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Horas extra

en Hetero: General

Para empezar, diré que soy un joven empresario, 37 años, estatura media y casado. Mi empresa es familiar, aunque tenemos personal asalariado. El caso es que hace poco, mis padres, que fueron los que fundaron el negocio, se han jubilado, y me han traspasado a mí y a mi hermana, más joven que yo, la dirección de la empresa. Por motivos claramente de negocios, suelo viajar por España, visitando ferias, exposiciones y alguna que otra fábrica. Siempre lo hacía, o casi siempre, en compañía de algunos de mis padres, que eran los que llevaban el peso de los pedidos, aunque yo también decidía.

Como no me considero un hombre con gusto, salvo para las mujeres, aunque para gustos se hicieron colores, consideré oportuno el que me acompañara una de mis empleadas, con bastante experiencia en mi empresa como para asesorarme, sobre todo en lo que a decoración se refiere. Esta al principio, no se lo tomó muy bien, lo de ir de viaje conmigo, ya que tiene dos hijos pequeños, y le costaría el dejarlos a cargo de alguien. Yo por mi parte, también tuve que explicar a mi mujer, el por qué la necesitaba, ya que mi mujer no participa en la empresa, y además trabaja para el estado.

Por fin llego el día del viaje. Pasé por la casa de mi empleada, llamémosla Alicia, para ir al aeropuerto. Partimos para Valencia, lugar donde estaba la feria, y nos alojamos en un hotel céntrico, en dos habitaciones individuales, aunque ambas tenían cama de matrimonio. Antes de seguir, tengo que describir a Alicia. Ella es más o menos de mi estatura, pelo con melena corta, unas piernas preciosas, bien talladas, un culo que sin ser prominente, invita a mirarlo, un pecho mediano, alrededor de 90, y cadera de 90. Después de asearnos, nos dirigimos al trabajo, pasando toda la tarde visitando stands. Cuando llegó la hora del cierre, pasamos por el hotel para dejar el material recogido, y descansar algo antes de cenar. Como convenía repasar las visitas del día, le dije que pasara por mi habitación para clasificar las compras. Al entrar, como el piso estaba alfombrado, nos descalzamos, sentándonos en la cama, uno a cada lado de esta. Ella, que es muy pícara, no sé si por el cansancio o no, se abrió un poco la camisa, según ella, porque hacía calor, dejando ver en comienzo del canalillo entre los pechos. De paso, y al sentarse, como llevaba una falda casi hasta la rodilla, ésta se le subió bastante, dejando ver una buena porción de muslo. Debió de notar mi reacción, que no fue otra que intentar desviar mi atención a otra cosa, pues se dibujó una leve sonrisa en su rostro. Mientras mi paquete crecía dentro de mi pantalón. Después de algunos minutos clasificando pedidos, y para relajar el ambiente, le ofrecí tomarnos algo del minibar de la habitación, lo cual aceptó. Alicia es de esas mujeres a las que les gusta beber algo, volviéndose muy extrovertidas. Cuando terminamos la copa, yo ya me había imaginado, muy de pasada, como sería echar un polvo con esta mujer, y creo que ella también. Ya se sabe, un hombre y una mujer, solos en una habitación de hotel. . . . Entonces ella me dijo que qué tal se dormiría en esta cama, dejándose caer hacia atrás. Para entonces ya se le notaba un poco subida de tono por la copa, mostrándome sus piernas y el comienzo de sus bragas. Yo un poco turbado, comencé tímidamente a acariciar sus pies, mientras ella hablaba de no sé qué cosas del trabajo de su marido, y abría un poco sus piernas. De repente suena el teléfono. Era mi mujer, que llamaba para saber cómo había ido el vuelo, y qué tal estaba. Después de hablar por teléfono, decidimos Alicia y yo prepararnos para la cena, pues el momento que disfrutábamos se rompió con la llamada.

Como yo conocía la ciudad, la invité a cenar a un restaurant típico de comida valenciana, donde comimos a base de arroces, regado por un buen vino de Ribera de Duero. Ella fue vestida con una falda muy ceñida, de color violeta, que le llegaba un poco por arriba de la rodilla, unas botas de caña alta a juego con la falda, y una torera, chaquetilla del mismo color, algo entreabierta, dejando ver una blusa de seda, cómo no, violeta, que dejaba ver claramente, se transparentaba, cuando se sentaba sus pechos sin sujetador. Ese panorama, junto con el buen vino, nos fue llevando a una conversación algo caliente. Ella me contaba que le encantaba el sexo, siempre con su marido, de todas las formas posibles. Se consideraba una ninfómana doméstica. Le encantaba el sexo anal y oral, cosa que a mí me ponía de lo más cachondo, pues con mi mujer no lo practico, porque no le gusta, aunque nunca me ha dejado intentarlo. Yo le tiraba de la lengua, para seguir sobre el tema, hasta que llegó el momento de regresar al hotel.

Cogimos un taxi. Durante el trayecto la hotel, ella se arrimó bastante a mí, apoyando su mano en mi pierna. Yo pasé mi brazo sobre su hombro, dejando mi mano a la altura de su pecho, al cual rozaba levemente. Esa situación me indicó claramente que esa noche no sería un noche más en mi vida.

Ya en el hotel, pedimos nuestras llaves, dirigiéndonos al ascensor. Mientras lo esperábamos, yo la tomé por la cintura, sin que ella dijera nada. Dentro del ascensor, me acerqué a su boca, dándole un beso muy suave, al cual ella repondió, metiendo su lengua en mi boca, agarrándome por el cuello. Nos dirigimos a su habitación, desesperados por quitarnos la ropa. Una vez dentro, me dijo siéntate en la cama y espera. Se metió en el baño, de donde salió con una tanga blanca y una camisilla transparente bajo la cual no llevaba nada. Yo estaba con un nudo en la garganta que no dejaba decir nada, sólo la abracé y comenzamos a besarnos. Yo la acariciaba por todas partes, mientras ella me iba quitando la ropa. Le gustaba ir despacio, y eso me hacía poner cada vez más cachondo, si es que era posible estarlo más. Le introduje mis manos bajo la camisilla, tocando esos pechos que me volvían loco, y ella gemía muy cariñosamente, como muestra que le gustaba el masaje. Cuando terminó de desnudarme, se agachó, tomando mi pene en sus manos, chupándolo muy suavecito, lo que me produjo un escalofrío por todo el cuerpo. Yo agarraba su cabeza, mientras me la chupaba, se la introducía toda en su boca, pues no mide sino 14 cm., mientras nos echábamos en la cama. Lentamente nos fuimos girando, hasta quedar haciendo un 69. Cuando comencé a chuparle su vagina, pensé que le ocurría algo, porque empezó a temblar de placer, y sus gemidos eran apagados por mi pene en su boca. Sus jugos, abundantes chorreaban por fuera, y como ella estaba debajo, dejaron la entrada a su culo bien enjugada. Ya casi sin advertirla, me corrí en su boca, y cuál fue mi sorpresa cuando vi que se tragaba todo el semen, chupándome la poya, como si fuera una teta. Jamás he sentido tanto placer. Debido a mi excitación mi pene no perdió su dureza, así que ella me pidió, casi me exigió, que le diera placer. Le metí mi polla por su vagina, que entre mis lamidas, y sus jugos estaba inundada, por lo que entró suavemente. Empecé a bombearle muy despacio, besándola en la boca, chupando sus tetas, mientras ella me agarraba por mi culo, empujándomela con fuerza, clavando sus uñas en mi espalda. Así estuvimos casi 20 minutos, en los cuales ella se corrió unas tres veces, hasta que yo terminé dentro de ella. No sé cuánto semen expulsé, pero en mi polla parecía que estuviera orinando. Ella me había confesado en la cena, que tomaba la píldora anticonceptiva, así que no usamos preservativo. Yo en casa siempre lo uso, porque mi mujer no puede usar la píldora. Yo creo que eso, el saber que no llevaba nada, para disfrutar lo que disfruté.

Nos quedamos dormidos como una hora, hasta que ella sin despertarme, comenzó otra vez a chupármela. Ese si es un buen despertar. Cuando de dio cuenta de que estaba despierto, se puso sobre mí, clavándose la polla en su vagina, y yo le acariciaba las tetas. Cuando ya estaba a punto se levantó y llevó la cabeza de mi pene a la entrada de su culo, empujándosela muy despacio, hasta que entró. Ella miraba al techo con los ojos cerrados, mientras comenzaba poco a poco a moverse como una serpiente, no hacia arriba y abajo, sino en círculos, y yo en la gloria, pues nunca la había metido en un sitio tan estrecho. Ella suspiraba, reía y le caían lágrimas, gemía, hasta que cambió el ritmo y comenzó a ir más rápido, el orgasmo llegaba . . . y nos corrimos juntos. Permanecí con mi polla en su culo hasta que se quedó flácida. El alba nos cogió durmiendo abrazados.

Los otros tres días fueron calcados a este. Por la mañana trabajo, hasta media tarde, y luego . . . ya no íbamos a restaurantes. Usábamos el servicio de habitaciones. Había que aprovechar el tiempo.

Ahora estamos de regreso en la empresa, donde guardamos las apariencias, pero de vez en cuando intentamos hacer alguna que otra hora extra.

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