miprimita.com

Primeras vacaciones 1

en Confesiones

                                               PRIMERAS VACACIONES 1

 Eran nuestras primeras vacaciones después de un año de casados, y decidimos irnos dos semanas a Ibiza, pues nos encantaba la isla, especialmente por sus contrastes: la tranquilidad de sus zonas de interior, la magia de su ciudad y su puerto, sus playas y sus calas maravillosas, y la marcha nocturna única en el mundo.

Habíamos quedado en ir con unos amigos, Alberto y Belén, que llegarían cinco días más tarde, por lo que alquilamos un apartamento para los cuatro cerca de la playa.

Llevábamos ya cuatro días disfrutando del mar, el sol y nuestros cuerpos desnudos para sentir la naturaleza en toda su dimensión, nuestros paseos por el puerto antiguo, las cenas románticas en restaurantes con encanto, las copas en Pacha, y nuestras largas sesiones de sexo, desde el más tranquilo y sensual, al más desenfrenado y loco. 

Por las mañanas, después de un buen desayuno en la terraza del apartamento, solíamos ir a dar un paseo y hacer compras al casco viejo de la ciudad, y después, sobre la una del mediodía íbamos a la playa de Es Cavallet, que es muy larga, tranquila y nudista.

El hecho de estar desnuda en la playa, a la vista de todo el mundo, la sensación que produce la brisa marina recorriendo la piel hasta los más íntimos rincones, los baños desnuda en el mar, me producía una sensación muy sensual, que me tenía bastante excitada, incluso a veces, mientras tomaba el sol, notaba como de mi interior afloraban pequeñas gotitas de mis jugos. Estaban siendo unas maravillosas vacaciones de pareja, con todos los ingredientes necesarios, y esa magia especial que tiene la isla de Ibiza, y que te inunda desde el momento en que pones pie en ella.

 El  quinto día fuimos hasta San Antonio, pues llegaba el ferry donde venían Alberto y Belén, nuestros amigos, para recogerles y llevarles hasta el apartamento, pero la sorpresa fue cuando vimos aparecer a Alberto en su moto y venía sólo. Nos contó que finalmente a Belén no la habían dado permiso en el trabajo, y no llegaría hasta el sábado. La verdad es que no me gustaba mucho el plan, y prefería que hubiesen venido los dos juntos, pues me imaginaba que estando los dos amigos juntos, se pondrían “tontitos” a mirar al resto de las chicas, y a no hacerme ni caso. Pero bueno, ya no tenía remedio y tendría que esperar unos días más.

Fuimos hasta el apartamento a que Alberto dejase sus cosas, y después al casco viejo de Ibiza, a tomar un café en una terraza, y además yo me quería comprar un vestido para la noche que ya había visto en una boutique.

Dimos un paseo por las estrechas calles del casco viejo, hasta llegar a la boutique, y ahí ya empezó Alberto a ejercer de amiguete, pues le dijo a Alex que mientras yo me probaba vestidos, ellos se quedarían en la calle fumando y charlando. Hubiese preferido probármelos y que Alex me fuese dando su opinión, por lo que me enojé un poco, y quise darle un poco de su medicina a mi marido, y me decidí por un vestido muy exagerado, que seguro iba a ser la admiración de todos los hombres esa noche. Era muy corto, como a cuatro dedos de los molletes del culo, por lo que al menor movimiento éste asomaría fácilmente, de flores grandes, un poco suelto y con unos tirantes en los hombros que se anudaban al gusto de cada quien, por lo que si los tensabas mucho el vestido se subía aún más, y si los aflojabas mostraban bastante el pecho, casi a la altura de los pezones. Me decidí por éste, y estaba dispuesta a tener a los dos amiguitos toda la noche pendientes de mi.

Salí, y se lo enseñé un poco dentro de la bolsa, y ambos me dijeron que estaba bien, aunque sin el más mínimo interés.

Después nos fuimos a la playa, no sin antes advertirle a Alberto que se trataba de una playa nudista, y que si no se iba a encontrar cómodo, que podríamos ir a cualquier otra playa textil. Nos dijo que por el no había ningún problema, imagino que para poder disfrutar de la vista de mi cuerpo totalmente desnudo, aunque también nos indicó que no se podía imaginar que frecuentásemos ese tipo de playas, pues nos consideraba muy tradicionales y conservadores.

 Ya en la playa, nos desnudamos y nos tumbamos en nuestras toallas, yo inicialmente boca abajo, pues me daba un poco de corte que de inicio Alberto me viera las tetas y el coñito. Así todo, pude comprobar de que de vez en cuando me echaba unas buenas ojeadas.

Al cabo de un buen rato, me decidí a darme la vuelta, y el cambio de expresión de la cara de Alberto fue un poema, al ver mi cuerpo de frente, con mis tetitas morenas, y mi coñito totalmente depilado salvo una finísima tira central, como le gustaba a Alex.

Yo permanecí boca arriba sin darle ninguna importancia, aunque era consciente de que no me quitaba ojo, y que seguramente se estaría cogiendo un buen calentón.

Después de un buen rato, cuando ya no podía más de calor, les dije que me iba a dar un baño, a lo que los dos se apuntaron enseguida. Nos metimos hasta la cintura, y yo empecé a jugar con ellos, lanzándoles agua y salpicándoles, a lo que Alex respondió salpicándome también, y se lanzó nadando a por mi con intención de hacerme una ahogadilla, pero yo nadé más rápido y logré ponerme a cubierto situándome detrás de la espalda de Alberto, y sujetándole por los hombros, le iba moviendo a modo de escudo, impidiendo que Alex me alcanzase. Alex insistía en querer cogerme, pero yo me sujetaba a Alberto, girándole el cuerpo, y en esas maniobras sentía como mis tetas a veces rozaban su espalda, y por lo fácilmente que se dejaba maniobrar, estoy segura que le estaba gustando.

Así permanecimos un rato jugando en el agua, hasta que yo decidí salir y tomar un poco más el sol antes de comer.

A la media hora, Alex propuso ir a comer algo al chiringuito, así que nos pusimos algo de ropa encima y nos dirigimos hasta allí. Comimos delicioso, una ensalada muy fresca y con gran variedad de productos, y después un pescado a la plancha que compartimos los tres, y que estaba impresionante. Eso regado con una sangría de champagne muy fresquita y dulce, que entraba sin enterarse, y de la cual creo que bebí demasiado. Después unos cafés y un buen rato de tertulia intranscendental sobre múltiples temas.  

Al cabo de tres cuartos de hora, decidimos volver a nuestras toallas a tomar el sol, y ya levantarse fue todo un ejercicio de equilibrio, pues a mi se me había subido mucho la sangría, y me costaba coordinar los pasos. Ellos, aunque estaban un poco mejor, yo notaba que de vez en cuando daban pequeños tropiezos, y por lo que conozco a Alex, también estaba un poco afectado.

Como pudimos llegamos a nuestras toallas, nos desvestimos y nos tumbamos a tomar el sol. Alex y yo nos tumbamos boca abajo, sin duda pensando en que con los efectos del alcohol, pronto nos quedaríamos dormidos. 

Al cabo de diez minutos, y viendo que estaba a punto de dormirme, le pedí a Alex que me diera un poco de crema en la espalda, en previsión para no quemarme la espalda, pero Alex se había dormido ya. Así que voltee la cabeza para ver si Alberto también se había dormido, pero no, estaba fumando un cigarrillo, así que se lo pedí a el.

Alberto se puso en cuclillas, tomó el bote de protector solar y comenzó a esparcírmelo por los hombros. Lo hacía con mucho vigor, pero muy despacio, se notaba que le gustaba acariciarme la piel, y poco a poco fue bajando por toda la espalda, hasta llegar al culete, en donde sólo esparció por la parte más cercana a la espalda. Después noté como bajó al tobillo de mi pierna izquierda, y muy despacio fue subiendo por la pantorrilla, y después por la parte de atrás del muslo, hasta llegar al cachete, en donde empezó a entretenerse masajeándome el culo. La verdad es que aquello me estaba gustando, pues la situación de tener a mi marido al lado dormido, junto con el mareo que tenía de la sangría, y sentir las manos de su amigo acariciándome el culo, me divertía y me excitaba un poco.

En esas estábamos cuando en una de las pasadas noté como un dedo me recorrió suavemente los labios de mi coñito, y luego subió hacia arriba, no dándole ninguna importancia, como si de un error se tratara. La verdad es que de la sorpresa pegué un pequeño respingo, casi imperceptible, pero permanecí inmóvil como si nada hubiese pasado, tratando de no darle importancia.

Luego Alberto se movió de nuevo, situando una pierna suya entre las mías, para bajar, ahora al tobillo derecho, y comenzó a repetir la maniobra, recorriendo mi pantorrilla, luego el muslo, luego el cachete, para seguir con la otra parte del culo que aún permanecía sin crema, aunque ahora yo notaba que lo estaba haciendo con mayor detenimiento y energía, como si quisiera apurar una situación que ya tocaba a su fin. Eso estaba pensando yo, cuando noté como nuevamente un dedo me recorría mis labios, y esta vez más despacio, para luego subir al culete, y después de unos segundos masajeándomelo, volvió a repetir la maniobra con el dedo.

No me lo podía creer, el mejor amigo de mi marido me estaba acariciando el coño en la playa y con mi marido dormido al lado, y lo peor de todo es que lejos de molestarme me estaba divirtiendo, por lo que permanecí quieta esperando a ver hasta donde era capaz de seguir, aunque eso si, debo reconocer que separé un poco más las piernas para facilitarle el trabajo.

Alberto debió interpretar el gesto como una aprobación por mi parte, porque volvió a repetir la caricia de mis labios, que ahora estaban ya húmedos, y si cortarse ni un pelo, empezó a subir y bajar sus dedos por mi coño, introduciéndolos entre los dos labios, hasta llegar al clítoris, donde se entretenía haciendo pequeños círculo. 

Yo estaba totalmente encendida, y mi coño era como un manantial del que brotaban jugos, mientras que Alberto iba cada vez a más, y ya me había introducido dos dedos en mi coño, moviéndolos hacia dentro y hacia fuera, haciendo pequeños movimientos circulares.

Volteé mi cabeza y vi como me sonreía con picardía, a la vez que clavaba la mirada de sus ojos verdes en los míos, y yo no pude más que devolverle la sonrisa, y continuar dejándole que llegase hasta el final. Así seguimos durante varios minutos, hasta que yo empecé a perder la noción de la realidad, y sentí como mi vientre se arqueaba, mi culo se ponía en pompa, y unos estertores de placer recorrieron todo mi ser, hasta perderme en un inmenso orgasmo.

Permanecí quieta en mi sitio, aún ubicada en una nube de placer y alcohol, y entonces Alberto se tumbó boca abajo a mi lado, acercó su cara y me preguntó en voz baja si me había gustado, a lo que le respondí que si, pero le pedí que por favor no lo volviera a repetir, y a continuación me dio un beso que piquito en mis labios y se separó. 

Desperté después de casi dos horas, aún estaba un poco aturdida, y vi que me encontraba sola en la toalla, por lo que me di media vuelta, poniendo mi cuerpo boca arriba, y apoyada sobre los codos permanecí mirando al mar y a la gente que paseaba por la orilla, o la que se bañaba, con la mente en blanco, aunque de vez en cuando se me venía a la cabeza lo sucedido con Alberto, y no me  podía creer lo sucedido, pues nunca le había sido infiel a Alex desde que empezamos a salir como novios, y menos a medio metro de el, pero la magia turbadora de la isla me tenía poseída.

Me fui a darme un baño para refrescarme, y cuando ya salía del agua vi como a lo lejos venían ellos dos caminando por la orilla. Les esperé y nos dimos un baño los tres juntos.

Enseguida decidimos irnos para el apartamento a darnos una ducha y arreglarnos para salir por la noche.

La primera en ducharse fui yo, y cuando salí, para provocar un poco a los chicos, me anudé la toalla por la cintura, dejando mis pechos morenos al aire, y con total naturalidad caminé por el salón delante de ellos hasta la terraza, donde me puse a peinar mi pelo mojado y a  terminar de secarmelo.

Después se fue a duchar Alex, momento que aprovechó Alberto para ofrecerme si quería que me diese crema en la espalda. La verdad es que la necesitaba, por lo que le dije que si, y el comenzó a esparcírmela por los hombros primero y por la espalda después, hasta que llegó a la toalla. Entonces, con total naturalidad, me quitó la toalla, y empezó a darme crema por el culo, y luego por la parte trasera de las piernas, bajando hasta los tobillos, para después empezar a hacerlo por la parte delantera, subiendo poco a poco por los muslos, hasta llegar a mi coñito, por el que pasó suavemente, siguiendo hacia arriba. Llegó hasta las tetas, y comenzó a masajearlas con la crema muy despacio, para luego terminar en los hombros.

Aún no me explico por que permanecí impasible, pero el caso es le dejé hacer a su gusto, sintiéndome halagada por atraerle, aunque por otro lado pensé que no debía dejarle ir a más.

Me fui al dormitorio a pintarme los ojos y terminar de peinarme, cuando entró Alex completamente desnudo, mientras se secaba el pelo con una toalla, y me preguntó si quería tomar una cerveza. Le dije que no me apetecía en ese momento, por lo que salió a la terraza a tomársela y a fumar un cigarrillo.

Mientras tanto, desde mi habitación oí como Alberto había salido de la ducha, y había salido a la terraza con Alex.

Me probé el vestido nuevo que me había comprado esa mañana, y la verdad es que me quedaba espectacular, quizá un poco demasiado corto, por lo que aflojé los nudos de los hombros para que bajara un poco el largo de las piernas, aunque lo que hacía es que también me bajara el escote, quedándome a un centímetro escaso de los pezones. Me miré al espejo y me encontré magnifica, así que salí de la habitación para comprobar que opinión les merecía mi aspecto, especialmente a Alex, que había pasado de mi totalmente cuando estuve probándome ropa en la boutique.

Cuando salí a la terraza los dos se quedaron con cara de pasmados, abriendo los ojos con señal de incredulidad, y Alex me dijo que iba muy guapa, aunque un poco exagerada. Me imaginé que pensaba que iba a ser la atracción de todos los hombres, e iba a tener que estar toda la noche pendiente de mi, pero le contesté que si hubiese entrado el la tienda conmigo, habría podido dar su opinión en aquel momento, además que a mi me gustaba mucho y que iba a salir con el puesto.

Nos fuimos a cenar a un restaurante muy coqueto al lado del mar, y tuvimos una velada muy agradable, charlando de muchas cosas, algunas de sexo, y bebiendo mucho vino blanco fresco que entraba con una facilidad peligrosísima. Eso si, la entrada en el restaurante fue de película, pues efectivamente no hubo un hombre que no me mirase, y alguno hasta me guiñó un ojo. Yo me sentía admirada, cosa que me halagaba y me reforzaba la autoestima. 

Así estuvimos bastante tiempo, charlando, riendo y bebiendo, y tengo que decir que tanto Alex como Alberto no me quitaban ojo de encima, pues llevaba el escote tan bajado, que este se estaba sujetando por los pezones, y ambos estaban muy pendientes esperando que en algún momento se me bajara y se me escapara un pecho, pero no les quise dar el gusto y procuraba aguantarlo. Yo me sentía como si estuviese desnuda, pues notaba la brisa del mar en mi piel, y la tela del vestido era tan fina y suave, que era como si alguien me estuviese acariciando, lo que me provocaba cierto grado de excitación.

Después de la divertida tertulia, decidimos que era hora de ir a tomar unas copas y bailar, por lo que nos dirigimos a Pachá, una de las discotecas de moda. 

Ya en la entrada noté como los hombres no me quitaban el ojo de encima, y me prodigaban sonrisas y miradas cómplices, buscando que yo se las devolviera, pero yo continuaba avanzando sin darle ninguna importancia, y nos dirigimos a una de las barras, que estaba enfrente de una de las pistas de baile. 

El local estaba muy animado, con mucha marcha, buena música y mucha gente guapa, ellas y ellos, algunos parecían modelos profesionales.

Después de un buen rato de charla y observación de la gente, mientras tomábamos la primera copa, les propuse ir a bailar, pero ambos eran bastante sosos, y no quisieron ninguno, por lo que me fui yo sola. Me situé en la pista cerca de donde estaban ellos, para que vieran lo bien que bailaba, y por que no decirlo, también para provocarles un poco y tenerles pendientes de mi, en lugar de cualquier otra chica guapa de las que abundaban.

Empecé bailando normalmente, pero poco a poco, en parte por los efectos del alcohol, en parte por la música que era muy buena, y en parte también porque me estaba excitando viendo como me miraba todo el mundo, empecé a bailar cada vez más sexy, cimbreando mi cuerpo como una serpiente, y atrayendo la miradas de todos los chicos que estaban alrededor. 

En uno de esos sexy movimientos, uno de los tirantes del vestido se me cayó del hombro, por lo que uno de mis pechos quedó completamente al aire, con la consiguiente cara de sorpresa de mis desconocidos admiradores. Con toda la naturalidad lo volví a colocar en su sitio, como si no hubiese pasado nada, pero la idea me divirtió, por lo que después de un rato volví a provocar la situación, haciendo para que se me cayera el tirante de nuevo, pero esta vez permanecí unos segundos más con el pecho al aire, para luego volver a colocarlo bien con total naturalidad. Esta vez si que Alex se percató de la escena, y sin dejar de bailar pude ver perfectamente la cara de sorpresa que se le puso.

La verdad es que me estaba divirtiendo mucho el hecho de tener a los chicos de alrededor pendientes de mi, y continué bailando de forma sensual un rato más, hasta que uno de los chicos que me estaba mirando se lanzó, y subiendo a la pista empezó a bailar enfrente de mi, mirándome fijamente a los ojos como para que yo le siguiera también, y cada vez más cerca. Seguí bailando como si tal cosa, sin darle importancia, aunque de vez en cuando le aguantaba unos segundos la mirada, y le devolvía una escueta sonrisa, y mientras me movía cada vez más sexy.

Al cabo de unos minutos, cuando el chico me empezó a coger de las manos para hacerme girar mientras bailábamos, comprendí que era el momento de abandonar, antes de que fuese a  más, por lo que le ofrecí una amplia sonrisa, mientras abandonaba la pista de baile para regresar a la barra donde estaban mi marido y Alberto. 

Estos debían de llevar ya, al menos tres copas, por lo alegres y atrevidos que estaban, y lo primero que me dijo Alex, en plan de broma, pero sin ocultar ciertos celos, es que pensaba que me iba a ir con el chico de la pista de baile. Le respondí con una sonora carcajada y le contesté que más hubiese querido él.

Continuamos bebiendo apoyados en la barra y observando a la gente, y riéndonos por cualquier tontería, fruto ya del alcohol que llevábamos encima. Alex estaba muy cariñoso, pues me había cogido por la cintura, mientras que con la otra mano sujetaba la copa, y se me arrimaba mucho, yo creo que era fruto de ciertos celos por el chico de la pista de baile, y por lo mucho que me miraban todos, y en un momento determinado, con un dedo me bajó el tirante de mi vestido dejándolo a mitad del brazo, con lo que el escote se me quedó nuevamente a la altura del pezón, que apenas si podía sujetarlo. Yo me reí, y le pregunté si es que quería que Alberto me viese el pecho, a lo que el respondió que si, por lo que le contesté que entonces lo mejor es que lo hiciera el mismo Alberto. Me giré un poco y le pregunté a Alberto si le apetecía verme el pecho, a lo que obviamente me respondió que si, por lo que le repliqué que entonces me bajara el escote. Se quedó un poco cortado, y dirigió su mirada a Alex, como pidiendo su autorización, a lo que le respondí que Alex no tenía nada que opinar en esto, que tenía que decidirlo el mismo. Lo cierto es que la situación le sobrepasó un poco, y no se atrevió a hacerlo.

Con estos jueguecitos, el alcohol y la música, yo me estaba poniendo ciertamente muy caliente, y me entraron unas ganas tremendas de sexo, por lo que les dije a los chicos que era buen momento para irse a casa, a lo que ambos inicialmente se opusieron diciendo que aún era muy pronto, y que la noche es joven. 

Entonces tomé a mi marido por la cintura, me arrimé a el, pegando una de mis tetas a su pecho, le di un beso en el cuello, y le dije al oído que tenía muchísimas ganas de follar salvaje. Reaccionó con una carcajada, y puso su mano en mi culo, apretándomelo con las yemas de los dedos mientras me subía un poco el vestido, hasta dejarme medio culo al aire, y me dijo que efectivamente ya era hora de ir para casa. Y a pesar de una cierta resistencia inicial por parte de Alberto, terminamos las copas, salimos del local y nos montamos en el coche para ir hasta el apartamento.

Conforme íbamos circulando hacia el apartamento, mis pensamientos volaban, y unas ansias locas de sentir vibrar mi cuerpo me invadieron, por lo que me empecé a comportar muy sexy, girándome un poco en el asiento delantero, dejando caer el tirante de mi vestido, cruzando las piernas mostrándoles a Alex y Alberto hasta más arriba del muslo, jugando con mi pelo y hablando de una forma muy “caliente”. Ellos se reían de mi cuando hablaba de esa forma, y comentaban lo ardiente que me había puesto, aunque creo que sólo suponían que lo hacía en plan de broma y les estaba vacilando.

Llegamos al bloque de apartamentos, y al salir del coche un pecho se escapó de mi vestido, pero estaba tan caliente que decidí dejarlo fuera, y comencé a caminar hacia el portal, llegando hasta el ascensor, donde me apoyé en pose Marylin esperando que llegaran. Cuando entré en la cabina del ascensor volví a repetir la postura, y entonces Alex no pudo resistirse más y comenzó a acariciarme el pecho que tenía fuera, y a besarme en el cuello mientras la otra mano se deslizaba por debajo del vestido acariciándome por encima de las bragas.

Aquello me puso a cien, si es que no lo estaba ya, y me dejé hacer por Alex, hasta que a mitad de trayecto decidí bajarme el otro tirante del vestido, dejando las dos tetas al aire, y alargué mi mano para coger la de Alberto y ponérsela encima de mi pecho libre para que me lo acariciara. La sensación de tener a dos chicos acariciándome las tetas me acabó de encender, y cerré los ojos para dejarme hacer por ellos dos, mientras mis bragas se empapaban con las caricias de Alex.

No contenta con esta situación, dado lo perra que me encontraba ya, me agaché y quité las bragas, entregándoselas a Alberto como si de un húmedo trofeo de caza se tratara, luego me quité el vestido y se lo di a Alex, y completamente desnuda me dejé acariciar y sobar por todo mi cuerpo. 

Ambos me manoseaban por todas partes, acariciándome todo mi cuerpo desnudo, mientras que yo empecé a manejar sus braguetas, sacándoles sus respectivas pollas que ya estaban como rocas de duras, y empecé a tirar de ellas hacia arriba y hacia abajo, con una especie de desenfreno que nunca en mi vida había sentido.

Hacía un buen rato que el ascensor había llegado a nuestro piso y ahí estábamos los tres entregados a la pasión con la puerta de la cabina abierta, por lo que ante el temor de que apareciese algún vecino, les agarré sus respectivas pollas, una con cada mano, y comencé a caminar delante de ellos, vestida únicamente con mis zapatos de tacón, hasta llegar a la puerta del apartamento.

Al entrar en el apartamento, fui directamente hacia el sofá, y me dejé caer sobre él con las piernas lo suficientemente abiertas para que pareciera una invitación, esperando a que terminasen de desvestirse. Entonces se pusieron uno a cada lado, y continuaron acariciándome por todas partes, besándome de vez en cuando las tetas, y acariciando los labios de mi empapado sexo, mientras que yo les triaba de sus pollas, que estaban a punto de explotar.

Yo estaba completamente encendida, poseída por la lujuria, mientras ellos me acariciaban, y pude sentir como uno de ellos, no se quien, me metía dos dedos por mi lubricado sexo, mientras el otro me acariciaba el clítoris en pequeños círculos, y ambos con sus manos libres acariciaban mis tetas y de vez en cuando me besaban en la boca, entrelazando mi lengua una vez con uno, y otra vez con otro. 

Así estuvimos un buen rato, hasta que empecé a perder la consciencia, mientras que mi vientre se contraía, y sentía los espasmos en el interior de mi empapado sexo, hasta que definitivamente mi cabeza se nubló del todo y me sumergí en un orgasmo como nunca había sentido.

Permanecí un rato tumbada, mientras mi cabeza se recuperaba, y entretanto ellos me acariciaban ahora más suavemente, hasta que una vez que me hube recuperado del todo, me di la vuelta, apoyé mis rodillas en el suelo, doblé mi tronco contra el sofá, y les ofrecí mi culo en pompa para que hicieran con el lo que quisieran.

El primero en lanzarse fue Alberto, que poniéndose también de rodillas en el suelo, apuntó su polla en mi agujerito, y me la metió de una estocada hasta el fondo. A continuación comenzó a darme unas tremendas embestidas que me hacían enloquecer, mientras que yo había cogido la polla de Alex y se la chupaba como una poseída. 

Mi cabeza estaba como en otra órbita, poseída de una pasión irreprimible, dejándome llevar por una especie de locura sexual, mientras mi cuerpo se retorcía de deseo y placer. Así hasta que al cabo de no sabría precisar cuanto tiempo, sentí en mi interior los espasmos de la polla de Alberto, y como su leche caliente se derramaba en mi interior. 

Al momento Alex entendió que era su turno, y poniéndose en la misma posición que había mantenido Alberto, comenzó a darme como un loco pervertido, casi como si estuviese violándome, pues pienso que la imagen de ver a su amigo follándose a su mujercita le había puesto enloquecido de lujuria. Mientras Alberto me acercaba su polla, ya nuevamente dura, para que se la chupase, pero yo me limité a darle un par de besos de pico en su capullo, pues mi boca la quería preservar únicamente para la polla de mi marido.

No recuerdo cuantas veces lo hice con cada uno de ellos, no sé si serían cuatro o cinco, pero lo último que recuerdo de aquella noche es que acabé completamente extenuada, con mi sexo dolorido y una sensación sucia y placentera a la vez, de tener enormes cantidades de semen de ambos chicos en mi interior.

Continuará.