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Transparencia

en Fantasías Eróticas

Uno

Eran ya las siete de la tarde, ya era hora de despertarle de la siesta. Se fue a la cama y se arrodilló en el suelo. Tenía la polla firme, como siempre que soñaba. Se la cogió con una mano y comenzó a masturbarle con lentitud, observando como se descapullaba el glande para luego volver a cubrirse. Rodrigo entreabrió los ojos y sonrió. Le encantaba que lo despertara así. Con la otra mano Vera le cogió los huevos y jugueteó con ellos, para completar la masturbación. Cuando vio que ya llegaba al momento, le puso los labios en el glande.

Rodrigo fue al baño a mear. Vera se puso detrás suyo, le besó en la mejilla y le cogió la polla. Se la sujetó mientras meaba y se la sacudió al finalizar. "Te adoro" – le dijo Rodrigo – "Eres lo mejor que me ha pasado nunca". "Yo también te quiero, cariño" – le contestó Vera. Se abrazaron y se dieron un beso. Luego se metieron juntos en la ducha.

Llegaron al restaurante puntuales. Los primeros para ser exactos. Poco después vinieron el resto de amigos. Comida italiana y mucho vino. Después fueron a hacer unas copas y a bailar un rato. A las cuatro llevaban una borrachera considerable y Rodrigo y Vera decidieron irse a casa.

En verano Rodrigo no acostumbraba a coger el coche, así que tenían un kilómetro de camino para que les pasara la borrachera, ninguno de los dos quería que les diera vueltas la cama al tumbarse. Un kilómetro de carretera caminando por el arcén.

No había farolas que iluminasen la carretera. Sólo los coches daban un poco de luz al asfalto. Algunos pasaban muy rápido. Y muy cerca. Iban cogidos de la mano cuando sucedió. Rodrigo no quiso soltarla y, con el impacto, salió despedido hacia delante, golpeando con la cabeza en el suelo.

Vera murió en el acto.

 

 

Dos

Se fue a vagar por el parque. Un año después y todavía no entendía nada. Un año vagando por la ciudad y sin encontrarle. ¿Dónde había ido? ¿Y quién era ella? La gente no podía verla, ni escucharla, ni tocarla. ¿Qué hacía en la tierra? ¿Era la única? Gritaba y saltaba, a ver si así llamaba la atención de alguien, pero nadie la veía. Se tiraba por el césped y rodaba, pero ni la hierba se movía. No estaba en este mundo ni fuera de él. Era un infierno.

Salió el parque y fue a una parada de autobús. Sólo había una chica esperando. Se sentó a su lado y la chica la miró. Sí, la miró. Se puso enfrente y comenzó a chillarle. No la oía, pero sí la veía, porque comenzó a hablarle, a llamarla loca. ¡Pero podía verla! Intentó tocarle la mejilla, pero ella alzó el brazo. Ni ella lo evitó ni Vera pudo acariciarle la cara. Era transparente.

Daba igual. La siguió cuando se subió en el autobús y camino de casa. Entró con ella. La chica intentó echarla y golpearla, pero no pudo. En el autobús y por el camino, ya había pedido ayuda a la gente, al grito de que la seguía, pero todo el mundo la trató de loca. Y ahora no podía echarla. ¿Se estaría volviendo loca?, gritó. "No" - le contestó Vera – "Y tranquila porque no voy a hacerte nada". Además, aunque quisiera no podría. La chica sabía leer los labios, eso facilitaría las cosas.

Intentó convencerla de que no estaba loca, pero no resultó fácil. De hecho, si Marina hubiera tenido dinero hubiera ido al psiquiatra al día siguiente. Pero como no lo tenía, terminó por acostumbrarse a su presencia. Se lo tomó como una "amiga invisible", aunque no tuviera ya siete años, sino veinticinco. Y al cabo de una semana ya podía disfrutar de las ventajas de tener una amiga invisible real. Aprovechaba que Vera sólo la tenía a ella para pedirle todo tipo de favores. Los favores iban desde entrar en el lavabo de los tíos para ver quién la tenía más grande a seguir a sus amigas para enterarse de todos los cotilleos.

Vera, como no tenía necesidad de dormir, aprovechaba las noches para intentar tocar objetos. Primero lo intentó como en aquella película de Patrick Swayze, concentrando toda su energía en el dedo y golpeando con toda su alma una chapa. Nunca funcionó. Después probó a concentrarse en ella misma, en su cuerpo, y poco a poco fue adquiriendo consistencia. Los avances eran lentos, pero avances al fin y al cabo. Al concentrarse, notaba que le costaba más atravesar un objeto con la mano. Era como si el objeto notara su presencia y no quisiera ser atravesado. Siempre practicaba con una pelota de tenis. Se sentaba frente a ella e intentaba cogerla. Al cabo de una semana, le resultaba casi imposible atravesar la pelota. Y a la semana siguiente, pudo cogerla con una mano y lanzarla con todas sus fuerzas contra la pared. Lloró de alegría.

 

Inmediatamente después, se tocó. Quería notar que estaba allí, que no sólo era un espectro o algo parecido. Se tocó los pies, las piernas, el sexo, el estómago, las tetas, los brazos, la cara, las costillas, el pelo, el culo, los hombros. Todo. Quería volver a sentir la carne viva que tenía hace tan sólo un año. Después se desnudó, tiró la ropa que llevaba desde hacía un año encima del sofá y se fue al baño. De reojo miró el espejo pero, como suponía, su imagen salía reflejada. Se metió en la ducha y, con miedo de que su cuerpo se hubiera evaporado de nuevo, abrió el grifo. Respiró aliviada cuando le cayó el chorro de agua en la cabeza. Se enjabonó y se miró al espejo. El agua y el jabón perfilaban su silueta y sus movimientos. El magreo de sus pechos y el bajar la mano hasta la entrepierna para saber si también se sentía por dentro.

El sonido del agua de la ducha despertó a Marina. "Son las cuatro de la mañana y, ¿quién cojones está usando mi ducha?" – pensó. No tenía nada con lo que defenderse, pero decidió ir al baño a ver si había alguien peligroso. Si era así, echaría a correr. "Un gran plan", se felicitó irónicamente. La puerta estaba entreabierta. Se acercó y vio a Vera con la mano entre las piernas y los ojos cerrados. Y la piel cubierta de jabón y agua. No quería que la viera, así que se volvió a la cama a esperar que saliera del baño.

Vera Se secó el cuerpo, disfrutando la caricia de la toalla por cada milímetro de piel. Le entraron ganas de sentir el contacto con otro cuerpo. ¿Sería como antes? La encontró echada en la cama, durmiendo desnuda. Estaba echada de costado en un lado de la cama. Se arrodilló frente a ella y le besó los labios. Luego le acarició el rostro y bajó la caricia por el cuello, se detuvo en los pechos y la bajó hasta el abdomen. Jugueteó con los rizos de su pubis y se los besó. Marina no quiso abrir los ojos, pero sí disimuló un movimiento de dormida y se tumbó hacia arriba, y abrió un poquito las piernas. Vera siguió el juego y le puso un par de dedos en el sexo. Le separó un poco los labios y le masajeó el clítoris. Marina gimió. Vera se asustó. Ella nunca antes había tocado el coño de nadie. El gemido la devolvió a la realidad y, del sobresalto, su cuerpo perdió la consistencia adquirida. Se tumbó a un lado y esperó a que saliera el Sol.

 

Tres

Para Marina, un sábado noche sin echar un polvo era un fracaso. Lo era cualquier día, pero especialmente el sábado. Se puso un vestido que le marcaba especialmente las tetas y el culo, unos zapatos de tacón, se soltó el pelo y salió a la calle. Vera le seguía.

Marina nunca iba sola a cazar. Siempre quedaba con dos amigas a tomar una copa antes de entrar en la discoteca. Hasta las dos no acostumbraban a llegar las presas, así que era tontería ir antes. Y una vez dentro, según lo que viera, se iba a bailar o se iba a la barra.

Se pidieron la copa de la consumición en la barra menos concurrida de la discoteca. Era la señal para que Vera fuera a buscar un tío rubio bien cargado. A Vera le repugnaba la forma de ser de Marina. Con que tuvieran la polla grande era suficiente, no necesitaba nada más. Aún así la obedeció. Se paseó por la discoteca buscando un rubio más o menos guapo. Mientras buscaba, se le ocurrió que quizá ella también podía disfrutar un poco. A fin de cuentas, la otra noche comprobó que podía correrse, con lo que no estaría mal escoger alguno que también fuera de su agrado.... Y lo tenía enfrente. Y lo bueno que tienen los tíos es que acostumbran a ir bastante al lavabo, y este no fue la excepción. El tío eligió meterse en el lavabo con puerta. Vera se metió detrás. Puso la cabeza encima de su hombro y esperó a ver que sacaba. El tío se desabrochó los pantalones y la bragueta. Sacó una polla tamaño estándar, ni pequeña ni grande y empezó a mear. "Las pollas así a veces engañan" – pensó. Y se le ocurrió que lo mejor era comprobar ella misma el tamaño real. Hizo que su mano tuviera masa y le cogió la polla, apartando la mano del tío. El tío paró de mear instintivamente y miró asombrado como la piel de la polla se movía arriba y abajo, y como se le ponía tiesa. "Ya sabía yo que a veces engañan" – pensó Vera – "Este servirá". Dejó la paja a medias y se fue a buscar a Marina.

Ya en la habitación Marina le desnudó. No estaba nada mal. Guapo, de estatura estándar y no excesivamente musculoso, aunque se notaba que iba al gimnasio. La polla le defraudó. Era la primera vez que Vera se equivocaba. Le lanzó una mirada desaprobando el tamaño y se la metió en la boca. La chupó como un caramelo y dejó que se le hinchara dentro de la boca. Entonces apartó la cabeza y vio que el nuevo tamaño ya le gustaba más. Lo sentó en el borde de la cama y se arrodilló entre sus piernas. Se la tragó entera, hasta la garganta y luego no dejó un milímetro de piel sin lamer. El tío estaba empalmadísimo. Le chupó la punta, haciendo movimientos giratorios con la boca y masturbándole la base con la mano. Cuando estaba a punto de correrse, paró y le dijo: "Enséñame como comes los coños"; y le tumbó en la cama y le puso el coño delante de la cara. El tío comenzó a comérselo a lametazos.

 

Vera contemplaba la escena. Estaba desnuda y esperaba el momento para entrar en acción. Mientras Marina le comía la polla no tenía oportunidad, pero ahora tenía la polla del tío a su entera disposición. Se acercó a la pareja y le lamió lentamente la polla tal y como había hecho Marina hacía tan solo unos instantes. Luego se la metió entera en la boca y se la chupó con toda su energía. El tío, de lo cachondo que estaba, no tardó ni unos segundos en correrse. Vera se apartó a tiempo y sólo le salpicó un poco la frente. – "Veo que ha entrado una amiguita..." – susurró el tío. "Shhh... Calla que sino la asustarás... Deja que me que me de la vuelta, quiero que me comas también el culito mientras me corro" - le dijo Marina.

Aprovechó el girarse para poder ver a Vera. Era guapa. Rubia y con el pelo muy largo. Le llegaba hasta la cintura. No le gustaban las mujeres, pero si tuviera que acostarse con alguna la elegiría a ella. El tío le comía el coño de maravilla. Y jugueteaba con la entrada del ano, lamiéndoselo e introduciendo un poco la lengua. Vera se atrevió a tocarle una teta. Marina intentó besarla, pero Vera se apartó. Se corría. Gimió un poco. Gimió más. Jadeó. Chilló. Puro placer.

Se tendió a un lado del tío. "Dónde está tu amiguita?". "Es tímida". "No será un tío, ¿verdad?" Vera apagó la luz y se tendió entre los dos. Les tomó de las manos y se las trajo al pecho. "Te parecen tetas de tío?" le dijo Marina – "Porque a mi no..." "Tienes toda la razón, tiene las tetas bien firmes" le contestó el tío mientras le magreaba la teta y le ponía duro el pezón a Vera.

Vera se apartó y se puso encima del tío. Comprobó que ya volvía a tenerla dura y se sentó encima despacito para no fallar. Gimió pero ninguno de los dos lo oyó. Hacía tanto tiempo que no tenía una dentro..., pensó mientras empezaba a subir y bajar. El tío le había cogido gusto a las tetas y se las iba sobando, aplastándoselas y moviéndolas. Vera aceleró el ritmo y en algunos saltos la polla casi se le salía. El tío suspiraba cada vez más fuerte y le preocupaba el hecho de que Vera no exhalase ni un mínimo ruido. Pero el orgasmo estaba cerca y ya casi no le importaba. Vera ya se corría. Y el tío estaba a punto. "Venga, más rápido, que me corro!" le chilló. Y Vera se sacó la polla y le masturbó muy rápido, recibiendo toda la corrida en el cuerpo. "¿Por qué cojones has hecho eso?. ¡Quería correrme dentro, gilipollas! ¿Y se puede saber porque no gimes? ¿Y por qué no hablas?" chilló el tío al tiempo que se la sacaba de encima y se iba hacia la puerta. "Quiero verte, puta" y encendió la luz.

Gotas de semen flotaban como por arte de magia. La cara de sorpresa fue total. Marina, con toda la lascivia del mundo, lamió el semen a la vez que le miraba a los ojos con una sonrisa en los labios. El tío salió corriendo de la casa.

 

Cuatro

"¿Te gustaría verte tal y cómo eres ahora?". "Sí, me gustaría saber si he cambiado". "¿Quieres que te dibuje?". "Sí". Marina fue a por lápiz y papel. Aunque no se dedicaba profesionalmente, había estudiado Bellas Artes y había ganado varios premios de dibujo. "Me gustaría que te desnudaras". Vera la miró no con muy buena cara, pero accedió. Se quitó la vieja ropa de cada día y se sentó en el sofá, con los pies encima del cojín de forma que con las rodillas se tapaba los pechos. Marina le pidió que olvidara la vergüenza y que se sentara bien. Vera desistió y la obedeció. Se sentó normal, y con las piernas un poco abiertas para satisfacción de Marina.

Marina se sentó enfrente y comenzó a dibujarla. Con unos trazos rápidos dibujó su delgada figura de largas piernas. Poco a poco fue añadiéndole detalles. El pelo largo que le caía al lado de los pechos, los ojos enormes y la sonrisa carnosa. Después añadió definición al contorno y a los detalles. Dejó para el final el dibujo de los sonrosados pezones y la oscuridad del sexo. Les dedicó especial atención.

"Ya he acabado". Vera se levantó y fue hasta Marina. Se puso detrás, para ver el dibujo por encima. "¡Estoy igual!. ¡No he cambiado nada! Y eres una dibujante buenísima, deberías dedicarte. Muchas gracias". "Por favor, déjame tocarte. Quiero sentirte". "No". Marina insistió. Quería tocarla, necesitaba tocarla. Se levantó y se lo suplicó. Vera se mantuvo firme. Pero Marina también y siguió insistiendo hasta que Vera se hartó y se marchó de casa. Marina volvió al sofá, cabizbaja. Tomó el retrato y lo observó mientras se metía la mano dentro de las bragas.

Cinco

Con la paja no arregló nada de nada. La excitación seguía, más si cabe. Saldría de caza. Minifalda, botas altas, un top que enseñaba más que tapaba y se fue a la discoteca.

Esta vez no tenía a Vera, pero en realidad nunca la había necesitado para ligar. Para asegurar que fueran como ella quería, sí; pero para conseguirlos no. Caminó por la discoteca hasta que vio alguien que le atrajo. De su misma edad, un poco más alto, delgado y guapo. Un chico bastante normal, nada que ver con los guaperas cachas que acostumbraba a elegir.

El chico iba con amigos y habían formado un grupo en la pista. Reían y bailaban, aunque su chico reía y bailaba menos que el resto. Se puso al lado y comenzó a bailar. Al principio normal, luego de forma más provocativa. El chico no le hacía caso. Se pegó a él y movió el culo como si fuera brasileña, pero el chico se fue a la barra a pedir. Le siguió y se pidió lo mismo que él. Le saludó. "Lo siento, no tengo el día." le contestó el chico. "No pido nada, sólo conversación" le mintió ella. El chico siguió negándose, pero cuando se dio cuenta ya llevaba un rato largo hablando con ella. Y luego salieron de la discoteca abrazados, y se dieron un beso en el portal de Marina y ella le invitó a subir.

Tumbados en la cama, él le besó todo el cuerpo. No dejó un centímetro de piel sin besar, sin acariciar, sin tocar. Y luego ella le abrazó con las piernas y se movieron como animales para correrse de forma salvaje.

 

Seis

 

"Espérame hasta las doce. Te traeré el desayuno y un par de polvos." Le susurró Marina. Eran las nueve, así que continuó durmiendo.

Soñó con Vera. Había pasado un año pero no conseguía olvidarla. Aquel pelo, aquellos pechos. Y soñó que hacían el amor como antes, que ella se sentaba encima y le tocaba las tetas mientras botaba y se corría. Y luego él se dejaba ir, para correrse dentro de ella. Es como si lo estuviera sintiendo de nuevo.

Despertó. Se corría. La polla se movía, la piel subía y bajaba, y saltaban chorros de semen por el aire. Una mano invisible le pajeaba y unos labios le besaban la punta de la polla. El semen dejó de salir y la mano le masturbó unos segundos más y luego paró.

"Debo estar soñando" pensó. Se levantó y fue al baño. Levantó la tapa y se puso a mear. Una mano le cogió la polla y al acabar se la sacudió. "Vera" dijo mientras se giraba. Y al girarse vio escrito con pintalabios en el espejo. "Soy Vera. Te amo y quiero estar siempre contigo"

Y Marina abrió la puerta de la calle. "Marina se lo explicará todo. Viviremos los tres juntos para siempre", pensó Vera.