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Unos kilos de más

en Sexo con maduras

"No me mires", se quejó, cubriéndose los pechos con el brazo, y cerrando sus piernas.

 

- "Apaga la luz." Negué con la cabeza y una sonrisa picarona en mi boca. 

 

- "No, guapa, me gusta mirarte. Me gusta contemplar tu hermoso cuerpo. Ahora, abre las piernas cariño..."

 

Separó las piernas, mostrándome su entrepierna de nuevo. Me agaché y levanté sus rodillas, empujando sus piernas hacia ella. Sus labios vaginales aparecieron ante mí, hinchados y húmedos. Se percibía el brillo de sus flujos segregados a causa de la excitacion. Estaba ansiosa por  tenerme dentro, por sentirse llena de mí; el deseo era mútuo. Acerqué mi cuerpo y me acomodé entre sus piernas. Nos dimos un húmedo beso, con la cabeza de mi polla en la entrada de su vulva. 

 

- "Mmmm", susurró ella. "Métela ya".

 

Empujé mis caderas hacia delante, metiendo mi pene dentro de su vagina. 

 

- "¡Oh, sí!", gimió. "¡Mmmm!" 

 

Sujetando sus piernas hacia arriba, empujé mi pelvis hacia delante y mis caderas golpearon la suave carne de la parte inferior de sus muslos. Comenzamos el vaivén; el sonido de nuestros cuerpos chocando se añadía a sus suaves gemidos y los ruidos mojados de su coño devorando mi polla. 

 

- "Te gusta follar, ¿verdad?", murmuré. 

- "Me encanta follar", me devolvió su aliento. Levantó su cabeza mientras me atraía hacia ella y nos besamos. "Me gustas mucho. ¡Quiero tenerte dentro siempre! ¡No te detengas amor!" 

 

Reposó la cabeza de nuevo sobre la cama, arqueando la espalda, y se dejó llevar. Llevaba tiempo esperando este momento y era mejor de lo que se había imaginado. Su manos se alzaron, y empezó a pellizcar y retorcer sus propios pezones; vi como se hinchaban y crecían endurecidos entre sus dedos. Sus pechos se bamboleaban con cada embestida mía, y su vientre temblaba. Su respiración comenzó a entrecortarse mientras aumentaron sus jadeos. 

 

- "Sí, sí. Sigue... Me vengo... Más rápido", me urgió entre gemidos.  Sentí su coño contraerse alrededor de mi polla , mientras su respiración se aceleraba, emitía gruñidos ininteligibles y cerraba los ojos. "Nnnnnnnnnnngh!" gimió, "nnnnnn-aaaaaaahhhhhhh!". Su cuerpo tembló, y movió su cabeza de un lado a otro convulsionando en un orgasmo. 

 

- "Córrete! Córrete ya!", me exhortó gritando con los ojos cerrados. "Quiero sentir como te corres dentro de mí."

 

Helena sintió el preludio de mi corrida al notar cómo aceleraban mis caderas, golpeando fuertemente dentro suyo, mi rápida respiración, mis gemidos continuos, mi gruñido de liberación, mis ojos cerrándose al correrme, vaciándome dentro suyo, llenando sus entrañas de leche. Noté mi tensa espalda arañada por sus uñas, mi culo apretado por sus manos que no dejaban que me saliera, queriendo sentir como me derramaba calentito todo dentro suyo... 

 

Nos miramos jadeantes.

 

- "Bésame", me susurró. "Pero no te salgas, te quiero dentro". Tumbado sobre ella nos besamos. Fue un beso tierno pero apasionado. Apoyé mi cabeza en su hombro, necesitaba recuperar el aliento...

 

 

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Mi mente retrocedió hasta el comienzo de esa noche.... Fue una cita a ciegas.... bueno, no completamente a ciegas. Nos habíamos "conocido" hace un tiempo en la red, después de que ella leyera un relato que había escrito. Intercambiamos algunos mails y nos fuimos conociendo, a la vez que fantaseábamos. Me había dicho que tenía "unos kilos de más" y que era algo mayor que yo. Yo le contesté, sonriendo para mí, que ella era precisamente el tipo de mujer que me volvía loco. Que si había leído algún relato mío lo debería tener claro. Me contestó que sí, con una carita sonriente, que por eso me había escrito, pero que prefería recalcármelo  y asegurarse. Se llamaba Helena.

 

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Estaba sentado en una mesa del restaurante del Hotel Gran Ciudad. En ese momento el camarero estaba rellenando mi copa de vino, por lo que había dejado de observar la puerta de entrada. Sentí una presencia justo detrás de mí, luego un toque en mi hombro.... y una cara al lado de mi oreja. 

 

- "Jon, supongo", susurró ella, y luego sentí que me besaba el lóbulo de la oreja, jugando con su lengua. Un escalofrío de excitación recorrió mi cuerpo; no me esperaba algo así. Giré mi cabeza. Tenía que ser ella. Estaba vestida de negro, y llevaba una blusa escotada que mostraba un más que sugerente canalillo; una chaqueta, y una falda negra. Se deslizó en la silla que estaba en frente mío y me miró. 

 

- "Si no eres Jon, esto es terriblemente embarazoso." 

 

- "Aunque no fuera Jon, consideraría cambiarme el nombre". Se quedó dubitativa durante un segundo, y luego una pequeña sonrisa cruzó sus labios. 

 

- “Lo dices en serio?" 

 

- "¿Tengo cara de póquer?" 

 

- "Apenas". 

 

Sonreí. 

 

- "Tienes razón. Nunca he sido buen jugando de póquer." 

 

Al principio estábamos un poco cortados, sobre todo yo, pero con ayuda de un excelente vino fuimos soltándonos. Tenía un gran sentido del humor, por lo que en seguida congeniamos y nos sentimos muy a gusto el uno con el otro. Nos reíamos mucho. 

 

- "Pero, cómo podemos estar tan locos para haber acabado en esta cita?", preguntó riéndose.

 

- "Pues no lo sé. Pero yo creo que es de las mejores decisiones que he tomado en mi vida", respondí guiñándole un ojo.

 

Era una mujer soberbia, espléndida, de generosas carnes, una hermosura. Tenía una bonita sonrisa y unos ojos vivarachos y brillantes (quizás el vino ayudara a ello), pelo negro cortado a media melena que dejaba ver un precioso cuello. Yo no podía dejar de echar miradas furtivas a su escote, aunque creo que me pilló en más de una ocasión. Me gustaba mucho.

 

Eso sí, cuando me dijo "unos kilos de mas", no mintió, para mi alborozo. Aquella exhuberante mujer me tenía encandilado, me gustaba mucho. Lo que más deseaba en el mundo era dormir con ella. Terminamos nuestra comida enfrascados en interesantes conversaciones que hicieron que aquella hora y media pareciera 10 minutos. 

 

El camarero quitó los platos, y prolongamos la conversación unos minutos más mientras terminábamos nuestro vino. No teníamos prisa. Se inclinó hacia adelante, y susurró: "Estoy lista para postre." Empecé a buscar al camarero. Se rió. "No, tonto", sonrió, y levantó una ceja. "Jon ¿estás jugando de nuevo, verdad?" La sonrisa en mi cara me delató. Maldito póquer. Llamé para pedir la cuenta. 

 

Tomó mi mano cuando salimos del restaurante. Me dirigía hacia la salida de la parte delantera del hotel, pero ella me detuvo. 

 

- "¿A dónde vas?" 

 

- "Pensé que..." 

 

- "¿Crees que voy a esperar tanto? Tengo una habitación justo aquí." 

 

- "Estabas muy segura", dije, sonriendo. 

 

- "Pues claro". Me agarró la mano y nos dirigimos al ascensor. Presionó el botón "arriba". Las puertas se abrieron y salieron dos clientes. Entramos en el ascensor, acompañados por otra pareja. Al llegar a la quinta planta la otra pareja salió, dejándonos solos en el ascensor. Nosotros subíamos a la undécima. Se volvió hacia mí, levantando la barbilla, me acerqué agarrándola de la cintura y nos besamos. Nuestras lenguas se entrelazaron y nos dejamos llevar en un apasionado y anhelado beso. Podía sentir sus impresionantes curvas presionando sobre mi cuerpo. Bajé mis manos desde su cintura hacia sus nalgas. Una de sus manos encontró mi entrepierna y me sobó la polla sobre mis pantalones. Nos deseábamos con locura. El ascensor se detuvo, y las puertas se abrieron. 

 

- "Nuestro piso", confirmó. Avanzamos por el pasillo, metió la tarjeta en la ranura, y abrió la puerta. Tan pronto como entramos, cerramos la puerta y comenzamos de nuevo a besarnos apasionadamente, recorriendo nuestros cuerpos con las manos. Su lengua en mi boca, sus manos buscando a tientas mi bragueta. Bajó la cremallera de mis pantalones y metió la mano dentro, deslizándola a través de la abertura de la parte delantera de mis calzoncillos, para envolver sus dedos alrededor de mi polla que estaba dura desde hacía tiempo. 

 

- "Mmmmmmm", murmuró. Se separó de mí interrumpiendo nuestro beso, me puso un dedo en los labios y con mi polla todavía en su otra mano me susurró:

 

- "¡El postre!". Se puso de rodillas delante de mí, y desabrochando el botón de mis pantalones, me los bajó. Tenía mi rabo a pocos centímetros de su boca. Sacó la lengua y le dio un lametón, di un respingo y ella se rió. Me bajó los calzoncillos liberando mi polla completamente. Envolvió mi polla con sus labios y comenzó a chuparla. Buff!! Qué placer! Llevé mis manos a su cabeza, me apoyé en la pared para aguantar de pie la tremenda mamada que me estaba dando. Miré hacia abajo y la escena era brutal. Allí estaba esa hermosa mujer con mi polla en la boca, debajo su imponente escote y más abajo sus hermosas piernas.

 

- "Qué bien la chupas cariño", me salió sin pensarlo. Miró hacia arriba y nuestros ojos se encontraron miéntras me la seguía chupando. Se sacó la polla de la boca y me dijo:

 

- "Me gusta mucho tu polla. Mi postre, ja ja", y volvió a metérsela, se inclinó hacia adelante metiéndosela entera, presionando su nariz contra mi vello púbico.

 

- "Mírame a los ojos, cariño", me ponía mucho tenerla así. Clavó mis ojos en los míos y aceleró la mamada. Al cabo de un rato tuve que separarla porque veía que me iba a correr y quería reservarme para después.

 

- "Para para, que me corro...! Ven aquí!", le dije mientras le ayudaba a ponerse de pie y la atraía hacia mí para besarla.

 

- "Me ha encantado el postre Jon, pero me he quedado con ganas de más", me dijo sonriendo en tono juguetón, para luego besarme y fundirnos en un profundo beso.

 

- "¿Qué hay de mi postre?" pregunté en voz baja. Sus ojos brillaron. 

 

- "¿Qué quieres comer?", ella sonrió. 

 

Levanté su falda e introduje mi mano por ella, acariciando sus muslos. Sus piernas estaban desnudas, ni medias ni pantimedias. Se estremeció un poco al sentir mis dedos sobre su piel. Deslicé mis manos a lo largo de la parte interna del muslo, deleitándome con su nerviosismo y agitación. Estaba a punto  de llegar a su coñito cuando:

 

- "Vamos", susurró, me dio la mano y se dirigió a la cama. Con la otra mano le iba levantando la falda. Me sorprendió ver su culo desnudo; no llevaba bragas. Había venido a cenar sin nada debajo de la falda, aquella mujer me tenía maravillado. Su culazo se movía de un lado para otro mientras caminaba, era un espectáculo tremendo, y no pude evitar cogerlo con las dos manos y sobarlo con ganas mientras besaba los hombros de ella.

 

- "Mmmmmmm", gimió mientras mis dedos intentaban abrirse paso entre sus nalgas. Ella se giró,  me besó y se sentó en el borde de la cama. Se echó hacia atrás y se tumbó sobre la cama, levantando sus rodillas y abriendo las piernas. Caí de rodillas al lado de la cama, para ver mejor el rosa de su flor escondida. Su clítoris estaba oculto por un pliegue de piel. Suavemente, usé un dedo para descubrirlo, me incliné hacia adelante y lo lamí con mi lengua. Oí un pequeño grito ahogado, así que lo hice de nuevo. Luego lo presioné con la lengua, envolviéndolo con mis labios, rodeándolo con mi lengua, sintiéndolo crecer. Deslicé un dedo, y luego dos en su coño, mojado, resbaladizo y caliente. 

 

- ¿"Sabe bien"?, preguntó. 

 

- "Um-hum", gruñí, sin parar.

 

- "Bueno, se siente celestial", dijo ella. "Mmmmmmmm...". Deslicé mi lengua hacia donde estaban mis dedos, que estaban empapados. Saqué los dedos brevemente, mientras metía mi lengua tan profundamente como podía dentro de su chocho. Mi nariz presionaba contra su clítoris. 

 

- "¡Mnnnnnn!", suspiró. "Jon, siiiií, mnnnnnn, sigue!". Volví a su clítoris, y comencé a lamerlo con mi lengua, de arriba a abajo, de abajo a arriba, cada vez más rápido, cada vez presionándolo más fuerte. Mientras tanto llevé mis dedos a su coñito y comencé a follármelo con la mano. Mojé un dedo de la otra mano y lo llevé a su ano y estuve jugando también en su entrada (para que luego digan que los hombres no podemos hacer más de una cosa a la vez). Notaba su respiración cada vez más agitada, entrecortada por los gemidos. Sentí como su cuerpo se tensaba, y aceleré el movimiento de mi lengua en su pepitilla y el de mis dedos. 

 

- "¡Oh, sí!", jadeó. "Oh Jon sí!!".

 

Comenzó a convulsionar, y yo seguí comiéndole el coñito y moviendo mis dedos dentro de ella mientras se corría. Después de un momento de silencio, me susurró: "Desnúdate Jon,  necesito que me folles". Empecé a desvestirme, pero ella se sentó y dijo: "No... ahí dentro." Señaló al baño. "¿Por qué?" Le pregunté. "Sólo hazlo", sonrió. Se puso de pie, y su falda volvió a caer sobre sus piernas. Ella dio un paso al costado y se dio la vuelta para apagar la luz. Hice lo que ella dijo, mirando por encima de mi hombro para echar un vistazo a su sensual cuerpo. Me desnudé rápidamente, y después, con mi erección dirigiendo mis pasos, caminé desnudo hacia el dormitorio. Pero justo al entrar, encendí la luz.

 

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Sentí mi entrepierna endurecerse de nuevo, y aquello me trajo de vuelta al presente. Helena también lo sintió, bajó la mano, agarró mi verga y la pajeó lentamente.

 

-  "Parece que estás listo para otra ronda", me susurró al oído, para después entretenerse besándome las orejas y el cuello mientras me hacía una deliciosa paja. Me encantaba su voz y su tono juguetón. Y lo disfrutona que era con el sexo. Me había dado cuenta que definitivamente éramos tal para cual.

 

- "Date la vuelta", le pedí. Se giró dándome la espalda, y yo me acomodé detrás de ella. Acerqué mi verga a la altura de su coño, y moviendo su pierna superior hacia delante busqué la entrada de su coño con mi polla.

 

- "¡Sí, vamos!", suplicó. "¡Fóllame de nuevo!". Empujé hacia delante y mi polla se deslizó fácilmente en su húmedo, agujero caliente. Comencé el metesaca mientras agarraba sus  pechos desde atrás. La verdad es que la postura era bastante incómoda y mi polla no acababa de entrar en su coño entera, por lo que no tarde en decirle:

 

- "Ponte a cuatro patas, quiero follarte a lo perrito, que sientas mi polla bien dentro". Se  incorporó sobre la cama, se puso de rodillas y después se agachó dejando su culazo a mi entera disposición. Le di un par de nalgadas arrancándole un par de gemidos.

 

- "Me vuelve loco tu culazo Helena", me agaché y le di un par de mordisquitos.

 

- "Vamos, métemela que me tienes a mil..."

 

Separé sus nalgas, busqué su rajita y metí mi polla. 

 

- "Aaahh...", gimió. "Fóllame duro, me tienes muy cerda"

 

Comencé el movimiento de mis caderas, al principio más suave, para poco a poco ir acelerando. Me deleitaba con el espectáculo que tenía ante mí: el cuerpazo de aquella mujer con unos "kilos de más" moviéndose y temblando con cada  embestida, gimiendo y dando gritos de placer. Su culo en pompa ofreciéndome su coñito; notaba como lo echaba más atrás en cada arreón para sentir mi rabo más adentro. Estaba gozando la follada tanto como yo. Mi cuerpo chocaba cada vez más violentamente contra sus nalgas, viendo desaparecer mi polla en sus generosas carnes. De vez en cuando le daba una fuerte palmada en los cachetes, provocando un ahogado quejido, y observaba como se enrojecía su blanco culo. Su respiración se aceleró. Sus gruñidos se volvieron más constantes. Entendí que estaba llegando al clímax. Agarré sus caderas con fuerza y atrayéndola hacia mí comencé a empotrarla con un ritmo infernal.

 

- "Así, así,... Aaahh.. más rápido... Oh, Jon", gimió. "No dejes de follarme... fóllame amor!". Estábamos los dos desbocados, éramos dos animales sexuales llevados por la lujuria. El tiempo se había detenido  en aquel instante. Su respiración se aceleró mas a medida que su cuerpo se tensaba de nuevo.

 

- "Oh... Oh! OhhhhhhhhhhHHH!". Su cuerpo se puso rígido, y sentí como su vagina se contraía sobre mi polla. Me quedé quieto con mi polla metida hasta las bolas mientras ella tenía el orgasmo. 

 

Cuando ella se relajó, seguí con un suave metesaca, que le generó un nuevo escalofrío y su cuerpo tembló.

 

- "Túmbate", me indicó señalando la cama con la mano. Salí de su interior y me tumbé a su lado. Se giró para besarme.

 

- "Gracias", me dijo entre beso y beso. "Pero creo que hay algo que tienes descuidado", me susurró al oído, y a continuación me puso las tetas colgantes en la cara. Me hizo gracia el gesto, y agarrándolas firmemente me las llevé a la boca y comencé a succionarlas como un loco.

 

- "Menudo manjar!", dije riendo. "Nunca digo que no a un buen postre, ja ja". Estuve un buen rato chupando aquellas maravillosas tetas, esas que habían sido mi objeto de deseo durante la cena. Ella tenía mi verga en la  mano y la masturbaba lentamente; sabía cómo hacerlo. Bajó su tórax, presionando mi cara con sus grandes pechos. Me tenía aprisionado con ellas y no podía respirar. Moví la cabeza para liberarme y ella se rió.

 

- "Qué cabrona! Qué me ahogas con tus tetazas!"

 

- "Llevabas toda la cena sin quitarles ojo y a ver si ahora te vas a atragantar! Ja ja"

 

Y diciendo eso se irguió y pasó una pierna sobre mi cuerpo, sentándose  sobre mi abdomen. Levantó ligeramente su cadera, y con su mano, guió mi polla de nuevo en la humedad de su coño. Se sentó, y ambos suspiramos de placer al sentir nuestros sexos fundidos en aquel cálido abrazo. La miré, sonreía; sus grandes y blancos pechos moviéndose y rebotando, mientras ella movía sus caderas en pequeños círculos sobre mi polla. No podía ver su coño, ni mucho menos mi polla, ambos enterrados en sus pliegues de carne. Yo estaba muy excitado, podía sentir como aquella hembra me estaba llevando al orgasmo lentamente. Mi verga se hinchó más, le avisé que me corría, que no podía aguantar más. Se inclinó sobre mí sin dejar de moverse, me besó diciéndome:

 

- "Síííí... Córrete amor, córrete ya. Quiero sentir cómo te derramas dentro de mí". Me volvió a besar y aceleró el ritmo.

 

Entre gemidos, gruñidos y otra serie de ruidos indescriptibles exploté dentro de ella inundando su coño con mi leche caliente mientras ella me decía:

 

- "Sí, amor, qué rico, llenáme con tu néctar"

 

La verdad es que había sido un polvo brutal. Aquella mujer me había hecho tocar el cielo. Se inclinó sobre mi apoyando sus pechos en mi tórax y nos besamos. Fue un beso dulce, tierno, cómplice.

 

- "Quiero tumbarme a tu lado y que me abraces, pero no te salgas de mí", me dijo. Rodamos los dos juntos hacia mi izquierda, con sus piernas alrededor de mis caderas, manteniéndome dentro de ella. Ella me miró, con las yemas de sus dedos acariciándome el pecho.

 

- "Duerme si quieres amor", me susurró. "Solo quédate dentro de mí."

 

Cerré los ojos. Nuestros cuerpos sudorosos se fundían en uno. Sonreí por los efectos de las endorfinas mientras me quedaba dormido plácidamente piel con piel con aquella maravillosa mujer.

 

Espero que os haya gustado el relato, os haya excitado y os haya ayudado a fantasear, que de eso se trata ;) Por cierto, no sabéis cómo se agradecen los comentarios y el feedback; tenéis mi e-mail en la ficha del autor. 

 

Si eres mujer y te ha gustado el relato, por favor, anímate y escríbeme; me da mucha vidilla y me motiva a seguir. Siempre aprendo mucho con vosotras. Tranquila, no te invitaré a cenar en el Hotel Gran Ciudad, o sí? (lo dejo en tu mano)