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María José

en Dominación

María José había sido despojada de cualquier rastro de vello.
Era costumbre de su amo que para esta fiesta de intercambio, la sumisa fuera privada de cualquier recubrimiento capilar que pudiera ocultar tan provocativos genitales. Además, y principalmente, servía para que ante los asistentes a la fiesta, María José experimentara un sentimiento aún mayor de desprotección, en la medida en que fuera desfilando ante los invitados.

María José, como todas las demás sumisas que llegaban a la fiesta, se quitó el abrigo que la cubría y lo entregó a la mucama encargada del guardarropas. Expresiones y murmullos de admiración despertaron su magnifica desnudez. Un collar de cuero negro y una cadena había sido unida a su cuello. Su cuerpo solo era vestido por el collar, unas bellas pulseras en sus muñecas y tobillos y unos elegantes zapatos de tacones negros en sus bien cuidados pies.

María José lucía además un bonito aro plateado en cada pezón. También, y según establecían las normas establecidas por su dueño, por cada utilidad sexual que pudiera proporcionarle, portaba un aro en un lugar concreto, que servia de signo distintivo de una habilidad específica. Así María José portaba con orgullo un aro plateado en el labio derecho de su coño, significando con esto que había sido formada en todas las artes heterosexuales conocidas. Desde que la adoptó y ella aceptó firmar el contrato de sumisión, su amo le colocó un piercing removible en la nariz y que ponía de manifiesto las nunca bien ponderadas facultades sexuales del culo de su esclava.

María José había sido acostumbrada desde que la desvirgaron cuando estaba en la secundaria, a múltiples experiencias, y hoy, la suma de todas ellas la habían convertido en toda una experta en dar placer. Por este motivo, la memoria de su mente y de su cuerpo, ante la mayor parte de estímulos, era la de recibir, y sobre todo, obedecer, dar placer, sentirse plena en el castigo, fundir toda su voluntad en la de su amo y señor. El uso del collar de cuero le gustaba, pues la obligaba a tener el cuello erguido y un poco avanzado respecto del cuerpo. Esta posición permitía además, que ella respingara ligeramente las nalgas y que sus tetas quedaran atractivamente levantadas.

Mas parejas comenzaron a entrar. El club hedonista de "swingers" se lleno rápidamente. La gente se acercaba ávidamente al bar para ordenar sus bebidas y para ir luego a las mesas distribuidas a lado y lado de la pasarela. En media hora habría en el local unas cuarenta parejas, que se observaban con detalle mutuamente.

 

Una orquesta interpretaba música tropical. Algunas parejas bailaban sensualmente. De pronto, un haz de luz iluminó el extremo principal del escenario y un hombre vistiendo un impecable smoking saludó al publico. Indicó que todos los amos que quisieran exhibir a sus esclavas, las inscribieran. Él dueño de María José lo hizo presurosamente y regresó con una malévola sonrisa.

Cuando anunciaron a María José, su amo se levantó de la mesa y la llevó hasta la pasarela halando suavemente de la cadena sujeta a su cuello. Una vez allí, la liberó de su yugo y con una fusta golpeó varias veces sus nalgas, incitándola a iniciar su recorrido. María José se sentía profundamente excitada y comenzó a desfilar. El caminar frente al público sirvió a María José para lucir, consciente o inconscientemente, la ilimitada belleza de sus nalgas, las que movía majestuosamente con cada pequeño avance de su cuerpo. Allí todos habían ido para ver la hermosa procesión de mujeres sometidas a sus amos, como preámbulo para desinhibirse y gozar de toda clase de placeres. No era extraño ver entonces a esta gente embobada con los suaves movimientos de esta hembra, que se sabía observada y admirada. Mientras caminaba, sus tetas se movían en un vaivén rítmico. Muchos hombres y mujeres estaban en trance casi hipnótico viendo sus esas fabulosas nalgas y tetas danzantes. Tenía una cintura estrecha que la hacía verse especialmente exquisita.

El público se puso frenético y empezó a golpear en las mesas. Había corrido la voz que estaba marcada en el culo. María José miró a su amo y este asintió con la cabeza en señal de aprobación. María José se arrodilló sobre una tarima giratoria, y quedando en cuatro, abrió sus nalgas delicadamente con sus manos. A medida que iba girando la tarima y el reflector la enfocaba, el público percibía perfectamente la letra "E" marcada muy cerca de su culo, seguramente con un marcador de plata, que ponía de manifiesto a quién pertenecía. La falta de vello en el cuerpo de María José acrecentaba el erotismo de la escena. La gente aplaudía frenéticamente. María José se incorporó y abandonó el escenario. Volvió a aparecer el animador, que entusiasmado, indicó que se iba a pasar a otra fase de la diversión: el intercambio.

El animador dijo: " Esta fiesta es para todos. Es para solteros, casados o nada que ver. Muéstrense eróticos, sensuales, imaginativos. Recuerden que el intercambio es voluntario. Cada cual es libre de experimentar su propia aventura erótica sin necesidad de permitir que otros se entrometan en su vida. Muchos de los que están aquí están para darle un poco más de excitación a su relación de pareja. Otros son libertinos, otros exhibicionistas, algunos son voyeristas y otros fetichistas. Todos son bienvenidos.

 

 

Recuerden que para el intercambio se debe acordar claramente si el sexo va a ser "suave", "duro" o "bien duro". En el "suave" no está permitida la penetración vaginal u anal, en el "duro" si y en el "bien duro" todo estaba permitido incluido el BDSM. El bar está abierto, beban, bailen, gocen. Si alguien se pone pesado, favor informar a la administración. El próximo sábado la fiesta será solo para parejas y mujeres solas. "

María José y su amo salieron a bailar luego de tomarse dos gigantescas " margaritas" con hielo frapé. María José bailaba desnuda en medio de la pista de manera muy sensual, contorneando su cuerpo al ritmo del tecno merengue que tocaba la orquesta. Era una hermosa hembra morena, de un exuberante cabello rizado de color castaño. Su sonrisa y el brillo de sus ojos negros indicaban que estaba contenta y cachonda. Su señor se acercó a ella y le dijo al oído que le propusieran hacer "trío" a una hermosa mujer que los miraba con insistencia. La invitaron a la mesa y pidieron más coctéles "margarita".

Conformado el "trío", acordaron irse a una de las habitaciones del club. "E" guió a las dos mujeres hasta la zona de descanso. En su mano, portaba la cadena con la que conducía a María José, una hermosa mujer de unos veintidós años. Claudia, la otra mujer, podría ser una par de años mayor que ella.

Cuando entraron a la habitación, el amo le ordenó a María José que desnudara a Claudia. Ambos se miraron complacidos al ver que habían seleccionado a una apetitosa mujer. "E" besó los pezones de Claudia, que se mostraba radiante. Palmoteó violentamente sus nalgas a fin de comprobar si sentía placer ante la disciplina. Situándose a sus espaldas, rozó sus nalgas con su verga, mientras con sus manos acariciaba sus tetas. Luego le ordenó a Claudia que le chupara el clítoris a Maria José. Un grado de excitación se traslucía en la humedad que ya se notaba en las chochas de ambas. El amo entusiasmado ante la sumisión y belleza de Claudia, decidió probarla con mayor intensidad.

"E" le pidió a Claudia que se pusiera en cuatro, con la mirada hacia el suelo, obediente y sumisa. "Eres una completa puta", exclamaba "E" excitado ante la visión de su fenomenal culo. Feliz de poder comérselo, inició una larga tanda de duros azotes en las nalgas de Claudia. El culo tardó en enrojecerse, a pesar del entusiasmo con que los golpes eran descargados. Claudia notaba una gran excitación que se derramaba por su coño. "E", satisfecho reía, e insultaba a su compañera de "trío": "Puta, te voy a golpear más fuerte ese culo".

"E" se extrajo su voluminosa verga ya inflada por la lujuria que le proporcionaba la escena que había organizado entre las dos mujeres. María José que estaba perfectamente educada, y ante la visión de la polla de su amo, se postró ante "E" de rodillas. Estaba instruida para que, ante la visión de su verga, su reacción inmediata fuera arrodillarse y chupar con lujuria. Aquello, como en cualquier buena esclava, era una reacción refleja, forjada por su amo más los años de práctica donde se la mamó a los diferentes hombres con quien estuvo.

Claudia seguía de rodillas. "E" sacó su verga de la boca de María José y puso a Claudia a lamerle las pelotas. Un fuetazo, de los que no dejan marcas, advirtió a Claudia de la necesidad de pasar a otra acción distinta, para satisfacer más a aquel hombre. Se puso entonces a lamer su culo, y cuando lo hacía recibió un doble fuetazo en las nalgas. Colocó entonces sus preciosas tetas alrededor de la verga, y comenzó furiosamente a agitarlas alrededor de ella. En su mente presentía con ansiedad más golpes de látigo y la cara de satisfacción de este amo quizá solo temporal. Claudia empezó a sentirse plena al ser usada de esa forma por este hombre que la atraía fuertemente. Llevaba varios meses sin tener una relación que le satisfaciera. Se sentía agradecida, e interiormente sonreía. Mientras tanto, María José asistía sorprendida a la voracidad de Claudia, que se metía toda la polla de "E" hasta bien profundo en su garganta, pero también se preocupaba por la atención que el amo prestaba a ésta nueva adquisición, y por la inseguridad que eso pudiera producir en su posición de favorita.

María José seguía cumpliendo su función de mamar la polla de "E", ensalivándola como si se tratara de un caramelo, acariciándole las huevas y evitando que se corriera en su boca pues el polvo era aparentemente para Claudia. "E" se agitaba dentro de su boca, gritando groserías que incrementaban su grado de excitación: " Zorra, mueve esa lengua, vamos, lástima que no te pueda echar este polvo en esa boca de puta", le gritaba. La cara congestionada de María José era un auténtico y bello espectáculo que enardecía aun más la fuerza de las embestidas de "E" en su boca. Con un gesto, el amo le ordenó a Claudia que se acercara y con otro le indicó que lamiera el culo de María José y la excitara con el dedo. Claudia abrió las nalgas de María José, buscó su ojete y comenzó a chuparlo y a introducir en él su lengua. Luego la volteó, contempló su bien depilada chocha, le introdujo un dedo y comprobó el grado de excitación que expresaba María José en su rostro. María José gozaba. Claudia metía y sacaba su dedo de la profundidad de su vagina, mientras "E" le susurraba a María José al oído mientras metía en él su lengua: "Te gusta puta...? Me gusta verte bien cachonda, y vas a sentirte aún mejor".

 

 

Súbitamente "E" tomó a Claudia del cabello, le dió la vuelta de manera brusca, le abrió las nalgas y le metió dos de sus dedos por el ano. Claudia gimió un poco. Pero "E" quería que el dolor fuera más intenso. Entonces, de repente Claudia sintió un dolor penetrante, como que algo le taladraba su ano."Ahora si vas a gritar zorra" le dijo a Claudia mientras le incrustaba durísimo su pene en el ano. Se lo metió de un solo golpe hasta los testículos. Claudia decía que le dolía mucho, pero "E" siguió penetrándola por el ano de una manera salvaje, hasta que finalmente eyaculó en su culo llenándolo de semen. Luego "E" sacó su verga del culo de Claudia y la metió toda en la boca de María José quien se la limpió sin dejar escapar ni una gota de semen.

"E" ordenó por teléfono que enviaran más Tequila. Bebieron unos buenos tragos, mientras las dos mujeres se encargaban de poner nuevamente tiesa la verga de "E". Entre María José y su amo tumbaron a Claudia en la cama. "E" le subió las piernas mientras María José le metía un vibrador entre el culo. Luego le separaron las piernas y "E" le metió su tranca en la vagina. La verga y el vibrador penetraban rítmicamente a Claudia, quien gritaba de placer y dolor. Cuando "E" sintió que iba a eyacular, miró a María José quien inmediatamente acercó su cara y se metió la tranca de "E" en la boca para que allí se corriera.

Eran ya las cuatro y treinta de la mañana, y el sueño ya se dejaba sentir. Con unas toallas húmedas y calientes se limpiaron. Los tres se veían satisfechos. Claudia le entregó a "E" y a María José una tarjeta con su teléfono y les expresó que se sentía dichosa por la experiencia que acababa de vivir. Se besaron y juntos caminaron hasta la recepción donde reclamaron sus abrigos. Unos minutos después sus autos desaparecieron en medio de una oscuridad que también se esfumaba.

Autor : ATHOS
Email : Anónimo