Recordaba nuestros reencuentros, apasionados y jugosos como son todos los polvos reconciliatorios tu pidiendo más y más, ordenando que te atravesara, que la clavara fuerte, sin piedad, con más brío, despiadado, casi hasta hacerte daño. Yo me asustada pero tu clavabas uñas, gritabas, movías tus caderas hasta chocar con las mías .clavabas tus tobillas entre mis muslos, mordías hasta rasgar sábana !Dios mío, Dios mío! ¡Que polla más grande! .jadeabas.
Ella sintió su grito gutural y como retrocedía para echar la lechada sobre su ombligo. El se la aferraba con fuerza fanática, para exprimirle hasta el último jugo.