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Un viaje demasiado placentero (I)

en Gays

Suena el teléfono. Un amigo me llama y me dice que ha visto una oferta de un viaje a Egipto. Se trata de un crucero por el Nilo y unos días en El Cairo. Que tenemos vacaciones y podemos ir sin problemas. Así, todo de improvisto, los 3 amigos de toda la vida, nos decidimos y compramos el viaje ya organizado. 

Me llamo Diego y tengo 28 años. Soy moreno, 1,80 y voy al gimnasio. No estoy cachas, pero se nota que hago deporte. Mis amigos tienen la misma edad que yo: nos conocemos desde que íbamos a infantil en el colegio. Ellos se llaman Eduardo y Daniel. Ellos, igual de altos que yo, sí están bastante más fuertes, y vamos juntos al gimnasio. Morenos y atléticos, nunca pasan desapercibidos entre ambos sexos. Nunca me he sentido realmente atraído sexualmente hacia ellos, somos como hermanos, aunque buenos están, de eso no cabe duda. Además, ambos tienen novia. Por el contrario, yo siempre me he declarado homosexual, nunca lo he escondido. Hace casi un año que estoy soltero. Mi expareja y yo lo dejamos ya que las relaciones a distancia nunca funcionan.

Dos semanas después, nos encontramos los tres en el avión rumbo a Luxor. Afortunadamente, el avión tenía muchos asientos libres y acabamos acostados a lo largo de los sillones y durmiendo durante la mayor parte del vuelo. Llegamos finalmente a nuestro destino donde no encontrábamos a la persona que iría a buscarnos para llevarnos al crucero.

Eduardo: esto parece que hemos retrocedido en el tiempo 50 años por lo menos.

Diego: jajaja como no vengan a buscarnos, a ver dónde pasamos la noche.

El comentario de Diego no me hizo ninguna gracia. Me convencieron de hacer el viaje, pero yo no estaba muy seguro.

A los pocos minutos viene nuestro esperado guía con el chófer de nuestro minicar (un autobús pequeño para diez personas). El guía era egipcio, y madre mía cómo estaba de bueno. Tez oscura, ojos negros, y tendría nuestra edad. Con una sonrisa nos dice en un español perfecto: hola chicos, me llamo Abdul y voy a ser su guía a lo largo del crucero. Eduardo me dio un codazo y me guiña un ojo. Me ruboricé. Mis amigos me conocían a la perfección y sabían que Abdul me la ponía muy dura. Sin más demora, cogimos nuestras maletas y seguimos a nuestro guía hasta el bus.

Abdul: tardaremos una media hora en llegar. ¿Han tenido un buen vuelo?

Yo: pues casi todo el trayecto hemos dormido, o sea que supongo que sí jajaja

Abdul: pues mejor, porque mañana a las 5 am nos veremos en la puerta del barco. Hay que hacer las visitas temprano, si no, después habrá mucho calor.

Daniel: ¿A LAS 5? Pero si son casi las 23h30.

Eduardo: venga, no seas quejica, capullo. Para eso hemos venido.

Llegamos finalmente al crucero, hacemos el check-in y nos dan las llaves de nuestras habitaciones. Cada uno tenía una habitación individual. A la hora de hacer la reserva tuvimos muchos problemas para que nos dejaran quedar juntos, así que optamos por hacerlo así.

Mientras Abdul hablaba con la recepción del barco, Daniel y Eduardo empiezan a decirme que por qué no invito a Abdul a dormir a mi cuarto… No paraban de reírse por la manera en que lo miraba.

-Capullos, vengan ustedes a mi cuarto, y me la comen y me sacan la lechita caliente. Daniel se arrimó a mí sensualmente y me mordió el lóbulo de la oreja. Eduardo reía y dice: cabrones, paren que acabamos en la cárcel. Efectivamente, la homosexualidad es delito en Egipto.

No sabíamos qué estaba aún hablando Abdul con el recepcionista y me estaba meando, así que decidí ir al baño.

-Voy a mear, ¿alguno puede con 25 kg? Es para que me la agarre mientras meo.

Eduardo: siempre el mismo puto chiste. Anda, vete y de paso te la cascas pensando en cómo se la chupas a Abdul, reía.

Le guiñé un ojo, y fui al baño mientras los dos reían a carcajadas.

Me dispuse en uno de los urinarios, me bajé la bragueta, me saqué el rabo y empecé a mear. Menudo chorro, llevaba tiempo aguantando. Al momento veo que entra alguien al baño. Era Abdul. Se acerca y se pone justo en el urinario de al lado, pues solo había dos.

-Uf, qué ganas tenía. Ya tengo todo preparado para mañana por la mañana. Como salimos temprano, les van a preparar un picnic para que desayunen fuera del barco.

Se notaba que también tenía muchas ganas de mear. Mi vista no podía apartarse del rabo de Abdul. Pedazo de herramienta que tenía. Y peludo, como a mí me gustan. Se me puso el rabo duro al momento. Abdul se dio cuenta, y sonrió de una manera muy pícara. Yo me la sacudí e intenté guardármela de nuevo en el calzoncillos, pero mi rabo tampoco se queda atrás. 19 centímetros es una buena polla también. Abdul me agarró del brazo e impidió que me fuera. Cerró la puerta del baño, y volvió al urinario junto a mí y me agarró la polla. Empezó a masturbarme mientras veía cómo su rabo se ponía cada vez más y más duro. Tenía un pollón y se me caía la baba, qué ganas de chuparlo. Sin dudarlo, me puse de rodillas y empecé a mamársela. Cuando su rabo entró en mi boca gimió y se mordió el labio. Empezó a mover las caderas para que me entrara más rabo en la boca y con ganas de follarme.

Abdul: joder, qué rico comes polla.

Yo no podía tragarla entera, era enorme. Pero estaba chupando con ansia. La sacaba de la boca, escupía en el rabo y seguía chupando.

Abdul: sigue, chupa, quiero llenarte la boca con mi leche.

Estaba supercachondo, con su polla empalada en mi boca, una mano masturbándome fuerte y otra agarrada del culazo de Abdul.

Al poco, siento cómo la polla de Abdul se hincha en mi boca y empieza a soltar lefa dentro de mi boca mientras pega bufidos. Uno, dos, tres y hasta cinco trallazos de leche caliente que hicieron que yo también empezará a soltar lefa a borbotones. Me lo tragué todo, menuda lefada. Me levanté, Abdul me besó y me dijo: creo que lo vamos a pasar muy bien estos días. Se baja los pantalones y me enseña su culazo.

-Esto tienes que follártelo duro.

Era todo tan morboso que no se me había bajado la erección. Nos vestimos, nos miramos en el espejo para arreglar nuestro aspecto y salí yo primero del baño, y luego él.

Mis amigos estaban mirando el móvil y ni se dieron cuenta de que Abdul había entrado al baño también.

Cuando estábamos ya los 3 juntos de nuevo, Abdul nos informó de lo del desayuno, y nos dirigimos cada uno hacia nuestra habitación. Estaban las tres contiguas en la tercera planta del barco. Al estar bastante cansados del viaje, nos dimos un beso los 3 y nos abrazamos, siempre lo hacíamos, y nos despedimos hasta el día siguiente. El madrugón iba a ser importante.

 

Continuará.

 

 

Espero que les haya gustado mi primer relato, espero sus comentarios.