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El arte de golpear en los testículos (III)

en Sadomaso

Una vez dentro de la ducha, sus manos se dirigieron a las llaves del agua y las mías a sus senos.

Comenzó a caer el agua y con ello comenzamos a relajarnos, pero yo ya cargaba con una gran erección.

Nos enjabonamos mutuamente, dando especial atención a nuestros genitales.

Mis dedos jugaban con su sexo, entrando y saliendo, mezclando jabón y jugos vaginales como un solo lubricante.

Le di la vuelta, poniéndola de espaldas a mi y estrujé sus senos entre mis manos, al tiempo que mi pene se divertía con la línea de sus nalgas, ahora llenas de jabón.

Esto me estaba excitando al máximo.

- No te vayas a venir aún! Ordenó.

Y para remarcar su orden, giró hacia mi y proyectó su muslo con rapidez hacia mis genitales golpeando mis huevos rápida pero suavemente, por lo que mi excitación aumentó geométricamente.

Me siguió golpeando una y otra vez con su suave muslo, por lo que no me producia dolor, pero si mucho placer.

Mi pene erecto subía y bajaba a cada golpe y pedía más y más.

De repente se detuvo. Me tomó la cara con sus manos y me dio un largo y sabroso beso.

Mi pene palpitaba, expectante.

- Entra ahora. Ordenó.

Subió su pierna derecha, rodeó mi cintura con ella y así, parados bajo el chorro del agua tibia, la penetré de un solo movimiento.

No tardó en tener un orgasmo.

- ¿Como vas? Preguntó.

- Estoy a punto! Contesté.

Al decir esto me empujó con ambas manos hacia atrás, saliéndome de ella y, sin dejar de mirarme a los ojos me propinó un tremendo puntapié en los testículos.

Eso fué demasiado para mi. El orgasmo era inminente.

Por lo resbaloso de la bañera, al levantar su pierna para patear, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, de nalgas y golpeándose la cabeza contra la pared, en el mismo instante en que yo me venía una y otra vez, arrojando mi semen sobre ella.

-¡Maldición! Grito con fuerza.

Comencé a masturbarme enérgicamente mientras arrojaba más y más semen y debido a tanto placer cerré los ojos, así que no vi cuando, desde su posición, en el suelo de la bañera, una torneada y hermosa pierna ascendía a gran velocidad hacia mis genitales dando de lleno en ellos.

Fue uno de los golpes más fuertes que hasta el momento me había dado, y este, por ser tan doloroso, me excitaba mas!

Así acabamos los dos, en el suelo, ella sobándose la cabeza, yo con las manos en mis testículos.

Nos quedamos mirando unos segundos y nos pusimos a reír con fuerza mientras nos acariciábamos mutuamente en los lugares que nos dolía.

Nos quedamos un rato bajo el curativo chorro de agua caliente, tomando fuerzas para la próxima sesión, misma que, por la fuerza del último golpe, de seguro no sería pronto..Víctor.jgarza11@hotmail.com