. Súbitamente, su cabeza es levantada suavemente y se ve desplazada de igual manera a un lado, para ser colocada hábil y rápidamente en el centro de la cama con el enfrente tirando de ella y echando sus piernas hacia atrás, a la vez que, con movimientos quirúrgicos de precisión, se coloca un condón y sin vacilar un segundo la penetra:

-Ahhhhh-que bien amor, siiiiii.

-Así, así, toma, toma.

-Siiii, dame, dame, ahhhh.

La polla entra hasta el fondo, en un mete y saca vertiginoso que dura más de 10 minutos sorprendiéndose el de la anchura de su vagina y lo bien que esta recibe su miembro, a la vez que soba y lame a capricho sus duras y prietas tetas rematadas por pezones rodeados por amplia aureola, lo cual provoca en ella el primer estallido placer incontrolable:

-Ohhhhhhh,-me corroooooooo.

El siente sus espasmos de gozo y sin dar tregua, saca la polla de su coño y se tumba en la cama. mientras la atrae hacia sí, besándola con frenesí. Ella se coloca de forma automática encima de él y agarrando su polla con la mano derecha la vuelve a meter en su vagina a la vez que comienza un acelerado movimiento de sube y baja que se prolonga por más un cuarto de hora:

-Sigue, sigue-que bien te mueves-sigue, sigueee.

-Siiii amor-Ohhhhh, ummm.

-Sigue, sigueeeee.

-Siiii-me voy a corrrerrrrr.

Con ella encima suyo y su polla clavada hasta el fondo, de nuevo no puede evitar pensar en lo ancha que es su vagina, mientras ella explota en otro estallido de placer:

-Ahhhhhhhh, me corroooooo.

El siente las inconfundibles pinzadas en la parte baja de su vientre, preludio del inminente orgasmo que está por llegar. Echándola a un lado y tirando de ella la pone a cuatro patas a la vez que su dedo índice se abre paso fácilmente en su culo. Ella aún no se ha recuperado del anterior orgasmo, pero jadeando le interpela:

-Si amor, sí, dame, dame por el culoooo.

Preso de excitación, el coloca su polla en su orificio anal y esta se desliza sin aparente dificultad, iniciando un mete y saca constante, al mismo tiempo que coloca el dedo índice de la incursión anterior en la boca de ella que lo chupa frenéticamente, acelerando sus embestidas hasta que se produce la descarga acompañada del éxtasis:

--Me corroooooo, ahhhhhhhhhhhh.

 Casi simultáneamente, ella siente las crecientes oleadas de placer hasta reventar en un tercer orgasmo que la arranca casi un alarido:

-Y yoooooo, siiiiiiii, ahhhhhhhhhhh.

Con una sensación interior de vacío, que no de agotamiento, el saca su polla de su culo observando a la vez como este rezuma su semen, ladeándose al espacio libre de la cama. Ella se ladea al otro lado y se gira para abrazarlo, al mismo tiempo que le habla, interrumpiendo un suspiro:

-Eres fantástico-le dice-al mismo tiempo que le abraza con más fuerza.

-Tu si eres maravillosa-responde el, a la vez que la acaricia el cabello.

-Podría estar así toda la vida-dice ella en un tono sincero.

- ¿Seguro? Hum, hum…no se… no se-responde él.

-No seas incrédulo-contraataca ella guiñándole un ojo-a la vez que añade-No puedo vivir ya sin ti.

-Y yo tampoco sin ti-ratifica el mientras con cariño le da un beso en la mejilla.

Ella poco  poco se va quedando dormida en su pecho mientras el observa una vez más su cuerpo, que con 35 años, está en la flor de la vida, admirando la regularidad de sus nalgas torneadas, su generosa cintura y su cabello trigueño, unas formas más estilizadas que las de su mujer, a la vez que recuerda como sabía que iba a ser suya desde la primera vez que la vio entrar en la gestoría de la avenida Ciudad de Barcelona donde ambos trabajan, sorteando todos los obstáculos y reticencias suyas hasta conseguirla, convirtiéndose en compañeros de trabajo y amantes. Pensando en ello, también se fue quedando dormido.

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Hora y media más tarde, Fátima camina de nuevo por la calle Pablo Neruda en pos de su coche que ha dejado aparcado en las inmediaciones. Mientras lo hace, suspira con placer al recordar la mañana tan agradable que ha pasado con Héctor, apenas 3 años más joven que ella, una mañana que ha dado pie a confidencias de cama que hace que se sienta ahora plena de amor por él, mientras sonríe con picardía al rememorar el dinamismo y velocidad con el que él la maneja en la cama, compensando con creces el hecho de tener el miembro bastante más pequeño que el de su marido, acudiendo a su mente la frase “mejor calidad que cantidad”. Su sonrisa se acentúa aún más al recordar esto último y casi sin darse cuenta ha llegado a su coche.

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Cinco días después, son las 8:00 de la mañana y Salvador se ha despedido de Fátima, su mujer. Después de una breve caminata, ha abierto la puerta de su viejo BMW Serie 5 Sedan que la noche anterior dejo aparcado en la calle Payaso Fofo. Mientras accede a su interior piensa que siempre se le hace incomodo conducirlo, debido a la estrechez del propio coche y su inmensa humanidad. Y es que su 198 m de estatura y 120 kg de peso hace mucho que le aconsejan cambiar a otro modelo más espacioso. ¿En qué maldita hora compro este coche? -se cuestiona asimismo para sus adentros-mientras acciona el contacto, da la vuelta y enfila hacia la Avenida de la Albufera.

Ha pasado media hora desde su partida y Fátima envía un escueto mensaje al móvil de Héctor:

-El pájaro voló.

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Salvador conduce tranquilo, permaneciendo indiferente ante el aluvión de coches que esa hora circula por la M-40. A sus 35 años todavía se siente joven y sus pensamientos divagan momentáneamente hasta que se posan en Fátima, a la que quiere con locura, dando cuerpo a la vez a un tropel de proyectos futuribles con ella en forma de una nueva casa e hijos, vida idílica que va desfilando ante el a semejanza de artículos expuestos en un escaparate. De pronto suena su Motorola Star Tac, alarga la mano para cogerlo, levanta hábilmente la tapa y lo descuelga. La voz que oye le resulta familiar al instante;

- ¿Salva? Soy Víctor.

-Dime Víctor.

-El servicio de escolta ha quedado suspendido hasta el jueves a la misma hora.

-De acuerdo. -Y cuelga el teléfono

Salvador maldice para sus adentros y da la vuelta justo antes de acceder a la salida 9BA hacia M-14 en dirección A2. Embotellado en el tráfico a causa de un accidente que ha tenido lugar minutos antes, vuelve a maldecir y su furia aumenta a medida que va pasando el tiempo.

Alrededor de una hora más tarde, Salvador está subiendo las escaleras de su bloque de pisos sin ascensor situado en la Avenida de la Albufera. Con sorprendente rapidez a pesar de su corpulencia, abre la puerta de su piso, cierra esta y avanza por el pasillo. A medio camino se detiene en seco y lo que oye en la habitación del fondo, hace que se quede tieso como un tímpano:

-Ahhhhhh siiii, toma, toma-dice una voz.

Y otra perfectamente reconocible para él, responde:

-Ohhhhh mi amor, siiiiiiiiii.

Salvador aprieta los puños y da dos pasos hacia el frente, decidido a causar un estropicio, pero de repente se para en seco y así queda unos segundos. De pronto da media vuelta, abre silenciosamente la puerta y baja las escaleras hacia la calle.

LLeva apostado más de una hora en la acera de enfrente, detrás del Kiosco Alfonso cuyo dueño le ha preguntado qué tal le va, interrogante sin respuesta, ya que el solo está concentrado en controlar a todas las personas que salen del inmueble. De pronto ve a alguien salir por la puerta, un individuo que le resulta familiar y no tarda más de 5 segundos en identificarlo: Héctor, un compañero de Fátima que vive no muy lejos de allí. Mientras le sigue con la mirada, saca su teléfono móvil del bolsillo del pantalón y hace una llamada.

Mario, el destinatario de esa llamada-ex militar de profesión, 52 años y actualmente en paro-se encuentra viendo un partido de tenis por televisión en su domicilio de la calle del Gasómetro en Puerta de Toledo, zambullido en un cumulo de suciedad y caos: bolsas de patatas fritas, botellines de cerveza, restos de pollo asado y periódicos y revistas, entre otras muchas cosas variadas. Contrariado por la interrupción, descuelga el teléfono con desgana:

-Diga.

-Mario, soy Salva.

-Hombreé, Salva… ¿Cómo te va tío?

No obtiene respuesta a su pregunta de cortesía. En cambio, si recibe una contestación áspera que suena a orden:

-Coge papel y lápiz y apunta lo que te voy a decir.

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Siete días después de esa llamada, Mario esta semiculto detrás de una parada de autobús vigilando un portal situado en la calle Pablo Neruda. Son las 10:30 de la noche y según sus cálculos, el hombre objeto de atención no tardara más de 15 minutos en aparecer. Ha estado haciendo un seguimiento de vigilancia al portal durante 5 días y ha constatado la precisión suiza con la que ese hombre-perfectamente identificado por el- baja la basura todas las noches. Casi 15 minutos después este pensamiento se convierte en certeza, pues se abre la puerta del portal y apareceré el objetivo provisto de sendas bolsas de basura. Mario se desliza como una sombra, se sitúa detrás de él, llamándolo por su nombre:

- ¿Héctor?

El hombre se vuelve y le mira de frente durante no más de dos segundos:

- ¿Quién e.…? –la pregunta se queda a medio camino.

Héctor recibe un puñetazo en plena cara que lo tira para atrás, cayendo al suelo como un fardo. Trata de incorporarse de manera imposible agarrándose a las lisas paredes de uno de los contenedores, pero recibe otra patada en plena cara que le salta dos dientes y le sumerge en un mundo de inconciencia. Mario le propina dos patadas más en el costado y una tercera en la tripa que hace que Héctor quede hecho un guiñapo en el suelo. Satisfecho por su tarea, Mario se da la vuelta y se dispone a marcharse del lugar. Sin embargo, apenas ha avanzado una docena de pasos, una potente voz le interpela:

- ¡Alto, Policía!

Mario se vuelve y a unos 6 metros de distancia ve a un tipo apuntándole directamente con una pistola con su mano derecha, mientras que con la izquierda exhibe una placa. Anonadado, comienza a levantar los brazos.

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-Un policía, un puto policía que paseaba con su novia—se lamenta Mario para sí veinte minutos después, cuando está en el interior del coche patrulla que a toda velocidad le traslada hacia la cercana comisaria de policía de Moratalaz.

Continuara…

 

Muchas gracias por leerme. Este relato es el segundo capítulo de una larga serie. Puedes decirme que te ha parecido, enviándome un email a lanux2003@gmx.es