miprimita.com

Me llamo Sonia 1

en Confesiones

Me llamo Sonia. Soy una chica de mi tiempo, desinhibida, abierta y con experiencias interesantes en cuanto a su vida afectiva y sexual; las quiero a dar a conocer porque sé que puedo ayudar a muchas chicas que se han encontrado en situaciones parecidas pero que o no se han atrevido a dar el paso o si lo han dado se han llenado de remordimientos. A todas les animo a no dejarse amilanar por unos prejuicios que si en un momento te protegen, más tarde es necesario desprenderse de ellos porque te limitan en exceso. La vida es necesario vivirla plenamente y eso incluye las mejores experiencias sexuales, las encuentres donde las encuentres, siempre que a una misma le parezcan que lo son. Ahí va mi relato, sincero, honesto y real. Advierto que es como un Diario íntimo, escrito por etapas, con algunas correcciones  para dar unidad a la narración. Mi inclinación a las letras me lleva a ser exagerada en algunos aspectos narrativos; aunque no creo que esto sea gran cosa en el aspecto literario, me he esforzado lo que he podido en la estética narrativa. Disfrutad, amigas, leyéndolo como yo lo hice escribiéndolo para vosotras.

I.

Vivo en casa con mi hermano Santi que es poco más de un año mayor que yo. Y con mis padres, claro. Ellos tienen un pequeño negocio que les absorbe la mayor parte del día, aunque no sé muy bien por qué lo digo; el caso es que parecemos una familia normal y feliz. Mi padre es el encargado de hacer las chapuzas de arreglo y de reparación de las cosas que se estropean en casa; es un poco manazas, pero pone siempre mucha voluntad. Cuando ha de colgar un cuadro, temblamos por el miedo de que tire la pared o parte de ella. En la habitación de mi hermano mi madre quiso colgar un cuadro y ahora hay solo un agujero esperando a ser tapado convenientemente. Lleva tanto tiempo hecho que ninguno de nosotros nos damos cuenta de su existencia y no nos molesta que esté ahí. Bien es verdad que es muy pequeño y apenas se percibe, pero está presente en la habitación como ojo de cíclope canijo. Mi madre se ocupa de la cocina y lo hace muy bien. Para nosotros no son peores ni mejores padres que los demás; sencillamente son nuestros padres. A veces están un poco insoportables y a veces son maravillosos. Mi hermano es un tío listo y deportista; juega al baloncesto y para mí es guapo, de ojos y cabellos negros y se le está poniendo un tipazo que vaya. Es simpático y extrovertido y se le nota muy seguro de sí mismo. Tiene muchos amigos y me imagino que más de una amiga, que beberá los vientos por él. Sin embargo no le conozco predilección por ninguna en concreto; no es que me lo haya contado –a tanto no había llegado aún nuestra confianza-; simplemente me lo imagino a tenor de las conversaciones que suele tener con sus amigos cuando vienen a buscarlo o  a ver un partido de baloncesto a casa.

Yo soy todo lo contrario que él. Más baja, gordita, con unas gafas de concha que me hacen la cara más gorda, con ojos marrones y siempre llevo media melena; soy bastante insegura y he de confesar que ando muy acomplejada por mi físico. Tengo pocas amigas y amigos menos aún. Ninguno de los amigos de mi hermano pregunta nunca por mí, al menos eso me parece a mí. Mientras ellos están en casa viendo un partido yo me escondo en mi habitación a escuchar música con los cascos puestos. No soy ni me siento una belleza, más bien normalita tirando a feúcha y regordeta. Mi madre dice que cuando me llegue el cambio hormonal cambiará mi aspecto físico; pero ya estoy muy cerca y sigo igual que siempre, lo que me produce una gran frustración. Además, encima, me gustan mucho los chicos; los miro y remiro cuando ellos no me observan, que es casi siempre, y me gustaría tener con ellos eso que suelo ver y leer en los relatos eróticos de internet, momentos de entusiasmo y de deseo, de abrazos intensos y besos apasionados. Pero de momento, nada de nada. He de contentarme con imaginarlo.

Sería injusta si no mencionara a mi amiga Luz; es realmente mi amiga, esa amiga íntima a la que una le puede abrir su corazón y contarle sus intimidades. Con ella he entrado en la adolescencia y hemos aprendido juntas, y siempre por tanteo, algunas cosas que anteriormente no dábamos importancia; con ella he tenido conciencia de que nos hacíamos mujeres.

Luz es distinta a mí; tiene un cuerpo más estilizado que el mío, el cabello más largo, sus ojos son color miel, su nariz es respingona y sus labios, aunque son gruesos, lo son menos que los míos. Su cara es más alargada que la mía y, cuando sonríe, sus ojos destellan un pícaro brillo entornándose coquetuelamente. Aunque medimos igual, unos 1,68 cms., siempre hemos tenido problemas para intercambiarnos la ropa; yo gasto una talla más que ella y eso me hace sufrir. Pero nunca tuvimos problemas a la hora de congeniar y de hacernos íntimas. Ni de contarnos nuestros secretos. Cotilleamos, y de qué manera, de todo. De nuestras amigas, de los profesores, del Insti, de los chicos; especialmente de algunos.

A Luz le gusta Javier pero como no es muy amigo de mi hermano no tenemos la baza de poder verlo cuando viene éste con sus amigos a ver los partidos de baloncesto a casa. Así que nos pasamos el tiempo imaginando estrategias para que Javier se fije en Luz; pero ese Javier no se entera de nada; realmente los chicos son unos idiotas que van a sus cosas y las chicas no entramos en esa categoría. Bueno, algunos sí son más espabilados con las chicas y muy ligones; sobre ellos hemos de estar sobre aviso porque se sobrepasan en cuanto te descuides. No son muy románticos sino que van al grano. Y si alguno se pone romántico, malo, es para engatusarte y conseguir meterte mano; así que andamos siempre atentas. La única manera de ir con seguridad por la vida es cuando nosotras los elegimos a ellos. Y en ello estamos Luz y yo. Aunque, de momento, con poco éxito.

Nuestra intimidad, sin embargo, tiene límites; aún tenemos excesivo pudor con ciertos temas, especialmente sexuales; los hablamos todos; leemos, nos informamos, pero de ahí no pasamos. No nos tocamos una a otra ni nos acariciamos ni nada de eso. Nos da cosa todavía el hacerlo. Eso no quiere decir que no nos hayamos visto semidesnudas más de una vez, cuando intentamos intercambiarnos vestidos en casa o en los probadores de los comercios; desnudas del todo, jamás. Un incierto pudor nos lo impide. Y nunca hemos experimentado la necesidad de hacerlo. Eso de chica lo hace con chica no va con nosotras. Eso pertenece a nuestra soledad y a nuestra intimidad más íntima. Y ni siquiera lo hablamos. Una aprende a masturbarse a ciegas. Dejándose llevar por improvisaciones, por sensaciones paulatinas. Por tanteo. Orientada por la imaginación, por las lecturas, por los comienzos de unas sensaciones novedosas, en la soledad y en la intimidad de la cama. Imagino que a Luz le pasará igual. Y a las demás chicas también. Cada cual debe descubrir su propio cuerpo y sus propias reacciones. No sé si es correcto pensar así y sería mejor hacerlo con mi amiga, compartiendo esas sensaciones intensas y nuevas. No lo sé; no obstante la cosa ha surgido así y no nos plantea ningún problema.