miprimita.com

Fin de semana inolvidable (2/2)

en Trios

Tras esto, nos duchamos y nos quedamos dormidos en la cama, abrazados y desnudos. Pasaron unas dos horas cuando nos despertamos. La tarde había avanzado y teníamos el tiempo justo para vestirnos y salir a cenar. Mi mujer eligió un conjunto de lencería de encaje negro con tanguita, encima se colocó un vestido ceñido que dejaba medio muslo a la vista y que se adaptaba perfectamente a su figura, sabía que me encantaba verla con ese vestido y esa noche me quería provocar. Yo, me puse los bóxer negros que a mi mujer tanto le gustaban, decía que marcaban muy bien mis atributos, camisa blanca, jeans y una americana azul oscuro. Mi cuñada salió de su habitación dirección al baño con otro conjunto de encaje negro, pero de culotte. Su vestimenta era más casual que la nuestra llevaba una camiseta que le dejaba un hombro al aire y unos short deshilachados que solo le tapaban el culete.

Nos sentamos en una terraza de estas que tienen el mobiliario de plástico blanco y el interior iluminado por luces de led que cambian de color, nos tomamos varias cervezas y antes de que el camarero nos trajera unas hamburguesas que habíamos pedido, las hermanas se levantaron para ir al aseo del bar. Cuando volvieron, las dos venían muy sonrientes, mi mujer se me acercó por un lado y me dio un morreo, cuando se separó, su hermana que estaba al otro lado mío hizo lo mismo, era la primera vez que besaba a mi cuñada y su boca me supo a gloria. Antes de volver las dos a sus asientos se me acercaron por ambos oídos y me dijeron a la vez: “Esta noche vas a disfrutar como nunca antes en tu vida” y metieron sus manos en los bolsillos de mi americana. Al sentarse, metí mis manos en los bolsillos y comprobé por el tacto que eran sus braguitas. Yo estaba flipando, las zorras de mi mujer y mi cuñada se habían quitado la ropa interior y me la habían dado para que yo lo supiera, estaban pidiendo guerra y yo se la iba a dar. Cerré los ojos, metí mi mano en el bolsillo y cogí una de ellas, me las acerque a la cara y las olí como un enfermo sexual, eran las de mi mujer, el hilo del tanga estaba húmedo y tenía su olor más íntimo, repetí lo mismo con el culotte de mi cuñada, también estaba húmedo y tenía una mezcla de olor a su perfume y a sus jugos.

Terminamos de cenar entre bromas e indirectas muy directas. Al tener las dos hermanas de frente  de mía, la visión que tenía era inmejorable. Mi mujer de vez en cuando se subía el vestido para dejar al descubierto su coñito, por su parte mi cuñada, el trozo de tela del short se lo metía por la rajita para que sus labios mayores quedasen a mi vista. Los tres estábamos muy calientes pero antes de entregarnos a nuestros deseos más primarios decidimos ir a un local a tomarnos unas copas y bailar.

El pub al que entramos no era muy grande, pero había bastante gente, tocaba una banda versiones de canciones de los 80 y los 90, lo cual animaba mucho a la gente que había, casi toda de nuestra edad. Yo me acerqué a la barra y pedí tres copas y cuando volví a donde estaban ellas, ya estaban saltando y cantando las canciones. Mi mujer se abrazó a mí y me dio un beso de lo más húmedo, yo le agarré el culo por encima del vestido para que no se separase mientras nos recorríamos nuestras bocas con la lengua, hasta que recibí un cachetazo en el culo.

-          Guardadme algo, que no vais a dejar nada para mí, dijo mi cuñada.

Ella se puso a baliar justo delante de mí, con su espalda apoyada en mi pecho y moviendo el culo de arriba abajo para refregarlo con mi polla morcillona. Yo la tenía agarrada de la cintura para que no se separase de mí, con las manos por debajo de su camiseta para notar la calidez de su piel. Cuando volvió la cabeza, nuestras bocas se fundieron en un beso. Mi polla en ese momento se puso durísima y ella al notarla así, dejó de moverse, quería disfrutar de ese trozo de carne hincado en su trasero, solamente separado por las telas que vestíamos. Seguimos bailando, besándonos y sobándonos sin importarnos la gente que había en el pub hasta que terminó el concierto.

De camino a casa, yo las llevaba cogidas de la cintura mientras que ellas metían las manos en los bolsillos traseros de mis jeans y me agarraban el culo. Tuvimos que pararnos en varios soportales para seguir besándonos y manosearnos, unas veces aprovechaba para subir el vestido de mi mujer hasta la cintura y meter mi mano en su entrepierna para notar que sus jugos se escurrían por el interior de sus muslos, otras veces eran ellas las que metían la mano en el interior de mi pantalón para tocar mi polla por encima del bóxer ya empapado de líquido preseminal y otras, era mi cuñada la que le recibía suaves caricias por dentro de su short desabrochado y también empapado.

Al llegar a casa, apenas dio tiempo de cerrar la puerta, en la misma entrada mi mujer se arrancó el vestido en un rápido movimiento, quedándose únicamente con el sujetador y las sandalias de tacón que llevaba. Se abalanzó sobre mí queriendo saciar el hambre de sexo que tenía y me empujó contra la pared. Quedé inmóvil a su merced y comenzó a besarme apasionadamente, me encantaba cuando ella tomaba las riendas en el sexo y yo me dejaba hacer lo que quería. Mi cuñada viendo que mi boca estaba ocupada, empujó sutilmente a su hermana a un lado con objeto de poderme quitar el cinturón y los botones del pantalón. Bajo mis bóxer y se situó frente a mi polla.

-          ¡Qué ganas tenía de esto! Dijo antes de pegarme un lengüetazo desde la base hasta la punta del glande, saboreando todo el fluido chorreado.

Los huevos se contrajeron al notar tan suave caricia de su lengua. Una vez limpio de líquido preseminal todo el tronco, lo cogió con la mano y tiró hacia atrás para dejar todo el glande a su vista, al notar el tirón de la piel del frenillo, no pude reprimir el gemido, que salió ahogado debido a que tenía en mi boca la lengua de mi mujer. Se dedicó a limpiar el glande, que era de un color intenso debido a toda la sangre que circulaba por él, se lo introdujo en la boca y comenzó a hacer movimientos circulares con su lengua por todos sus recovecos. El placer era inmenso y no sabía cuánto tiempo aguantaría. Creo que empezaría a salir cada vez más líquido y se dio cuenta de que si no paraba me correría. Gracias que paró, no quería que allí se acabara la noche de pasión. Se centró entonces en mis huevos, perfectamente depilados para la ocasión, los apretaba como si fueran bolas antiestrés, los impregnaba de saliva  y los acariciaba con la lengua. “Joder, estaba en el cielo”. Para ese entonces mi mujer ya no tenía sujetador y me afamaba en comerle las tetas, salivando sus pezones que a estas alturas estaban como gominolas.

Mi cuñada se incorporó y se agarró a la teta que quedaba libre succionando el pezón como si quisiera sacarle leche, mi mujer nos abrazaba a ambos y a la vez la sujetábamos para que no se cayese debido a que las piernas le fallaban de tanto gusto como estaba recibiendo. Yo acerqué mi boca al pecho que estaba comiéndose mi cuñada, nuestras lenguas juegueteaban entre sí y con el pezón hasta que al final acabamos comiéndonos nuestras bocas.

Nos separamos unos centímetros de mi mujer, lo justo para poderle quitar la camiseta, poder liberar sus tetas del sujetador y bajarle el short hasta los tobillos. El único que quedaba con algo de ropa era yo y mi mujer no estaba dispuesta a que continuase con ella. Me quitó la americana y desabrocho mi camisa, ya estábamos los tres desnudos, sintiendo nuestra piel, rozándonos y dándonos caricias por toda la geografía de nuestros cuerpos.

Desde que empezamos con este juego por la mañana en la playa estaba deseando follarme a mi cuñada y mi mujer lo sabía, por eso agarró su brazo, tiró de ella y dándole un palmetazo en su culo le dijo:

-          ¡Venga, vamos al dormitorio!

Ella iba delante de nosotros moviendo su trasero de lado a lado, pero al pasar por el salón, apoyó los brazos sobre la mesa y se inclinó, mi mujer se agachó detrás de ella y de un lametón desde prácticamente su clítoris hasta su agujerito del culo recogió todos sus fluidos en su legua para con un beso, dármelos a probar, se volvió a agachar recogió todos mis fluidos de mi polla de otro lamentón y la ensalivó. La agarró suavemente con la mano y la puso en la entrada del coñito de su hermana, mientras con la otra mano en mi culo me fue empujando muy despacio para que la penetrara. Mi polla se iba abriendo paso por su lubricada vagina hasta tenerla toda dentro, notaba el calor que desprendía y poco a poco inicié tan ansiado vaivén, al principio despacio como el que saborea su comida favorita, para posteriormente ir incrementando el ritmo y pasando de dulces vaivenes a duras embestidas. El placer que sentíamos era indescriptible, las paredes de su vagina abrazaban mi polla y el calor al igual que la lubricación fue en aumento. A estas alturas de la follada, nuestros fluidos chorreaban por nuestras piernas, el sonido de chapoteo y de algún que otro palmetazo en su trasero hacía sinfonía con sus jadeos.

Dejé de cogerla por su cintura para que ella llevase el ritmo de la penetración y alargué los brazos hasta llegar a sus tetas, pasaba la yema de los dedos por sus duros pezones, los pellizcaba y dibujaba círculos con mis dedos alrededor de ellos.

De repente mi mujer tiró de uno de los brazos de su hermana, haciendo que mi polla saliera de su coño y ella perdiera el equilibrio, llegamos hasta el dormitorio. Mi mujer se tendió boca arriba en la cama con los pies apoyados en el filo y sin darle tiempo a reaccionar la ensalté de un solo golpe, comencé directamente con fuertes embestidas, me proponía hacerla disfrutar al cien por cien y por los gritos que daba,  lo estaba consiguiendo. Mi polla rozaba con el fondo de su vagina y mis huevos empapados por los fluidos de mi cuñada chocaban una y otra vez contra su culo incrementando el placer que sentíamos.  No paré las embestidas hasta notar como un chorro caliente se estrellaba contra mi pubis y chorreaba por mis piernas, a la vez que mi mujer esbozó un alarido de placer.

Mi cuñada que había permanecido echada en la cama jugando con su coñito, se incorporó y se colocó frente a mí con las piernas abiertas y la cabeza de su hermana entre ellas. Mi mujer sacó su lengua, no hizo falta que la moviese. Su hermana con suaves movimientos de pelvis, se estaba masturbando contra ella, se acercó a mí y mientras seguía embistiendo a mi mujer, me comía la boca.

El olor a sudor y a sexo era cada vez más intenso, cambie de lado de la cama con objeto de volver a follarme a mi cuñada, ella se echó sobre el cuerpo de su hermana y comenzaron un maravilloso sesenta y nueve mientras yo le embestía desde atrás, cuando sacaba la polla, mi mujer le pegaba varios lametones para dejarla sin restos de fluidos y seguía con mi follada. Incrementé el ritmo de mis embestidas, la polla me iba a reventar y notaba el cosquilleo en los huevos previo al orgasmo.

-          ¡¡Me corro, me corro!! Les dije.

Parecía que me estaban esperando, pues al oírme, sus cuerpos empezaron a tensarse y los jadeos y gemidos se convirtieron en gritos casi al unísono de placer. Sus orgasmos fueron larguísimos, sus cuerpos comenzaron a relajarse y pude notar en mi polla las contracciones de la vagina de mi cuñada. Sin poder aguantar una sola embestida más, la hinqué en lo más profundo de su vagina y descargué todo mi semen, la corrida fue tan increíble que me desplomé sobre ellas.  Al sacar la polla del interior de mi cuñada, un hilo de semen se derramó sobre la cara de mi mujer, que seguía debajo de todos.

Ya recuperados nos tendimos unos junto a los otros quedando mi mujer en medio, al verla con los labios, la barbilla y las mejillas llenas de semen los tres nos fundimos en un apasionado beso blanco que ponía el broche a la sesión de sexo.

La mañana del domingo la pasamos dormidos, eran las 13:30 cuando nos despertamos con unos sonoros besos, era mi cuñada que se había despertado antes que nosotros y no paraba de besarnos a los dos para que nos levantáramos.

-          ¡¡Buenos días!!, decía alegremente.

-          Tengo agujetas de anoche, no puedo ni moverme, agregó mi mujer.

-          ¡¡Wuaaauuu!! Estuvo genial, vaya polvazo echamos anoche, respondió mi cuñada.

-          ¡¡Siii, fue una pasada!! Habrá que repetir más veces, añadí yo.

-          Pues el fin de semana que viene, no puedo, pero al siguiente me volvéis a recoger y me vengo con vosotros, respondió mi cuñada.

Nos duchamos, recogimos la ropa de la noche anterior y nos subimos en el coche para volver a la ciudad, al llegar al piso donde vivía mi cuñada, me bajé del coche para ayudarle a sacar las maletas y nos despedimos con un morreo de lo más húmedo, al fin y al cabo éramos familia.