Durante un viaje en familia, unos señores marineros me provocaron poco a poco hasta convertirme en su putita y así merendarme a placer.
Mi papá contrató a un joven albañil, un auténtico ejemplar de macho de piel oscura como la noche, que terminó convirtiéndome en su putita en la caseta de mi jardín.
Mi papá contrató a un pintor para trabajar la casa, sin saber que el señor me daría varias repasadas también a mí, convirtiéndome en una putita embobada por su imponente brocha.
Durante una acampada con la familia de mi novio, mi suegro y sus amigos me convirtieron en una putita exhibicionista adicta a sus maduros cuerpos.
En una apartada y especial cala, me convertí en la putita de mi hermano menor para dedicarle mi último adiós.
Era el madurito más deseado del barrio, y lo quería a mi merced. Pero terminé siendo su putita, sometida, llorando y rogando clemencia.
De cómo convertí a dos hombres de bien en putitas sumisas y hambrientas de pollas, deseosas de complacer a sus machos. ¡La reina del baile lista para atacar!
A los ojos de esos peones yo era una putita, un pedazo de carne sin más función que ser preñada. Pero definitivamente se iban a enterar que con una chica como yo no se podía jugar.
De cómo perdí la virginidad con un hombre casado.
De cómo descubrí uno de los secretos mejores guardados de mi papá, que terminó convirtiéndome en la putita de sus amistades.
Durante mi primera experiencia de pasantía me convertí en la putita de mi jefe, y terminé gozando como cerdita con dos hombres al mismo tiempo.
El psicólogo de la facultad me hechizó para convertirme en su putita y en la de toda la facultad. No se detendría con eso y querría mucho más, pero quien mucho abarca...
Un accidente terminó por convertirme en la putita del viejo cascarrabias de mi vecino; aunque a fin de cuentas puede que no fuera tan mal hombre como creía. Me repasó brutalmente la cola cuanto quiso, y me volvió adicta a los placeres anales.
Fui la putita de cuatro peones negros de un rancho, pero lo peor de todo es que su patrón no sabía lo que ellos realmente tramaban hacerme a escondidas.
Gracias a Mortal Kombat, conseguí ser la putita del hermano de mi novio en el baño de su casa.
Una señora embarazada me ofreció a su cornudo marido como esclavo. En una noche repleta de fetiches me volví más viciosa; y lo mejor: ¡tendría a mi primer madurito a mis pies!
Por lo general me da igual ver nuestros textos en otros sitios siempre y cuando respeten nuestra autoría. ¡Pero que alguien los coja para venderlos en Amazon es el colmo de la desfachatez!
En esa noche me forzaron a probar de mi mejor amiga, de una señora mayor y hasta tuve que dar por culo a su marido. Por primera vez en mi vida, ¡alguien sería mi putita!
Los dos perros del jefe mi papá me dieron mi primera e inolvidable tunda de pollazos. Me abotonaron toda la noche, haciéndome su putita, y un par de indeseables lo vieron todo.
El jefe de mi papá me convirtió en la puta de sus dos perros. Me considero una chica decente, pero la verdad es que lo disfruté como una puerca.
Solo quería hacerme un par de tatuajes, pero el dueño de la tienda, un precioso ejemplar de macho negro, me sedujo y me convirtió en su putita.
A veces, cuando veía a Jesucristo en la cruz, sentía que mi cuerpo entero se caía a pedazos. Relato publicado originalmente en el XXII Ejercicio de Autores.
El jefe de mi papá me chantajeó para ser su putita, y la de sus compañeros de trabajo, por toda una noche.
Durante un torneo de tenis amateur, decidí ser la putita de dos jueces sexagenarios para conseguir resultados favorables.
Durante los entrenamientos de Tenis me antojé por mi hermano. Terminé siendo su putita personal.