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Magdalena (primera parte)

en Confesiones

                                                                               MAGDALENA (primera parte)

 

La conocí en un chat de internet. Tenía desparpajo, frescura, sentido del humor y un tono picante con una extraña mezcla de provocación e inocencia. Se llama Magdalena, sevillana, casada, 45 años, rubia….al principio de conocerla ya me mostró una imagen donde permanecía de pie, apoyada sobre una puerta y con un brazo en jarra, vestido estampado algo ajustado, exponiendo su verdad física ante el interlocutor. Sin rostro, por supuesto. Pero invitando a imaginar como sería follarla allí mismo, de pie, delante de esa puerta, subiéndole el vestido hasta la cabeza y sujetándola del pelo o las tetas.

Conversamos varias veces. Me confesó que el sexo con su marido se había limitado con el tiempo, y prácticamente no follaba todo lo que quería desde hacía varios años. Acabó dándome su Skype y así empecé a conocerla mejor. Le gustaba bailar, lucir sus curvas y su generoso escote, y cuando con mis comentarios fui calentando su morbo, comenzó a mostrar su cuerpo con cierta generosidad.

Un día me confesó que su marido había asumido la situación. Que le gustaba verla feliz si hablaba o estaba con otro hombre y que así fue descubriendo que era más puta que sumisa. Me confesó que alguna de sus amistades anteriores ya se la había follado, y que disfrutaba dando placer a quien verdaderamente lo necesitaba.

Pasó un tiempo dónde cada uno vivió sus propias experiencias y circunstancias, hasta que un día volvimos a coincidir en el Skype y charlamos un rato. Después, hablamos de poner la cam, y me ofreció uno de los espectáculos más morbosos que tuve ocasión de contemplar. Con un vestido mínimo y las tetas casi saliéndose de sus tirantes, empezó a bailar al ritmo de música latina con una sensualidad y alegría que empezaron a ponerme cachondo desde la primera nota. No era solo sensualidad, era provocación mientras lucía orgullosa su físico imponente y alzaba una y otra vez el vestido mostrando un tanga mínimo que empapaba con su dedo cada vez que se lo llevaba a la boca. Mi erección era ya brutal, y tras el baile, sonriente, continuó la charla.

La conversación fue por los cauces de siempre, pero había un punto de inquietud distinto. Al cabo de unos minutos, me dijo que estaba hablando en la misma habitación que su marido, y que él sabía que estaba hablando conmigo. Aquel dato disparó el morbo que ya de por sí me daba aquella madurita exuberante y empecé a tramar algo para disparar la situación en lo posible. Magdalena llevaba puesto un vestido normal y corriente, pero el no llevar sujetador y lo morbosa de su situación realzaba sus pezones que destacaban a pesar del grosor de algodón del camisón. Le pedí que se tocara los pezones sobre el camisón, en un intento de comprobar si aquella situación tenía recorrido. Su respuesta no dejó lugar a dudas, inmediatamente los pellizcó con ambos dedos y su gesto de entrecerrar los ojos y la boca denotaba que estaba disfrutando de la situación, y que la excitaba que su marido mirara. La puerta estaba abierta y sólo había que entrar allí.

-No me gusta que estés apretadita ,Magadalena, por qué no te quitas las braguitas y así tu estás más cómoda?. Pero hazlo bien delante de mí….

Magdalena había recibido el mensaje con claridad. Y estaba dispuesta a ejecutarlo con igual claridad. Inmediatamente se puso en pie, se llevó los dedos al bajo del camisón, me miró con cara de salida, se giró y poniendo en pompa su tremendo culo se quitó el vestido y las bragas, dejando entrever su coño rosado y sentándose a continuación sobre su raja. Para entonces yo ya me estaba machacando la polla, y asi se lo mostré, con lo que al ver mi falo en su esplendor se echó hacia atrás y empezó a masajear su clítoris mientras su lengua empezaba a relamerse y una sonrisa se escapaba de su rostro.

Contemplar el coño de Magdalena fue total. No era un coño grande, lo cual me ponía más aún, pero estaba absolutamente depilado hasta lo más recóndito y ofrecía una delicia abierta para atacar de cualquier manera con dedos, lengua o polla. Le pedí sacar sus tetas del vestido para ver el espectáculo completo y mientras sus ojos no perdían ojo de la pantalla donde mi polla debía tener un papel preferente, le escribí:

Sube un pie arriba y abre bien el coño, como si fuese a follarte sin piedad hasta que te chorree la leche hasta los tobillos.

Magdalena aceleró el movimiento de sus dedos sobre su clítoris y, con la otra mano, sobre sus empitonados pezones. De vez en cuando sonreía al mirar a un lado, seguramente a dónde estaba el marido, probablemente machacándosela feliz al ver a su señora exhibiéndose como una puta, pues no hay nada que excite más a un esposo morboso. Sugerí a Magdalena azotarse el culo algunas veces, y empezó a gemir con insistencia anunciando un orgasmo que estaba a punto de hacerla caer de la silla. Su chocho brillaba de humedad y un pequeño cerco empezó a adivinarse sobre el asiento de aquel sillón, mientras con los ojos entrecerrados, su cabeza asentía cada vez que le preguntaba, con otras palabras, si a su marido le estaba gustando ver lo puta que es su señora.

No tardó ni dos minutos en correrse Magdalena, casi al tiempo que la leche brotaba de mi rabo como un resorte que me costó recomponer tras la limpieza pertinente. Los minutos posteriores, con sonrisa amplia, Magdalena me confesó que su marido se corrió también, y que les había encantado la experiencia. Indudablemente, fue excitante, pero habría que redondearla con algo más…..

Unos días más tarde, hablé con ella de nuevo en Skype. Llevaba un camisoncito mínimo y entre risas y bromas me mostró que no llevaba tanga. Yo no estaba seguro aún de si esa noche iba a ser de nuevo, divertida, pero cuando le ví el gesto de morbo que siempre afilaba cuando estaba cachonda, supe que podía serlo. Me hizo esperar un poco, y más tarde apareció de nuevo asegurándome que se había traído a su marido de nuevo de espectador. Él siempre quedaba al margen de las imágenes, pero los gestos de Magdalena y las sombras del cuarto donde retransmitía demostraban que sí que había alguien más ahí. En todo caso, la conocía ya de muchos años y entre ambos hay una buena confianza.

Esta vez no hubo baile, pero le fui comentando lo que podría hacer con esas tetas y ese culo cuando estuviera a disposición. Sus piernas se removían mostrando su perla sonrosada siempre que subía su camisón, y su sonrisa delataba que le encantaba exhibirlo doblemente: exhibía su coño ante mí por cam, y se exhibía exhibiéndose ante su marido que observaba todo enfrente de ella.

Resultaba inenarrable contemplar como su coño aumentaba el brillo de su humedad a medida que resaltaba en mis comentarios lo puta que era y lo profundo que taladraría su chocho cuando esté en mis manos. Incluso, mientras sus dedos recorrían su clítoris me aseguraba que al tener ya síntomas menopáusicos me dejará follarla sin condón, que deseaba sentir mi cipote en carne dentro de sus entrañas. Leer eso mientras su marido probablemente se estaría pajeando enfrente, daba un morbo añadido que disparaba la dureza de mi cipote hasta límites cercanos al metal. La muy zorra estaba a punto de ordeñarme y cuando más lo notaba más puta se movía y se expresaba.

Al poco tiempo su cuerpo se inclinó hacia atrás, hasta casi hacer desaparecer sus grandes tetas de la pantalla. Su arqueo correspondía a un orgasmo que fue tan intenso como el que tuve yo momentos después, ya fuera de cam, y que empapó uno de mis kleenex hasta el punto de necesitar un segundo.

Sonriendo, y con las tetas fuera, Magdalena me dijo que había disfrutado mucho, y su marido también, habiéndose corrido poco después que ella, y le aseguré que habría más oportunidades de disfrutar estos juegos tan reales como prometedores, y que tendrán continuidad en próximas semanas sin ninguna duda. Hoy escribo esto con el consentimiento de ambos, en una primera parte que tendrá su prolongación cuando nuevas experiencias enriquezcan esta bonita y feliz situación.

Continuará….