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Pamela. El despertar de. Séptima parte de 8

en Hetero: General

Tranco 1-6: Pamela ya ha escalado la cima del placer, ha aprendido a usar todos sus orificios y ha sustituido la palabra masturbar por mamar, follar y sodomizar.    

Tranco 7 ¡Oh! ¡Si! Chorreadme sin piedad.

Un timbre resuena en su habitación. Pamela se tapa la cabeza con la almohada pero el ruido es insistente. A tientas coge el móvil y para el chirrido del despertador. Por Dios, si  me acabo de dormir, se queja. Al volver a mirar el móvil, sus facciones se relajan, hoy es viernes y las clases acabaran pronto.

Algo que tensa su piel le hace estirar la mano y rascarse el muslo hasta desprender un reguero seco.  Se lleva sus dedos a su nariz y sonríe. Claro, se dice así misma,  cómo no voy a estar muerta de sueño si me he pasado media noche conectado al chat con esos tíos diciéndome guarradas hasta que me encendieron y tuve que masturbarme dos veces.

Al ducharse se preguntaba que iba hacer por la tarde después de clase. El abuelo se iría con sus amigos a jugar la partida y volvería medio borracho a altas horas de la noche. Pasar la tarde en casa, no era una opción, y menos ir a casa de alguna amiga para decir estupideces. Cecilia le había dicho que se iría a casa de Oscar para follar a gusto. Tras pensárselo se decide por ir al centro comercial a ver ropa, a lo mejor encontraba alguna ganga o mejor, quizás ligara con alguien.

Miró el reloj y empezó a correr. Abrió el armario y tras dudar un momento se puso una camisa rosa pálida de manga corta a juego con su sostén y su braguita, la falda de tela negra abotonada por delante, su chaqueta tejana y salió con los zuecos al autobús escolar.

En clase, Pamela se sujetaba la cara con la mano y con el codo apoyado en su mesa. Escuchaba a la profesora Rocío pero sus palabras le entraban por un oído y salían por el otro. Qué largo se me hace, se quejaba. Su mente vagaba por el chart que había atendido esa noche con esos de nicks: Castigador y Profanador.

Cómo se calentó cuando le llamaron guarra  y uno le envió esas fotos de su polla toda erecta con su glande morado con una capa lechosa chorreando de él. Qué rico, si hubiera estado con él se lo hubiera lamido al instante.  Y todo porque le acusaron de ser la culpable de ponerles calientes por enviarles la foto que la habían pedido de su coño con los ensortijados pelos negros empapados de su loción de follar. 

Luego viendo esa polla y pensando cómo sería tenerla dentro de ella tuvo que hacerse deditos hasta que se calmó y exhausta se durmió. 

El ruido de las sillas moviéndose y  la gente hablando en voz alta la devolvió a la realidad. Por fin había acabado el día, se dijo. Cogió su chaqueta con el macuto y salió por la puerta despidiéndose de los compañeros. Al salir oyó que la profesora decía que recordaran que la semana que viene tendrían un examen.

Con su macuto colgado de un hombro, Pamela se paseaba por los brillantes pasillos del centro comercial. Entró en los servicios y al mirarse de soslayo en el gran espejo sobre los lavabo, se retocó el maquillaje: un poco de rimel, otro poco de sombra de ojos y remarcó sus labios con una tonalidad algo más atrevida de rojo pasión. Parecía algo buscona, pero le daba igual. Se tiró un beso mirándose al espejo con una amplia sonrisa. Qué madura ya soy. Se paseaba por entre las tiendas y miraba las ropas. En una, cogió un sostén negro sin aros y se lo superpuso encima de su camisa mirándose en el espejo de pared.

Se sonrió con lo que reflejaba el espejo. Qué bien me queda, se dijo, es parecido al que llevo puesto pero este es de encaje más sexy. Se sentía  hermosa con esos tacones de los zuecos que resaltaban sus piernas y esa faldita que poco ocultaba. Al levantar la vista pilló a un tío que mientras hablaba con una dependienta le estaba contemplando con una sonrisa embaucadora.

Se sonrojó al instante por la intensidad de su mirada. Su corazón se aceleró un poco y un cosquilleo se le despertó en su coño. Qué ojazos con esa negra barba de tres días y esa mandíbula cuadrada. Con cierto aire tímido le devolvió la mirada y se alejó del lugar.

A partir de ese instante la ropa perdió interés, miraba a la gente, en especial a los tíos y trataba de adivinar su paquete haciéndose una idea de cómo sería su polla, cómo sabría y en ese caso si estaría a la altura de él. 

Sí parecía una buscona, y todo por culpa de su amiga Cecilia que había despertado en ella esa lujuria desenfrenada que nunca se saciaba. Había empezado a masturbarse, como todas, para luego aprender a disfrutar de pajear a un hombre. Luego la locura con Cecilia follándola en su cama y empujándola a más, con eso de acompañarla en sus correrías sexuales. El salto llegó, con la mamada a Derek, donde aprendió a correrse disfrutando de una buena carne entre sus labios.  Pero fue más tarde al follar por primera vez cuando descubrió su verdadera naturaleza de ninfómana. Y la consagración vino con la sodomización de Pedro. ¡Oh, que placer! solo de pensarlo se ponía cachonda. Ahora tenía todos sus orificios desvirgados y disfrutando del maravilloso sexo.

Pamela seguía paseando y contemplando tiendas sin poner mucha atención mientras seguía recordando. Desde entonces a cuantos me he follado ¿seis? No siete. Sabía que las compañeras murmuraban a sus espaldas como si ellas no lo hicieran con sus novios, o por lo menos lo pensaran cuando se masturbaban, pero son muy cortitas y retraídas. Sí tenía que reconocer que esto se empezaba a salirse de madre y no podía dejar que la encasillaran de facilona o putona. Tenía que cambiar de aires si quería que su reputación no se resquebrajara más y llegara a oídos de su abuelo.

 La tarde se echó encima, los pasillos se llenaron de gente con sus críos chillando y alborotando así que Pamela decidió irse a casa. Justo al salir se desató una  trompa de agua que le obligó a volverse al centro. Sintió un repelús de frio y se fue en busca de la cafetería Startbucks  para tomarse un café caliente.

Vio una mesa vacía al lado de la vidriera y allí se fue con el vaso de café en la mano.  Recostada en el butacón con las piernas cruzadas balanceaba, sin percatarse, un zueco sobre la punta de los dedos del píe de la pierna levantada.  Con ambas manos abrazadas al vaso por el calor que desprendía, miraba el vaho que emanaba el café caliente cuando notó que alguien se sentaba en un butacón de su misma mesa.  Levantó la vista y se encontró con esa mirada que la había estado observando en el espejo de la lencería. 

—Perdona no te importa que me siente aquí, es que no hay sitios libres.

Pamela  miró alrededor y la mitad de las mesas estaban vacías. Le sonrió por la ocurrencia y dejo de jugar con el zueco. Le encantó su mentira.

—Parece que se ha puesto a llover y nos ha atrapado dentro —Dijo el hombre.

—Sí, yo ya pensaba irme a casa cuando se ha puesto a llover y he tenido que meterme aquí hasta que escampe.

—SI tienes prisa te puedo llevar a casa tengo el coche en el aparcamiento.  

—No, no hace falta, no tengo prisa. 

—Pero tus padres se preocuparan por ti si no vas.

—Bueno,  vivo sola con mi abuelo y los viernes se va con su panda y no vuelve hasta muy tarde.

—¡Ah! Bueno, entonces nadie te espera… ¡Oye! Iba a ir al cine, pienso que con todo lo que está lloviendo a lo mejor no escampa hasta muy tarde. Qué tal si te vienes conmigo al cine en lugar de aburrirte aquí.  Vemos una película y después te llevo a tu casa o donde quieras ir.

Ante las dudas reflejadas en la cara de Pamela. El continuó:

—Fíjate si no para de llover en toda la tarde. Te vas a quedar aquí aburriéndote viendo pasar a la gente cuando puedes estar viendo una buena película.

Por unos momentos Pamela le miró a sus ojos, mentía pero le dio igual.

—Y ¿qué película quieres ver?

Titubeo unos instantes 

—Bueno lo primero es lo primero, yo soy Marcos y ahora que vamos a ir juntos al cine creo que lo mejor es que seas tú la que escoja la película.

Por un momento ambos se rieron. Pamela le dijo su nombre y él se incorporó para darla un beso en la mejilla. Se sentía en el cielo con un hombre tan guapo flirteando con ella.   

Por el pasillo, se oía el repiqueteo de los alzas de los zuecos de Pamela. Sus manos se rozaban. Sus juveniles senos se bamboneaban subiendo y bajando a la par de cada paso. Marcos no quitaba la vista de esa carne magra y sensible que despuntaba a través de la camisa. 

Pamela siguió su vista para comprobar que su ceñida camisa tenía desbotonado  los botones superiores y sus pezones se marcaban por entre el encaje de la tela. Un pequeño chisporroteo de sensaciones y premoniciones recorrió su cuerpo. Le encantó que se fijara en sus senos.  

Marcos le dijo que con esos zuecos casi eran de la misma altura. Ella le miró a sus ojos y él a sus labios.  Ambos sonrieron y el agarró con delicadeza su mano y siguieron andando hacia la entrada del cine.

Pamela se quedó mirando indecisa la cartelera con las películas que se proyectaban en cada sala. Realmente le daba igual solo esperaba pasar un rato agradable con Marcos.

Ante sus dudas, Marco se aproximó por detrás, puso sus manos sobre sus brazos inclino su cabeza y le susurró que película él prefería.

El murmullo de sus labios rozando su oído, el cálido aliento sobre su cuello y nuca, y su varonil colonia, hicieron estragos en Pamela. Una agitación calenturienta invadió su bajo vientre y suaves pulsaciones empezaron a despertarse. Tuvo que estrujar sus glúteos para acallar esa repentina exaltación de su peludo conejo. 

Al final decidieron ir a ver la reposición de una película antigua de guerra: Los cañones de Navarone de Gregory Peck.

Sacadas las entradas Marcos guió a Pamela a la puerta de entrada del cine poniendo su mano sobre su espalda.  Al pasar por el pequeño bar del hall del cine, refrenó a Pamela y se fue a comprar palomitas.

—Es por si nos aburrimos.

Ambos sonreían relajados mirándose a los ojos. El tenía un furor de cazador en su mirada que estremece a Pamela por un momento. 

Le dio el cubo de palomitas, y con la mano, ahora abrazada a su cintura, la llevó a la sala. 

No era muy grande, unas cien butacas, todas tapizadas en terciopelo rojo con pequeños reposabrazos de madera. Cómo él se imaginó estaba casi vacío, un par de parejas y tres o cuatro tíos desparramados por el patio de butacas.

Pamela se sienta y cruza sus piernas. Su falda se sube hasta casi enseñar sus rosadas bragas. Marcos le pide su chaqueta y su macuto para ponerla junto a la suya en el asiento de al lado, pero no puede evitar admirar esas largas piernas.

Una pícara sonrisa se dibuja en su cara al cazar la obscena mirada de él. Se estira un poco la falda y le da su ropa. La tela negra de la falda hace resaltar sus suaves y blanquitos muslos, así como su melena casi negra sobre su pecho resalta la blancura de sus tetas puntiagudas.

Marcos con el cubo de palomitas en la mano se lo aproximaba a ella para que coma, pero lo que busca es que se aproxime para poder así, rozar y deslizar su codo sobre su tierno seno.

Pamela nota la presión del codo sobre su seno pero se deja llevar. Le chifla ese sutil magreo. Su cuerpo lentamente se ve encendiendo.

Después de unos breves instantes hablando de tonterías, sonriendo y comiendo  palomitas. Marcos cogió un puñado y con los copos en la palma de la mano se los acerco a la boca de ella, de tal forma que Pamela se vio obligada doblarse y lamer su palma para conseguir los copos. Ambos se rieron, a él le brillaban los ojos.

Tras los créditos iniciales de la película, Marcos con la vista puesta en la película, le da el cubo con las palomitas para que Pamela lo retenga en alto en su mano y la abrazó con su brazo izquierdo por encima de sus hombros. Con indiferencia coge un puñado de palomitas con la mano derecha y  se los llevo a la boca.

Pamela al notar el varonil brazo a su espalda se apoya hacia atrás descansando su nuca sobre su brazo. Sus palpitaciones se aceleran. Siente los músculos de su brazo como se tensan bajo su nuca. Estira la mano y se mete un puñado de palomitas en la boca, al tiempo que se descruza sus piernas y ligeramente las abre para que el aire refresque su incipiente calentura interior. De reojo ve como Marcos se recolocaba su polla que empezaba a estar constreñida en su guarida.   

En ese momento, sin poner mucha atención, comprueba que otro hombre se sienta a su lado quedando Pamela franqueada por dos hombres que miraban con aparente atención la película.

Marcos excitado por la joven hembra que acepta sus caricias. Se gira para ver el perfil de su cara. Esa boca con esos rojos labios carnosos entreabiertos y punta de la lengua lamiéndolos le enloquecía. Su estado febril iba en aumento.

Se inclina sobre su cuello y le susurro con sus labios pegados al pabellón de su oreja. —Sabes que enloqueces a los hombres. —Con descaro mete la punta de su lengua por su oreja, mientras la estrujaba hacia él.

—Oh, Marcos me haces cosquillas —gimió Pamela, al sentir esa lengua que se deslizaba por su cuello lamiendo y dejando un reguero de cálida saliva. Sentía como esos húmedos labios besaban y succionando su cuello. Un suspiro se le escapó—. ¡Oh! Marcos, qué me haces.

En su calentura, el cerebro de Pamela no se había percatado que el hombre de al lado, deslizaba la yema de sus dedos sobre su rodilla y con sus uñas rascaba con suavidad sus muslo, levantando su falda. 

Marcos, se inclinó y atrapó los labios de ella con los suyos. Con su lengua presiona esa muralla de blanco marfil hasta que se abrió y una lengua invasora culebreaba esa cavidad bucal hasta que se hacía amo de ella. A la par con la otra mano empezó a manosear un seno entrujándolo y con la punta de los dedos se metían entre la blusa acariciando la suave y tierna piel de una teta que ante tal sobo se estremeció. En su mente solo existía la exigencia de follarse a esta pequeña furcia que le había puesto a mil.

Pamela como pudo retuvo la mano de Marcos agarrándola sin mucha convicción por su muñeca para frenar algo el ataque a sus tiernos senos, pero tardo un rato en comprender que algo más la estaba acariciando y no era Marcos.  Consciente ahora que una osada mano subía por su muslo arrastrando su falda, liberó la mano de Marcos y retuvo esa mano traicionera retirándola de su muslo, bajándose la falda. Su mano insegura ora subía para retener una mano, ora bajaba para agarrar al borde de la falda, en un intento en vano de proteger su intimidad. Pero todo fue inútil, una mano seguía penetrando entre la tela de su sostén y la otra volvió al ataque deslizándose y trepando con su muslo interno despertando placenteros escalofríos a su pasar.

Cerró las piernas para frenar el ataque o retener esa mano entre sus muslos, no sabía bien la razón, pero una zozobra la invadía al pensar en lo que diría Marcos si descubría que otro hombre la estabas magreando. Pero su cuerpo, que no atendía a razones, despertaba un lujurioso picazón que lo recorría al sentirse avasallado por dos desconocidos hombres que la deseaban a la vez.

Tantos estímulos enturbiaron su mente. Su cuerpo era ya devastado por un fuego interno que la abrasaba. Su boca era aprisionada por unos labios avasalladores, un pezón era pellizcado por dos dedos castigadores, y un dedo percutor había entrado en sus dominios deslizándose y apretujándose sobre su raja por encima de su rosa braguita. Gemía del vicio que poco a poco le consumía.

Refrenó como pudo un escozor de su coño al ser acosado, haciéndola comprender que no podía entregarse a dos hombres a la vez, debía reprimirse. Cogió la mano invasora y la retiró dándole un palmetazo, como si fuera una mosca cojonera que no se aleja de uno; y para confirmar al hombre su rechazo,  se giró hacia Marcos, se cruzó de piernas blindando su raja de perturbadores dedos y se abrazó a él entregándose a sus caricias con renovada pasión.

Vano intento, el hombre de al lado no se dio por enterado, levantó su faldita dejando al descubierto su magro glúteo y empezó a acariciarlo, a pellizcarlo, a meter los dedos por su entrepiernas hasta apuntar su dedo en su seca oquedad trasera, y presionar y presionar, con total impunidad hasta embocar al ano con tela y todo. Un suspiro se le escapó al disfrutar de esa cálida, suave y tierna piel. 

El cuerpo de Pamela era ya un hervidero de trepidaciones, escozores y calambres que lo recorrían. Poco a poco se iba calentando y su lujuria empezaba a desbordarse por todo su ser. Echó la cara hacia atrás para liberarse de esos absorbentes labios y miro hacia el otro lado. Para comprobar con sorpresa que  un fornido y joven mulato la miraba con una sonrisa de blancos dientes. Le dijo que se llamaba Fabio y sin poder reaccionar sintió que ahora sus labios eran aprisionados y una lengua ancha, áspera y larga como la de un dóberman penetraba y se enroscaba con la suya.

Su mano era a su vez atrapada por la del mulato, liberando a la de Marcos que libre de ataduras desbotona, uno, dos botones de la blusa. El rosado sostén queda al descubierto que brevemente encubra sus montículos de placer coronados por unas moras que se endurecen y yerguen marcándose con descaro a través de la lencería de la copa listo para ser castigado.

Marcos se saca su polla de su guarida que se cimbrea en el aire, erecto, duro y vibrante. Le quita el cubo de palomitas, que ya no tenía ninguna utilidad, y lo tira al patio para seguido llevar la mano de Pamela a su polla para que comience a calmarle sus inmensas necesidades.

Fabio  deja de besarla, y pasa su lengua por su cara, sus ojos, su oreja como lamidos de un perro excitado. Con sus largos dedos los metió por debajo de la braga y penetro hasta puntear su peluda almeja.

Pamela, retrocede con su cara negando con la cabeza de un lado al otro, como sin saber que está ocurriendo, suspira y su respiración se agita. Nerviosa se lame sus carnosos labios. Mira hacia abajo y ve que unos dedos penetran por el borde de la copa y sacan sus senos de sus guaridas quedándose liberados puntiagudos, hinchados, dolorosos.  No sabe cómo pero su blusa está abierta luciendo su ombligo. Los tirantes de su brasier cuelgan inertes sobre sus brazos.

Nunca ha estado con dos hombres a la vez, pero la sensación de impotencia, sumisión y el simultáneo disfrute de dos bocas y cuatro manos sobre su cuerpo le enloquecen. Ya solo desea ser follada, amada o sodomizada. Oye como Fabio pregunta a Marcos que si es una puta; y el otro contesta que no, que simplemente es una adolescente que busca sensaciones fuertes. Pero que él al final le dará una propina por aquello de la conciencia tranquila.

Los dos se jactan por la ocurrencia. Fabio se saco su palo de ébano, lustroso y grande empieza a acariciarlo. No tarda en rezumar su lubricante follador.

—Míralo golfilla. Te va a gustar, es negro pero fuerte, duro y flexible como la porra de un poli. Te la voy a meter hasta los huevos. —y sin más metió la mano entre sus muslos y de un tirón tiró de sus bragas, deslizándolas por sus muslos.  Dejando su húmedo y peludo conejo a la intemperie.

Pamela es besada, mordisqueada por uno o por el otro. Ya sabe como sabe la saliva de uno, dulce y densa, y la de Fabio más agria y ligera. Pero ya quiere mayores sensaciones. Estira la mano y agarra el carnoso rabo de ébano y empieza a masturbar a ambos hombre. Ambos se miraron satisfechos. Había bastado unos pocos vaivenes para que sus pollas se endurecieran y lucieran en sus casi 20 centímetro de magra carne supurando su jugos de follar como si fuera esencia de macho. La pulida piel de las pollas brillaba y se empapaba de sus propios fluidos de macho. Un círculo blancuzco se formaba alrededor del pulgar e índice de las manos de la chica. Ambos vieron como rauda la chica limpiaba sus glandes con sus dedos y, se lo metía en la boca para saborearlos hasta secar sus húmedos dedos. Los dos hombres alucinaban de lo que la pequeña furcia los estaba haciendo.

—Es una lástima desperdiciar semejante manjar —dijo la posesa muchacha.

—Cógele una pierna y ábresela bien— dijo Fabio. Cada uno cogió una pierna y tiraron de ella para poner su culo al borde del asiento paro luego poner sus piernas encima de sus muslos estiraron y tensando su coño que parecía la boca de un recién nacido boqueando y escupiendo saliva.  Con dos dedos como garfios se lo metían con decisión hasta el fondo, con más ritmo, con más intensidad. Los jugos salpicaban en todas las direcciones.

El abandono de ella era total. Ante los gemidos de ella, los dos dedos folladores penetraban en toda su longitud, Un chapoteo se oía en la sala, entre las voces de los actores de la película, por lo golpes de los dedos con los labios del coño. Al tiempo los dedos de la otra mano penetraban en su boca para que los lamiera como una ramera. Mientras tanto, El otro, mordisquea, boca, pezones, oreja y cuellos a su placer. La tenían en sus manos, necesita y calentona, y la iban a follar bien.

Pamela deliraba, se retorcía entre ambos hombres. Agitaba su culo para que la penetración de eses dedos folladores fuera mayor. Reculaba y culebreaba para que los dedos rozaran y se retorcieran más dentro de las paredes de su hueco de placer. Estrujó las pollas de ellos a la vez y los cimbreaba con verdadero ahínco.

Salida como una perra en celo, y  harta ya de jueguecitos infantiles se levanta de su asiento desprendiéndose de sus zancos. Descalza, tira de Fabio para que se pusiera en su asiento. Los contempla a los dos expectante a sus reacciones. Agarra sus huevos y los tantea como si estuviera calculando la carga de leche que tienen. Pamela se sentía feliz de ser capaz de ponerlos a tono tan rápido.

—Me siento tan sexy —Declaró a plena satisfacción.

Se inclina sobre uno y se mete su polla para saborearlo por un rato al tiempo que entretiene al otro pajeándolo. Sus labios se ciñen como una goma elástica y mientras traga gira la cabeza como si el carnoso y caluroso falo fuera un tornillo para apretar. A la vez, abarca la base de la polla, y al unísono, boca y mano suben y bajan, enloqueciendo al hombre en su turno. Al rato, cuando se cansa cambia de sabores. Nota como unas manos le desprenden su blusa y su sujetador cayendo al suelo y su falda negra es gurruñada alrededor de su cintura quedando su coño peludo y sus tetas a la vista de todo el mundo en la sala.

—Oh, viciosa, mamas como una pro. Ahhh, sigue así. Ahhh, ¡traga más perra! —Entre jadeos, exclamaba Fabio.

Marcos veía por el reflejo de la pantalla del cine ese negro vello, lustroso y brillante, del que caían gotas pastosas blancuzcas. Como un poseso se puso debajo de la chica, obligándola a izar una pierna y ponerla sobre el asiento. Abierta de piernas metió su hambruna boca y comenzó a comerse ese coño juguetón mientras Pamela hacia lo propio con la negra barra de Fabio.

Ante tal estímulo, el coño empezó a estremecerse, abriéndose y cerrándose en espasmos placenteros. Un trallazo de Marcos con los dedos de la mano escocieron a esos labios rosados e hinchados ordenándolos que se abrieron aun más. Ahora los dedos penetran hasta el fondo y se empapan del néctar que resbalaba a borbotones.

Marcos con los dedos pringosos, mojó su polla para tenerla mejor engrasada y apuntando a esa oquedad, le susurro. —Desde que te vi en la lencería sabía que esto era lo que buscabas como una joven ninfómana. Furcia, prepárate. —Marcos apunto con su dardo y agarrándose a sus caderas, empujo con todo su fuerza su culo para que el ariete entrara hasta que los huevos golpearon los labios de su coño. Reculaba y empujaba con fuerza y la polla, como una cuña, entraba en esa peluda bocacha.

—Oh baby, que caliente y aprieto tienes el coño.

Pamela se dejaba llevar, su estasis era total, jamás había estado entre dos hombres y esa sensación de abandono, sumisión y deleite por esas dos bocas y manos sobre su cuerpo la enloquecían. Gemía, lloriqueaba sin descanso. Su coño era martilleado por un percutor, y sus envites impulsaban a su boca a tragarse ese inmenso falo hasta el fondo en su irritada garganta. Atrapada entre esos dos arpones, comenzó a pellizcarse sus pezones para aumentar su frenesí.

—Qué calentorra perra eres pequeña. —Fabio dijo— ¡y con una piel tan jodidamente suave y tensa!

—La piel es como seda caliente. —Marcos dijo— Cien por cien de dulce adolescente. Joder quiero sentir toda tu piel sobre la mía— Y sin más empezó a desnudarse. 

—Oh, baby, aprovechemos ahora que tienes el coño libre. Ahhhh… No puedo más, eres una salvaje leona a domesticar y yo también quiero follarte y si no lo hacemos pronto voy a perder mi jodida carga y te lo quiero meter todo dentro —Fabio exclamaba sin aliento. La cogió y la levantó, se deslizó en medio del asiento y la dejo caer sobre su erguido ariete. Los labios del peludo conejo embadurnados, se abrieron abarcando en un sexual beso ese percutor que devorando toda esa carne nervuda que entraba hasta la empuñadura.

Ella se giró hacia él poniendo sus brazos alrededor de su cuello. Mirándole a sus ojos, se pegó a él besándole. Metió su lengua dentro de su boca, derramando su dulce saliva dentro de su garganta. Los duros pezones como moras congeladas se restregaban contra su peludo pecho. Estaba a la espera de lo que él quisiera. 

—Ohhhhhh yeahhhhhh. —Fabio gimió, su polla se retorció y corcoveaba adentro del cuerpo de la muchacha. Él la venció totalmente en sus musculosos brazos, estrujando sus pezones contra ella. Sentía eses moras que más que rozar arañaban su piel, le enloquecía y le enfurecía más aún.

Ella empezaba a joderse montando, como una buena amazona, su montura preferida, se izaba y se caía con decisión, encima de esa negra asta. — Oooooh sí—jaleaba, al sentir la polla deslizándose dentro de ella ahuecando y tensando sus paredes.  En cada sacudida, el nabo entrara con toda su longitud en su vulva necesitada, hasta chocar sus huevos con sus glúteos.  A medida que el calor subía, las sensaciones placenteras aumentaban pasando de un suave trote a un descontrolado galope. Las tetas se batían delante de la cara de él. Cara y cabellos de su cabellera azotaban sus mejillas. 

—Oh qué coño más ceñido. —Fabio se balanceó en el aire con sus glúteos, saltando en el momento que ella caía para que el encontronazo fuera más intenso, más profundo, más violento— Dios, ¡follas como una profesional!

Pamela soltó una risita. Se sentía tan bien, tan libre y tan golfa. —Amo tu hermoso y duro rabo y me enloquecen esas peludas pelotas que chocan a la puerta de mi coño. 

Cada vez que rebotaba un chasquido se oía al golpear sus bolas los encharcados labios de su jodido coño.

Marcos, ahora desnudo detrás de ellos, observaba como cabalgaban. Su mano frenética no dejaba de pajearse en espera de su momento. —¡Cepíllate esa polla de una puta vez. Necesito follarte como te mereces, joder! —Bramaba, pero visto la situación decidió intervenir.

Aprovechó el trote de Pamela con el negro para rozar la espalda con su pecho y los glúteos con su erguido tronco. Sus manos se deslizaban arriba y abajo del delicioso cuerpo de la muchacha, estrujando sus senos y pellizcando sus pezones. Dobló el cuerpo de ella hacia adelante, para dejar paso a un dedo traicionero que deslizándose entre la ranura de su culo, apuntó a esa flor malva trasera indefensa y de un certero aguijonazo se metió con total impunidad.

—Ohhh sí —Pamela rechifló; su ano se contrajo alrededor de ese dedo traicionero que se colaba por atrás.

Tras unos pocos puyazos, se colaron dos dedos, abriendo y preparando ese otro seco y cálido pozo de dar placer para un dedo mayor.

—Ya sé lo que me voy a follar. —Marcos dijo. Saco bruscamente los dedos, para pasarlos por los huevos del negro que rezumaban los jugos de follar de ella, y tras embadurnar la punta de su polla con ellos, como si fuera la tiza de un taco de billar, agarró la empuñadura para dirigirlo y de un certero trallazo lo metió hasta dentro.  

A pesar de la difícil posición, sin mucha movilidad, pero Marcos se la ingenió para aprovechar la caída de ella en cada cabalgada y metérsela hacia arriba por el culo. No sabía de su asombro de que se hubiera podido meter tan fácil sintiéndolo tan prieto como si fuera un guante de látex. 

Pamela sintió una cuña humana que salvajemente penetraba, ahuecaba y tensaba sus tripas quejándose con insufrible intensidad. Su ano se desplazó en un intento de amortizando el golpe, pero ante el empuje de la estaca de Fabio empalándola, retrocedió hacia atrás clavándosela hasta los peludos huevos que chocaron contra su culo de una sola tacada.

El choque fue tan violente que casi los tres se caen al suelo. Pamela casi se desmaya en el acto, ensartada ahora por ambos orificios que la mantenía en el aire.

Un chorrito de sangre fluida por el muslo de la exhausta muñeca era evidente que sus tripas no se habían podido dilatar suficientemente reventando, pero a la vez, la enorme presión de ambos falos sobre las terminaciones nerviosas de su vagina enviaba una onda de placenteros alfilerazos que recorrían su cuerpo, excitándola y atormentándola llevándola casi a la inconsciencia.  Marcos excitado aún más ante la visión de la sangre asedió con más vehemencia. Le enloquecía lo ceñido del culito de Pamela pero le molestaba que ella no se contorneara en respuesta a sus caricias. Así que empujó con todo su ser. Pamela chilló por el insoportable dolor y entonces lanzó su vulva hacia adelante agarrotando el falo de Fabio que la recibió con inmenso placer.

Pamela se contorsionó, sus ojos rodaron poniéndose en blanco, sus entrañas se contraían y se expandían ante ahora dos pollas que se retorcían y se corcoveaban dentro de ella. —¡ Oh! ¡Oh!

—Parece increíble. —Fabio dijo— Pero noto como se lo has clavado por su cagador, ¡joder tío! —continuó entre gemido y gemido—. Puedo sentir algo duro deslizándose contra mi rabo.

Los dos hombres sintieron mutuamente como vagaban profundamente dentro por confines de territorio casi vírgenes. Debido a lo ceñido y la estructura compacta de la chica, los dos hombres prácticamente se frotaban sus sexos juntos.

Pamela sentía que iba reventar de un momento a otro por los macizos arietes que con cada tarascada iban penetrando más en su ser. Tuvo un pensamiento impreciso de cómo y dónde estaba y que todo marchaba a su fin. Lentamente un mar de negras y turbulentas aguas se expandía sobre su mente en un intento de desconectarse del insoportable dolor de su cuerpo, hundiéndose en un impredecible letargo.

Pamela sabía, no exactamente lo que era, pero estaba seguro de ello, como había sentido con anterioridad, esa dejación, esa entrega a los caprichos de otros. El sentirse humillada, la enloquecía, la excitaba y su cuerpo y su ser pedía más y más y con más intensidad. Dolor y placer, ambos intensos, ambos complementarios, eso es como el sexo debía ser.

— Siiiii, estoy en ella. —Marcos jadeó— La hostia, tiene un culo dentro tan resbaladizo como la mantequilla. Esta niña ya ha jodido por todos su agujeros.

Él puso sus manos sobre los hombros de Pam, siguió tirando hacia abajo consiguiendo encorvar aun más su espalda para que su dura cánula penetrara bien a fondo dentro de ese seca y cálida cavidad.

—Mierda— Fabio gimió, mientas impulsaba su ariete dentro de ella. —Esta perra que caliente está, tiene un coño que abrasa.

Pamela lloriqueó, contorsionándose delirantemente entre los dos sudorosos y musculosos hombres. —¡Cepíllarme! ¡Oh, fuerte, duro, hasta el fondo!— Apoyó sus manos sobre el borde del asiento y vio con verdadero deleite como un tío en la fila de atrás, tenía la polla sacada y se masturbaba como un poseso mirándola a ella.

A cada envite, el cuerpo de Pamela se distendía y en agradecimiento del placer recibido contestaba con más cálidos fluidos. Su cara se relajaba, su respiración se aceleraba y su lujuria se desbocaba. Se abalanzó sobre Fabio y abrazándolo, con sus labios y dientes, absorbió y mordisqueo el lóbulo de él de puro deleite. Respingó con un enloquecido éxtasis sensual al sentir los lametazos y mordiscos de Marcos sobre su espalda.

Marcos mordisqueaba en sus hombros, en el cogote o en sus orejas, por cada mordisco un reguero de saliva se deslizaba por su cuerpo. Una tiritona corría por su cuerpo poniéndose la piel de gallina. Marcos metía su lengua como una cuña en su oreja y Pamela ante tanto estímulo se mareaba del inmenso placer que sentía. Fabió se estiro y con su boca atrapo un seno succionando su ennegrecido pezón.

Recuperada de las dolorosas puntadas iniciales, ahora las echaba de menos —¡Oh sí! ¡Oh sí!—jadeaba—Oh Dios, follarme, comerme con rabia.

Sin quitar la vista el hombre de atrás que se masturbaba, le sonrió con una mirada de viciosa necesitada y abriendo su boca le saco su lengua culebreándola enfrente de él.

El hombre se levanto y entre el hueco de los respaldos de los dos asientos, metió su magra polla y agarrando la cabellera de Pamela tiro hacia el embocando su taco en la tronera de la boca de Pamela.

—Joderrrrrrrr Marcos, esta colegiada es una ninfómana perdida, no le basta dos pollas si no que ahora se ha buscado una tercera. Está soltando de su coño tanta cantidad de su zumo caliente como si fuera mantequilla derretida que me voy a caerme fuera del asiento si sigue empapando todo el asiento con sus jodidos jugos.—Sentenció Fabio, al notar que cada vez que se izaba se iba desplazando hacia el borde del asiento.

Pamela no podría aguantar mucho más, la sensación de tener en sus tres agujeros pollas que la forzaban, la rellenaban y la ahocaban, la enloquecía con verdadero frenesí. Las tres pollas se deslizaban simultáneamente en su almeja, su culo y su boca. Parecía como si la fueran a sacar de su propia piel. Sus atiborradas entrañas se sentían listas para explotar. Impulsos nerviosos de todas las cavidades al rozarse, expandirse y contraerse enviaban un frenesí de estímulos placenteros que embozaban su mente. Sus pezones como su clítoris eran como lapiceros tensos, duros y puntiagudos como si fueran a separarse de su piel y que necesitaban ser arrasados por roces, manoseos o mordiscos. Su mirada se perdía en el placer. Gemía, lloriqueaba y se dejaba llevaba entregándose más y más a este placer que la consumía.

—¡Dios bendito! Marcos chilló, al batir su deshollinador en ese prieto ano. Retrocedía hasta casi sacarlo y lo impulsaba con decisión cepillándose esas secas y abrasivas tripas hasta que sus huevos chocaban con los de su amigo.— Nunca he follado a una zorra así de caliente.

 —Oh, me voy a correr —Gimió el hombre que con su mano sobre su negra cabellera la empujaba con ardor para follarla con su hinchada polla en su boca—. Ooooooh me corro.

El semen del hombre se descargaba con violentas sacudidas en su boca. Entraba a raudales, rezumando por la comisura de sus labios. La leche caliente, salpicaba la cara embadurnando mejillas, ojos y nariz. El exceso, se  deslizaba por la barbilla hasta caerse sobre sus agitadas tetas.

El hombre tras el último esfuerzo se derrumbó hacia atrás cayendo exhausto sobre su butaca. 

—Joder, te aseguro que a esta golfa le voy a reventar su ano cuando descargue mi carga.—Marcos jadeaba mientras la sodomizaba.— Hostias, la estoy barrenando tan fuerte que todo su mierda se la voy a sacar en papilla.

Él la enculaba como un poseso. Su vientre golpeaba contra sus glúteos sonando como si fueran bofetadas. Su ariete se hinchaba más y penetraba como si fuera un martinete estrujando las tripas en su envite y succionadlas en su retroceso. Marcos no pudo más, apretó sus dedos sobre ella como su fueran garras y comenzó a escupir su semilla en su culo a chorros incontrolados. —Ahhhhhh.

—¡ Yo también! Fabio gimió.— Oh, esta perra me ha destrozado.

Mientras el peludo conejo se contraía alrededor de su polla, Fabio se izaba follándola con desesperación como la biela de un pistón a pleno rendimiento.  Gruñía como si fuera un hombre siendo torturado. Pero su cuerpo tembló y  ya no pudo más, batió su aguijón clavándolo dentro de su coño y empezó a tener espasmos y sacudidas comenzando a escupir su cálida carga lechera como si fuera una torrentera. —Ohhh yeahhh.

—Ohhhh, siiiiiissss. —Pamela gemía de puro placer.— Chorreadme sin piedad, soy toda vuestra.—Se relamía del semen que corría por su garganta, y a medida que notaba el semen que corría a borbotones por sus tripas, se contorneaba y se cimbreaba entre los dos hombres en un intento de ordeñar esas pollas. El placer de ser follada anegaba todo su ser.

— Ahhh. Así, así lo quiero todo—Pamela se aferraba a ambos hombres, a la par que su cuerpo se sacudía por los espasmos de sus entrañas— Ohhhh, escupirme vuestro manjar. Qué  maravillosas chorreras que me ahogan! Oh sí…, ooooh así, joderme si piedad!—decía Pamela delirando y perdiendo la conciencia por unos minutos.

Al recuperarse, pegotes de semen se esparcían por todas su cuerpo: cara, tetas, culo, coño y piernas. Los folladores la miraban con satisfacción. Pamela como pudo, se levantó escocida y dolorida. Se puso su arrugada blusa, se estiró su estrujada falda y con una tímida sonrisa se despidió de ellos. Al coger el macuto y su chaqueta vio que le habían metido dinero en un bolsillo. Extrañada, levantó la cabeza y Marcos con un suave beso en su boca le dijo. —Cómprate ropa, mi dulce amor. Te lo has ganado.

Final séptima parte