De repente apareciste, como destello de fresca fragancia, lucías una bata transparente de seda color natural, la luz de la chimenea.
Daniel me dijo: quiero que seas mía. Quiero entrar en tu cuerpo, pequeña mía.
Alejandra no se escapó, es mas abrió su boquita, para que nuestras lenguas se exploraran en un beso dulce...
En ese momento, ella me sacó de encima y bajando por mi cuerpo con besos.
Todo fue una lucha de abrazos, y lenguas que pugnaban por desentrañar una dura batalla de conocimientos mutuos.
Y mas besos desquiciados inundaron nuestras bocas...
Una historia, un reconocimiento al amor.