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Cerca de los 30 y la boda de mi mejor amiga 3Parte

en Hetero: Infidelidad

Pedro se puso bien la corbata, y susurró cerca de mi un “me gustaría haber podido usar esto contigo” antes de irse. Creo que mis amigas también lo oyeron por que su cara de sorpresa no tenía límites.

Cuando nos quedamos solas en el baño Noelia me tendió un paquete de toallitas. “limpiate por que mira que cara te has puesto, so guarra”.

Me miré en el espejo y me limpié como pude las marcas de barra de labios llevándome con la toallita parte de mi maquillaje. El moño había soltado algunos mechones y por más que intente retocarlo para que no se percataran de mi bajón al entrar al baño, creo que no tuve mucho éxito.

  • Vosotras no sois mis amigas, sois dos hijas de puta... - Murmuré mientras las miraba con recelo y ellas empezaban a reírse. - ¿Cuánto habéis oído?

  • Lo justo para saber que te ha puesto fina. - Comentó Noelia. - Si tienes hasta las gafas daleadas... te habrá puesto contra la pared.

  • Esto no está pasando... - Y quise llorar. - Esto parece una broma.

  • Mujer, tan poco es tan descabellado. - Llevas las medias arrastrando.

  • ¿Cómo que no? - Señalé a la puerta y me agaché para quitarme las medias rotas y tirarlas a la papelera. - ¡Que es Pedro!

  • Pues mira, lo que tuvo que haber pasado en secundaria y mira por donde a pasado ahora. - Vanessa poniéndo la guinda.

  • Con lo que te gustaba... - Noe hurgando.

  • Con la buena pareja que haciáis que todas lo comentábamos...y además siempre juntos... lo raro es que no pasara antes.

  • ¿Por qué no me habiaís dicho ninguna que preguntaba por mi?

  • Tu decías que estaba superado.

  • Si... hasta que lo he visto y me ha vuelto a hacer el lío.

  • Pues él quiere repetir... - y las risas de las dos se escucharon hasta en la mesa de los novios.

Me ayudaron a terminar de ponerme bien la ropa, retocarme el maquillaje y ponerme un par de horquillas para sujetar los mechones que se habían soltado y salimos del baño. Marina desde su mesa nos miraba y nos ponía caras de interrogación intentando averigurar que había pasado. Les pedí a las dos cacatuas de mis amigas que no abrieran la boca de momento, pero claro... son mujeres y esto no se lo podían callar. Era algo que soñaban con contar desde que teníamos 14 años y yo suspiraba por mi gran amigo especial.

Poco más de 10 minutos tardaron en traer a Marina hasta mi mesa y echando el brazo por encima de nuestros hombros, de Pedro y el mío, preguntó ¿Lo estáis pasando bien?.

Yo quise esconder la cara bajo el mantel, por que la sonrisa de oreja a oreja de mi amante en la silla de al lado me estaba poniendo más colorada que los tomatitos cherry que acompañaban la guarnición del cubierto.

Que por cierto, quise cambiarme de asiento, pero Noelia no me lo permitió. Así que muy a mi pesar y a mi verguenza me senté donde estaba el cartel con mi nombre. Osea, al lado de él.

Entre caricias por mi muslo, miradas insinuantes, comentarios indiscretos tipo "que tendrán los baños en las bodas" y algún detalle más, pasó el resto de la noche. Yo tenía unas cosquillas en mi estómago como hacía mucho no tenía. Y opté por lo más fácil en ese momento. Beber. Perdí la cuenta de las copas de vino que me había tomado (con lo mal que me sentaba a mi el vino... al día siguiente querría morirme), las que mezclé con unas cuantas copas de ginebra que me bebí en la barra libre. Si a eso le sumo algunos chupitos que me tomé en el corrillo de chicas... ahí estaba el resultado. Yo borracha como una cuba y bailando de una manera casi obscena con todo el que se me acercaba. Y quien dice todo dice toda, porque con las tres brujas de mis amigas también bailé, por que después de todo las quería mogollón y una bebida tiende a ser más cariñosa de lo habitual.

Pedro se acercó, o eso recuerdo, y quería bailar conmigo. Yo le dije que sí, que vale, y empecé a bailar con él como si nada hubiera pasado. Se pegaba a mi, nos rozabamos, notaba su paquete tensarse cerca de la parte baja de vientre, pegaba su boca en mi cuello, se movía restregándose conmigo y me susurraba cosas que no consigo recordar... pero lo que si recuerdo es que me estaba poniendo mala.

Héctor se acercó y dijo algo que no logré alcanzar, pero que por la cara de Pedro no parecía haberle hecho mucha gracia, asú así asintió y se retiró dejándome con Héctor. Me agarró por la cintura, me pegó a él y sonrió.

  • Casi no se despega de ti, temía que no me diera ocasión de bailar contigo. - Le pasé los brazos por el cuello. Reconozco que yo con unas copas de más estoy más cariñosa de lo que estaría sobría.

  • Estoy un poco borracha así que más te vale que me agarres bien o me caeré encima tuya. - Entre lo que me costaba vocalizar y la música no sabía si me había escuchado, aunque la sonrisa de medio lado y la mirada pícara que me dedicó me hizo entender que si.

  • Quizás no estaría tan mal eso de tenerte encima.

  • No me provoques que ahora mismo mi autocontrol está rebajado con un porcentaje alto de alcohol.

  • Pero... ¿ Tu tenías novio verdad? - Claro, lo tenía... pero también acabab de liarme con alguien esta noche. Me sentí mal, aunque le quité importancia pensando que tan seria no era nuestra relación... nos estabamos conociendo.

  • Si... bueno, algo hay... nos estamos conociendo.

  • Ya veo...-Bajó su mano por mi cintura hasta llegar a mi culo y apretó mi cachete con su mano, pegándome más a él.

  • Héctor... - Y me dio la risa floja. - A ver que se te va de las manos esto...

  • Hasta que tu quieras que se vaya.

Y así, entre roces, caricias, comentarios lascivos y juguetones, se pasó la noche, hasta que lo último que recuerdo fue a Pedro mirándome mientras salía del hotel con Héctor. Podéis pensar que se aprovechó de mi, pero nada más lejos de la realidad. Estuve zorreándole un buen rato hasta que me canse de oír "Estás demasiado borracha y te puedes arrepentir".

Me dejó en casa, me quité los zapatos antes de subir la escalera (que al final las bailarinas no me sirvieron de ná y me las dejé en el hotel donde se quedarían Marina y su marido) y descalza, con el frío del marmol del suelo, me espabilé lo suficiente como para robarle un beso a Héctor y pillarlo desprevenido.

Llegué a mi habitación tambaleándome, tiré los zapatos a una esquina, me saqué el vestido y me metí en la cama. Lo último que pensaba fue en quitarme el moño o el maquillaje.

Esa noche soñé muchísimo, tanto que no recuerdo más allá que encontrarme en una habitación con Héctor y Pedro y que ambos jugaran a la consola mientras yo leía un libro. ¿surrealista? no. Lo siguiente.

El sol me empezó a dar por saco a eso de las 8, cuando me giré en la cama y me puse mirando hacía la ventana. Después de cagarme en todo y dar muchos quejidos me fui hacía la persiana y la bajé del todo. Volví a dormirme hasta las 1 de la tarde.

Cuando me levanté mi almohada parecía una paleta de colores. Mi rimel se había fusionado con la sábana y mi barra de labios maquillaba toda la almohada.

Cuando mi madre me vio en el salón su cara era una mezcla entre risa, pena y susto. Me mandó al baño a lavarme "esa cara espanto" y le hice caso. Es mi madre.

Al verme en el espejo comprendí a la pobre mujer que me había parido, y después de lavarme con agua templada varias veces, con agua micelar y algodón y echarme crema hidratante, salí a comer.

Tenía una resaca que no podía con mi alma. Me tomé un ibuprofeno con la comida y después me eché un rato en el sofá a ver las fotos de la noche anterior. En todas me veía mal. Y había más fotos de las que recordaba. Miré el grupo de las mosqueteras y Marina no había dado señales de vida aún, pero las otras dos habían llenado el chat a base de comentarios ridículos sobre mi, Pedro y mi tonteo con Héctor.

Lo cual me hizo recordar que lo besé, y cuando fui a mandarle un mensaje a este último pidiéndole disculpas por mi patinazo de anoche, veo un "Buenas guapa". Así que me hice la tonta y le hablé como si nada. También recordé mi encontronazo con Pedro en el baño cuando aún estaba sobría y miré su chat, leyendo el último comentario que era lo que me había dicho momentos antes de ir al baño seguido de un "Eva" sin más comentarios.

Le respondí un "Que" muy seco, pero pese a que estaba en línea no me respondió. Lo que me dio para crear una paranoia durante todo el día. Ahora hablaba con Héctor pero Pedro no me hablaba. Un lío que no sabía como iba a rreglar en las próximas 48 horas, que era lo que tenía hasta que me volviera a casa.

Entre indirectas y coqueteos volví a quedar con Héctor para tomar un café, quedamos en que el Martes me recogería a las 8 en mi puerta para volver y que esta vez, como había confianza y éramos "casi " familia, no me cobraría. Nos encontramos con Pedro, y después de un momento incómodo, nos sentamos en una mesa los tres a charlar sobre la boda. En todo el rato no hubo ningún tipo de insinuación ni nada similar por parte de los tres. Sin embargo el mal rato vino cuando me quedé a solas con Pedro y Héctor fue al baño.

  • Se os ve muy bien. - Dijo tras soltar su taza. - Pensaba que tenías novio.

  • No es que te importara mucho ese detalle ayer.

  • Te debería importar a ti y no lo hizo. - Toma patada en los ovarios.

  • ¿Qué querías? Vi tu mensaje y te respondí pero pasaste de mi.

  • Quiero repetir.

Pero cuando iba abrir la boca, Pedro, hizo un gesto con la vista señalando al otro que volvía a la mesa.

Estuve más en mi mundo que en la charla que mantenían ellos dos, y no paraba de pensar en sus palabras. Quise salir de ahí y me fui, disculpándome con ellos, a casa de Noe, que estaba a un par de manzanas de allí.

Tras hablar con mi amiga (que todas me entenderéis, se les puede llamar brujas pero luego sabes que son las únicas con las que te puedes desahogar). Opté por seguir su consejo. "olvídate de todo y vuelve a casa como si nada, No tiene por que enterarse. Ha sido una vez. Lo que pasa en la boda se queda en la boda. Tampoco sois tan novios... os estáis conociendo". Así que me convenció, aunque en mi cabeza no paraba de rondarme el "quiero repetir" de Pedro y el beso de Héctor la otra noche.

El día siguiente lo pasé con mi familia y por la tarde me despedí de las chicas, me duché, hice la maleta y me acosté pronto para madrugar.

Por la mañana Héctor me recogió, metimos mi equipaje en el maletero, me monté delante y saqué los auriculares. Me puse la música y me dormí un rato entre el movimiento del coche y el calorcillo de la calefacción.

No se cuanto tiempo pasó, pero una mano en mi pierna me despertó. Me quité la música y escuché "Vamos a parar en un rato a tomar algo, ¿quieres?". Y así fue, al cabo de unos 10 minutos paramos en un hostal de carretera y tomamos un café.

  • Oye Eva... - Empezó a remover el café. - El beso del otro día...

  • ¿Qué beso? - Me hice la tonta.

  • El de la noche de la boda... - Sonrió y me iba a derretir. - ¿De verdad no lo recuerdas?

  • Emm... - Titubeé.- Levemente... estaba muy borracha. - Me tapé la cara.

  • Ya, me di cuenta.

  • Lo siento. Malinterprete un poco todo.

  • Yo siento que no fuera a más, la verdad...

Ahí se me cayeron las bragas solas. Y no sabía que decir, así que me callé mientras bebía más café del que podía tragar.

  • Que pena que tengas novio. - Y me dio la tos.

Pagó él y nos fuimos al coche. Durante un rato estuvo conduciendo en silencio. La tensión se palpaba en el ambiente y yo no podía dejar de mirarle de reojo. Pensar cosas que no debía y pensar en Pedro. Porque esto es algo que no me había pasado en la vida. Normalmente a mi no me hacen caso y menos a dúo.

Hasta que se metió por una zona que no me sonaba de nada. Pero me callé. Llegamos a una pequeña área de descanso y paro el coche.

  • Lo siento pero si no lo digo reviento.

  • ¿Qué pasa? - Me asusté. - ¿Dónde estamos?

  • Me gustas, Eva. Me gustas mucho y ese beso... joder, me dejó con ganas de más.

Se acercó a mi, me puso la mano sobre la pierna y me apretó. Yo no sabía que decir, pero cada vez estabamos más cerca...tan cerca que su respiración y la mia se mezclaban a escasos centímetros de nuestras bocas. Un torbellino se formaba en la parte baja de mi estómago y mi respiración se entrecortaba.

  • Pero yo... tengo novio.

  • Eso es un problema...

Me lancé a su boca. Esta vez no estaba bebida, estaba decidida a que cuando volvviera a casa hablaría con mi ligue y se lo contaría todo y pondría fin a esta relación sin sentido. Por que cuando se quiere a alguien de verdad no te vas liando por ahí con cualquiera que pasa, así que tan estable no sería lo que teníamos.

Me agarró por la nuca, me pegó más a su boca y su lengua jugueteaba con la mía, entrando y saliendo de mi boca, lamiendo mis labios. Se apartó, se bajo del coche y me indicó que le siguiera. Abrió la puerta de atrás y entré. El hizo lo mismo y se sentó. Sacó su cartera y la dejó sobre el asiento. Me puso encima de él, podía notar su excitación entre mis piernas creciendo sin control, me agarró de la cintura y me apretó más aún contra su cuerpo.

Puse las manos en su pecho y desabroché los botones de su camisa mientras descendía con mis manos por el vello de su cuerpo. En su cuello deposité pequeños mordiscos mientras jugaba con mi lengua y él me agarraba del culo y metía sus manos por debajo de mi falda. (que conveniente fui con la elección de ropa esa mañana). Llevó su mano hasta mi sexo, y rozando con el pulgar sobre la tela humedeció las bragas hasta que estuvo satisfecho.

Yo quería más... abrí los botones de mi camisa y dejé al descubierto el sujetador azul que llevaba. Acerqué mis pechos hasta su cara y los apreté contra ella, notando ansiosa en mi sexo como deseaba meterse entre mis piernas. Las saqué del sujetador y las acerqué hasta su boca. Rozaba con la punta de su lengua mis pezones y mordisqueba, cogiéndolas con las manos y pasándolas por su cara. Yo agarraba su cabeza, metiendo los dedos entre su pelo y apretándolo contra mi. Comencé un suave vaiven sobre él, restregándome, subiendo y bajando mi cuerpo sobre el suyo. Eché la cabeza hacía atrás mientras me mordía los labios y él me tocaba.

No aguantaba más, me estaba masturbando con los roces y le pedí lo que queríamos los dos. "Métemela ya" Susurré en su oído.

Cogió su cartera, sacó un condón y yo le desabroché el pantalón. La saqué y le puse la gomita. La agarré con mi mano, subí y bajé sobre ella un par de veces fijándome como en su boca se marcaban algunas muescas de satisfacción, de deseo, de lujuria...La puse entre mis pliegues y me acaricié con ella. Me temblaba el cuerpo, era una dulce tortura que me llevaba a exigir más. Levanté un poco la cintura y me la metí, sentándome sobre ella despacio mientras clavaba mis ojos en los suyos.

Me movía lentamente, subiendo y bajando sobre su erección, cada vez más fuerte, mas seguido, mientras mis tetas rebotaban en su cara y él sacaba la lengua intentando pillarlas en el movimiento.

Me olvidé de que estabamos en mitad de la nada, en un coche y que cualquiera que pasara podría vernos a plena luz del día. Apoyada en la parte de arriba del asiento me impulsaba sobre él, llegando cada vez más al fondo, mordiendo mis labios mientras intentaba reprimir un gemido.

Me agarraba de la cintura intentando marcar el ritmo, presionándome más contra él en cada embestida, esperando unos segundos para la siguiente penetración. Entre el sube y baja y el roce no tardé mucho en llegar al orgasmo, apretándome contra él y dejándome llevar con un gemido que ahogué en su cuello. Poco después me siguó, acelerando el ritmo hasta que se corrió.

Con la respiración acelerada y entrecortada nos vestimos como pudimos en el asiento de atrás, recobramos el aliento y nos pasamos a la parte de delante. El resto del camino fui callada... ya hablaría bastante cuando me encontrara con mi "rollete".