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Pamela. El despertar de. Sexta parte de 8

en Hetero: General

Tranco 1-5: Pamela de la mano de su amiga ha aprendido casi todas las artes del amor, ya sabe comer, chupar, tragar y follar y ha descubierto que le gusta con locura.

Tranco 6: Ahh, duele mucho qué me haces. Follarte tu culo, puta, como me has suplicado.

Pamela estaba estudiando en la biblioteca de la escuela durante su período de libre elección cuando uno compañero alto y corpulento se sentó en frente de ella en la mesa de estudio. El masticaba con vehemencia un chicle y aunque Pamela mantenía los ojos clavados en el libro, sabía que el chico estaba mirándola.

El chico estiró la  mano para alcanzar el cuaderno de Pamela y en la última página escribió una frase, devolviéndole el cuaderno por la página escrita.

Pamela no tocó el cuaderno pero pudo leer lo que estaba escrito en él: Estoy muy necesitado, quiero que me hagas una mamada. Se sonrojó hasta las orejas. Echó un vistazo alrededor, seguro que todo el mundo en la biblioteca sabía lo que había escrito. Para su sorpresa, nadie los estaba mirando ni siquiera el bibliotecario con ojos de lince les había cazado.

Levantó la vista y se fijo en él, era Pedro, el capitán del equipo de baloncesto, alto, guapo, musculoso, con un hoyuelo en la barbilla. Oh, pensó, el sueño de todas las chicas y le estaba invitando a ella. Pero cómo es posible si nunca se ha fijado en mí.

Él le devolvió la mirada con pícara expresión. Estiró la mano por debajo de la mesa acariciando la rodilla de Pamela, susurrándole. —Llevo varios días viéndote y al verte aquí me he dicho, este es el momento. Lo vamos a pasar de fábula, es grande, esta alterado y necesita que lo calmes.

Un espasmo recorrió el cuerpo de Pamela al notar esa mano nervuda pero delicada, que la sobaba. Esa voz honda y sonara se estaba dirigiendo a ella. Estrujó sus muslos debajo de la falda para contener las punzadas de su conejo. Ya lo notaba grasiento y caliente. Se preguntaba cuántas veces se había masturbado pensando en su polla.

El fornido capitán se levantó y Pamela recorrió su cara, su tórax, su cintura y se quedo prendida del paquete que sobresalía en la bragueta de sus pantalones. Salivaba intentando imaginar cómo sería su polla, cómo la sentiría entre sus labios, cómo sabría.

El sonrió de la manera que indicaba a las claras lo que ella estaba pensando y decidida a satisfacerle. —Te espero fuera en el vestíbulo.

Por unos momentos Pamela cerró los ojos, desde que Cecilia la había follado, se había despertado dentro de ella unas ansias lujuriosas que le hacían que cada vez estuviera más cachonda, más caliente, más necesitada de semen. Había sido unas semanas de desenfreno total con su amiga, y ahora iba a cumplir unos de sus sueños tragarse la polla del capitán del equipo de baloncesto.

Unos minutos más tarde, salió Pamela de la biblioteca con las piernas temblorosas. El la estaba esperando, cuando la vio se agachó sobre el surtidor de agua para beber agua y al aproximarse ella, le dio un asentimiento con la cabeza.

Pamela se acercaba a él en trance. Sus senos se habían hinchado y sus pezones endurecido bajo la blusa en solo pensar de lo que iba a ocurrir. Su corazón latía con tal intensidad que apenas podía oír sus pensamientos.

Él rodeó con el brazo a Pamela y le masculló con suavidad que presentía que era una buena mamona y que lo iban a pasar genial. Sin más la dirigió por el vestíbulo hacia las escaleras.

Pamela estaba demasiado aturdida para preocuparse por donde el chico la estaba llevando. Subieron unas escaleras hacia la parte de atrás del edificio y luego bajaron por otra y tras recorrer un corredor bajaron por una angosta escalera hasta un pequeño cuarto oscuro, alejado de todo mundo. Tras entrar, él echó el cerrojo de la puerta y encendió la luz.

El cuarto olía a detergentes y fluidos limpiadores. Las fregonas y los cubos estaban apoyados en una esquina. Había un fregadero al fondo contra la pared.

El se acercó a ella, la miró desde arriba, y empezó a tentarla con la palma de su mano sobre sus nalgas hasta apuntar con el dedo medio a su ano y presionarlo  a través de la tela de la falda. Pamela seguía expectante, como una perra esta a la espera de las órdenes de su amo. EL chico sonrió, bajó la cabeza y atrapó los labios de ella con los suyos.

Un gemido de placer se le escapó a Pamela al notar como una lengua inundaba su cavidad vocal y se hacía amo del lugar. Se abrazó a su cuello y las lenguas juguetonas se enroscaban como jóvenes víboras.

Mientras la besaba, la empujó contra la pared. Su cuerpo la presionaba y su manó trepó por su cintura, metiéndose debajo de la blusa para llegar al sujetador deportivo atravesando el elástico y con un tirón liberó sus blancos globos, de su prisión.

Los senos liberados, fueron aplastados y  retorcidos por la palma de su mano que rotaba sobre erguidos pezones duros como la punta de una peonza. Satisfecho, comenzó a estrujar y castigar esas moras con el pulgar y el índice como si fueran dos garfios hasta que un alarido de placer y dolor se le escapó a su presa.

La respiración de Pamela se aceleraba, sus labios seguían soldados, las bocas  inundadas de la saliva de ambos. En su calentura cogió el paquete de él y empezó a apretujarlo a través de su pantalón.

—Tía, ¡Oh! que dulces tetas tienen, respingonas y duras. —En su febril estado  desbotonaba, nervioso los botones de su blusa. Un botón saltó e hizo un clic sobre las baldosas del suelo.

Pamela jaleaba como si justo hubiera terminado un sprint. —Ten calma.

El capitán tiró de la blusa y el sujetador sacándoselas por la cabeza y sus brazos, quedando desnuda de cintura para arriba. Sus manazas empapadas en sudor cayeron sobre sus tetas. Sus pezones se deslizaron entre sus dedos. Pamela se quedó sin aliento, su vulva contrayéndose. Se agachó y comenzó a chupetear sus pezones y Pamela casi se corre en ese instante.

—¡Oh Dios!, ¡para! —suplicaba intentando zafarse de él.

El la sujetó con fuerza, sus labios besaban y chasqueaban alrededor de las aureolas de sus tetas, Su lengua cacheteaba con codicia las ennegrecidas moras con rápidos vaivenes. Absorbió un trozo de carne de teta y lo roía con furor, gruñendo como un perro hambriento.

Un trallazo de éxtasis recorrió el cuerpo de Pamela, sus ojos casi saltan de sus orbitas. Arqueó las piernas y con verdadero frenesí apretujaba y retorcía los labios de su vulva sobre el paquete de él. Su cremoso fluido empezó a empapar a los hinchados y palpitantes labios.  Gemía y aullaba como una perra salida.

Comprendiendo que la zorra ya estaba bastante caliente, metió la mano por debajo de la falda y bragas; y comenzó a toquetear su peludo conejo, deslizo un dedo por entre sus labios y metió un dedo por su coño comenzando a follarla para tenerla a punto.

—Ohhhhh Dios —Pamela mascullaba entre sollozos. Ofuscada por el inmenso placer que le proporcionaba el corpulento jugador al chuparle sus tetas y follarla con su dedo insertado. Sus dedos se retorcían en sus píes de la tensión. Se retorció con cada penetración de ese dedo percutor.

Al cabo de un rato cuando Pamela estaba batida a punto de nieve, sacó el dedo de la cueva y lo inspeccionó, observó cómo crema pegajosa empapaba su dedo, se escurría y empezaba a gotear. Se lo acerco a su nariz y tras olerlo se lo lamió con glotonería.

—No hay nada como el sabor de un dulce y caliente coño —exclamó.

Se quitó su camisita luciendo un torso grande y musculoso, se quito los pantalones y sus calzoncillos quedando al descubierto su erecto miembro viril que se balanceaba, latiendo y rezumando en el aire. Su inmensa polla relucía a la luz de las bombillas con un glande lustroso algo cubierto por la piel de prepucio.

—Tía cómo me estas poniendo, eres una viciosa que hay que tratarte bien —agarró su lanza y se pajeó unas cuantas veces, para tenerla a punto.

Pamela podía oler el hedor que desprendía su polla en el pequeño cuarto. El hedor repulsivo, le excitaba, poniéndola más cachonda si cabía. Estiró su mano y acarició el húmedo y abrasivo cabezón. Su mano se embadurnó del lubricante que rezumaba del agujero de mear.

—La quieres, ¿Eh?, tranquila te la vas a tragar hasta la empuñadura, pero antes ponte cómoda. Desnúdate.

Pamela sin quitar la vista del lascivo percutor se deslizó la falda y las bragas por las piernas y en el suelo las tiró a un lado con los dedos de un píe.

Desnuda, su suave cuerpo joven se arreboló, su piel brillante y cálida la producía tal hormigueo que trató de apaciguarlo presionándose contra el del musculoso jugador. Rozaba su vientre contra su polla y acariciaba su muscular tórax besando y lamiendo sus pequeños pezones. El la apretujó con sus brazos y las fuerzas la flaquearon.

Pamela estaba pérdida por él, dispuesta a hacer cualquier cosa que le pidiera.

El chico le susurró a su oído —veo que eres una pequeña lasciva necesitaba de dulces pirulís. A este lo vas a tratar con mucho mimo y hasta el fondo de tu garganta como una buena chica.

Aflojó el abrazó y empujo a la chica al suelo para ponerla de rodillas con la cabeza enfrente de su punzón. Frotó su polla por su cara, embadurnado con su prelefa nariz y mejillas, salpicando cejas y labios.

Pamela gimió, moviendo la cara de lado a lado disfrutando de sentir ese venoso aguijón contra su piel. Estaba tan caliente y resbaladizo, con una piel aterciopelada y sin embargo duro como el acero.

El capitán levantó su polla para enseñarle sus peludas pelotas empapadas en sudor, repletas de leche.

—Muñeca, lame mis bolas, mételas en tu dulce boca.

Pamela lamió las bolas sudorosas. El salado perfume con sabor almizclado la hizo marearse y emborracharse de lujuria. Agarró la polla y comenzó a lamer ascendiendo por el tronco venoso hasta el glande para después volver a bajar y meterse un huevo en su boca mordisqueándolo ligeramente. Tan cachonda se puso que empezó a follarse ella misma con sus dedos.

La dejo disfrutar por un rato hasta que la quito el juguete y se lo apunto a su boca El niño metió su percutor en su boca, ordenándola. —Succiona la cabeza con tus labios y límpiamelo con tu lengua.

Pamela con glotonería succionaba y lamia la esponjosa cabeza del tubo del muchacho como si estuviera embadurnada de dulce miel. El sabor ligeramente amargo y guarro de la juvenil porra la hizo salivar. Ella chupó sorbiendo ruidosamente, su lengua relamía con codicia alrededor y alrededor del cálido y palpitante manjar. Gotas de leche lubricante caían dentro de su boca y resbalaban a su garganta. Poco a poco la porra se iba metiendo en las profundidades de la boca. Las mandíbulas le empezaron a doler pero daba igual, trataba de engullirlo y disfrutarlo.

Agarró con la mano la base de su polla y se lo metió con más fuerza. Sujetó su cabeza con sus dos manos y enculaba imprimiendo en cada balanceo más ímpetu, más fuerza. La pulla entraba más y más hasta llegar a sus amígdalas. Durante unos momentos la polla salía en toda su longitud para volvérsela a meter hasta dentro rozando en su avance paladar, lengua y carrillos.

Cuándo ella se atragantó y tuvo una arcada, él aprovechó y de un viril empuje se lo metió hasta la base golpeando los huevos en su barbilla y entrando hasta la faringe, donde lo dejo un rato hasta que Pamela recuperara la respiración. Lubricado la faringe de su líquido lubricante, el vaivén fue más llevadero. Su nariz se sepultaba con la maraña de pelos ensortijados de la base, con la polla completamente sepultada en esa profunda cavidad.

 —Vaya, vaya, si que eres una excelente mamona y sabes cómo tragarte mi fornicador hasta el fondo. No hay muchas chicas tan expertas como tú, que puedan embuchárselo todo sin medio atragantarse hasta casi morir. Ohhhhh Que bien, cuando placer das. Chupa, chupaaaaa. Traga. Ohhhhhh.

Los labios tensados como una goma elástica a punto de reventar abrazaban ese  grosor del nervudo falo produciendo ondas delirantes con su roce. La polla reptaba adelante y atrás con su cabeza masajeando las amígdalas. Pamela podría sentir la piel envolvente del prepucio como se desplazaba de acá para allá a lo largo del duro mango, estrujándose y ensanchándose como un acordeón.

—Oh Dios, que bien lo haces, mejor que muchas profesionales; y yo que siempre pensaba que eras una estrecha. ¡Joder! Las sorpresas que da la vida.

Pamela gimió, inclinando la cabeza, preparándose para sorber el néctar del gordo y palpitante falo que se metía en su boca viciosa. Batía la lengua en la parte inferior del pomo carnoso para conducirla a la erupción de su lava. Quería la lava con desesperación. Necesitaba saborearla. Ansiaba que esos pesados huevos chocaran contra su barbilla a la vez que su carga salpicara con fuerza su garganta. Oh, cómo amaba esas peludas bolas. Mientras mamaba, sus dedos atravesaban los rosados labios del peludo conejito a la par que la palma de la mano chocaba contra su clítoris. Cuando él se corriera en su boca ella iba a correrse también como disciplinada mamona.

Pedro agarró su cabeza, utilizando su boca abierta y su garganta como un coño igual que como lo hubiera usado en caso de haberla follado. Sacaba la polla hasta casi los labios para volverlo a meter con fuerza. Cerró los ojos del placer que sentía. Estocada a estocada, fue aumentando el ritmo cada vez, más rápido, más violento. La saliva de la mamona Pamela empapaba el percutor como si fuera jugos del coño. Relajando su garganta era capaz de tolerar todo la longitud de la estaca pasando como una estocada sin atragantarse. Su polla chapoteaba en su boca y garganta, justo como si huera estado jodiéndola por su coño.

Pamela amaba como en cada estacazo, la estaca se hinchaba y se endurecía. Se estiró un poco para alcanzar y estrujar sus bolas.

—Oh, baby —el jugador empezó a balancear sobre sus pies, Su cabeza delirante se movía de lado a lado, su respiración se aceleraba, resoplaba. Los huevos estaban a punto de reventar su lava caliente—. Tienes una lengua eléctrica, y una boca como la de una becerra hambrienta ¡Hostias! Me voy a correr.

Pamela gimió, gruñía y succionada. Su cabeza se balanceaba de derecha a izquierda y de arriba abajo. Sus labios producían sonoros chasquidos. Tragaba el lubricante preseminal que babeaba en su garganta. Sus dedos, ahora eran tres, entraban y salían con fuerza inusitada en su húmeda cavidad restregándose por las paredes, agitando sus entrañas en ondas delirantes. Oh, quiero su cálida leche, se decía, quiero comérmelo toda ella, Quiero atragantarme de su manjar, chico grande dispáralo ya.  Su mano izquierda manoseaba y comprimía las peludas pelotas para que reventaran.

—Ahhhhh. —Un grito retumbó—. Toma mi leche —atrajo su cabeza y la forzó en  un impulso desesperado para meterla por completo. Su polla se estremeció, se arrugó y con espasmos uno detrás de otro descargó toda su cálida lava.

El semen ardiendo inundó la garganta de Pamela, cada escupitinajo que soltaba la porra, la cálida leche salía a borbotones del agujero de mear, se esparcía por la garganta, parte entraba al esófago, parte se deslizaba por las comisuras de sus labios creando regueros blancuzcos que bajaban por su barbilla.

El placer mareaba a Pamela, estaba en el Cielo, su boca rellena con los chorros de leche, sus sentidos mareándose con el gusto, sabor y  aroma de fresco arroyo del adolescente. Su coño se estrujó en torno a esos dedos folladores y estalló con múltiples espasmos. Atenazó sus muslos contorsionándose en un éxtasis delirante.

— Ooooh, amor—Pedro gimió—. Córrete conmigo, siéntela conmigo. Oh, baby eres fantástica.

¡Mmmmm! Pamela gruñó y gimió mientras tragaba y chupaba los últimos colgajos cremosos de la leche espesa. Con cada espasmo de convulsión, decaimiento o flojera del exhausto ardiente arpón en su boca, le producían contracciones y espasmos en su empapada vulva. Sus jugos se derramaban por sus muslos y sus dedos se retorcían y se frotaban en lo hondo profundo con las sensibles paredes del coño.

El capitán empezó a gemir por el fuerte castigo que estaba recibiendo su flácido tronquito y raudo, se lo sacó de su hambrienta boca.

—Se pone demasiado sensitivo tocarle cuando termina de trabajar —le avisó—. Ha disfrutado pero ahora hay que dejarle reponer fuerzas.

Pamela se recostó en sus talones, mareada y jadeante, con su diestra todavía frotaba su conejo para que su delirante comezón mantuviera las últimas orgásmicas punzadas del placer. La polla doblada por su mitad se balanceaba sobre sus huevos como si fuera un húmedo salchichón. Ella se inclino hacia adelante y beso la cabeza que ya estaba medio cubierta por el prepucio.

—Vaya como amas las pollas. —El se agarro su miembro viril y lo acaricio como si estuviera ordeñándolo consiguiendo que volviera a la vida al poco rato—. Muñeca, eres tan caliente que me enciendes de tal forma que ya estoy listo otra vez para ti. ¿Qué tal tú?

Pamela sonrió tímidamente, demasiado tímida para decir alguna cosa, pero mostrándole por su expresión que estaba dispuesta a otro asalto.

El chico la atrajo, para besarla y después darle la vuelta y ponerse a manosear su culo. —Dóblate e iza tu bonito culo, mi flor.

Las tetas de Pamela colgaban pesadamente bajo ella. Ella se agarró en el borde del fregadero para sujetarse, contorneando se ano, mientras él jugaba con él. El jugo de su conejo se escurría a lo largo de sus piernas.

—Qué ano más bonito —admirado se quedó sin aliento. Abrió con los dedos pulgares sus glúteos, quedando su malva flor al descubierto. Con la punta de la lengua lamía y punzaba su lengua dentro de ese agujero tratando de colarlo en esa calidad oquedad. Salivado en exceso, metió un dedo entre la pringados labios de su coño para embadurnarlos y decidido a explorar se lo metió por su ano. Primero la mitad después hasta el fondo y empezó a sodomizarla con el dedo castigador.

Pamela reculaba de placer al sentir esa avispa juguetona que picaba y humedecía su seco orificio, para luego escalofríos recorrerla por sus entrañas cuando un dedo invasor culebreaba dentro de su ano. Un dedo no fue suficiente, así que otro dedo se unió a la función y ambos empezaron a penetrar más y más hasta que ambos se ahogaron en la profundidad de ese oscuro pozo.

—Oh, como me está calentando ese pequeño agujero. ¿Lo has usado ya?

—No es virgen.

—Cariño, me encantaría sodomizarte ese prieto ano.

—Entonces hazlo —Pamela dicho, izando aun más su culo abriéndose de piernas para enseñarle su coño caliente listo para él—. Quiero ser follada.

—Vaya muñeca, estas más caliente que una perra en celo —Pedro restregó su mano entre sus piernas, empapándola con los jugos de su almeja que ante los roces volvía a gotear—. Oh  ¿Cómo estás de cachonda?, te aseguro que te voy a follar bien para calmar tu calentura.

Él embadurnó los dedos empapados del blancuzco fluido por arriba y abajo de la raja del culo, para lubricarlo y se puso, otro poco, en la cabeza y el cuerpo nervudo de su polla para aceitarlo todo bien para clavársela hondo hasta los huevos.

 —Oh, cariño, necesito que me penetres, por donde quieras —Pamela ronroneaba. Contorneaba su ano. No podía esperar más a esa cálida porra dentro de sus agujeros. Enrabietada de no tenerlo todavía, su conejo palpitaba y escocía aun más por ser atendido.

— Baby, nunca he visto a una tía tan salida  ¿De verdad quieres darme el placer de clavártela por el culo?

—¡Siiiiiiii! —Pamela siseó.

Sí Cecilia viera ahora a Pamela como se retorcía y lloriqueaba por una polla como un vulgar golfa, se reiría de satisfacción de haber conseguido que su amiga fuera tan salida como era ella.

La agarró por sus caderas y cimbreando su bajo vientre con el ariete aceitado y empalmado lo restregaba por los labios hinchados del conejo. Al contacto, empezó a rezumar su lubricante para follar y con él embadurnaba esos peludos labios necesitados. Se agarró el mango por la base y dirigió la punta a esa rosada apertura llena de grumos pegajosos, comenzó a deslizarlo arriba y abajo sobre los pliegues internos, desde el erecto botoncito de placer hasta el hueco para follar.

Basto dos pasadas para que Pamela se encabritara, se apretujó los muslos para aumentar el roce y, jadeaba y tronaba cada vez que el percutor se metía en su tronera.

Preparándose para sodomizarla, él prefirió follarla un rato para calentarla más. Se lo clavo sin miramiento alguno por el chocho indómito.

Por cada penetración, Pamela se retorcía de placer. —Oh, tío que polla más grande y dura tienes, me enloqueces.

—Y tú, que ano más dulce, apretado y pequeño tienes —exclamó, alucinado de ver esa pequeña malva flor que iba a ser desvirgada—. ¿Por cierto quieres que te encule desde aquí o prefieres otra postura?

—Así, está bien —Pamela exclamó. Aunque nunca había sido sodomizada presentía que esa era la posición natural, inclinada en el aire con el ano recto en línea con su perforador. Impaciente esperaba que la dura carne de su colega la penetrara para disfrutar—. Métemela de una puta vez, no aguanto más.

—Tranquila putilla, que vas a recibir lo que te mereces. Golfa, ¡suplícamelo!

Pamela contoneó su culo rotándolo contra los músculos del bajo vientre de él. —Rómpemeeeee.

—Ooooh, ahí voy —el capitán chilló. Sacó el perforador chorreando del jugo de ella de su deliciosa almeja y con decisión posicionó su ariete en frente del ano, agarró la polla para dirigirla mejor.

El culo de Pamela sentía un cosquilleo al deslizarse la cabeza del ariete por el valle. El cagador se abría y se contraía cada vez que pasaba por su puerta ese perforador que le daba confianza para relajarse ante el impulso rompedor.

—Te gusta esto, perra, porque ya sé que eres una perra salida, ¿verdad?

En su mente enviciada por la lujuria no comprendía muy bien lo que le decía. Solo quería ser follada una y otra vez. —Siiii, soy lo que quieras, amo a tu polla.

Corneó con fuerza la bola de su bastón, pero el esfínter no se dejó perforar.

Pamela, contoneaba su culo, gemía con excitación por ese suave castigo, su coño se contraía rítmicamente, calambres lujuriosos le atravesaban, el placentero picor la enloquecía. —Clávala, clávala. 

Espoleado, por el fracaso y las exigencias de esta salida hembra, nuevos bríos le insuflaron. Reculo y empujo, y empujó y entró.  El glande se había colado en la entrada, pero su ariete solo había conseguido astillar la puerta del ano, no atravesarlo.  La forzada dilatación del esfínter y el recto, produjo el efecto contrario en la mente de Pamela. 

—Ah, qué me haces,  Ohhhh, duele mucho.

—Espera un poco cariño, solo es uno momento, es casi como cuando te hicieron mujer. 

No había llegado tan lejos para dejarlo ahora. Seguía martilleando con su martillo percutor. Ya estaba bien embocado, la mitad estaba dentro. Al recular el ariete, retraía, manchas parduzcas, rojas y blancas.

Pamela se quedó sin aliento otra vez, apenas consciente de lo que la estaba ocurriendo, apenas capaz de creer lo que sentía dentro de ella, ese dolor aterrador, como un comezón al desgarrar y deformar sus tripas.

—Oh que estrecho ano posees, mi flor. No te imaginas el place que das con ese ano como un guante ciñéndose a la polla.

— Ay, qué escozor. Pero qué... pero qué me estás haciendo.

—Follando tu culo, puta, como me has suplicado, relájate un poco y estarás en los cielos. —Echándose sobre ella, alcanzó sus tetas y comenzó a magrearlas,  a pellizcarlas y retorcerlas al tiempo que suavemente mordisqueaba su nuca.

Pamela vio las estrellas. Sus entrañas se contrajeron repetidamente, su coño se abría y se cerraba al unísono, su culo abrazaba con tesón ese percutor que dilataba su recto. No podía creerse lo que le estaba ocurriendo a ella. Ella nunca se había imaginado uno cosa así. Pero estaba demasiado cachonda para pensar en ello. Poco a poco las clavadas le producían tanto dolor como placer. Se coló dos dedos por su coño para masturbarse de forma febril. Ondas placenteras se montaban sobre otras dolorosas, incrementando el deleite, el delirio, el arrebato.  El ritmo de sus dedos aumento. Sollozaba, suspiraba. Ahora se follaba con todo su ser hasta dentro. Se sentía una golfa, pero que lo iba hacer si le encantaba. Con arrebato intenso empezó a culear para sentir ese percutor mejor. Oh como la iba gustar que la sodomizaran.

—Baby, muñeca. ¡Oh que bien culeas! —su vientre chocaba contra esas blancas y tiernas nalgas de ella. Sus huevos contra su coño y su gran polla, ahora todo dentro,  estaba constreñida en ese ceñido hueco, produciéndole un delirante placer como jamás había tenido antes—. Amo tu culo, golfa. ¡Nunca me he follado un culo tan ceñido! Putona, necesito aflojar un poco la marcha, no quiero correrme tan pronto.

Sus manos volvieron a su barriga, agarrándola por las caderas, sus manos fácilmente abarcaron su delgada cintura.

—Vamos a contenernos un poco —requirió él. Con sus manos rotaba la cintura de ella y ésta sus entrañas, consiguiendo que el recto aumentara su placer. Aflojó las penetraciones, ahora eran más acompasadas, casi sacaba todo su ariete carnoso para volverlo meter hasta los huevos—. Oh tía, como amo esto.

Los ojos de Pamela estaban llenos de lágrimas subidas de tono. Un cosquilleo se producía en cada celda de su desnudo cuerpo.  Gemidos placenteros se le escapaban al sentir ese percutor como entraba y salía haciendo estragos en sus terminaciones nerviosas. Dejo de follarse con sus dedos un momento. De su mano se derramaba copiosos cuajarones que se deslizaban por sus muslos como cálido jarabe. Sentía su polla como una cálida y oleosa serpiente corriendo por sus tripas, despertando nuevas y delirantes sensaciones placenteras.

—Vamos fóllame bien —Aulló fuera de sí, delirando con placer, borracha de excitación— Vamos rómpeme el culo, cabrón.

A pesar de que él intentaba mantener las penetraciones suaves y constantes, Pamela se las arreglo para cimbrearse y culear con verdadero frenesí su culo, consiguiendo que su ano sorbiera y royera con fuerza a ese gigante gusano que transitaba por él.

—¡Mierda! —jadeó el muchacho—. Qué me haces, furcia. Te vas a enterar, te la voy a sacar por tu boca, ninfómana.

Agarrándose bien de su cintura, empezó a desplazarla adelante y atrás a compas de sus punzadas. La calzaba y la clavaba con rabia. La sacudía con fuerza, zambullendo su ariete en ese pozo lleno de chocolate lo más hondo posible en un intento vano de sacársela por la boca.

— Ahhhh! ¡Ahhhh! ¡Yeahhhh.

—Sí, así —Pamela rechinó, siguiendo con los contoneos, tratándose de follarse ella misma con ese penetrante y triturador falo de su amigo. Parecía como si esa polla disparaba ráfagas eléctricas que explotaban por todo su ser enloqueciéndola de lujuria.

Pedro gemía como si estuviera siendo azotado. Su musculoso bajo vientre sacudía su ano como si fueran sonoros cachetazos. Los golpes eran tales que casi dejaba a la chica sin aire en los pulmones. Las tetas se agitaban como los balones llenos de agua a punto de reventar. Su cabeza se retorcía de lado a lado y su cola de caballo flotaba en el aire. El muchacho atrapó la cola de negro pelo y tiró de ella, haciendo que Pamela arqueara su espalda y forzando su recto a combarse más. Su ano cruelmente se  tensó sobre ese perforador. El la calzó con un final ráfagas de puyazos hasta explotar dentro de ella.

—Uhhhhh —Bramó, su cuerpo sacudió con fuerza un espasmo produciendo que su polla exhausta disparara el semen a borbotones regando el ano.

—Siiiiii —Pamela canturreó, nublándose la vista mientras espasmos delirantes estallaron dentro de su ser por la reacción simultanea de su coño follado y su culo ensartado.

Ambos se movieron al unísono como si fueran bailarines. Sus cuerpos se sacudían y se estremecieron al tiempo que espasmos orgásmicos eran producidos como ondas pulsantes por sus órganos de follar invadiendo cualquier parte de sus jóvenes cuerpos. La polla flexionaba tan poderosamente en cada eyaculación que estuvo a punto de levantar a Pamela en el aire.

Ella sintió como el semen chorreaba su dilatado recto, un montón del jugo  salpicaba y chapoteaba por sus tripas. Su culo contrayéndose rítmicamente succionada esa polla como si fuera su propia boca, ordeñando cada gota del agujero de mear.

Jadeante, él sacó bruscamente su polla fuera de ella. El culo de Pamela se quedó boquiabierto durante varios segundos antes de que comenzara a cerrarse. Puso dos dedos dentro de la apertura y deja que el culo los atrapara para después comenzar follarla con ellos hasta que exprimiera su último orgasmo y el semen saliera fuera rezumando sus dedos percutores.

—Oh qué culo tienes. Cálido y prieto —él masculló—. Nunca me he follado un culo igual.

Él se cayó sobre sus rodillas detrás de ella, besando y lamiendo su culo, mordisqueando sus nalgas. Con su lengua volvía a sodomizaba con verdadero furor y Pamela gemía mientras su cálida lengua manoseaba y aliviaba su dilatado esfínter.

Él saco la lengua del agujero del culo y comenzó a lamer su peludo coño. Sus viscosos fluidos goteaban en su barbilla, en su cuello y se deslizaban por su pecho. Pero no se paró en su coño sino que sediento del exquisito manjar arrebañó los restos existentes en sus muslos y entrepierna y satisfecho volver a succionar su coño otra vez. Empujaba su lengua como un pequeño aguijón dentro de ella, comiéndola con verdadera voracidad produciendo ruidos de chasquidos, sorbos y chupeteos.

Pamela estiró su brazo para cogerle y tirar desde su nuca para meter profundamente su boca en su entrepierna restregándolo como una posesa.

—Mmmmm! —él gruñó—. Mmmmm Mmmm.

Lamió, chupó y rayó, y la follo con la lengua hasta que el coño de Pamela explotar en su boca, absorbiendo sus jugos como si se tratara dulce miel.

—¡Perra salida! Oh, dulce perra.

Pamela follando su coño en su boca, enloqueció perdiendo el conocimiento. No escucho las palabras finales de Pedro, mientras se vestía y la dejaba allí tirada:

—Tu amiga Cecilia me dijo que follabas como una leona. Se ha quedado corta, más bien follas como una ninfómana desesperada.

Fin de la sexta parte