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Mi nueva vida 2

en Hetero: General

Gracias por los comentarios, si que va a continuar pues tengo muchas cosas que compartir e iré publicando poco a poco, porque mi primer relato lo debía haber revisado más veces.

Antes de contaros lo que sucedió después de nuestro primer encuentro nudista en el que disfrutamos tanto, os voy a contar unas cuantas cosas sobre Carlos que creo pueden ayudar al resto de relatos, porque quedan unos cuantos.

Como creo que os adelanté algo en mi relato anterior, Carlos está divorciado y tiene dos hijos, de los cuales la pequeña viene de vez en cuando a dormir con él y su hijo mayor estudia en el extranjero. De carácter aparenta ser muy serio, podría parecer muy tímido, pero en realidad no es así, creo que se puede definir como sereno.

Es empresario a la fuerza, como dice él, porque después de muchos años trabajando en grandes empresas le despidieron, y se le hacía muy cuesta arriba empezar a buscar trabajo con más de 45 años para puestos de salario alto. Ahora gana menos dinero pero disfruta mucho más de la vida.

Le encanta pasar mucho tiempo con su hija pequeña, e incluso se levanta a las 6 todos los días para llevarla al colegio. Él sabe que no hace falta, pero así comparten un rato todos los días. También le gustan casi todos los deportes que se puedan hacer al aire libre, sea invierno o verano, y por eso se conserva más o menos en forma.

La noche de aquel sábado en que nos conocimos íntimamente, después de ducharnos juntos, nos fuimos a mi cama y dormimos abrazados durante toda la noche a pesar del calor, pues hacia noche tropical, y aun recuerdo como me acarició durante toda la noche. No sé si era un movimiento reflejo o que estaba despierto, pero a mí me encanto.

Cuando desperté por la mañana, entre la resaca que tenía y lo que me llevó colocar las neuronas, tardé un rato en darme cuenta de que él no estaba. Me levanté de la cama, preparé un zumo de naranja y salí a la terraza a recibir el sol en mi cuerpo desnudo. Empecé a recordar lo que había sucedido el día anterior y empecé a sentir una rara sensación. No era arrepentimiento ni mucho menos, pero me parecía increíble que hubiera terminado así con una persona a la que casi ni conocía. No sé porqué no estaba, pero tenía una extraña necesidad de verle.

Después de un par de horas sonó el timbre de casa. Salí corriendo a abrir la puerta, y esta vez si me puse la camiseta para taparme. Abrí la puerta y estaba Carlos con varias cosas en la mano y una bolsita pequeña que no se podía ver qué era.

“¿Dónde estabas?” pregunté un poco como cabreada.

“Me he despertado muy pronto, y para no molestarte me he ido a montar en bici. ¿Has dormido bien?” cuando estaba terminando de decir esto me abrazó y me dio un beso en los labios y pregunto “¿Cómo estás?”.

“Cabreada” respondí yo “no sabía nada de ti, y no sabía dónde estabas”. No estaba tan cabreada pero me tenía que mantener firme para dejarle que se explicara.

“Tenias una nota ahí, debe ser que no la has visto” me respondió Carlos sin inmutarse. Es lo que más me cabrea de él. La nota estaba, yo no la había visto y era preciosa.

“¿Tienes algún plan hoy?” me preguntó mientras yo estaba asimilando la notita. Como no respondía, se acerco a mí y me abrazó. Cuando me abraza Carlos me siento muy pequeña, pero también muy protegida. Yo seguía sin responder, y me hacía gracia pensar que era la primera vez que nos abrazábamos vestidos.

 “Te he preguntado si tenías algún plan hoy” me volvió a decir.

“No, ¿por?” respondí.

“Para que te vengas a comer a casa. Así cambiamos” me dijo sin dejar de abrazarme, y yo estaba como hipnotizada “también puedes tomar el sol y pasaremos un buen rato”.

Le respondí con un sí, sin despegar mis labios de los suyos y nos fundimos en un beso precioso. Yo estaba muy confusa pero lo único que tenía claro es que quería estar con él.

No sé cuanto rato pasó, pero cuando separamos nuestros labios, Carlos cogió la bolsita pequeña y el resto de cosas que tenía por ahí, y me dijo: “ven cuando quieras, voy a ir preparando la comida. Acuérdate que tienes que venir desnuda” me dio otro beso en los labios y se marchó.

Me metí en la ducha y estuve un buen rato mientras ordenaba mi cabeza, que no era tarea fácil. Al salir de la ducha salí a la terraza para secarme al aire y hacer un poco de tiempo. Estaba casi más nerviosa que ayer pero el poco cabreo que tenía se me pasó de golpe. No sé de qué planeta ha salido este tío.

Lo de ir desnuda a su casa no me hacía ninguna gracia. Aunque sean diez metros puede aparecer alguien y a ver qué digo. Ya estaba preparada, porque solo tenía que ponerme unas chanclas y llevarme las llaves de casa. Estuve mirando por la mirilla mucho rato para ver si había tráfico de gente pero no vi a nadie, y me decidí. Abrí la puerta de casa y salí al pasillo desnuda, di una carrera hasta la puerta de Carlos y toqué el timbre. El tiempo que tardó en abrir se me hizo eterno y yo no paraba de mover la cabeza por si veía u oía a alguien cerca. Es la primera vez que he hecho algo así, y me excitó bastante.

Carlos abrió la puerta, me dedicó una sonrisa enorme y enseguida me volvió a atrapar con un abrazo increíble. Parece que hacía un mes que no le veía, pero nos habíamos visto media hora antes. No sé que tiene, pero no hay nada más bello que abrazarte desnuda con otra persona desnuda, se siente una energía especial.

La casa de Carlos era un desastre, llena de cajas por todas partes porque que no había terminado la mudanza. Al menos teníamos la cocina despejada y, por supuesto, la terraza, donde había una mesa parecida a la mía con sombrilla y una cama balinesa donde cabían dos personas perfectamente. Ya me estaba imaginando la sobremesa.

Le pregunté: “¿qué hay que hacer?” y me respondió mientras me daba una copa de vino blanco muy fresquito que me tumbase al sol. Hice lo que me dijo y enseguida vino él, y se sentó a mi lado. La cama era súper cómoda y además había puesto una sábana por encima que hacía el tacto mucho más agradable.

“Queda media hora todavía” me dijo, mientras empezó a acariciar mis piernas. Yo levanté las rodillas y Carlos pasó su mano por debajo de mi pierna y empezó a acariciarme el muslo por la parte interior. Como siga así, creo que se podía haber ahorrado la comida porque, entre el sol que me daba de lleno en mi vulva y sus caricias, yo estaba empezando a notar ese dolor de clítoris que se me pone cuando estoy muy excitada.

“Gracias por asomarte ayer, si no lo hubieras hecho nos habríamos perdido algo muy grande” me dijo.

“Si, metiendo las narices donde no me llaman” respondí y nos empezamos a reír a carcajadas.

De repente sacó su mano y exclamó: “por cierto, hoy no me he duchado. Con las prisas de la comida se me pasó y no quiero oler a oso”. No sé porque decía eso porque a mí me encantaba su olor.

Se puso de pié y fue hacia la esquina de la terraza, donde había una ducha de jardín junto a la barandilla pero en la esquina opuesta a mi terraza. Aunque esa calle no tiene mucho tráfico, y menos en fin de semana, colocado en la barandilla si te pueden ver desde la calle. No pareció importarle mucho por que abrió el agua y se empezó a duchar.

“¿No está muy fría?” le pregunté. “No, que va. Este trasto de aquí calienta un poco el agua con el sol y se puede aguantar” me respondió, mientras empezó a extender jabón por todo su cuerpo. La escena me estaba poniendo a mil y, aunque yo si me había duchado, me ofrecí a enjabonarle la espalda.

Estuve un buen rato dándole jabón por la espalda y después por el culo, repasándolo muy bien  hasta llegar a sus testículos. Le abracé con la otra mano y le agarré el pene que, al estar con jabón, resbalaba muy bien y empecé a hacerle una paja muy lentamente. Al principio no estaba muy grande pero notaba en mi mano como iba ganando tamaño, y mi clítoris también estaba ganando tamaño porque parecía que me iba a reventar.

El se giró un poco y empezó a hacerme lo mismo a mí. Su mano izquierda se dedicó a todo mi culo y con la derecha acudió a calmar mi clítoris, que llevaba ya un buen rato pidiendo que le hiciéramos caso. Sus manos se tocaban por debajo de mí y en alguna ocasión notaba como me metía un dedo en la vagina mientras la otra mano se dedicaba a mi ano. Estábamos tan bien, besándonos de esa manera, que casi no nos dimos cuenta que el agua empezó a enfriarse porque ese sistema vale para una ducha corta.

Carlos cerró el agua pero seguimos en esa posición durante un rato más. Cuando abrí los ojos me di cuenta que una parejita, que estaba paseando a unos perros, llevaba un rato mirándonos con más envidia que otra cosa.

Volvimos a la cama y Carlos trajo dos toallas. Cuando alargué la mano para que me diera una dijo: “No, tu eres la invitada y te tengo que cuidar bien” y empezó a secarme con mucho cuidado. “Levanta los brazos” me dijo para poder secarme las axilas, y estuvo mucho rato secándome esa parte mientras me besaba y me daba algún lametón en los pezones. Continuó por mi tripa y espalda y para la parte de abajo se arrodilló frente a mí.

Me hizo un gesto para que abriera un poco mis piernas, y empezó a secarme desde los tobillos hacia arriba. Yo estaba con los ojos cerrados disfrutando muchísimo de ser cuidada de esa manera e incluso hubiera dicho que Carlos tenía más manos porque me notaba tocada por muchos sitios a la vez. En esto acercó la cara a mi pubis y levantando la vista para mirarme, comenzó a darme besos y a pasar su lengua entre mis labios vaginales. Yo abrí los ojos y al coincidir nuestras miradas le dije: “esa parte te va a costar mucho secarla” y nos empezamos a reír los dos. Carlos se levantó y me dio un beso que me pareció precioso porque su boca olía y sabía a mí.

“Vaya, teníamos que haber comprado preservativos” exclamé yo de repente, y en ese momento Carlos entró en casa un momento para coger la bolsita blanca que traía esta mañana. Me la entregó y descubrí que se había acordado él. No pude reprimir abrazarle y decir: “gracias, mi amor”.

Mientras seguíamos besándonos pensé: “¿Qué he dicho?, ¿Seré tonta? A ver si va a pensar que estoy haciendo planes solo por hacernos un cariño”. Pero Carlos no pareció darle importancia y seguía igual de bien que estaba antes de decir eso. Nos tumbamos en la cama e intentamos abrir el puto plástico que le ponen a las cajas de preservativos, que no hay quien lo abra.

Cuando conseguimos la hazaña de tener un condón en nuestro poder, creo que nos habíamos relajado un poco, pero solo físicamente porque mentalmente estábamos ardiendo. Entonces Carlos se puso apoyado en sus manos y rodillas sobre la cama, y comenzó a besarme muy suavemente desde la boca hacia abajo, pasando por el cuello, hombros, axilas y brazos. Le dedicó un rato especial a mis tetas y pezones, que los dejó más duros que el diamante, y continuó hacia mi vientre y a los dos costados.

Cuando llegó a mi pubis se metió entre mis piernas y empezó a besarme las ingles y los labios por fuera. Yo volví a experimentar ese dolor tan placentero que se me pone en el clítoris cuando estoy muy excitada y, no sé si por mis gemidos, colocó la punta de su lengua otra vez entre mis labios vaginales recorriendo toda su longitud. Me dio un beso en el clítoris que parecía que me lo iba a arrancar, pero me hacía gozar una barbaridad cuando lo recorría con su lengua porque lo tenía todo dentro de su boca. Yo quería que acelerase el ritmo pero lo estaba haciendo muy despacio para hacerme sufrir. Luego continuó su lengua hacia abajo y me estuvo follando un rato con su lengua, mientras su nariz me seguía masajeando el clítoris. En esto noté que un dedo me empezaba a masajear el ano, que estaba inundado de lo que le caía de arriba, y sin darme cuenta al instante lo tenía dentro de mí. No me lo esperaba pero tampoco me hizo daño porque lo metió muy poco y con una delicadeza exquisita. Yo fui acelerando el ritmo porque llevaba más de una hora de sufrimiento pero Carlos comenzó a sacar sus distintas partes de mi cuerpo y empezó a besarme el clítoris nuevamente con demasiada delicadeza, como si no quisiera terminar nunca ese juego tan maravilloso.

Me levantó las rodillas y clavó su cabeza entre mis piernas para dedicarme una comida de la zona anal que me hizo ver las estrellas otra vez. En aquella época yo no era muy aficionada al sexo anal, pero me encantaba lo que me estaba haciendo. Incluso ponía la lengua dura como si me fuera a penetrar con ella y yo estaba deseando que lo consiguiera.

Cuando terminó con mi culo, me fue besando el interior de los muslos hasta las rodillas y después pasó a las pantorrillas y los pies. Él estaba arrodillado en el suelo con su cara la altura de mis pies cuando abrí los ojos para ver qué hacía. Entonces comenzó a meterse mis dedos de los pies en la boca y a pasarme la lengua entre ellos.

No sé dónde o como aprendió eso, pero es, quizá, lo más placentero que me han hecho en la vida. No solo no me bajó la excitación ni un ápice, sino que estaba gimiendo cada vez más profundamente.

Cuando terminó aquella experiencia nueva para mi, Carlos volvió a la cama para ponerse a mi lado. Yo agarré su pene y vi que tenía la gotita de líquido transparente que sale cuando lleva mucho rato en erección, por lo que sentí la necesidad de ir rápidamente a metérmela en la boca para que esa gotita fuera para mí. Estuve un rato chupando todo el líquido pre seminal que pude obtener, pero yo no aguantaba más. Así que eché mano al condón que habíamos sacado de la caja, retiré un momento mi boca de su pene para volver con el condón en mis labios y se lo coloqué de esa manera tan bonita, ayudándome al final con las manos.

Salté encima de él con una pierna a cada lado y comencé a masturbarme con su miembro. Lo pasaba frotándome el clítoris y me lo metía un poco, lo suficiente para notar que él empezaba a hacer fuerza y me lo sacaba de nuevo para repetir lo mismo. Así estuve un rato para hacerle sufrir como él me había hecho hacía un rato. Me resultaba tremendamente excitante estar follando al aire libre, aunque no podíamos ser descubiertos por nadie era una experiencia nueva para mí.

Me senté encima de su pene y noté como iba entrando poco a poco. No tuvo demasiados problemas porque yo llevaba mojada desde hacía un buen rato y estaba lubricada de maravilla. Aunque ya habíamos tenido otro encuentro sexual, me empecé a sentir de una manera muy especial al notar que estábamos perfectamente acoplados y en ese momento éramos una sola persona. Llevábamos el ritmo muy lento mientras nos comíamos a besos. Poco a poco Carlos fue acelerando sin dejar que me alejara ni un centímetro de su cuerpo y a los pocos minutos tuvo una corrida terrible, que incluso yo noté porque el condón se había vuelto más grande. Me recosté sobre él y le comía a besos, mientras le propinaba un masaje suave en su pene con mi juego de cadera. Cada vez que metía el culo le daba un pequeño espasmo.

Cuando Carlos se quitó el condón pude comprobar de nuevo que había sido una eyaculación enorme. Até el condón y lo eché al suelo para seguir jugando. Él estaba tumbado con los ojos cerrados pero tenía gesto de satisfacción y me acerqué a su pene y comencé a chuparlo nuevamente. A mí no me gusta que se corran en mi boca, pero las gotitas de semen que aún salía de su pene pequeñito si me gustaban. Se había quedado seco y seguía dando gemidos cada vez que le absorbía el glande.

Le dejé disfrutar su momento y me quedé con el torso apoyado en la cama pero la cadera la tenía de costado, con la pierna de arriba más adelantada que la otra, y con todo mi ano y sexo completamente descubiertos. Yo no me di cuenta pero Carlos comenzó a comerme el culo otra vez, cosa que agradecí mucho pues estaba fatal. Su boca se recreaba, a mi gusto, demasiado en mi ano y no lo suficiente donde más me apetecía, pero poco a poco fue se fue desplazando hasta mi sexo, a la vez que yo me iba colocando boca arriba propinándome una comida de coño de las que hacen época.

Sus dedos se introducían en mi vagina y en mi culo con una facilidad pasmosa, y cada vez tenía más dedos dentro de mí que iban al mismo ritmo que la lengua de Carlos sobre mi clítoris. No habíamos usado nada para lubricar el ano pero la mezcla de mi flujo con saliva estaba resultando perfecta. Cuando tuve mi orgasmo no pude reprimir algunos gritos porque estaba loca de placer, incluso tuve una pequeña eyaculación que mojó un poquito la sábana. Era increíble el placer que había recibido.

Quizá mis historias suenen a sexo demasiado normal, de dos personas que se acaban de conocer y no paran de comerse y follar en cuanto tienen la ocasión. Me gustaría que supierais que en los casi veinte años de relación con mi ex-marido no había practicado casi nada de lo que había hecho con Carlos este fin de semana. Mi ex no me permitía darle besos después de haberle comido la polla, y las pocas veces que acercaba su cara a mi sexo, como mucho me llevaba un beso en algún sitio bastante inocente. Vamos, que él pensaba que el sexo consiste en metérsela a la mujer y una vez corrido, a dormir. Casi siempre me quedaba a dos velas y tenía que masturbarme yo sola.

También pienso que todo lo que he experimentado desde que conocí a Carlos me encanta, sobre todo, por el respeto y la delicadeza que me ha demostrado aunque se trate de escenas muy atrevidas. Este tío sí que sabe tratar a una mujer.

(Continuará………………………)