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La universitaria

en Autosatisfacción

La universitaria

Ese día había sido un día agotador. Llegaba cansada a mi casa por los cuchicheos y lloriqueos de mis compañeras de universidad por cuestiones sin importancia así que al llegar a mi casa fui a mi pieza para dejar mis cosas y me dirigí de inmediato al baño para darme una ducha fría que me hiciera despertar de tanta tontera cuchichezca. Me dirigía al baño cuando por el pasillo escuché silbar. Me sorprendí ya que a esas horas no debería haber nadie en mi casa. El silbido se oía alto puesto que la puerta estaba abierta seguramente quien estuviera dentro sabía que estaba solo, pensé. Cuando me asomé por la puerta vi que era mi tío quien se estaba bañando el que con champú en la cabeza le resbalaba espuma por su cuerpo. Me asusté en un comienzo pues sentí que pensaría que lo estaba espiando así que retrocedí lentamente, pero mis ojos no pudieron negarse a ver su cuerpo resplandeciente a causa de la caída del champú, el que a chorro caía por su verga que le colgaba poderosa entre sus piernas… sentí un estremecimiento en mi interior y salí corriendo de allí hacia mi habitación. Encerrada allí me tendí en la cama para no pensar en lo que había visto. Sin embargo, por más que lo intentaba más imágenes parecía mi mente multiplicar y no podía bajo ningún punto apartar esa imagen de mi cabeza. Me puse audífonos para distraerme pero el efecto no pasaba. Sentía miedo de las cosas que pasaban por mi mente pero en mi cuerpo sentía una sensación agradable. Finalmente con la música sonando fuera de mis orejas me quedé dormida.

Unos llamados a la puerta de parte de mi mamá me despertaron ya por la tarde noche. La cena estaba lista y solo faltaba yo. Cuando bajé por las escaleras hacia el comedor mi mamá me esperaba risueña para presentar a su hermano.

“Tu tío llegó un poco después que te fueras, hija” —me dijo con entusiasmo. Yo puse cara de agradable sorpresa con una falsa sonrisa para responderle sin decir nada. Nos saludamos como debe ser y nos sentamos a la mesa. Mi mamá quiso que yo me sentara al lado de mi tío para que no quedara solo en un costado de la mesa.

Yo no decía nada, estaba muda mientras ellos hablaban, ya que por mi mente solo pasaba la imagen de mi tío con su verga parada bailando de arriba abajo. Deseaba no pensar en eso, pero no podía, mi cuerpo me traicionaba completamente. Cuando me llevaba algo a la boca de reojo miraba su entrepierna y mientras más lo hacía más cosas imaginaba. Mi cuerpo ardía mientras mi tío disfrutaba de la merienda preparada en su honor. Era su comida favorita. De pronto entraba en razón y volteaba mi cabeza hacia el lado opuesto de mi tío… ¡es mi tío y yo estaba imaginándolo que me clavaba su estaca!... iba a levantarme para salir de allí cuando su brazo me detuvo.

“¿Qué le pasa mi niña que está tan callada?” —me dijo suavemente mientras yo lo único que sentía era la fuerza de su mano que rodeaba mi brazo. Caí sentada solo por el contacto de él. Presioné mis piernas para sentir más placer. Cuando me repitió la pregunta le respondí.

“Nada tío, no me pasa nada… llegué cansada de la universidad” —fue lo único que pude decirle.

“¿Para dónde ibas hija?” —me sorprendió mi mamá. No sabía que responder… dudé que decir un buen momento.

“Al baño” —le dije haciéndome la afectada por una vergüenza que no era verdadera.

“bueno vaya, entonces” —me respondió mi tío mientras me animaba a que fuera.

Cuando cerré la puerta del baño mis fluidos comenzaban a deslizarse por las piernas por lo que mis manos se dirigieron de inmediato a mi entrepierna. Presioné allí hasta que sentí que no podía sentir más placer. Me doblaba del disfrute y no encontraba el tiempo para quitarme los calzones que ya estaban empapados. Mi falda me molestaba pero me la levantaba una y otra vez hasta que de un jalón la arrojé al piso. En ese mismo ímpetu también arrojé los calzones. Mis dedos se hundían en mi vagina fácilmente y fue tanto el placer que caí sentada y de espaldas en ese instante. Mis dedos entraban y salían de mí ser con suavidad y con fuerza haciendo que un calor enorme inundara mi cuerpo. Estaba en ese gozo cuando vi una toalla colgada. Me levanté como pude y la tomé, la enrollé y con un extremo por delante y el otro por detrás me la frote por mi concha. Fue tanto el placer que di un grito involuntario… me asusté, pero no tanto como para dejar de hacerlo. Contuve todos los gritos que pude y otros los boté contenidamente hasta que en una fuerte presión de la toalla contra mi vagina me hizo acabar con esa tensión que había acumulado toda la tarde. Mis rodillas temblaron fuertemente hasta hacerme caer de cuclillas al piso. Mi respiración estaba agitada, pero tenía prisa en salir de allí, pues imaginaba que tal vez pensarían que algo me había caído mal, por lo que recogí mi falda y me la puse rápidamente y coloqué mi calzón en el tiesto de la ropa sucia. La toalla la dejé colgada en el fierro de la cortina de baño donde la encontré.

“Que se demoró hija… ¿algo le cayó mal?” —me interrogó mi mamá por el tiempo en el baño.

“Nada mamá, estoy bien, solo me demoré” —le respondí con el cuerpo relajado.

“Pero estás colorada, ¿te sientes mal, tienes fiebre?” —me volvió a interrogar mi mamá mientras sentía que un rubor subía a mi rostro, me molesté por eso.

“No mamá, nada, no tengo nada… solo me demoré, eso es todo” —le respondí con rabia.

“Bueno, bueno” —dijo mi tío tratando que la situación se descongestionara, mientras me invitaba a la mesa a comer un pequeño postre que me habían servido.

Luego de unas cuantas palabras más la cena terminó. Entre todos acarreamos las cosas a la cocina para colocarlas en el lavavajilla. Cuando la mesa quedó despejada desde un extremo de la sala apareció mi tío.

“Julia, ¿está es la toalla que me dejaste ahora?” —gritó mi tío hacia mi mamá.

“Si, esa es…” —le respondió dándose vuelta una vez lo oyera.

“Esta mojada” —dijo manoseándola y llevándosela a la cara. Al ver eso mi vagina comenzó a inundarse nuevamente.

“¿En serio?... la usaste tu Celeste” —preguntó mi mamá de improviso mientras el calor subía por mi cuerpo. No pude responderle… mi mente ya estaba trabajando nuevamente.

“No te preocupes… después de todo la mojaré igual” —dijo calmadamente mi tío, quizá al verme enmudecida ante la pregunta de mi mamá.

Cuando mi tío se perdió de vista yo subí rápidamente a mi habitación intentando que mi mamá no viera como mis fluidos caían nuevamente por mis piernas.

Este solo había sido el primer día…