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Cerca de los 30 y la boda de mi mejor amiga 1 Part

en Hetero: Infidelidad

CERCA DE LOS 30 Y LA BODA DE MI MEJOR AMIGA

Acababa de colgar el teléfono y aun me preguntaba por qué había dicho que si. Hacía años que no veía a mi mejor amiga del instituto, por lo menos diez, aunque si que habíamos mantenido contacto por Facebook, Instagram o alguna cerveza o café ocasional que habíamos tomado en los últimos años.

Yo me mudé de ciudad cuando conocí a mi último novio y la cosa no salió bien, aún así me había quedado donde estaba y no volví a mis raíces salvo para pasar unos días con la familia. Cabe decir que mi historial amoroso en los últimos años me habría hecho mudarme varias veces... la desventaja de conocer a mis ligues por internet, en lugar de en la calle como cualquier persona normal.

Se casaba. No entiendo esa obsesión que tenían mis amigas por llegar a los 30 con un marido. ¿Pa qué? Cómo si sola no se estuviera bien. Sola o con un ligue, rollete o compañero. Yo llevaba unos meses con el último y tan ricamente. Aun así no me sentía cómoda llevándolo a una boda, y menos de una amiga de mi plena adolescencia... aquí, una, tenía muchos cadáveres en el armario y cuando se está en pleno apogeo de alegría (y copas) empieza a cantar como un canario.

Y aquí me encontraba, sacando la ropa de la lavadora preguntándome ¿por qué?... “¿Por qué has dicho que si pedazo de inconsciente? ¿sabes la de comentarios que te vas a llevar? Que si que mayor, que si estás mas gorda, que si las canas, que si las gafas, que si te acuerdas de aquella vez?, y ¿por qué te fuiste? ¿y quién es él? ¿y en que lugar se enamoró de ti...?”. Aquí ya resoplé. Resoplé y me cagué en todo lo cagable por que tenía dos semanas para elegir vestido, regalo, zapatos y los doscientos complementos que nos vemos obligadas a llevar las invitadas a una boda en la que encima sabes que te vas a encontrar medio pueblo y medio instituto cotilla y chismoso deseando soltar cosas que deberían seguir muertas y enterradas.

Una en la juventud hace locuras, dice cosas, no controla lo que hace y termina metiendo la pata muchas veces y queda en risas por la edad... hasta que estás cerca de los 30 y todo se convierte en vergüenza, y deseas por favor por favor que nadie se acuerde de aquella vez que hiciste el ridículo metiéndote en la fuente del pueblo y te pusiste perdida para sorprender a ese chico que tanto te gustaba y que te tenía en una gran suite de la frienzone.

En las últimas visitas había esquivado casi milagrosamente el verlo, por que si, aun me quedaba cierto reparo con su presencia. Digamos que es una espinita que no me he conseguido sacar. Ya lo dicen, el primer amor nunca se olvida (y cuando llegas al segundo te das cuenta de que es mentira).Tuvimos una relación muy rara, yo le quería, el a mi no, parecía que si, éramos amigos del alma y ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio. El caso es que en los últimos años me hablaban de él pero yo mas callada que un mimo. No pregunté si iría él a la boda por que seguro que Marina se pondría a la defensiva a decir cosas sin sentido y que no vienen al caso. Supongo que todas tenemos esa amiga tocapelotas que le gusta recordarte amores del pasado, y más aún si no fueron correspondidos plenamente.

Durante esas dos semanas estuve de tienda en tienda, en varias zapaterías y cuando llegó el Miércoles antes de la boda quería que me atropellase un camión. Si yo había corrido y me había vuelto loca para ir de invitada ¿qué tendría que hacer una novia? Que estrés. Ella si que le habrían salido canas.

Hablé con Marina esa noche, le pasé fotos del vestido para que diera su visto bueno por Whatsapp, zapatos, bolso, hasta le pasé fotos del maquillaje que tenía pensado llevar. Todo iba genial hasta que le dije que no me pondría lentillas.

-Mira, Mari, que no me meto yo el dedo en un ojo por qué las gafas no queden bien.

  • Pero mujer si todo el mundo se las pone y no pasa nada, es fácil. Mira Noelia.

  • Pues felicidades a Noelia, yo no me meto el dedo en un ojo, que son míos y no tengo otros.

  • Bueno... al menos a la peluquería ¿si que vas no?

  • Claro, tengo cita el Sábado por la mañana a primera hora en la que hay cerca de mi madre.

  • Menos mal que te vas a tapar ya esas canas , el otro día lo estuve comentando con Vanessa y ella decía que no te las taparías.

  • Es que no voy a taparlas.

  • ¿Como que no? (y me puso 5 iconos seguidos de sorpresa).

  • Pues eso, que no. Que no me voy a echar yo un tinte para quitarme cuatro pelos blancos, Marina.

  • Cuatro dice... y pareces Pícara ya.

  • Pues gracias por el piropo, ya quisiera yo entrar en ese traje sin tener que untarme en vaselina ni aceite.

  • Es verdad que has engordado...

  • Marina vamos a tener la noche en paz que me tienes muy quemada con la boda.

  • ¿Sabes que van a venir todos los de la pandilla?

  • Pues que bien.

  • Y tu vas a venir sola... tía, que bajón. A ver cuando te casas.

  • Bueno...

  • Ya tienes una edad y estás sin saber donde poner la cabeza.

  • Pero ¿qué le pasa a la gente que se casa? ¿Le dan un carnet de madurez y sabiduría?

  • Aunque también... es normal que no te cases...

  • No me vengas con dudas ahora que después del por culo que supone la boda te doy una hostia que te mando a jabalcuz.

  • No no, si lo digo por tu estabilidad emocional y de pareja y eso...

  • ¿Qué pasa con eso? Yo estoy perfectamente.

  • Ya... ea si...

  • Me voy a ir a dormir que mañana tengo que coger un coche a primera hora para ir al pueblo.

  • ¿qué coche?

  • Voy en blablacar.

  • ¿Tan pobre estás, tía?

  • Si, es lo que tiene haberme dejado casi 200 euros en vestido, zapatos y bolso para tu boda. Y todavía no se lo que me van a clavar con el peinado.

  • Mujer, sólo se vive una vez.

  • Si, y pobre. Como te divorcies me vas a reembolsar el dinero.

Después de varios iconos de una parte y otra de besitos, corazones, y la bailaora flamenca, quité los datos y me metí en la cama. Di 20 vueltas, me tapé, me destapé, me volví a tapar y en algún momento me quedé dormida. Lo siguiente que recuerdo es el móvil sonando y mirar el reloj a las 7.

Preparé las últimas cosas qué me quedaban y me bajé con la maleta, el vestido y la bolsa de los zapatos hasta la estación de autobuses donde había quedado con el chico del blablacar. Era el único sitio cerca en el que podía recogerme y con los bártulos a cuestas no me quedaba más opción que ir a un sitio cercano.

El chico fue puntual, a las 8:30 estaba allí bajándose del coche. Me llamó la atención lo guapo que era sin llegar a parecer “femenino”, tenía un no se qué en la cara con esos ojos verdes y esa barba oscura que resaltaba... Cerró la puerta y vino hasta a mi, nos dimos los dos besos de rigor y me ayudó a meter el equipaje en el maletero. Al final era la única viajera en el coche aparte de él, no se había sumado nadie más. Me puse de copiloto y en el asiento de atrás el traje extendido. Hablamos durante casi todo el camino, unas dos horas y pico, y fue bastante agradable. Me propuso parar un par de veces por si necesitaba tomar algo, estirar las piernas o ir al baño, pero le dije que no y seguimos nuestro camino. Hablamos de la familia, del tiempo (como no), de nuestros hobbys, ambos coincidimos en que íbamos a la boda de alguien. Bromeábamos con la posibilidad de que fuese la misma, y casi sin darnos cuenta llegamos a nuestro destino. Me bajé, le dije que ya le votaría en la página y que hablaríamos para la vuelta por si coincidíamos y me senté en el banco a esperar a que mi hermano fuera a recogerme.

Dejé todo en mi casa y quedé con Marina para verla en persona, aún quedaba dos días para la boda. Fuimos a tomar algo ese mediodía y me puso al día de todos los preparativos. Todo estaba listo y ella de los nervios. Hablamos de su futuro marido y la gente que había invitado y seríamos ciento y la madre, además igual que con ella, venían amigos y familiares de fuera. Le conté que mi taxista del blablacar venía de boda para un primo y ella dijo ¡qué casualidad!. Poco después descubrí que las casualidades no existen y que alguien allá arriba está escribiendo nuestra historia, si no no me explico que hago yo pagando al primo del novio de mi amiga, el cual vive en el mismo sitio que yo, para ir a la misma boda.

Yo seguía con la espinita clavada de quién iría a esa boda, porque claro, dijo antigua pandilla y en ella había mucha gente y mi relación con algunos era ya inexistente y todos sabemos lo incómodos que pueden ser esos momentos. El viernes hizo una reunión con algunos invitados en su casa, la despedida ya me la había perdido yo y algunos más, así que optó por hacer una pequeña reunión para los que no pudimos asistir a dicho evento. En ella estaba mi más temida visita. ÉL. Pedro. Ese amigo que fue mas pero sin llegar a ser todo del que os he hablado al principio de la historia. Si si, ese amigo del instituto con el que tenía bromas muy íntimas y que me dedicó una suite a la frienzone, pues ese.

Yo me hacía la tonta, como las últimas veces que lo había visto y había escapado milagrosamente de la típica conversación incómoda. Pero claro, esta vez estábamos en la misma casa y no había escapatoria.

  • ¿Eva? - Me quise morir ahí mismo. ¿Pero por qué me sentía así si habían pasado lo menos 15 años?

  • ¿Pedro? - Lo sé, soy muy falsa haciéndome la sorprendida. Sabía de sobra que era él.

  • Cuánto tiempo, ¿Qué tal te va?

  • Muy bien... aquí. ¿Y tu?

  • Pues aquí... que se nos casa Marina. - Ahí quise indagar yo un poco más a sabiendas de lo que me había llegado a los oídos en los últimos años.

  • Si... que cosas. Hace 15 años dando palos de ciego con todos los que pillaba por delante y mirala... sentando cabeza.

  • ¿Y tu?

  • ¿Yo qué?

  • Qué si te has casado y eso... hace mucho que no se sabe nada de ti aquí y el trío mágico no suele hablar de ti aunque se le pregunte.

Que hijas de puta... hice bien en no preguntar por él por que hubieran salido con la misma cantinela de siempre. Y supongo que creyeron que era mejor callarse el detalle de que él, PEDRO, había preguntado por mi.

  • No, no me he casado, no creo mucho en eso del matrimonio.

  • Haces bien... yo me casé y no salió muy allá. Ahí estoy en un tira y afloja constante.- Pues los rumores si que eran ciertos. - Lo único bueno es mi hija, Paula.

  • Vaya por dios... ¿Entonces estas solo o con alguien?

  • Estoy con alguien pero no se como saldrá, ya la conocerás en la boda. - Genial, que mejor manera de revivir viejos tiempos que el tío que te volvía loca aparezca con una chica nueva a modo de demostración, OTRA VEZ.

  • Anda que bien. - Necesitaba beber algo, me notaba la cara un poco caliente y estábamos en Noviembre. - Me alegro de verte, ¿eh? Voy a beber algo.

Y salí por patas hasta la mesa de bebidas y me puse un ginebra rosa con tónica. Me acerqué a Marina, que estaba hablando con dos amigos de ella que yo no conocía y la saqué con una disculpa.

  • ¿Cómo no me dices que iba a venir?

  • Te dije la pandilla...

  • Si, pero no dijiste Él.

  • Hija, hace 15 años, superaló...

  • Pero que hija de puta eres, ¿por qué no me dijiste que preguntaba por mi?

  • Por que te conozco y mira si te conozco que estás actuando como me imaginaba.

  • ¿cómo? Si estoy cagandome en todo.

  • Por eso... - Alargó el brazo y me quitó lo que estaba bebiendo. - Algunos hábitos si que los has cambiado... ¿ya no te va el ron?

  • No me cambies de tema,¿por qué lo has invitado?

  • Pues por que es un amigo de toda la vida, como tu. - Se le cambió la cara por completo. - Tengo que ir, que me llaman.

Me di la vuelta con el vaso en la mano y me puse a mirar las fotos que tenía Marina por la pared. Adoraba esa faceta suya, podía ser una hija de perra como amiga, pero adoraba a sus animales y eran los protagonistas de toda la casa colgados en pequeños marcos con huellas. Quizá debería adoptar un gato... pensé, lo pensé justo antes de sentir una mano en mi cintura.

  • Eva...

  • ¡Coño! - Me di la vuelta. Que susto me has dado. ( y nervios también)

  • Perdona, quería ver si querías otra copa... - Miró la mía. - ¿Ya no tomas ron?

  • No. o sí. Depende. No suelo beber la verdad.

Se preparó un JB cola y para mi otro de lo que estaba bebiendo yo. Lo cogí sin darme cuenta de lo rápido que me había bebido el anterior, y le di las gracias. En ese momento sonó el timbre y cuando miré vi a Héctor entrando por la puerta, el del blablacar. Me acerqué y le sonreí y ambos bromeábamos con el destino. Pedro seguía a mi lado muy atento, por cierto.

El futuro marido de Marina nos presentó formalmente, aunque ya nos conocíamos, y contamos la anécdota de que había sido mi taxista esta mañana. Pedro seguía muy atento y yo estaba sorprendida y un poco desubicada. Me levanté y fui hasta la mesa pero esta vez no a por bebida, mal pensados... si quería seguir andando por mi propio pie y no hacer el ridículo no iba a beber más, cogí un pastelito de los que tenían nata y me lo engullí como una posesa.

Otra vez ese olor de repente... me di la vuelta antes de ser tocada por Pedro.

Se puso delante de mi y me pasó el pulgar por los labios, dejándome desconcertada y la mar de rara.

  • Perdona, es que tenías un poco de nata ahí y...

  • Ya... gracias. - Es todo lo que podía decir mientras rezaba por que Marina me viera pedir auxilio con los ojos. - es que tengo que evitar beber más y esto va para largo por que veo que sigue viniendo gente y...

Intentaba descubrir por que me ponía tan nerviosa con él. Unos nervios que ni cuando éramos críos tenía cuando estaba a su lado, siempre teníamos tanta complicidad, tanta confianza, tantas bromas que quizás por eso, al cabo de los años, todo se había vuelto tan desconocido, tan raro. Yo no estaba enamorada de él, yo no me había encoñado con nadie más desde los 14, y por suerte mi vida amorosa no sufría más reveses que la típica relación que se acaba, se pasa mal unos días y a las semanas a otra cosa mariposa. Pero no sé por qué estar con él ahí, con todo lo que compartíamos me producía cierta sensación en el estómago.

Se sirvió otra copa, me preguntó si quería y le dije que no, vino hacía a mi y me puso la mano en el hombro.

-Enserio te veo muy bien, me alegra tanto verte después de tanto tiempo.

-Lo mismo digo. - Por fuera, por dentro estaba en un tierra tragame y llevémonos a Marina por esto. - Voy a ver como están los peques, ahora vuelvo.

Me excusé en los pobres gatos que tenía mi amiga encerrados en su habitación en la planta de arriba. Le hice un gesto con la mano y la vista de que iba a subir y me fui para arriba.

“Holaaaaa” grité cuando los vi ronronear viniendo hacía a mi. Nos habíamos visto en alguna ocasión, y normalmente los veía por fotos o videollamada. Me senté en la cama y me puse a hablar con los pobres gatos contándole mis penas. Que triste... para lo que he quedado. Miré el móvil, y tenía un mensaje de mi … chico. “tengo ganas de verte”. Y yo le respondí con un corazón y un yo también. Por qué si, quería verlo, quería volver y olvidarme de este día nefasto de vergüenza que estoy pasando.

Alguien golpeó la puerta. Y entonces quise que los gatos me comieran a mi, o mejor aún, que se lo comieran a él.

  • ¿Puedo pasar?

  • Claro... - Me senté en la cama.

  • Tengo la impresión de que me evitas... - dijo sonriendo mientras se rascaba la barba.

  • ¿Yo? Que va hombre, es que hace tanto que no nos vemos que ya has perdido el hilo de como era yo. - Eso no me lo creía ni yo.

  • No sé... - Avanzó despacio hacía a mi y yo retrocedía para atrás, hasta la pared. - Me da esa impresión la verdad. Te veo que me esquivas.

  • No, de verdad Pedro, que estoy como siempre. Es sólo que no sé... hace mucho que no nos vemos y no hay esa confianza de siempre.

  • Pero si pareces un gatito encerrado ahí arrinconada en la pared. - se apoyó en la pared con uno de sus brazos, mientras con el otro sujetaba el vaso. - No te voy a comer.

  • Veo que tu tampoco cambias, ¿eh? - Y ahora llegaba el momento en el que yo quería salir corriendo pero una parte de mi me obligaba a quedarme. - Estas muy cerca.

  • ¿Si?

  • Si... - Tragué saliva intentando obviar el olor a alcohol que desprendía. - Estás medio borracho ya, tío.

  • Quizás, pero es que si no lo mismo no me atrevo. - Se acercó más.

  • ¿Atreverte a qué? - Esto empezaba a parecer una comedia con toques de irrealidad.

  • Eva... - Y se acercó más, poniendo su cara a la par de la mía, separada por escasos centímetros.

  • ¿Qué?

  • Quiero besarte.- Me pasó un dedo por la cara, y lo posó en mis labios, acariciando con ellos mi boca.

  • Vaya por dios. - Logré decir.

  • Tenía ganas de verte...

  • Ya, algo me has dicho antes... si.

  • ¿Tienes novio?.

  • Si.

  • Que lástima.

  • Que va, es buen tío.

  • Que lástima por mi.

  • Pero tu tienes novia... y una hija.

  • Si pero desde hace años quiero hacer algunas cosas y nunca termino de lanzarme. Mi vida es muy aburrida.

  • Vaya por dios.

  • Eso ya lo has dicho.

  • Te... tengo que irme, o Marina... - Intenté apartarlo de mi y pasar por su lado antes de irme, pero me cogió de la muñeca y me puso sobre la pared.

  • No te vayas.

  • Pedro, estás borracho, y hace mucho que no nos vemos, las bromas ya no son como antes...

  • No es ninguna broma, Eva.

Y me besó. Puso sus labios sobre los míos y me dio pequeños mordiscos en los labios para hacerme abrir la boca y meter su lengua, jugar con la mía, sacarla de mi boca y lamer mis labios antes de volver a repetir ese beso. Puso su mano en mi pecho, lo masajeó por encima de la ropa y apretó su cadera contra la mía, notando su excitación.

Se apartó de mi jadeando y sus respiración entre cortada y oliendo a alcohol golpeaba mi cara. Metió su mano en mis bragas, pero fui rápida y la agarré y la quité, no obstante no se cuando logró dejar el vaso en la cómoda y me agarró con la otra mano antes de apoyarme nuevamente en la pared.

  • ¿Sabes las ganas que tenía de hacer esto? - Y pasó un dedo por mi cuello, bajando despacio hasta el botón de mi camisa y desabrochó el primero con agilidad. - Llevo años recordando tu escote, recordando como se me iban los ojos cuando te ponías a mi lado, como ibas siempre con el aprovechándote de el y lo locos que nos volvía verte así.

  • Estás borracho, deja que me vaya.

  • Estabas enamorada de mi...- Desabrochó el segundo.

  • Era una cría, no era amor... - Y puso el dedo en mi boca.

Mi respiración se aceleraba, se entrecortaba y se agitaba todo mi cuerpo. El momento era excitante, para que engañarnos. Pero ambos teníamos pareja, y eso no estaba bien. Por que todo lo surrealista tenía que pasarme a mi.

Cuando pensé que todo no podía ser mas bochornoso, se abrió la puerta y la cara de Marina era un cuadro de Munch.