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Y era que sí

en No Consentido

Me llamo Paula y vivo sola desde hace unos cinco años que me independicé. No sabría definirme como guapa ni fea, del montón. 1’70, delgada, media melena de cabello castaño oscuro, 38 de pantalón y tetas pequeñas pero aún en su sitio. Trabajo en el hospital de la ciudad de al lado y últimamente me matan los cambios de turno. Esta es la historia de como hace unos días mi aburrida vida dio un giro inesperado.

Salia del trabajo bastante tarde y el portón del garaje no funcionaba así que busqué un aparcamiento alrededor de casa. Por la acera aceleré el paso al ver una furgoneta que circulaba a mi lado, se oyen tantos casos raros últimamente que ya vas acojonada. Un hombre bajó la ventanilla y me preguntó:

-Perdona, es esta la calle Ramirez Blanco?

-No, es dos más arriba, girando ahí a la derecha y luego a la izquierda.

Qué tonta, sólo era eso. La furgoneta siguió pero se paró en seco y dio marcha atrás. El mismo hombre me pidió que me acercase para que le señalara en un callejero. La puerta trasera se abrió y tapandome la boca me metió dentro de un tirón.

-Tranquila nena, no queremos hacerte daño.

No recuerdo nada más hasta despertar en un almacén con muebles viejos, unos sofás rotos y un colchón en el suelo sobre el que estaba maniatada y en ropa interior. Me costaba moverme e incluso hablar. Esos cabrones me habían dormido y a saber qué más. Por suerte no me dolía nada. El tío de la furgoneta tendría unos 50 años, pelo canoso, delgado, ojos azules y sonrisa embaucadora, vestía solo unos vaqueros y los pelos rizosos del pecho brillaban sobre una musculatura perdida hacía un tiempo. El otro debió ser quien me metió en la furgoneta. De unos 42 años, más gordo y algo calvo, mirada oscura y serio. Sentados en unos taburetes esperando que despertase.

-Buenas noches bella durmiente

-Soltadme, cabrones!!

-Pronto, si te portas bien.

-Vamos, qué queréis?, dejadme en paz

El canoso se echó sobre mi y me bajó las bragas hasta las rodillas.

-Ahh, no, por favor, no me hagáis daño.

-No queremos, todo lo contrario, jajaja.

Su colega le pasó unas tijeras y me cortó el sujetador dejándome desnuda total, temblando y llorando.

Me manoseó todo lo que quiso, pellizcando, estrujando y metiendo dedos en boca y coño. Yo sólo sollozaba intentando suplicar. Me masturbaba con paciencia y su colega le increpaba que me follara de una vez. Huía de sus besos pero ahí abajo empezaba a mojarme sin querer. Fue entonces cuando cortó la atadura de los tobillos, se me puso encima y de una vez, despacio, mirándome a los ojos, enterró su dura polla en mi coño. Apenas pude verla, sólo sentirla poco a poco en mi estrecho coño. Me dolía pero más su mirada de orgullo. Bombeó varias veces despacio, acomodándose.

-Te gusta? Sigo?

-No por favor, déjeme…

Salió de mi y de un salto plantó su polla frente a mi cara

-Pues chúpala un ratito, ponle interés

Dudé pero si así dejaba de follarme… No sabía tan mal como esperaba, el hombre no olía a sucio. Me afané en agradarle para acabar cuanto antes. Se apartó y me puso a cuatro patas enterrándome otra vez la polla, bombeando fuerte y a fondo. Los quejidos les parecieron gemidos y el hombre se iba animando dando azotes en el culo y masajeandome el clítoris. Ni yo misma sabía si quejarme o gemir.

-Me voy a correr, puta, lo hago en tu coño o en tu cara

-Aah, nooo.

-No qué, puta, pídelo.

-Córrase en mi cara por favor.

Se salió y me propinó varios azotes por los que sólo gemí por miedo a algo peor. De rodillas, siguió meneandola frente a mi y me ordenó abrir la boca. Bueno, mejor la boca que el coño, pensé, así que obedecí esperando que todo acabara. Dos largos chorros cruzaron mi cara, otros pequeños acabaron directos en la boca dándome arcadas. Me ordenó tragar e hice lo que pude aunque mi cara era un reguero de lefa.

-No está mal. Ahora nos vas a dar las gracias por no dejarte preñada y por pasarlo tan bien.

-Qué? Putos locos, dejadme en paz!

-Me he portado muy bien contigo, te he hecho el amor. Puedes obedecer y te dejamos ir… o los dos te enseñaremos lo que es una auténtica violación.

-Mmm, gracias, gracias por no correrte dentro…

-Espera, vas a hacerlo en video, aquí en mi cuello, y que suene convincente.

Me soltaron las manos pero no dejaron que me limpiase, tenía que salir muy puta en el video, y feliz. El gordo cogió el movil y empezó a grabar. Sentada en su regazo, abrazados como enamorados, aunque sólo era un cerdo baboso y su víctima engañada.

-mmm, hoy he conocido este maravilloso hombre que me acaba de follar pero le agradezco que se haya corrido en mi cara y boca, y… (me pellizcó un pezón y me abrió las piernas enseñando el coño a cámara) y...lo he pasado muy bien, tanto que estoy deseando ser su puta sumisa, que me eduque para obedecerlo.

Le debió de gustar porque me tiró al suelo y me ordenó vestir. Estaba temblando y no acertaba a abrochar la blusa. Follada y humillada, ¿qué contaría en la denuncia?

-No te molestes en denunciarnos. Este video demuestra que todo ha sido voluntario y si se lo cuentas a alguien, puede circular por las redes a gran velocidad. Tenemos amigos en la policía que de hecho están deseando conocerte.

-Cabrones, chantajistas!

-De momento mañana estarás aquí a las 9 de la noche, y traes el coño pelado. Toma este contrato, nos lo traes firmado.

No pensaba volver jamás pero dije que sí para salir de allí cuanto antes.

Estaba en el polígono, de camino a casa varios coches y camioneros me pitaban confundiendome con una puta.

Al llegar a casa me di una ducha para quitarme ese olor a macho, a lefa reseca y a culpabilidad. Busqué por alguna página porno los últimos videos subidos temiendo encontrarme. No vi nada. Un nuevo email “recuerda, puta”. Lo abrí con un escalofrío. Varias capturas del video junto a un escueto mensaje: “recuerda el contrato. A las 9”.

Oh no, el estúpido contrato. Era sólo una página donde aceptaba ser su sumisa sexual, recibiendo polla por boca, coño y culo, pudiendo ser atada, azotada, pinzada, y como anexo pudiendo ser compartida.

Nadie firmaría algo así en estos tiempos. Tenía que denunciarlos. Oh no, me tenían bien cogida con el vídeo.

Esa noche tardé en dormir pero caí rendida. Al despertar, instintivamente pensé en pelarme el coño. Qué cojones! Cómo podía pensar en hacerles caso? Umm, ese tio y su mirada, su forma de ponerme cachonda, ufff, nooo, no. Bueno, me gusta pelarme el coño, lo haré por mi. Mientras lo dejaba todo suave me venían a la mente sus embestidas y el otro tio animando.

Ocho y media, anocheciendo. Sí, tenía que ir, esta vez con ciudado. Me puse unas minibragas blancas y sujetador a juego, minifalda negra y top blanco.

Al llegar al portón de la nave ni siquiera tuve que llamar, el gordo abrió de golpe, me esperaban.

-Pasa, Fabio está al fondo. Yo soy Julian.

Me sorprendió la amabilidad, hasta dos besos y una sonrisa.

Fabio, hoy vestido, me besó la mano y me invitó a sentarme con él en el sofá, pasando delicadamente su mano sobre mi culo.

-Solo vengo a deciros que no voy a aceptar más chantajes, y que esto del contrato no lo traga nadie.

-Vaya, no has firmado. Has incumplido algo más?

Me puso en pie y mientras me sujetaba, Julian subió mi falda y bajó las bragas descubriendo el coñito depilado, con los jugosos labios gorditos como una invitación.

-Fabio, se ha pelao la muy guarra.

El gordo se deleitó tocando y metiendo un dedo y dos en la cueva que empezaba a mojarse. Mi culo buscaba el roce con el canoso y ambos se dieron cuenta.

-Julian, esta viene pidiendo más.

-Hoy me toca a mi y la follaré a mi manera pero antes…

De un empujón me arrastraron hasta una mesa y me pusieron el contrato delante. Con el culo al aire, un azote de cada uno que resonó en toda la nave casi me deja sin aliento.

-Firma para que podamos empezar tu entrenamiento, zorra.

No se si por miedo o porque en el fondo deseaba ir un poquito más allá, firmé. Ambos soltaron carcajadas que me hicieron pensar que todo era una macabra broma. El canoso se me puso serio:

-Sabíamos que firmarias. Te hemos hackeado el ordenador y tus fotos y videos desnuda, tu historial de páginas sado, te delatan de lo que de verdad deseas, machos que te follen y te usen sin piedad. Felicidades, vas a cumplir tus sueños. Jajaja. Desnúdate!!

Ahora sí que me asusté. Tenían esas fotos? Esa información? Me despojé de la falda y terminé de quitar las bragas. Quité el top y el sujetador dejando al aire los pezones tiesos, el coño depilado y el culo firme por los altos tacones que aun llevaba. Cuando me iba a descalzar, el gordo me paró, quería que les hiciera un desfile sexy, contoneándome alrededor de una silla y diciendo palabras soeces que me hacían repetir como “aquí está vuestra puta”, “metedme la polla hasta el fondo”, “rompedme el culo”,... Me sentía ridícula y quería salir corriendo.

Julian me tiró de los pelos hasta caer a sus pies de rodillas para que le chupara la polla que ya salía tímidamente por su bragueta. Instintivamente abrí la boca y me la llenó con un falo flácido. Mientras jugaba mi lengua con él intentando no ahogarme, lo sentía crecer y endurecerse. Babeaba y le golpeaba intentando separarlo. Cuando le pareció suficiente, me soltó y me arreó un tortazo que me hizo caer al suelo, entre lágrimas.

-Qué bruto eres, Julian. Nadie la va a querer con marcas.

-Si es lo que le gusta, ya viste lo que visita en internet.

Con esta frase me soltó un escupitajo que resbaló desde el pelo por mi cuello. Se desnudó dejando ver un cuerpo poco cuidado, menos peludo que su amigo pero con más tetas que yo. Sudaba y no olía tan bien como el canoso. Se sentó en el sofá con la polla tiesa, animándome a que lo montara. Mi cara de asco les dio una pista, a lo que Fabio me abrazó y me llevó cariñosamente hasta su colega. Me situó sobre su polla y mientras me besaba, el gordo me empujaba para enterrarme la polla hasta el fondo. No estaba dilatada a pesar de la excitación y sentía que me ardía por dentro. Julian sujetó los brazos a mi espalda y el que hacía unos segundos me besaba como un novio, ahora me retorcía los pezones entre mis inútiles quejidos y meneos para soltarme.

-Vamos, cabalga esa polla, que lo estás deseando. Ya!

Cuando empecé a subir y bajar, notando el roce de aquella punta dura y gorda, por fin me soltaron. Seguí un rato cabalgando entre la vergüenza y el placer inesperado. Los gemidos ahogados me delataban y se reían de sus logros, haciendo mofas del bamboleo de mis tetas, de lo mojado que tenía el coño o de mi cara de placer.

De repente me quitó de encima, cuando parecía que me iba a correr. Por contrato no estaba permitido sin permiso y así me lo recordaron. Pensé que ahora se querría correr en la cara como el otro pero me tumbaron en la mesa boca abajo con las piernas colgando y al grito de “inspección anal!”, sentí un dedo en el culo. Debió hacerlo con lubricante porque no me dolió, entonces lo intentó con dos. Mi reacción fue apretar y la suya fue varios segundos de azotes que me dejaron el culo picando. Entonces traté de relajarme para no complicar las cosas, así que dos dedos ya me dilataban la puerta trasera. Y al poco la polla del canoso ocupó su lugar. Era más delgada que la de su compañero y agradecí que fuera con cuidado, el otro bruto me habría reventado. Era la primeras vez con una polla.

-Te gusta más que tus juguetitos? Ahora tienes más cara de puta que en el video del cepillo, jajaja. Julian, haznos una foto para que tenga un recuerdo de su primer anal.

Me pusieron a cuatro patas en el suelo y el culo me palpitaba al notarse otra vez vacío. Era una sensación extraña. Y se complicó cuando el gordo sacó unas pinzas con cadenita para los pezones, apretandolos cuando ya estaban bien sensibles. Al principio dolían. Cuando Fabio volvió a enterrarme la polla a fondo, fue como un alivio, el culo lo estaba pidiendo y las tetas al moverse convirtieron en placer esas pinzas. Julian se situó delante y no hizo falta decirme nada para que se la chupara con deleite. Las embestidas en mi tierno culo me estaban poniendo muy cachonda y chupar pollas aun más. Ahora sí que era una puta, y la verdad que no me importaba. Fabio decidió ponerme a prueba y masajeó el clítoris hasta hacerme temblar, pero no podía… aaah, mmmm…

-Por favvvaaahoor, permiso para correrme, aaaah.

-Jajaja, pidelo mejor.

-Señor, por favor, su puta está cachonda y pide permiso para correrse, ummm, ooh, por favor.

-Permiso concedido.

Con la polla de Fabio en el culo y la de Julian ahogando mis gemidos en la boca, rompí en orgasmo corriendome por los muslos y la mano experta del canoso. Ambos parecieron animarse y sentí los chorros arder en mis entrañas, algo extrañamente placentero, y la espesa leche del gordo brotó en mi boca, tanto que no conseguía tragarlo y se derramó parte al suelo.

Los tres exhaustos, jadeando. Las pinzas de las tetas empezaron a doler de verdad y quise quitarlas pero Julian no estaba conforme del todo, les pegó un meneo con lo que dolieron aún más y dijo:

-Ooh, zorrita, no has acabado de complacernos, has tirado tu merienda, ponte a cuatro patas y a lamer.

Pretendía que lamiera su lefa del suelo. Y Julian corrió hacia su móvil.

-No, por favor, sin fotos! (suficiente humillación era)

-Aquí mandamos nosotros y por lista te haré un video, empieza a limpiar!

Me moría de vergüenza, lamiendo semen del suelo mientras me hacía primeros planos, de la cara, las tetas todavía con las pinzas, los muslos brillantes de mi corridas y la suya saliendo de mi dolorido culo.

Sin dejar de grabar me indicó que estaba bien , que me quitara las pinzas. Uff, alivio y dolor. Me hizo darles las gracias, ambos me dieron un húmedo beso, me mandaron vestir y con un “ya te llamaremos”, me echaron fuera de la nave.

Era realmente de noche y al volver a casa otra vez los pitidos de los coches y sus piropos me recordaron que esta vez sí era una puta, y lo más absurdo es que no sabía si sonreir o llorar. Me estaba gustando ser usada? Me estaba gustando Fabio?