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Coincidencias

en Grandes Relatos

Ana y Juanma llegaron a su piso, el tercero segunda. Habían estado tomando unas copas con unos amigos y estaban muy calientes. Durante toda la noche se habían manoseado impúdicamente y dado miles de besos, a cuál más lascivo. Sobre las tres, cuando todos sus amigos iban a entrar en otra discoteca, decidieron que lo mejor sería irse a casa a rematar la faena. Cuando Juanma abría la puerta se oyeron unos gritos de mujer - ¡Por el culo le darás a tu madre! ¡largo de aquí!! - y, seguidamente, un fuerte portazo en el piso de abajo. Luego, el viejo ascensor poniéndose en funcionamiento. Ignoraron todo y entraron en casa rápidamente.

Juanma le quitó los zapatos, los tejanos y las bragas. Se agachó y pegó sus labios a los suyos, y chupó y lamió y mordió. Ella gemía y jadeaba mientras se pellizcaba los pezones. Luego se levantó y le quitó la blusa. Y le lamió las tetas, le mordió los pezones, la besó en los labios. Se bajó los pantalones y se quitó la camiseta. Se sacó la polla. Estaba que rompía. Tan firme, tan grande. Ella se la cogió con la mano. La acarició. La sacudió. La apretó. Ansiaba tenerla dentro de nuevo. Barrenándola. Dándole placer.

Caminaron abrazados hasta la cama. Ana lo tiró encima. Le besó en la boca, en el pecho, en el pubis, en la polla, en los huevos. Se sentó encima de su barriga. Juanma sentía la humedad del coño de su mujer encima suyo. Y también su piel tocando su polla. Ella alargó la mano hacia la mesita. Abrió el cajón. No encontró lo que buscaba.

- ¿no tenemos condones? -

- Si no hay ahí, no. -

- Pues ya sabes que sin condones no lo hacemos. Paso de quedarme embarazada. -

- ¿Como vamos a quedarnos así? ¿tú has visto como tengo la polla? ¡va a explotar! -

- Pues tu verás, pero sin condón no lo hago. -

- Lo hacemos igual que siempre pero cuando me vaya a correr me salgo. -

- Sí hombre, lo tienes tu claro. -

- Hostia, no me hagas ir a comprar condones ahora. -

- Pues házmelo por detrás. Eso sí que lo acepto. -

- No, no, no. sabes que si te lo hago por detrás te lo tengo que hacer también por delante. Sino no me quedo a gusto. -

- Pues ya sabes. Ves a comprar. Total, la farmacia no está tan lejos. -

- Está bien, de acuerdo. Qué remedio me queda.

Juanma cogió unos pantalones de fútbol y una camiseta que había encima de una silla y se los puso. Dejó a su mujer tumbada desnuda encima de la cama y salió de casa. Comenzó a bajar por las escaleras. Llegó al segundo piso, donde hacía unos minutos había oído los gritos y pensó que, por una casualidad, su vecino podría estar en casa. Si lo estaba, casi seguro que tendría condones. Iría a preguntarle y así se ahorraría el viaje a la farmacia.

Retrocedió los pasos andados y fue hasta casa de su vecino, el 2º 1ª. Pulsó el timbre, pero no funcionaba. Golpeó con los nudillos en la puerta, esperando ansioso que le oyera. La verdad es que los pantalones que se había puesto no disimulaban mucho su erección. Parecía un sátiro sediento de sexo. Hasta que no eyaculase su verga no se desinflaría, eso estaba claro. Volvió a picar, esta vez más fuerte. '¡Ya voy, ya voy, joder!- se oyó desde dentro.

2

'¡Por el culo le darás a tu madre! ¡largo de aquí!' era lo último que le había dicho la chica. Ahora, Arturo subía cabizbajo por las escaleras de su casa. Había caminado hasta la farmacia y no había encontrado condones, estaba cerrada y se le iba a joder el polvo. Y esta vez la chica estaba buenísima. Morena de grandes tetas, como a él le gustaban. Pero no iba a poder ser. Era imposible convencerla de hacérselo por el culo. No entendía el porqué. Al principio le dolería un poco, pero seguro que luego se aficionaba a ello. Les pasaba a todas. Y él era un experto sodomita. Siempre lo hacía muy lentamente, con mucho cariño, masturbándola mientras se la metía. Pero no, la chica no quería.

Y la noche había empezado bien, es lo que más le fastidiaba. Después de una rica cena, habían empezado a jugar. Se habían tumbado en la cama, totalmente desnudos, y habían hecho un sesenta y nueve. Qué bien la chupaba aquella mujer. Era una experta. No le soltó la polla hasta que no se hubo corrido. Se bebió toda su leche, por supuesto. Lo único que fallaba eran toda aquella mata de pelos en su coño. Pero era un detalle sin importancia.

Después del sesenta y nueve salió de debajo de ella y se fue en busca de su cara. La besó en los labios tiernamente. Ella comenzó a tocarle los testículos y la base de la polla, con cuidado. Pronto volvió a estar firme y ella abrió el cajón de la mesita y vio que no habían condones. Intentó convencerla para hacérselo por detrás pero no hubo manera de hacerla entrar en razón.

De tanto insistir ella se enfadó y le obligó a bajar a la farmacia. Y ahora volvía con las manos vacías y la polla caliente. 'Maldita sea mi suerte' pensaba. Pero llegó a su piso, el segundo, y se le ocurrió algo. Quizá sus vecinos, los del tercero segunda, tuvieran condones. Al fin y al cabo eran un matrimonio joven y seguro que todavía no tenían previsto tener hijos. Y según le había contado Juanma, el marido, ella y su mujer eran una pareja muy ardiente. Lo hacían prácticamente a diario. Decidió subir a preguntarles, por probar no perdía nada.

3

Juanma cerró la puerta y Ana se quedó sola en casa, mojadísima. Tenía unas ganas locas de hacerle el amor a su marido y todavía tendría que esperar un poco. Unos veinte minutos más o menos y, con el calentón que llevaba, se le podrían hacer eternos. Lo mejor sería ir divirtiéndose por su cuenta mientras Juanma volvía de la farmacia.

Se levantó de la cama y paseó su cuerpo desnudo hasta la cómoda que tenía en el cuarto. Abrió el cajón de abajo. Apartó unos jerseys viejos y cogió un bote de crema y un consolador anal que tenía escondidos. Abrió el bote de crema y se untó el dedo anular de la mano derecha. Se puso en cuclillas encima de la cama y presionó suavemente su dedo contra la puerta de su ano. El dedo se introdujo levemente. Comenzó a dar suaves giros con el dedo y éste entró por completo, hasta el final. Lo dejó quieto, disfrutando la calidez de su interior, y mientras, con la otra mano se acarició un rato el clítoris. Cuando creyó que su culo ya estaría suficientemente dilatado sacó el dedo de dentro. Cogió el consolador, mucho más pequeño que uno vaginal, y lo manchó con la crema. Se puso en la misma posición que para penetrarse con el dedo y se lo metió lentamente. Entró con facilidad. Pulsó un botón y el artilugio comenzó tímidamente a vibrar. Entonces, se metió dos dedos en el coño y comenzó a masturbarse con suavidad. En ese momento llamaron a la puerta.

En realidad no habían pasado más de seis minutos desde que se fuera su marido, pero ella había perdido la noción del tiempo y creía que sería Juanma que se habían olvidado las llaves. Se quitó el artilugio de dentro de su ano con delicadeza y fue a abrirle, totalmente desnuda y llevando el consolador en la mano. Giró el picaporte y abrió la puerta. No era Juanma sino Arturo, su hermoso vecino del segundo.

- Uy perdona! - dijo Arturo apartando la vista hacia otro lado -

- Tranquilo, no te preocupes. Al fin y al cabo somos vecinos, ¿no?. Hay confianza. -

- Sí, pero... -

- ¡Ni que fuera tan horrible! -

- Uy no, ni mucho menos. Eres muy bonita. -

- Gracias. Y, ¿qué querías? -

- Nada, era para preguntar si me podías dejar un par de condones. Es que he ido a la farmacia pero estaba cerrada. Si tuvieras me harías un gran favor. -

- Pues lo siento mucho, pero no tengo. Juanma acaba de ir también a la farmacia. Estábamos tan calientes que ni pensamos en los condones. Toca, toca, y mira lo caliente que estoy.

Y le cogió una mano y se la puso en el pecho. Efectivamente, tenía el pecho muy caliente. Y muy firme también. Arturo se lo acarició en círculos. Se lo cogió por abajo y lo subió un poco, como si lo estuviera pesando.

- la verdad es que estás muy caliente. Y tu pecho es precioso. -

- Hmm, pues tengo cosas mucho más preciosas... -

- ¿Ah si? ¿cómo cuáles? -

- Pasa, pasa. Ya verás.

Arturo entró detrás de ella. Cerró la puerta. Caminó detrás suyo, siguiéndola hasta la cama. Se fijó en el artilugio que llevaba en una mano. Un consolador anal, sin duda.

- ¿Y ese juguetito para que lo quieres? -

- Para jugar, claro. Estaba divirtiéndome mientras no venía Juanma. -

- ¿Y que hacías con él? -

- Mira. Me ponía así, en cuclillas, y me lo metía lentamente. ¿Ves? -

- Ya veo, ya. Pero creo que ahora no lo necesitarás, ya estoy yo aquí. -

- Bueno, si me obligas... me lo quitaré.

Arturo se desnudó rápidamente. Se puso de rodillas detrás de Ana y le agarró los glúteos. Apretó e hizo como si amasara pan. Después introdujo un dedo en su húmedo coño, para ver como estaba.

- Quieto. Házmelo por detrás. Ni se te ocurra entrar en mi coño - Protestó Ana. - - Mucho mejor. Soy un experto.

Entonces sacó el dedo del coño y se lo metió en el culo. Como ella había estado jugando con el consolador ya lo tenía suficientemente dilatado como para cobijar una polla tan hermosa como la suya. Era perfecto porque, después de todo, tenía que acabar antes de que volviera Juanma.

Se escupió en la mano y se la pasó por la polla. Dudaba de que fuera suficiente, pero lo intentaría. Se cogió la polla y apuntó al esfínter. Le gustaba hacerlo, le hacía sentir un pistolero. Se acercó más al culo y se quedó unos segundos besándolo con la polla. Entonces, con un brusco movimiento de caderas, la penetró. Fue fácil. Tenía el culo dilatadísimo. Parecía que le hubiese estado esperando toda la vida.

La sensación allí dentro era muy excitante. Aquellos muros sujetando su polla, le proporcionaban muchísimo placer. Y a ella, a juzgar por sus gemidos, parecía sentirse a gusto siendo la carcelera de su tremenda polla.

4 La persona que abrió la puerta no era, precisamente, la que Juanma esperaba ver. Es más, su viril vecino se había convertido en una exuberante morenaza de grandes pechos y peludo pubis, según mostraba su rotunda desnudez. Y además, en vez de taparse pudorosamente al verle, levantó los brazos y apoyó una mano en la parte superior de la puerta y la otra en la pared y le dijo -

- hola -

- hola, - contestó Juanma, un poco cortado

- está Arturo? -

- no, ha salido un momento. Tenía que comprar unas cosas. ¿Necesitas algo? -

- Estoooo - dijo, alargando la o porque no sabía si decírselo o no. Finalmente, su calentura decidió por él.

- Sí, era para ver si me podía dejar condones. -

- Mira tú por donde pero me lo imaginaba. Por eso tienes esto tan duro, ¿no?

- y seguidamente bajó la mano que estaba apoyada en la pared y le agarró la polla. -

- Sí, bueno. - le dijo, tirando hacia atrás para que ella le soltase -

- Pues sí, creo que sí que tengo. Pasa, pasa y cierra la puerta que no quiero que me vean desnuda- dijo con una sonrisa

- Siéntate, que los busco.

Pero Juanma no se sentó. Se quedó de pie mirando como buscaba los condones por toda la casa. Sus tetas balanceándose a cada paso. Sus largas piernas. Su peludo pubis. Su firme culo. Y ella, que sabía que la miraba, le provocaba más todavía. Buscaba los condones por los cajones bajos, dejando ver el principio de su coño al agacharse, pasaba a su lado tocándole con un pecho o dándole una palmadita en la enhiesta polla.

El ritual de apareamiento duró cinco minutos. Exactamente hasta que ella le dijo que no tenía condones pero que no le importaría hacérselo a pelo si no se corría dentro. Juanma, sin pensar en las posibles consecuencias que pudiera tener el ponerle los cuernos a su mujer con la chica de su vecino (y amigo) y pensando completamente con la polla, se bajó los pantalones, se quitó la camiseta y se abrazó a ella.

- ' Tiene que ser algo rápido' - le dijo Juanma mientras le iba dando besos en las tetas

- 'Y silencioso. Que no se entere mi mujer, que está arriba esperándome' -

- 'De acuerdo. De acuerdo. Pero no te olvides correrte fuera. No quiero quedarme embarazada'

- le contestó la imponente morena mientras le acariciaba la espalda y el cuero cabelludo.

Se tiraron al suelo. Ella debajo y él encima. La penetró. Sintió el cálido hogar que ella albergaba entre sus piernas, justo debajo del abundante pelo pubiano. Comenzó a mover las nalgas. Al principio las movía muy lentamente, disfrutando del momento. Luego ella comenzó a llevar el ritmo. Estaba llegando al orgasmo y necesitaba más rapidez en las embestidas. Con las manos en el trasero fuerte y musculoso de Juanma, guiaba sus culadas. Juanma entendió lo que quería y aceleró su ritmo, haciéndola llegar a un orgasmo que, a pesar de tener que disimular su gemidos, disfrutó plenamente.

Juanma vio que su momento también llegaba y, cuando vio que no podía aguantar dos culadas más, salió de dentro de ella y subió hacia su cara. Comenzó a masturbarse, eyaculando dentro de la boca de la chica. Después limpió con el dedo una gota de semen que tenía en el labio superior y se lo metió dentro de la boca. Ella cerró los ojos y chupó como si fuera una verga, dejando escapar un excitante jadeo.

Cuando terminó, la chica le dijo que se fuera, que Arturo estaba al llegar. Juanma le dijo que sí, que además su mujer le estaba esperando. Se lavó un poco la polla en el baño, se cambió y salió de la casa corriendo, decidido a ir a comprar condones al bar de al lado de su casa. No estaba seguro de que hubieran, pero con lo que estaba tardando en volver a casa, tendría que traerlos, o al menos tener la excusa de que lo había intentado.

5

Arturo se corrió dentro de su culo, inundándola. Sintió que este fue el mejor orgasmo de su vida: el más largo y el más intenso. Le hubiese gustado quedarse un rato más, Darle también por delante, pero ahora tenía que irse a por condones. Su novia le estaba esperando. Tenía que dejar a su hermosa vecina sola, esperando a su marido. Le dijo adiós, pero ella no le prestó atención. Estaba tumbada en la cama, acariciándose levemente el coñito mojado, intentando tener otro orgasmo.

Salió de la casa y decidió ir al bar. No le gustaban los condones de los bares por que eran una porquería, Se rompían fácilmente y no le inspiraban la más mínima confianza, era la última opción. Sino su novia se enfadaría y le diría que no había traído condones porque quería hacérselo por detrás. De otras cosas le podía acusar, pero de eso no.

Bajó por las escaleras. Pasó por el segundo, su piso, y por el primero y por el entresuelo. Cuando sólo le quedaban dos escalones para llegar al rellano, vio como Juanma, su vecino, abría la puerta de la entrada.

6

Cuando Juanma estaba abriendo la puerta vio a su vecino acabando de bajar las escaleras. Caminó hasta él y le saludó:

- hola Arturo. ¿dónde vas? -

- Hola. Iba a comprar condones al bar. ¿por casualidad no tendrás alguno para dejarme? -

- Lo siento tío, pero no tengo. Precisamente vengo del bar. La máquina expendedora estaba vacía. -

- Joder, pues que putada. -

- Sí. Parece que se nos ha jodido el polvo a los dos. Hoy a la cama sin follar. -

- Que mala suerte, con lo cachondo que voy. Bueno, ¿subimos en el ascensor? -

- Sí, que remedio. Habrá que volver a casa.

Y los dos se reían, internamente, el uno del otro mientras esperaban el ascensor. Sin saber nada de nada.

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